Por Obispo Joseph Kopacz
La Conferencia Católica de los Estados Unidos fue establecida en 1917 como una respuesta a las demandas de la Primera Guerra Mundial, a fin de tener una organización nacional con una voz nacional. En anticipación al aniversario de su centenario, la planificación comenzó hace casi 10 años. Providencialmente, la Conferencia de Obispos realmente encontró su ritmo en las etapas de planificación, con la publicación en el 2013 de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, La Alegría del Evangelio. La convocatoria descubrió su nombre y su propósito. Convocatoria de líderes católicos: la Alegría del Evangelio en América. A lo largo de los cuatro días de la convocatoria, julio 1-4, hubo cerca de 3.500 participantes, representando el rostro de la Iglesia en América. Hubo aproximadamente 3000 líderes religiosos y laicos de todo el espectro de organizaciones y ministerios de la iglesia.
Había 155 obispos, principalmente de rito latino, pero también de rito oriental, en representación de sus diócesis de todo el país y cerca de 500 sacerdotes y diáconos permanentes. En total, estuvieron presente 185 organizaciones católicas nacionales. Algunos lo describieron como una Jornada Mundial de la Juventud para adultos, algo parecido a un retiro y una reunión de celebración. Fue un evento muy bien equilibrado.
Los discursos de apertura fueron inspiradores y entretenidos y los paneles que siguieron inmediatamente aumentaron la profundidad y amplitud de la visión de los presentadores. Quizás, incluso más valiosas fueron las sesiones, que no fueron conferencias, sino conversaciones sobre una variedad de temas en los que se trató la realidad de la sociedad moderna y cómo responder a ellas como discípulos del Señor en el espíritu y convicción de la alegría del Evangelio. De hecho, las conversaciones fueron el sello distintivo de esta convocatoria, y en cualquier dirección a la que uno volteó los obispos estaban hablando con sus delegaciones diocesanas, y en cada esquina y en cada mesa, los participantes estaban en animado diálogo.
El ritmo en todo fue el llamado al discipulado misionero para todos aquellos que se autodefinen como católicos en el siglo XXI. Estamos llamados a ir a las periferias para encontrar y acompañar a los pobres y a los marginados. Estos podrían ser un miembro de la familia, los jóvenes, los ancianos, los pobres, las personas cercanas, aquellos que están fuera de vista y mente. Este es el liderazgo apostólico del Papa Francisco, la mente y el corazón de Jesucristo. El Arzobispo Gómez de Los Angeles poderosamente presentó esta realidad en su discurso.
“Las periferias son partes de nuestras ciudades y áreas rurales que nunca visitamos, que están al otro lado de nuestras rutas. Son las áreas donde viven los pobres. Son las cárceles y las ciudades de carpas en nuestros lugares públicos. Estos son los lugares de los que nuestra sociedad está avergonzada y prefiere olvidar, donde las personas están heridas y sienten que sus vidas no tienen sentido y no hacen ninguna diferencia, envolviéndose a sí mismos en el pecado, la adicción, la esclavitud y el auto-engaño.
El papa está diciendo que estas periferias están creciendo en el mundo moderno y son nuevos territorios de misión. La Iglesia siempre ha estado presente en las periferias, pero podemos hacerlo mejor; estamos llamados a hacer más”. En general, la convocatoria fue un gran signo de unidad en la Iglesia en los Estados Unidos y las personas estaban allí por las razones correctas.
En este encuentro los obispos experimentaron su conferencia nacional no sólo como una burocracia, sino también como una herramienta fenomenal para involucrar a toda nuestra iglesia en su misión del siglo 21. Los líderes de la iglesia parece que están intentando algo nuevo, otra forma que no ha sido probada. Todas las personas estuvieron dispuestas a sacrificar su descanso de vacaciones del 4 de julio para aprender y ser desafiados. No fueron para que les dieran unas palmaditas en la espalda sino para aprender. ¿Cómo podemos compartir a Cristo mejor?
Una fertilización cruzada de ministerios, un gran signo de unidad para algunos y todos fueron desafiados a escuchar las voces de los pobres y marginados. La convocatoria encendió los medios sociales durante cuatro días, lo que significó que la alegría del Evangelio pulsaba a través del ciberespacio, plantando semillas de fe, esperanza y amor. En la Diócesis de Jackson está en marcha la implementación de nuestra visión y prioridades pastorales.
El camino adelante es inspirar a los discípulos, servir a los demás y a abrazar la diversidad invitando y reconciliando a las comunidades, al ser intencionales sobre la formación en la fe a largo plazo y proclamando a Jesucristo y nuestra fe católica.
La convocatoria de los líderes católicos, la Alegría del Evangelio en América amplía nuestra visión con la exhortación a ser discípulos misioneros que salen de sus zonas de comodidad y van a los pobres y marginados con el siempre renovado vigor en la obra de proclamar al Señor crucificado y resucitado viviendo el evangelio en toda su verdad, bondad y belleza.