Construir y reconstruir son tareas tan esenciales para nosotros en nuestra vida diaria y especialmente para nosotros, como cristianos, que trabajamos para promover el reino de Dios en nuestro mundo, un reino de verdad y de amor, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, amor y paz. Para muchas personas al terminarse el don del tiempo extendido el fin de semana del Día del Trabajo nos encontramos de nuevo en el ritmo de nuestra vida diaria, y listos o no, ansiosos o resistentes, la vida tiene una manera de tirarnos y de empujarnos. Qué creativo es el concepto de que un fin de semana largo a finales del verano, abierto al ocio y a la necesidad de equilibrio en nuestras vidas, nos da una pausa para reflexionar sobre la dignidad del trabajo en todas sus manifestaciones, la obra de nuestras manos, mente, corazón y espíritu. La fundación de la Palabra de Dios es la obra de la creación, (seis días) equilibrado por descanso del sábado (un día).
La interacción entre el trabajo y el descanso en Dios produce mucho fruto al cumplir nuestra dignidad y destino como imago Dei. El salmo 90, v. 17 pide a Dios que bendiga la obra de nuestras manos para que podamos efectivamente preservar el orden correcto de las cosas y, además, la obra de la creación.
El trabajo es bueno, y extractos del siguiente poema “Ser de uso” por Marge Piercy capta la sabiduría de las edades iniciado en Dios.
“La gente que más amo salta al trabajo de cabeza primero sin perder tiempo en la superficialidad….Me encanta la gente que utilizan, un buey a un pesado carro, que tira como el búfalo de agua con enorme paciencia, que se esfuerza en el barro y la porquería para hacer avanzar las cosas, quién hace lo que tiene que hacerse, una y otra vez…quiero estar con la gente que se sumerge en la tarea, que van a los campos para la recolección de la cosecha y trabajan en una fila y pasan las bolsas…El trabajo del mundo es común como el barro, chapuza, mancha las manos, se desmorona en polvo. Pero la cosa que vale la pena hacer bien hecha tiene una forma que satisface, limpia y evidente… El cántaro clama por agua para llevar, y una persona por trabajo que es real.”
Uno puede sentir la energía en este notable poema, y visualizar la decidida actividad de la que habla. Podemos ampliar estas imágenes en cada rincón de nuestras vidas, y fácilmente en la reconstrucción que se está llevando a cabo en Houston y Beaumont y en muchas comunidades en el sureste de Texas después del huracán Harvey. Este trabajo de recuperación continuará durante años y muchos trabajarán, de cerca y de lejos, vecinos y amigos, extranjeros e inmigrantes. Lo que lleva años para construirse puede ser derribado en momentos por el poder destructivo de la naturaleza, o las malas intenciones de la gente.
La noche llegó y la mañana continuó y así reconstruimos porque hay un poder superior, y la fe, la esperanza y el amor prevalecerán. Para comprender esto mientras avanzamos en las interminables tareas que tenemos ante nosotros en nuestros hogares, escuelas y lugares de trabajo, es un regalo que nos motiva, especialmente en esos días que preferiríamos quedarnos en la cama.
Este día, el 20º aniversario de la muerte de la Madre Teresa, nos recuerda la bondad, la belleza y la verdad de su vida, y la perspectiva fundamental de su fiel espíritu, es decir, “hacer de nuestra vida algo hermoso por Dios”. Su perdurable legado encarna la sabiduría que encontramos en el evangelio de Juan “el primer trabajo es tener fe en el que Dios envió, recordándonos como discípulos que el trabajo de la creación encuentra su realización en el plan de salvación de Dios en Jesucristo.
El don de la fe, del tamaño de una semilla de mostaza, puede mover montañas. (Lucas 17,6) Consideren el amanecer de la Madre Teresa, alterado a mediados de su vida de fe dedicada a los indigentes y abandonados. Ella pasó la antorcha al educar a los jóvenes y privilegiado de clase media y alta de la India y caminó hacia el infierno de Calcuta donde muchas personas habían perdido la esperanza y movido montañas.
¡Qué semilla de mostaza! Esta ruta increíble de fe, esperanza y amor no es el derecho de nacimiento de unos pocos elegidos, sino la llamada del Señor en cada una de nuestras vidas. “Porque somos su obra, creados en Cristo Jesús para las buenas obras que Dios ha preparado de antemano, que deberíamos vivir en ellas.” (Efesios 2:10) Qué el Señor suscite en cada uno de nosotros una maravillosa armonía de fe y trabajo, de modo que podamos hacer de nuestras vidas algo hermoso desarrollando nuestros talentos, sirviendo a otros y dando a Dios la gloria.