By Bishop Joseph Kopacz
El Jubileo de la Misericordia está por comenzar como el tiempo de Cuaresma la próxima semana con la distribución tradicional de las cenizas. El Miércoles de Ceniza invita a los fieles a recordar las palabras y las normas del Señor en el capítulo VI del evangelio de San Mateo en el centro del Sermón en la Montaña. Las disciplinas cuaresmales de la oración, el ayuno y la abstinencia son una respuesta de fe del amor misericordioso de Dios Padre que nos invita de nuevo a alejarnos del pecado y a experimentar su ternura misericordia.
Los tres pilares tradicionales de la Cuaresma católica tienen casi dos mil años, siempre antiguo y siempre nuevo. Sostienen nuestra relación con Dios, inspirándonos para saber que estamos hechos a su imagen y semejanza, una dignidad que supera todo lo que el espíritu maligno del mundo busca destrozar.
Durante varios días la semana pasada tuve la bendita oportunidad por segunda vez de viajar a Saltillo, México, para representar a nuestra diócesis en la misión que tiene casi 50 años. Hubo muchas inspiradoras y sinceras experiencias sobre las cuales voy a escribir en la próxima edición de Mississippi Católico.
Con la Cuaresma en el horizonte quiero compartir con ustedes la experiencia de la consagración de la nueva iglesia construida en el corazón de la parroquia de San Miguel, la Divina Misericordia. Como el Jubileo de la Misericordia de Dios se acopla a nuestros corazones y mentes, me di cuenta de que esta nueva iglesia fue inspirada desde sus inicios. Cuando Monseñor Mike Flannery y yo fuimos en misión a Saltillo durante el fin de semana de Acción de Gracias en el 2014, participamos en la puesta de la primera piedra de la nueva iglesia con el obispo de Saltillo, Don Raúl. El nombre de la nueva iglesia había sido decidido antes que el Papa Francisco anunciara el jubileo de la misericordia. Catorce meses después volví para participar en la consagración del templo de la Divina Misericordia.
La iglesia tiene una capacidad de 500 a 600 personas y el día de la consagración estaba completamente llena con feligreses de la Parroquia San Miguel, sus capillas y con la gente de alrededor de la ciudad de Saltillo. La ceremonia de casi tres horas fue majestuosa y la mayoría de los hombres, mujeres y niños que llenaban la iglesia permanecieron hasta el final de la misa.
Fue verdaderamente una fiesta bañada en la alegría de la misericordia de Dios, reminiscencia del salmo 117. Naciones y pueblos todos, alaben al Señor, pues su amor por nosotros es muy grande; ¡la fidelidad del Señor es eterna!
En virtud de su ubicación y el nombre de la Iglesia será un lugar santo de peregrinación para muchos en este Jubileo de la Misericordia. La estatua de la Divina Misericordia, eregida en la cima de la estructura, es una invitación a todos para conocer la misericordia del Padre, independientemente de si entran o no al santificado edificio de esta iglesia.
El nombre de la Iglesia está estrechamente vinculado con la naciente orden religiosa de los dos sacerdotes que sirven fielmente en la misión de San Miguel y los 29 ranchos que fueron desarrollados por el Padre Patrick Quinn con el apoyo de muchos de la Diócesis de Jackson. El carisma de su orden religiosa es la misericordia divina y ellos dos amorosamente llevan adelante el legado del Padre Quinn.
En mis observaciones de clausura durante la misa de consagración le recordé a la congregación que mi presencia representaba a la Diócesis de Jackson, especialmente, pero también la de todos los católicos de Mississippi que siguen apoyando a la misión a través de su amor, sus oraciones y su generosidad. El Padre David y el Padre Evelio son dos sacerdotes asombrosamente dedicados que sirven en la misión junto con sus colaboradores laicos, fuertemente comprometidos. En repetidas ocasiones me ofrecieron a mí y a la diócesis su profunda gratitud por nuestra generosidad. Sin nuestro apoyo amoroso no habría una misión San Miguel y sus 29 ranchos, (communities) esparcidos por todo el estado de Coahuila en su alto desierto y montañoso terreno.
Lo que experimente en la misa de consagración fue un jubileo de misericordia que viene de la tierna compasión de Dios por todos los pueblos. Es mi oración para todos los católicos dentro de nuestros 65 condados que podamos celebrar la misericordia de Dios de igual manera, la misericordia que brota de nuestras asambleas eucarísticas, la fuente y cumbre de nuestras vidas, en nuestros corazones y hogares, en nuestras comunidades y nuestra diócesis.
Qué los 40 días de la Cuaresma sean un oasis de misericordia en este Año de gracia del Señor.