La semana pasada tuve la oportunidad, a través de la invitación y generosidad de los Servicios Católicos de Socorro (Catholic Relief Services, CRS) de viajar a Honduras en una visita de encuentro personal con otras cinco personas de los Estados Unidos. Esta misión ha ampliado mi experiencia directa de América Central que es bastante limitada. Como ustedes saben, he visitado nuestra misión en Saltillo, México, durante los últimos dos años, y anteriormente había viajado en peregrinación con los Misioneros de Maryknoll a los santuarios de los mártires de El Salvador y Guatemala, incluyendo el santuario del Arzobispo Oscar Romero, cuya causa de canonización está avanzando.
Esta peregrinación a Honduras fue única en la que he experimentado los frutos de algunos de los proyectos de desarrollo de CRS en uno de los países más pobres del hemisferio occidental, y me permitió un encuentro con segmentos de la población hondureña que estuvieron muy agradecidos y hospitalarios por nuestra visita.
La labor de los Servicios Católicos de Socorro se entiende mejor a la luz de la declaración de su misión, la esencia de lo cual es: “Los Servicios Católicos de Socorro (CRS) cumple el compromiso que los obispos católicos de los Estados Unidos han asumido de ayudar a los pobres y vulnerables en el extranjero. El Evangelio de Jesucristo nos motiva a valorar y defender la naturaleza sagrada y la dignidad de la vida humana, además de impulsar la caridad y la justicia y encarnar la doctrina social y moral de la Iglesia”.
Junto con la asistencia en casos de desastre, como el terremoto en Haití y el tifón Haiyan en Filipinas, el personal dedicado de CRS está comprometido al desarrollo sostenible que se suele llevar a cabo en colaboración con otras entidades católicas como Caritas Internacional, y con las entidades locales, nacionales y funcionarios internacionales.
En nuestras visitas hemos aprendido acerca de la participación del gobierno de Honduras, del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y el Banco Mundial, para nombrar unos pocos. Pero lo que es más importante es que en los tres principales proyectos en nuestro viaje notamos que las poblaciones locales participan plenamente como socios activos y agentes de cambio. Este es el principio católico preciado de subsidiariedad, es decir, que nada que una organización más grande y compleja pueda realizar, no pueda ser realizado por una organización más pequeña y sencilla a nivel local.
La primera de tres visitas, las cuales fueron todas al noroeste de Tegucigalpa, la capital de Honduras, fue a un programa de Alimentos por la Educación que pretende aumentar la asistencia al colegio y la alfabetización entre los niños en edad escolar, proporcionando comidas nutritivas diarias, capacitación para profesores y maestros substitutos, para salud e higiene y para transporte y suministros escolares, todo lo cual reduce las barreras de acceso. Se les pide a los miembros de la familia y la comunidad a estar totalmente conectados a través del voluntariado y la supervisión.
La segunda de tres paradas fue a un proyecto agrícola inteligente de servicio de agua (Water Smart Agricultural, WSA) para pequeñas fincas familiares productores de café. WSA “fomenta la gestión sostenible del suelo y su fertilidad para ayudar a asegurar la adecuada disponibilidad de humedad para reducir los efectos de la sequía … para positivamente transformar la seguridad alimentaria y de agua de una masa crítica de agricultores en la región”.
El espíritu de colaboración fue evidente entre los agricultores locales y el personal de CRS y fue mi primera experiencia caminando entre plantas de café y árboles de plátanos. En medio de esta visita la imagen de un sonriente Papa Francisco vino a mi mente. ¿Por qué? Su profundas y clarividentes palabras por una ecología integral de su Exhortación Apostólica profética, Laudato Si, eran muy evidentes en las fincas (pequeñas explotaciones) de Honduras.
La liberación del paradigma tecnocrático dominante sucede a veces, por ejemplo, cuando las cooperativas de pequeños productores adoptan medios de producción con menos contaminantes, y optan por un modelo de vida no consumista, de recreación y comunidad. O cuando la tecnología se dirige fundamentalmente a la solución de los problemas concretos de la gente, realmente ayudándolos a vivir con más dignidad y menos sufrimiento (Laudato Si).
Esto toma la voluntad, el compromiso, la experiencia y la astucia de muchos, porque como el Papa Francisco señala que, aparte de la propiedad de la tierra, los campesinos deben tener acceso a los medios de educación técnica, crédito, seguros, y el acceso a los mercados. Esta es la visión de CRS y de muchos en el campo para los pequeños agricultores productores de café en Honduras y en muchas zonas de nuestro mundo.
La tercera de nuestras visitas fue a un proyecto de abastecimiento de agua que se desarrolló a lo largo de casi 20 años en la ladera de una montaña (de los cuales hay muchas en Honduras) que es bastante complejo, pero elegante en su simplicidad. Funciona por gravedad y mecanismos y sirve a toda una comunidad de más de 10.000 personas de sus necesidades de agua y alcantarillado.
Toda la comunidad ha estado y sigue participando en el proceso de toma de decisiones de este proyecto durante estos 20 años, y las personas que viven alrededor de las cuatro millas de esta planta reciben incentivos para mantener sus tierras de una forma que salvaguarde el suministro de agua. Es una historia asombrosa, e incluso durante la sequía del largo verano, es raro que el agua tenga que ser racionada. Desde el principio, el CRS ha estado orgulloso de su papel como socio en este proyecto.
Las visitas a estos tres proyectos fue el motivo del viaje, como se pueden imaginar, pero también hubo muchos otros momentos agradables e inspiradores. Tuvimos oración y liturgia cada día, disfrutamos las conversaciones entre los peregrinos, con el personal del CRS y con el pueblo hondureño, la visión del omnipresente terreno montañoso, y los amplios valles y las imágenes demasiado numerosas para contar del pueblo hondureño en su tarea diaria.
Tuve una conversación muy agradable durante una cena con el Obispo Darwin, de la diócesis de Santa Rosa de Copán, que abarca todo el occidente de Honduras. Sé que la Diócesis de Jackson no es una pequeña parcela de tierra, pero cuando me dijo que había un millón y cuarto de católicos diseminados por las montañas del occidente de Honduras, me sentí bendecido por mi familia diocesana en Mississippi.
En general, estoy agradecido de haber tenido la oportunidad de visitar Honduras, uno de nuestros países vecinos en Centro América, una región de donde muchos inmigrantes y migrantes han llegado a nuestro estado y nación y han enriquecido nuestras comunidades y parroquias en nuestra diócesis. Para concluir, cito las palabras del Papa Francisco de ‘Laudato Si’ que capturan la esperanza engendrada por mi experiencia al sur de la frontera, y el ardiente deseo del Santo Padre, del personal de CRS, y de muchos en todo el mundo o en una ecología integral.
Miremos a San Francisco a quien tomé como guía e inspiración cuando fui elegido Obispo de Roma. Creo que San Francisco es el ejemplo por excelencia de la atención a los grupos vulnerables y a una ecología integral vivida con alegría y autenticidad. Él es el patrono de todos los que estudian y trabajan en el área de ecología y también es muy querido por los no cristianos. Estaba particularmente preocupado por la creación de Dios y por los pobres y los marginados.
Él amó y fue profundamente amado por su alegría, su entrega generosa y su consagración. Fue un místico y un peregrino que vivió en la sencillez y en la maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. Nos muestra que tan inseparable es el vínculo entre la preocupación por la naturaleza, la justicia para los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.