Por Hosffman Ospino
Joe Biden es el segundo católico elegido como presidente de los Estados Unidos de América. Para ser más exactos, él es el segundo católico de raza blanca que sirve en tal capacidad. ¿Hace alguna diferencia que el presidente Biden sea católico y de raza blanca? Creo que vale la pena explorar la pregunta.
Desde que esta nación se estableció, los católicos hemos luchado intensamente para ser afirmados y reconocidos en medio de olas de sentimiento anticatólico que subsisten en lo más profundo del imaginario social estadounidense.
¿Podemos los católicos ser fieles a la Constitución de los Estados Unidos? ¿Podemos ser parte del contrato social estadounidense? ¿Podemos florecer en una nación de carácter protestante? Con el tiempo, la respuesta a estas preguntas ha sido sí.
Durante los últimos dos siglos, la gran mayoría de esos católicos luchando por ser afirmados y reconocidos, demostrando que tienen méritos para ser ciudadanos de esta nación como cualquier otra persona, han sido de origen europeo. Sus hijos y nietos adoptaron lo que pudiéramos llamar una identidad euroamericana de vivir y actuar, la cual se mantiene hoy en día.
El hacerse euroamericano de alguna manera exigió también hacer suyo el proyecto racial blanco. Tal proyecto como tal es ambiguo. Sin embargo, identificarse como personas racialmente blancas les garantizó a millones de católicos euroamericanos aceptación, voz y privilegios en una sociedad fragmentada por prejuicios raciales.
Identificarse como personas de raza blanca también tiñó por siglos las relaciones entre estos católicos euroamericanos y sus propios hermanos y hermanas católicos considerados como algo diferente a nivel racial.
Los católicos blancos — me refiero primordialmente a católicos euroamericanos, de piel clara y de habla inglesa en general — han obtenido grandes logros como grupo. Cerca del 55% de los católicos en este grupo racial tienen un título universitario o han hecho estudios a este nivel. La mayoría encajan en lo que pudiéramos llamar las clases media y alta en nuestra sociedad.
Por supuesto, no todos los católicos euroamericanos de raza blanca son altamente educados o han logrado sobresalir. Pero millones lo han hecho. La gran mayoría de líderes católicos que son reconocidos por su influencia eclesial y social son euroamericanos de raza blanca. Podemos pensar en obispos, presidentes de universidades, maestros y directores de escuelas católicas, académicos, personas de negocios y, como hemos notado, el actual presidente del país.
El estar de acuerdo o no con las perspectivas políticas del presidente Biden no minimiza el hecho de que él represente de manera particular la promesa y la ambigüedad de la experiencia de los católicos euroamericanos de raza blanca. Algunos lo ven como un campeón de ciertos valores católicos. Otros como la antítesis de los ciertos valores también católicos. Quizás los dos grupos tienen la razón.
La identidad religiosa del presidente Biden, tal como se manifiesta en su vida pública, es en esencia una expresión de lo que significa ser católico euroamericano de raza blanca. Al igual que millones de otros católicos euroamericanos de raza blanca, incluyendo muchos de sus partidarios y sus críticos, el presidente Biden es heredero del pacto que muchos católicos estadounidenses hicieron cuando aceptaron el proyecto sociocultural estadounidense, con sus fortalezas y limitaciones, y sus consecuencias.
Sin embargo, el presidente Biden representa un sector de la población católica estadounidense que está envejeciendo rápidamente y menguando demográficamente. El promedio de edad de los católicos euroamericanos es de 55 años. Cerca de la mitad de los católicos en el país, posiblemente menos, se identifican como personas euroamericanas de raza blanca.
El catolicismo estadounidense refleja, cada vez más las experiencias de comunidades hispanas, negras, asiáticas, indígenas y, todavía, euroamericanas. Nuestra realidad eclesial cambia rápidamente. El futuro del catolicismo estadounidense será más diverso a nivel racial y cultural. El reconocer que cerca del 60% de los católicos menores de 18 años son hispanos ya nos da una idea de ese futuro.
La pregunta que la siguiente generación de católicos estadounidenses nos debemos hacer en el siglo XXI, desde nuestra diversidad, es si tenemos que aceptar los términos del pacto que millones de católicos euroamericanos hicieron en las últimas décadas.
Tenemos la opción de hacer nuestro el proyecto sociocultural estadounidense, con sus fortalezas y limitaciones, con sentido crítico o asumirlo de lleno. Tenemos que decidir si queremos que todo aquello que está asociado con la idea de ser racialmente blanco, con sus dimensiones positivas y negativas, sea parte de nuestra identidad como católicos estadounidenses. Quizás necesitamos un nuevo pacto.
La manera como respondamos intencionalmente a estos dilemas seguramente definirá qué clase de experiencia católica estadounidense encarnará el tercer presidente católico de los Estados Unidos.
(El Dr. Hosffman Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College. Ha visitado varias veces el estado de Mississippi para dirigir talleres y ofrecer conferencias sobre inmigración, la familia y el papel de los Hispanos en la Iglesia católica de los Estados Unidos en enero y agosto de 2018.)