Por Opisbo Joseph Kopacz
El poder del Espíritu Santo de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos se encuentra nuevamente en el centro de la oración pública de la iglesia mientras celebramos la Ascensión en este fin de semana, con la exaltada fiesta de Pentecostés a seguir. “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor… y renovaremos la faz de la tierra”. Durante el pasado mes el Espíritu Santo me ha mantenido activo con la celebración de 16 confirmaciones hasta la fecha alrededor de la diócesis, confirmando la presencia de Dios en la vida de nuestros jóvenes discípulos.
De una manera notable nuestra sagrada misión y visión se reviven a través de la confirmación al abrazar la diversidad de dones, los ministerios y obras del Espíritu Santo, al servir a otros de muchas maneras creativas y, por supuesto, al inspirar a los discípulos en el conocimiento y la comprensión de que Jesús es el Señor y Dios es nuestro Padre. La plenitud de la iniciación cristiana se realiza con la marca del santo crisma y cuando las promesas hechas en el bautismo por los padres, padrinos y madrinas han sido realizados.
La efusión de las bendiciones del Espíritu Santo es evidente en el amor a la familia, a los padrinos, amigos y a la comunidad parroquial. No hay lenguas de fuego visibles sobre las cabezas de los recién confirmados, pero el lento y regular fuego de la fe ha estado quemando y el amor del Señor resucitado es evidente.
En medio de la temporada de confirmaciones marcamos el primer aniversario del brutal asesinato de nuestras queridas religiosas, las Hermanas Paula Merrill, SCN, y Margaret Held (SSSF), con oraciones y la bendición e inauguración de su monumento en Liberty Park en el centro de Durant. Fue un encuentro vibrante compuesto por personas de la comunidad local, de la Parroquia Santo Tomás en Lexington, de sus comunidades religiosas en Kentucky y Wisconsin, y por los fieles de toda la Diócesis de Jackson.
El Espíritu Santo, la prenda de vida eterna, fue nuestra consolación, esperanza y paz. Cuando comenzamos el servicio de oración se abrió el cielo, y acompañando la presencia del Espíritu Santo, hubo también un derrame, o mejor dicho, una lluvia torrencial, abundante en Mississippi. Este remojón vino completo con imágenes y sonidos, relámpagos y truenos. Esta muestra de la creación de Dios a menudo abruma las palabras de la oración, pero no desanimó nuestros espíritus y propósitos de dar tributo a la vida y la muerte de las hermanas en el servicio al Señor y a los pobres. De cierta manera profunda, fue como un diálogo entre el cielo y la tierra. La naturaleza habló y nosotros sólo pudimos hacer una pausa y esperar y, a continuación respondimos con oraciones que atravesaron las nubes. Al final bendecimos el monumento, y sus vidas y muertes permanecerán como un testimonio de servicio amoroso a lo largo de la vida en esta estresada área de nuestro estado.
Recordamos que la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones, mentes y almas es un anticipo a la promesa de la vida eterna y la fiesta del cielo. Esto es cierto para todos los creyentes que son bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y es fortalecido en el sacramento de la confirmación. Como un signo visible de esta realidad interior la vida religiosa y ordenada entre nosotros señala nuestro objetivo de estar siempre con el Señor. Nos recuerdan que nuestra ciudadanía está en los cielos y que no tenemos aquí ciudad permanente. Las muertes violentas de las Hermanas Paula y Margaret sólo sirven para profundizar la convicción de la sabiduría de las sagradas escrituras que, bienaventurados los que mueren en el Señor, déjenlas descansar de sus labores porque sus buenas obras van con ellas.” Ellas permanecen con nosotros como testigos de la verdad, que sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
Las bendiciones del Espíritu Santo moran dentro de nosotros y nos rodean de innumerables maneras. Durante la próxima semana todos podemos enriquecer nuestro viaje a Pentecostés rezando la novena al Espíritu Santo. La mayoría de las veces oramos en el poder del Espíritu a través del nombre de Jesucristo para gloria de Dios Padre. Durante estos días podemos orar intencionalmente al Espíritu Santo para que nos inspire, para liberarnos del pecado, para que nos permita vivir el Evangelio y para servir con amor como discípulos del Señor. Ven, Espíritu Santo, renueva la faz de la tierra.”