Por Maria Elena mendez, MGSpS
JACKSON – En el 2011, visitando la parroquia de la Inmaculada Concepción en Indianola, una familia recién llegada de Guanajuato, México llamó mi atención. La familia estaba compuesta por José Andrés Becerril Colchado y Amalia Nieves Centeno, padres de cuatro hijas: Patricia, Susana, Cecilia, Rosa María y Andrés, un niño entonces. Todos ellos iban a misa a las 6 de la tarde, a pesar de que vivían en Cleveland. La razón de asistir a misa a Indianola según José Andrés era porque, debido al trabajo, el horario les acomodaba a todos y así podían ir a misa en familia.
Por otro lado, llamaba también mi atención la inquietud de las muchachas, quienes participaban activamente en la iglesia, y sus notorias ganas de superación a pesar de que no sabían hablar inglés.
En menos de nueve años, todos con su puñado de sueños, grandes esfuerzos y apoyo familiar se han ido graduando de high school, colegio y universidad.
Para los papás de estos jóvenes, nada ha sido fácil tampoco, ambos se sienten “orgullosos de sus hijas e hijo ya que ellos no sabían el idioma, sin embargo, eso no los detuvo para continuar con sus estudios y cumplir su sueño de estudiar una carrera,” dice José Andrés. Como mamá “gracias a Dios, juntos hemos logrado muchas cosas, todos le hemos echado muchas ganas para llegar a donde estamos” nos dice Amalia.
Patricia (Paty) llegó a los 19 años. Al poco tiempo comenzó a trabajar y continuó sus estudios en Delta State University. Durante este tiempo se casó y tuvo una hija. Con el apoyo de su familia y de su esposo se graduó de Licenciatura en Educación. “Tuve que trabajar y estudiar al mismo tiempo, no fue nada fácil, pero nada es imposible si te lo propones,” dice Paty.
Para Susana, llegar a los 17 años, recién graduaba de la preparatoria tampoco fue fácil. Para ella, el sueño de estudiar aquí le parecía muy lejano ya que mucha gente “me metió en la cabeza la idea de que un hispano no viene aquí más que a trabajar,” dice. Ingresó a la universidad y “…Yo ahora obtuve una Licenciatura en Educación. Así mismo, sé que muchos de ustedes podrán lograr cosas similares con mucha fe en Dios y esfuerzo”.
Cecilia no es la excepción, por eso dice “Yo era la primera en ingresar a la Universidad. Gracias a Dios, me he graduado con dos licenciaturas: una en Lenguas y otra en Comercio Internacional. A lo largo del camino vas a encontrar personas que te van a decir que no se puede, pero él no se puede es solo el antónimo de triunfo. Nunca dejes de soñar porque el que no sueña no vive.“
Rosa María recuerda “Cuando nos movimos a Estados Unidos yo tenía trece años. Para mí era una cultura y un sistema educativo muy distinto al de México. Al final del año recibí el reconocimiento del promedio más alto. Gané varias competencias en las ferias de ciencias y una en historia, que me llevó a competir a Washington D.C. En la high school estuve en las Nacional Honor Society, National Technical Honor Society y me gradué con honores. Ahora estoy a un solo semestre para graduarme de negocios internacionales. Mis estudios los he pagado con la ayuda de becas y otros recursos.
Andrés. Vine a los Estados Unidos junto a mi medio año antes que el resto de mi familia. Para entonces, tenía solo diez años. Los primeros meses no fueron complicados. Luego, mis grados no fueron muy buenos, lo cual me afectó mucho, porque en México yo era un estudiante destacado. Al llegar al grado doce, me dí cuenta que otra cultura puede afectar a una persona si no tomas lo bueno y te vas solo por lo no tan positivo. Tomé una clase de salud que fue muy frustrante, ya que no comprendía nada, pero sorpresivamente, terminó por fascinarme y me inspiró a querer estudiar medicina. Gracias a Dios me gradué de high school esta primavera. …Primero Dios, este otoño comenzaré mis estudios universitarios en la carrera de medicina.”
En estas historias hay varias cosas en común, el agradecimiento a Dios, a los padres de familia, al apoyo de la comunidad representada en maestros, amigos, familiares y el gran esfuerzo que cada uno de estos jóvenes han puesto para lograr sus sueños.
Esta familia es bendición para la sociedad, el estado de Misisipi, que se ha beneficiado con estos jóvenes profesionales y para la comunidad católica a la que sirven.
(Susana Becerril colaboró con esta historia)