Por Obispo Joseph Kopacz
Estamos por comenzar nuestro fin de semana anual de Acción de Gracias que es una oportunidad única como individuos, familias, comunidades y nación para hacer una pausa en agradecimiento por las bendiciones del año que está pasando.
Este es un desafío para muchos de nosotros que a menudo nos encontramos como en piloto automático atendiendo a las exigencias de cada día, anticipando al mismo tiempo las tareas del futuro inmediato. Estas responsabilidades pueden dejarnos agotados al final de día, simplemente agradecidos que el día ha terminado, sin notar las bendiciones a lo largo del camino.
El espíritu de gratitud también puede ser difícil para aquellos que están experimentando la muerte o enfermedad grave de un familiar o amigo, o una pérdida grave en otras partes de sus vidas. A veces la acción de gracias y el acompañado espíritu de alegría no son posibles debido a un pasado que aún no está reconciliado con Dios.
Es difícil estar agradecidos si el pecado pesa sobre nosotros. Asimismo, la oscuridad de la mortífera violencia indiscriminada o el terrorismo, nos pueden dejar sintiéndonos agitados o temerosos. Estas no son ficciones de nuestra imaginación, sino elementos de la realidad que puede erosionar nuestra fe, esperanza y amor.
Cualquiera que sea la razón o razones que nos impiden ofrecer fácilmente las gracias, sabemos que Jesucristo, nuestro Rey, nos está invitando a abrir nuestro corazón y nuestra mente a una experiencia más profunda de la vida que permite que la luz de la fe ilumine nuestras luchas diarias.
Él está llamando a la puerta (Revelaciones 3:20) con la esperanza de que él pueda entrar y disfrutar de una comida con nosotros. El día de Acción de Gracias, un momento en el que estamos mucho más conscientes de la familia y de los amigos, es un momento tan bueno como cualquier otro para cenar con el Pan de Vida.
También llamemos esto a la mente, que como cristianos somos bendecidos al comenzar el tiempo de Adviento que surge cada año de nuestra celebración del Día de Acción de Gracias. El Señor no sólo está a la puerta llamando de vez en cuando, sabemos por la fe que él siempre está cerca. La oración de Adviento para apresurar la venida del Señor, es una que debe ofrecerse en temporada y fuera de temporada. “Amén, ven, Señor Jesús”. (Apocalipsis 20:22)
Si ésta es la única oración que podemos rezar durante tiempos difíciles, entonces es suficiente. Él es nuestro gozo y nuestra paz. Esta espléndida temporada de cuatro semanas, fácilmente consumida por las prisas de la Navidad, es un regalo para cada uno de nosotros para estar agradecidos por la presencia de nuestro Señor a través de la fe.
La Palabra de Dios en cada vuelta, nos recuerda que el miedo es inútil; lo que se necesita es confianza. (Lucas 8:20). Esta se basa en la convicción de que el Señor está siempre cerca y fuera de esta garantía, podemos decir con San Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense! Su amabilidad deberá ser conocida por todos. El Señor está cerca. No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también.” (Filipenses 4:4-6).
El Papa Francis ha declarado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre de 2015 y continuará hasta la fiesta de Cristo Rey, 2016. La misericordia de Dios es siempre posible en nuestras vidas porque el Señor está siempre cerca.
Él es el Emmanuel, con nosotros y por nosotros, para siempre. Este es el prisma que pueden invitarnos a un Año de Gracia del Señor, renovando nuestra fe, fortaleciendo nuestra esperanza y encendiendo nuestro amor a ser testigos fieles de su constante presencia en nuestras vidas y en nuestro mundo.
Sacramentalmente vemos su presencia en la Eucaristía, la promesa de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos, y en el sacramento de la reconciliación, la promesa de la paz que fluye de la misericordia de Dios, eliminando las trabas que nos liberan para ser fieles discípulos del Señor.
El amor de Cristo nos impulsa a vivir nuestras vidas por una norma diferente. Cada vez que abrimos nuestros ojos por la mañana, este don y llamada está ante nosotros.
Cómo respondemos en servicio a nuestras familias, a nuestros vecinos, a nuestros parroquianos, al forastero, al refugiado, y de hecho incluso a nuestros enemigos, es el trabajo que cada uno de nosotros ha de edificar para el reino de Dios.
Qué el Señor nos inspire durante estos días de acción de gracias y de Adviento a ser agradecidos, a tener esperanza, a ser alegres, a ser menos temerosos, y tener paz sabiendo que el Señor Jesús siempre está cerca. Maranatha, Ven, Señor Jesús.