Por David Agren
CIUDAD DE MÉXICO, Mex. – La conferencia episcopal mexicana ha prometido buscar una nueva visión pastoral en la cual la iglesia es considerada cercana a las necesidades de la gente, los pobres son la prioridad y los prelados se expresan proféticamente en asuntos como la violencia, la desigualdad y la corrupción entre las élites que actualmente cuentan con la jerarquía como aliados.
La conferencia presentó su plan pastoral el 13 de mayo diciendo que este responde al estado actual del país y a los cambios sociales. El plan también responde a la amonestación del papa Francisco, quien regañó a los obispos de México en 2016 por descansar en sus laureles, mostrar timidez mientras la violencia aumentaba y no poder encontrar unidad entre ellos.
“Reconocernos que ser iglesia pueblo, trae consigo la necesidad de ajustar y actualizar nuestros conceptos teológicos y asumirlos en sus consecuencias prácticas, tanto personalmente, como al interior de la vida de nuestras comunidades cristianas.”, dice el documento de los obispos, titulado Proyecto Global de Pastoral 2031-2033. Las fechas coinciden con el quinto centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, santa patrona del país, a san Juan Diego y con el segundo milenio de la resurrección de Cristo.
“Actitudes de individualismo, celos pastorales, pretensiones principescas, arrogancia, soberbia y comportamientos que contradicen una vida de comunión y participación, ya no tienen lugar en la vida de la iglesia pueblo”, dijeron los obispos.
Según los datos del censo, aproximadamente el 83 por ciento de los habitantes del país todavía se identifica como católico, algo que un editorial de la Arquidiócesis de México señaló al cuestionar el regaño del papa a los obispos de México y preguntaron quién lo asesoró sobre el discurso.
Sin embargo, la conferencia episcopal tomó el discurso como un llamado a la acción. Su documento se expresó con candor y tristeza de que un país tan católico y tan fervoroso en su fe pueda experimentar tanta violencia y tolerar altos niveles de desigualdad y corrupción.
Las medidas contra los carteles de la droga, comenzadas hace 11 años, han cobrado más de 200,000 vidas y han dejado más de 30,000 desaparecidos. Aunque México ha superado la gobernación de un solo partido, la percepción de corrupción ha aumentado aun cuando el país se volvió más democrático.
A menudo los obispos han preferido no hablar sobre temas complicados o controversiales, parcialmente por riesgo que corren si dicen algo. Sacerdotes están entre las víctimas de la violencia. A veces los obispos han comentado solamente después que el gobierno haya hablado primero.
“Lamentamos profundamente la desaparición y muerte de miles de jóvenes en los últimos tiempos, los feminicidios, verdaderos ríos de sangre nueva que han corrido por nuestros pueblos y ciudades”, dice el documento.
“La introducción de una narcocultura en nuestra sociedad mexicana, de conseguir dinero rápido, fácil y de cualquier forma, ha venido a dañar profundamente la mente de muchas personas”, dice el documento, añadiendo que hay factores que han afectado la situación como “la pérdida de valores, la desintegración familiar, la falta de oportunidades, los trabajos mal remunerados, la corrupción galopante en todos los niveles, la ingobernabilidad, la impunidad”.
El documento de los obispos ofrece momentos de autocrítica, incluyendo el reconocimiento de que ellos no han atendido suficientemente el abuso sexual por clérigos. El propio comportamiento de los obispos se mencionó con el reconocimiento de que “en algunos momentos parecemos más jueces, dueños o líderes de una estructura humana que agentes dóciles al Proyecto del Reino de Dios”.
Los obispos añadieron: “Vemos con inquietud que nuestro pueblo reclama un mayor acompañamiento espiritual y un especial coraje profético frente a las circunstancias actuales”.
Otros defectos reconocidos incluyen su trabajo con las poblaciones indígenas, con los jóvenes y con los residentes urbanos. Muchos de estos últimos se han mudado de los sectores aislados pobres de México en busca de oportunidades pero “perdiendo sus raíces”, sufriendo exclusión y viviendo la explotación.
“La iglesia se ha visto rebasada para atender y acompañar a esta multitud desamparada”, dice el documento.
La piedad popular se ha arraigado en muchas partes de México, mientras que muchos de los bautizados entienden poco sobre el credo.
“Hay un analfabetismo religioso preocupante en un gran número de creyentes”, dijeron los obispos. “Esto se manifiesta en la superficialidad de sus compromisos sacramentales y en la ligereza de la vivencia de los valores del Evangelio en su vida diaria”.
El nuevo plan pastoral presentó 193 observaciones acerca del estado de las cosas en México, pero también acciones para la iglesia mexicana. Los obispos se comprometieron a defender los derechos humanos, proteger a los migrantes e incorporar “la doctrina social de la iglesia … en la formación de los agentes de pastoral”.
El documento también prometió dar acompañamiento para los que practican la piedad popular y también para las víctimas de la violencia, promover la participación en los sacramentos con énfasis en la Eucaristía y ser “una iglesia incluyente donde se acoja con misericordia a esposos vueltos a casar, homosexuales, madres solteras, ancianos, indigentes y migrantes, entre otros”.