Por Obispo Joseph Kopacz
El pasado fin de semana, la Iglesia Católica de todo el mundo, celebró la culminación de la temporada navideña con el Bautismo del Señor Jesús, la manifestación del hijo amado de Dios en las aguas del río Jordán a Israel inicialmente y, en breve, a todas las naciones.
Hace casi un año viajé a las Tierras Santas con los Caballeros y Damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro; la renovación de los votos de bautismo en el Jordán es fundamental en la peregrinación a los lugares santos.
Cristianos de todos los rincones de la tierra y de todas las ramas del cristianismo llegan a la curva del río Jordán, donde la tradición sostiene que el Señor Jesús comenzó su ministerio público bajo la mirada de Dios Padre y la gracia del Espíritu Santo. Recuérdese que Juan el Bautista predicó en el desierto y la gente dejó sus hogares y comodidad para recibir de él un Bautismo de Arrepentimiento. Esta región de la Tierra Santa era un terreno árido hace 2000 años y sigue siéndolo hoy. Después de salir del agua, el Espíritu de Dios llevó a Jesús a lo más profundo de este desierto durante 40 días y noches para ayunar, orar y ser tentado. Cuando terminó, abrazó su misión de salvación culminando con su muerte y resurrección.
Tomando prestada la metáfora de la fiesta de la Epifanía del fin de semana pasado, la misma estrella de fe, que guio a los Magos, es la que atrae a peregrinos al amado Hijo de Dios para entregar la vida ante él, en el río Jordán. El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC 628) ofrece esta enseñanza sobre el bautismo bajo el subtítulo “Enterrado con Cristo …” El bautismo, cuyo signo original y completo es la inmersión, significa eficazmente el descenso a la tumba, por parte del cristiano que muere al pecado con Cristo, para vivir una nueva vida. “Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre” (Romanos 6,4)
¿Cuál es la novedad de esta vida?
Cuando la gente se acercó a Juan el Bautista en el río Jordán, comprendieron que al igual que el agua que seguramente se evaporaría en el calor del desierto, sus actitudes y comportamientos pecaminosos también deberían desaparecer.
Y ahí, le preguntaron a Juan: “¿Qué debemos hacer, entonces?” Juan les dio directivas que eran específicas para sus estados en la vida: Si tiene excedentes de ropa o comida, sea generoso con los necesitados. A los cobradores de impuestos, les gritó- no engañen a la gente, no exijan más allá de lo que se ha determinado. Él ordenó a los soldados que no intimiden ni extorsionen a los lugareños. (Lucas 3, 10-14)
Del mismo modo, debido a nuestro bautismo en la muerte y resurrección de Jesucristo, es inevitable que hagamos la pregunta regularmente, ¿qué debemos hacer y cómo caminar en la nueva vida? Pero como Jesús, nuestra identidad precede a nuestros hechos.
Somos los hijos amados de Dios, salvados por la sangre del Cordero de Dios y ungidos en el Espíritu Santo. Debido a esta relación, tenemos la tarea de construir el Reino de Dios. En la carta a los Efesios, a nosotros, como en muchos pasajes de las Escrituras, se nos muestra nuestra identidad y se nos dan las órdenes de marcha. “Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe…, no es resultado de las propias acciones…, pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según él lo había dispuesto de antemano.” (Efesios 2, 8-10).
Entonces, ¿qué vamos a hacer?
En términos relativos, en el mes de enero hay formas convincentes de servir en el nombre del Señor. Las actividades Pro-Vida en nombre de los no nacidos, el peregrinaje anual a Washington, DC, novenas, vigilias e innumerables servicios de oración abundan en toda la nación en cada diócesis. ¿Han hecho, estos esfuerzos y más, una diferencia en los últimos 46 años desde Roe vs. Wade? En el nivel de base donde más importa, hay muchos menos abortos cada año que durante los años pico de décadas atrás. Hay muchos más centros alrededor de las naciones que reconocen la dignidad inalienable de la vida en el útero que los que destruyen la obra de Dios.
Cuando el actor Jim Caviezel vino en el pasado septiembre, una de sus visitas fue a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales en el Hospital de Saint Dominic, donde asistimos a las unidades de soporte vital de dos gemelos prematuros que nacieron a las 23 semanas. El Sr. Caviezel expresó el asombro de todos los asistentes cuando dijo: “Esto es como mirar el rostro de Dios”. Aunque la Iglesia católica está agobiada por el escándalo en este momento, no renunciará a nuestra voz profética en nombre de los no nacidos.
¿Qué más está pasando en enero?
Ahora estamos al final de la celebración anual de la Semana Nacional de la Migración, y gracias a Dios por las muchas personas que en nuestra diócesis “reciben al extranjero” entre nosotros. La fiesta de la Epifanía celebra el nacimiento del Señor como una luz para las naciones, ya sea que permanezcan en casa o viajen a lo largo y ancho.
¿Qué vamos a hacer?
La conmemoración anual del Dr. Martin Luther King, Jr., un preciado día festivo nacional, nos obliga a no renunciar a nuestros esfuerzos por construir una sociedad de mayor justicia y paz para todas las razas y grupos étnicos en estos Estados Unidos. Hna. Thea Bowman, Sierva de Dios, ruega por nosotros.
¿Qué más vamos a hacer?
Pudiéramos fortalecer nuestro compromiso en nombre de todas las víctimas de abuso sexual en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad, restaurando su dignidad como hijos amados de Dios Padre.
Que nuestra pasión en nombre de la vida, la justicia y la paz en todas las áreas se derive de nuestra convicción de que somos hijos amados de Dios, salvados en la sangre del Cordero y ungidos por el Espíritu Santo “para que hagamos buenas obras, según Dios lo ha dispuesto de anteman