Por Obispo Joseph Kopacz
La experiencia de Pentecostés, parecida a la gran explosión que estalló en el universo, continúa expandiéndose y acelerándose en la creatividad y fuerza salvífica del Espíritu Santo. En la Última Cena, Jesús prometió que el Espíritu nos llevaría a toda la verdad, o a profundizar en el conocimiento y la comprensión de los misterios de nuestra fe de una generación a la siguiente. Recientemente, el Papa Francisco declaró que a partir de este día el lunes después de Pentecostés se celebrará como el Memorial de María, la Madre de la Iglesia. María, cuyo mandato, trajo un nuevo mundo para el plan de salvación de Dios en el misterio de la Encarnación del Logos eterno, revela a cada generación que el Espíritu Santo cuando vive en los corazones y las mentes de los fieles, traerá a Jesucristo a la vida, una luz que brilla en la oscuridad.
María tiene muchos títulos en la Iglesia para expresar la singularidad de su vocación, y este último surge desde el momento de Pentecostés hace casi 2000 años en Jerusalén.
María estaba reunida con los apóstoles y los demás discípulos, 120 en total, cuando el Espíritu Santo se infundió en sus corazones y mentes, creando un nuevo día con poder desde lo alto. “Este es el día que el Señor ha creado, alegrémonos y regocijémonos en él.” Así que la Madre del Señor Jesús, ha sido siempre, y ahora es oficialmente venerada como Madre de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo en el mundo.
Como María, nuestra alma proclama la grandeza del Señor y valoramos todas estas cosas en nuestros corazones, manteniendo a Jesucristo cerca en nuestra vida diaria. Como en muchos casos a lo largo de la historia de la Iglesia, el Papa Francisco, como sucesor de San Pedro, habla en nombre de la Iglesia, y en este caso ha decretado oficialmente un nuevo memorial en nombre de todos los fieles, muchos de los cuales expresan su amor por María en su devoción diaria.
El ministerio del Santo Padre, el sucesor de San Pedro, es la recreación y expansión de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo inspiró a San Pedro para que hablara en nombre de los 120 a la incrédula multitud reunida en Jerusalén para una fiesta Judía. Todos los reunidos en oración habían recibido el don del Espíritu Santo, representado en las flotantes lenguas de fuego y el fuerte viento. A partir de este encuentro mutuo con su Dios salvador en Jesucristo, Pedro, con ese acento Galileo, quien sólo unos días antes había negado rotundamente a su Señor, ahora audazmente evangeliza acerca de la salvación en su nombre a todos los que desean escuchar. Recientemente, en una reunión Pre-Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional en Roma una notable foto revela la dinámica de un momento de Pentecostés.
El Papa Francisco, en su sotana blanca, fue fotografiado sentado en el centro de una sala repleta de fieles, representantes de muchos países y regiones del mundo que estaban tomando parte en el proceso Pre-Sínodo. Allí estaba sentado Francisco de Roma, rodeado de laicos, religiosos y sacerdotes. Abiertos a la sabiduría y el poder del Espíritu Santo, todos escuchaban una presentación, una de las muchas que conducirían a una exhortación post-sinodal del Papa Francisco. Como San Pedro, eventualmente, él se levantará de en medio de sus hermanos y hermanas, y le hablará a la Iglesia y al mundo.
El Espíritu Santo ha facultado al Papa Francisco en su ministerio petrino durante los últimos cinco años en forma ordinaria y extraordinaria. La Alegría del Evangelio, Evangelii Guadium, es su memorable exhortación apostólica sobre la evangelización, el fruto de un diálogo y discernimiento sinodal mundial. Más recientemente, le dio a la Iglesia el Amoris Latitiae, la Alegría del Amor, un panorama de los desafíos de vivir el Evangelio en el matrimonio y la familia en el mundo moderno. Esta exhortación emergió como el fruto del Espíritu Santo después de un período de dos años, el proceso de base en la Iglesia universal, ofreciendo un camino, consuelo, esperanza y luz.
En conclusión, el momento de Pentecostés nos llama a nuestro centro donde sabemos que somos hijos de Dios, hermanos y hermanas del Señor Jesús, y templos del Espíritu Santo. He sido testigo del Espíritu Santo en toda la Diócesis de Jackson durante las 19 celebraciones de confirmación hasta la fecha.
De seguro estos son momentos extraordinarios, pero sólo pueden materializarse a causa de la ardiente presencia del Espíritu Santo en los corazones y en las mentes de las familias y de las comunidades parroquiales día a día. Para algunos la llama puede haber sido tan imperceptible como una luz piloto a la espera de ser agitados en algo más en el tiempo bueno de Dios. Sin embargo, el don de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, nos llama a todos de vuelta a nuestro Pentecostés, nuestro cumpleaños del Señor, donde podemos renovar nuestra identidad y vocación como discípulos suyos. Desde esa primera comunidad en Jerusalén a muchas comunidades a lo largo de nuestra diócesis, con María, el Papa Francisco y los recientemente confirmados, oramos juntos, Ven, Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra.