Por Obispo Joseph Kopacz
Todos compartimos la alegría de este momento presentando la causa de canonización de la hermana Thea Bowman, hermana Franciscana de la Adoración Perpetua, de Canton, Mississippi. Con una sola mente y un solo corazón, los fieles dentro y mucho más allá de la Diócesis de Jackson han pedido que se emprenda la causa de la Hna. Thea.
Me gustaría concentrar en sus últimos seis años. En 1984, la hermana Thea, hija única, sufrió la muerte de sus queridos padres, el Dr. Theon y Mary, y ese mismo año a ella le diagnosticaron cáncer. Con la presión de la mortalidad, y comprendiendo la gravedad de su enfermedad, proclamó valientemente que “viviría hasta que muriera”. De hecho, así lo hizo, viajando, evangelizando, enseñando, cantando e inspirando hasta el final.
Del mismo modo, en 1984, esta Conferencia emitió una carta pastoral sobre la evangelización: “Lo que hemos visto y oído” , una obra de amor de los obispos afroamericanos de la época. Esta carta se emitió cinco antes de la célebre presentación de la hermana Thea ante esta Conferencia, en junio de 1989, en la Universidad Seton Hall. Su testimonio, en palabras y canción, testificaron de su santidad llena de alegría, incluso mientras abrazaba la cruz de la enfermedad terminal. ¿Cuántos obispos de los hoy presentes estuvieron ese día de junio de 1989?
Los Obispos, en la carta “Lo que hemos visto y oído”, dieron las gracias a los primeros misioneros que plantaron la semilla del Evangelio en las familias y comunidades afroamericanas. En su discurso a los obispos, la hermana Thea ofreció su gratitud a los discípulos misioneros en su vida- “Los cristianos católicos llegaron a mi comunidad y nos ayudaron con la educación, nos ayudaron con el cuidado de la salud, nos ayudaron a encontrar respeto propio y a reconocer nuestras capacidades cuando el mundo nos dijo durante tanto tiempo que no éramos nada y no llegaríamos a nada. Yo quería ser parte de ese esfuerzo. Eso es cristianismo radical, eso es catolicismo radical”. A lo largo de su vida, el regalo que recibió, ella lo repartió hasta su último aliento.
“Lo que hemos visto y oído” manifestó conmovedoramente lo que el don de la reconciliación, arraigado en el sufrimiento, la liberación y la justicia, de la experiencia afroamericana podía ofrecer a la Iglesia, a la nación y al mundo. Los obispos escribieron: “Un pueblo debe salvaguardar su propia identidad cultural y sus propios valores culturales. Asimismo, debe respetar los valores culturales de los demás. Sobre esta base se puede erigir un auténtico amor cristiano, “porque los que una vez estuvieron lejos, se han acercado. Porque él es nuestra paz, el que hizo las dos cosas y derribó el muro divisorio de la enemistad, a través de su carne’-(Efesios 2, 13-14).”
Como embajadora de Jesucristo y ministro de reconciliación, la Hermana Thea ofrecio su vida, incansablemente, por esta visión del Evangelio, y es verdaderamente la esencia de su santidad. Con elocuencia bíblica declaró- “Nos unimos a la obra redentora de Cristo, cuando nos reconciliamos, cuando hacemos la paz, cuando compartimos la buena noticia de Dios presente en nuestras vidas, cuando reflexionamos con nuestros hermanos y hermanas la sanidad de Dios, el perdón de Dios, el amor incondicional de Dios”.
Este es el poder del Evangelio que se necesita con tanta urgencia en la Iglesia y en la sociedad actual.
La Iglesia abrazó a la Hna. Thea desde sus primeros años, pero hubo momentos en que se sintió profundamente como una niña sin madre. Ella desafió a los obispos a proporcionar un espacio en la mesa para la colaboración y el liderazgo de todos los hijos de Dios. Hoy, somos muy conscientes que las víctimas de abuso sexual viven en ese oscuro vacío, de personas sin hogar en el Cuerpo de Cristo, y oramos para que el testimonio de la hermana Thea sea un faro de esperanza para todas las víctimas y sus familias. Existe la urgencia de que la santidad de la hermana Thea sea una levadura en el pan de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad.
A principios de este año, el Papa Francisco publicó la Exhortación apostólica sobre la santidad, “Guadete et Exultate”, traducida a, “Alégrate y Regocíjate”. En las palabras del Papa Francisco “El cristianismo se extiende a través de la alegría de los discípulos que saben que son amados y salvos”.
“Lo que hemos visto y oído” presentó de manera conmovedora el regalo de la alegría como algo esencial para comprender la espiritualidad afroamericana. “La alegría es ante todo celebración. Celebración es movimiento y canción, ritmo y sentimiento, color y sensación, júbilo y acción de gracias. Celebramos la presencia y la proclamación de la Palabra hecha carne. La alegría es un signo de nuestra fe y especialmente de nuestra esperanza. Nunca es un escape de la realidad “.
La hermana Thea manifestó este resplandor a lo largo de su vida, y lo vivió valientemente en sus últimos años. Si la reconciliación hacia una nueva creación para este mundo era la pasión diaria de la hermana Thea, seguramente la alegría fue el carisma que alimentó su gran alma y santidad. La hermana Thea nos exhorta. “Hijos, madres, padres, hermanas, hermanos, ¡vayan!. Hay una canción que nunca se cantará a menos que la cantes. Hay una historia que nunca se contará a menos que la cuentes. Hay un gozo que nunca se compartirá a menos que lo compartas. Ve a decirle al mundo. Ve a predicar el Evangelio. Ve y enseña la Buena Nueva. Dios Es. Dios es amor. Dios está con nosotros. Dios está en nuestras vidas.”
Hacia el final de su presentación a la Conferencia en 1989, la hermana Thea aconsejó que todos en la Iglesia estén encargados de encontrar nuevas formas de avanzar juntos. Qué momento de la Providencia para presentar y celebrar su causa en el momento en que estamos a punto de votar sobre” Abrir nuestros corazones: la llamada perdurable del amor” (“Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love, por su nombre en inglés) – Una carta pastoral contra el racismo, que oramos proporcionará una antorcha adicional para nuestro camino como discípulos misioneros alegres en nuestros tiempos heridos y fracturados.
Con la sonrisa de la hermana Thea en nosotros y a través del testimonio de su espíritu intransigente y su alegre entusiasmo, proclamamos que nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo, y estamos hablando del Reino de Dios en la tierra, un reino de Justicia, Paz y Alegría con el espíritu santo.
¡Gracias por su oración de apoyo!