Por Obispo Joseph Kopacz
Como parte de nuestro camino cuaresmal, dimos la bienvenida a la Diócesis de Jackson las reliquias de San Padre Pío, ya que viajan en su peregrinación inaugural a través de los Estados Unidos gracias a la Fundación para el Santo Padre Pio. Yo estaba inseguro acerca de su posición en la Comunión de los Santos en el estado de Mississippi y en todo el sur del país, pero la respuesta fue inspiradora en el número de personas que acudieron a la Catedral para las dos misas que se celebraron el 1 de marzo y durante todo el día.
En el noreste de los Estados Unidos son muchos los que tienen devoción por él, pidiendo su intercesión ante el sufrimiento y las luchas de la vida. Él ha llevado a muchos a Jesucristo, especialmente desde su canonización por el Papa Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999 al inicio del tercer milenio. Hablando a los peregrinos en la Plaza de San Pedro en el día después de su canonización, San Juan Pablo II elogió la santidad del San Padre Pio. “Queridos hermanos y hermanas, el testimonio del Padre Pío es una fuerte llamada a la dimensión sobrenatural, que no debe confundirse con una exagerada preocupación por los milagros, una desviación que él siempre y decididamente rechazó. Los sacerdotes y las personas consagradas, en particular, deberían mirar hacia él.
Les enseña a los sacerdotes a convertirse en instrumentos dóciles y generosos de la gracia divina, la cual les cura a las personas la raíz de sus males, restaurando la paz del corazón. El altar y el confesonario fueron los dos puntos de enfoque de su vida. La carismática intensidad con que celebraba los misterios divinos es un testimonio muy saludable para alejar a los presbíteros de la tentación de la rutina y ayudarlos a redescubrir día a día el tesoro inagotable de la renovación espiritual, moral y social que ha sido puesta en sus manos.” Durante muchos años, el Padre Pío pasaba más de la mitad del día en el confesionario, un enorme testimonio de la misericordia de Dios, que es puro don. Incluso los sacerdotes más fervorosos estarían abrumados por este compromiso incesante. El siguió los pasos de San Juan María Vianney, que también fue un instrumento estelar del perdón de Dios y la reconciliación, y era contemporáneo de Santa Faustina, un instrumento de la Divina Misericordia.
La Eucaristía, la mesa de la Palabra y del Sacramento, y el sacramento de la reconciliación siguen siendo los caminos reales para el arrepentimiento y la reconciliación en la Iglesia en el mundo moderno.
Recuerden que una de nuestras prioridades pastorales es que seamos “comunidades acogedoras y reconciliadoras,” con el arrepentimiento como una apremiante demanda del Señor para cumplir su voluntad en nuestras vidas y en nuestro mundo. Si somos sinceros, a veces la iglesia resulta deficiente y el grito de arrepentimiento y reconciliación debe ser proclamado y escuchado en el mundo. Un ejemplo impactante está retumbando alrededor de nuestro país en este momento.
Después del reciente tiroteo y matanza en el Colegio Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, los estudiantes lanzaron una nueva campaña para darle a conocer a la población acerca de los horrores de la violencia con armas de fuego. Los estudiantes están aprovechando y centrando su profundo dolor y rabia contra la indiferencia y la intransigencia que impregna la sociedad americana sobre una revisión sincera de la Segunda Enmienda de la Constitución.
Reflexionando sobre la lectura del evangelio de San Juan el pasado domingo, en la que Jesús reveló la justa ira de Dios sobre la escandalosa actividad en el Templo en Jerusalén, nos podría llevar a escuchar el grito de la justa indignación de nuestros jóvenes y sus partidarios por la indignación de sus abatidos amigos y seres queridos en su comunidad escolar.
La casa de oración de Dios, el punto de unión entre el cielo y la tierra, se había convertido en un mercado, y los negocios como de costumbre prevalecían. Así también, nuestros jóvenes están volteando la enlatada retórica de nuestros políticos y cabilderos de las armas con la esperanza de lograr un diálogo genuino que puede conducir a la nación a la cordura y mayor seguridad.
Por otra parte, aquí está un ejemplo donde la Iglesia está fallando miserablemente. La Iglesia Santuario en Newfoundland, PA, invitó a sus feligreses a traer sus fusiles AR-15 para un servicio en la iglesia para la celebración de la “vara de hierro”. Aquí está la información. Iglesia Santuario en Newfoundland, NEWFOUNDLAND, Pennsylvania – Un distrito escolar de Pennsylvania cancelará las clases en una escuela elemental el miércoles debido a que una iglesia en la calle del colegio está organizando una ceremonia con fusiles AR-15. La organización Paz Mundial y Unificación Santuario en Newfoundland cree que las AR-15 simbolizan la “vara de hierro” en el libro bíblico del Apocalipsis, y están animando a las parejas a llevar las armas a una ceremonia de compromiso.” Usted puede buscar esta información en el internet para ver la magnitud de esta locura. En esta instancia, el Espíritu de Dios es evidente en todo el mundo, y no en la Iglesia.
Nuestra nación necesita un mayor compromiso por el bien común, una actitud racional en lo referente a los derechos, responsabilidades y limitaciones.
En la esecuela de Parkland, Florida, quizás nuestros jóvenes sean los que nos guíen a nuestros sentidos. Al nivel más profundo, esto es sobre el arrepentimiento, la reconciliación y la construcción de puentes entre facciones opuestas en nuestra nación. Esta es la locura de la Cruz, la sabiduría de Dios, que tiene el potencial de florecer en nuestra nación ante la trágica pérdida.
El mandato del Señor en el miércoles de ceniza es nuestra brújula durante estos 40 días de la cuaresma, y los animo a que reciban el sacramento de reconciliación durante el tiempo previo a la Semana Santa. Exhorto especialmente a nuestras comunidades parroquiales y a las escuelas a que se vean a sí mismos como embajadores de Cristo y ministros de la reconciliación, para la renovación de nuestra diócesis, y como levadura para nuestras comunidades, estado y nación.
Como el ritual del bautismo proclama, “Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia y nosotros nos gloriamos de profesarla en Cristo Jesús, Señor nuestro.” San Padre Pio gritaría su aprobación desde su lugar en el cielo.