Por Obispo Joseph Kopacz
Mi reciente peregrinación a Italia, que incluyó a Asís, Florencia, Venecia y Roma, tuvo todas las marcas distintivas de la tradición de ser como peregrinos en un viaje espiritual. El Jubileo Extraordinario de la Misericordia fue la inspiración para nosotros, 27 peregrinos, la mayoría de los Diócesis de Jackson, quienes emprendieron esta aventura a los Santuarios de toda Italia.
Las amadas iglesias y capillas en el camino fueron siempre el enfoque de cada día de destino en el cual la celebración de la Eucaristía estableció nuestra identidad como algo más que turistas, realmente peregrinos. La misa fue una experiencia de comunión con muchos de los fieles que han viajado antes de nosotros durante casi dos mil años en algunos casos. En cada lugar nuestras familias y nuestras familias espirituales estuvieron siempre en nuestros corazones y mentes en torno al altar del Señor.
Al aterrizar en Roma viajamos en autobús a Asís donde caminamos despaciosamente por la ladera de ese hermoso pueblo donde San Francisco reconstruyó la Iglesia de Dios. Celebramos la Misa en una pequeña capilla en el Monasterio Franciscano, un íntimo espacio sagrado que nos encaminó al camino de peregrinación. Aunque nunca hay suficiente tiempo para disfrutar esa inspiradora ciudad y campo, fuimos espiritualmente marcados para continuar hacia Florencia.
En el camino empezamos otro gran ejemplo, el sentarnos juntos a la mesa y saborear nuestra primera comida italiana en la región toscana. Muchas deliciosas comidas continuaron durante todo el viaje. Al día siguiente despertamos en Florencia, el epicentro de la cultura del Renacimiento, un mercado de arquitectura, esculturas de mármol y suelos, frescos, pinturas y un maravilloso laberinto de calles y callejones.
El espíritu de renovación, sagrado y secular, que abrazó al mundo mediterráneo en la Edad Media y el renacimiento, nos envolvió en nuestro día de visita. Celebramos la Eucaristía en una capilla lateral de la Catedral (Duomo) de Santa María de la flor, una de las muchas iglesias construidas en su honor en toda Italia.
Continuando hacia el norte viajamos a Venecia, donde pasamos un día entero en esta ciudad única. Aunque no celebramos misa en la Catedral de San Marcos, tuvimos la oportunidad de apreciar su majestuosidad de dentro y de fuera, así como la tradición que se mantiene de que los restos de San Marcos fueron secuestrados fuera de Egipto y correctamente alojados en su legítimo lugar sacro. Por la tarde celebramos la misa en la Iglesia de San Juan Bautista, cerca de la plaza, porque había una celebración de confirmación en la Catedral de San Marcos.
Habíamos llegado al límite geográfico y el domingo a mediodía llegamos a la ciudad eterna para entrar en el corazón del Jubileo extraordinario de la misericordia. La Basílica de San Pablo Extramuros, Santa María Mayor, la Catedral de San Juan de Letrán y la Basílica de San Pedro están designadas como las cuatro iglesias en el cual uno entra a través de la Puerta Santa de la misericordia. Complementado con una visita a las Catecumbas pasamos a través de la primera puerta santa en San Paublo, donde también celebramos la Eucaristía dominical, tan conscientes de que lo que San Pablo “recibió del Señor” se lo entregó a la iglesia.
En total pasamos cuatro días en Roma, desde el domingo hasta el miércoles, antes de regresar a casa el jueves. Si tuviera que escribir todo lo que hemos vivido y visto, se tomaría diez columnas.
Cada sitio religioso y monumento histórico construido sobre el anterior como una impresionante obra de arte que puede verse desde muchas perspectivas.
Continuando entramos por la Puerta santa de la Basílica de Santa María la Mayor y celebramos misa en una de sus resplandecientes capillas laterales. Aquí nos tomamos nuestra foto de grupo que será un recuerdo especial para cada uno de los peregrinos.
La Catedral de San Juan de Letrán, la Iglesia madre de toda la cristiandad, ciertamente del mundo católico, fue la tercera Puerta santa de la misericordia en la peregrinación. Posee una gloriosa historia que se remonta al emperador Constantino, y ahora majestuosamente tiene sus puertas abiertas a todos los peregrinos y turistas de todo el mundo, la catedral del Santo Padre en Roma.
Nuestra última Puerta santa de la misericordia fue la Basílica de San Pedro. No celebramos misa en la iglesia más grande del mundo cristiano, pero pacientemente caminamos por los pasillos que conducen a la Capilla Sixtina y finalmente en el interior de esta basílica que podría albergar cualquiera de las otras tres iglesias dentro de su cavernoso espacio. Es el hogar de los restos de San Pedro, cuya tumba se encuentra debajo del centro de la cúpula de Miguel Ángel en el altar principal.
El momento culminante de nuestra peregrinación fue la audiencia del miércoles con el Papa Francisco en la Plaza San Pedro con más de 50 mil peregrinos que fueron a celebrar nuestra fe en Jesucristo con el Sucesor de San Pedro. Una vez más, el día estuvo agradable, con una temperatura de 70 grados y luz del sol brillante de la mañana.
Yo estaba revestido de sotana y, por consiguiente fui llevado a los asientos destinados para los obispos que están justo al lado de la plataforma desde donde el Papa presenta su mensaje. Me sentía un poco culpable de que mis compañeros peregrinos no podían acompañarme, pero ellos tenían buenos asientos que les permitía tomar fotos de cerca del Papa Francisco cuando pasara en su carro papal.
Naturalmente, el mensaje del papa fue una inspiradora reflexión sobre el pasaje del evangelio de san Lucas que relata la historia de la mujer que le lavó los pies de Jesús con sus lágrimas y se los secó con sus cabellos. El mensaje fue resumido y traducido resumen en seis idiomas para el beneficio de todos los peregrinos. La audiencia concluyó con el canto del Padrenuestro en latín, y la bendición papal.
La audiencia duró aproximadamente una hora y después los obispos tuvieron la oportunidad de acercarse al papa, estrechar su mano y darle la bienvenida. Obviamente, este fue un bendito encuentro nuevamente, pero igual de virtuosa fue la experiencia de caminar por la plaza después buscando mi grupo, (que nunca encontré) y encontrar a peregrinos provenientes de todos los países de Europa. Bendiciones, oraciones, fotos y selfies, y 45 minutos más tarde llegué a la acera de la plaza para encontrar un taxi. Fue una culminación digna a la semana de peregrinación.
Sé que hablo en nombre de todos los otros 26 peregrinos que emprendieron esta aventura espiritual cuando digo que fuimos bendecidos de muchas maneras, desde lo más profundo a lo práctico. Todos los modos de transporte ocurrieron sin problemas.
Los autobuses estaban limpios y eran cómodos; los vuelos fueron suaves y lo suficientemente acogedores como para sardinas, el clima estuvo perfecto, nuestro guía fue amable, educado y paciente, y el chofer del bus era un experto en navegar el tráfico en toda Italia y especialmente en Roma.
La niebla de viajar por siete zonas de tiempo está comenzando a levantarse mientras escribo esto columna y todos oramos para que la alegría de la misericordia de Dios no se levante pronto.