Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Durante el tiempo en que la Diócesis de Jackson se estaba preparando para presentar la Causa de Canonización de la Hermana Thea Bowman en 2018, descubrí que ella había hecho su tesis doctoral en la Universidad Católica de Washington, DC sobre la obra maestra final de San Tomas Moro mientras estuvo encarcelado durante 15 meses, en la Torre de Londres, antes de su ejecución.
Hay más de unas pocas bendiciones en este descubrimiento, y una, en particular, es celebrar la universalidad de la Iglesia Católica. Un inglés preeminente del siglo XVI, que había alcanzado las alturas de las profesiones legales y políticas de su tiempo antes de convertirse en santo y mártir, santo Tomas Moro, capturó la imaginación de una Sierva de Dios del siglo XX, la hermana Thea Bowman.
En la edición anterior de Mississippi Catholic, presentamos la causa de la hermana Thea a través del lente del documental que se está haciendo, con lanzamiento en otoño de 2022. En esta columna, presento la lente de su tesis doctoral para mostrar su erudición, que impregnó su voz carismática y profética.
¿Cuál es el vínculo que unió a estos dos discípulos del Señor Jesús durante un período de 400 a 500 años? El abogado inglés murió en 1535 y la religiosa nació en 1937. Se necesitan algunos antecedentes históricos para preparar el escenario.
Tomás Moro fue un confidente y compañero favorito del rey Enrique VIII hasta que se negó a prestar el Juramento de Lealtad al Rey, en el que este se declaraba a sí mismo como el jefe de la Iglesia Católica en Inglaterra. La negativa de Moro le valió alojarse en la Torre de Londres durante 15 meses, pero su encarcelamiento no fue una pérdida de tiempo.
En la primavera – verano de 1534, mientras esperaba en la Torre su juicio formal y sentencia, Moro comenzó a escribir “Diálogo de Consuelo contra la Tribulación.” Escribió Diálogo para conmover y preparar las mentes de los ingleses para resistir con valentía y no amedrentarse ante la inminente y abierta persecución que Moro previó y que inmediatamente siguió contra la unidad de la Iglesia y la fe católica.
Cuando Tomás Moro estaba en la Torre de Londres, los monasterios aún estaban intactos, miembros de la Iglesia Católica todavía eran honrados y la persecución generalizada aún no había empezado. Sin embargo, el conocía mucho más a Enrique VIII que la mayoría de los hombres. También conocía muy bien el mundo político y su lucha por el poder y la riqueza, por eso previó lo que sobrevendría. Su juicio formal, condena y sentencia, el 1 de julio de 1535, proporcionó al foro público el afirmar que el tema que más le preocupaba era la usurpación, por parte del rey, de la autoridad papal. Moro escribió su última carta a su hija Margaret el 5 de julio. El 6 de julio fue decapitado, no porque lo obligaran a renunciar a su fe en Jesucristo, sino porque esta fe estaba inextricablemente implantada en la Iglesia Católica.
Moro murió en la pobreza física y la desgracia mundana. En “Diálogo de Consuelo contra la Tribulación,” dejó su último testamento y el legado final de su sabiduría. Siguiendo el ejemplo de Jesús en la Última Cena, cuando consoló a sus apóstoles anticipándose a la tribulación que seguiría con su crucifixión, este intrépido mártir entendió el poder de las palabras como un legado duradero cuando se este se combina con un testimonio.
La hermana Thea sacó de los estantes de la academia “Diálogo de Consuelo contra la Tribulación,” para darle nueva vida a una obra maestra, cuyas páginas aún nos llegan, instando a soluciones duraderas a problemas humanos perennemente recurrentes, según afirmó al final de su tesis en 1972.
A su trabajo académico lo tituló “La relación entre patetismo y estilo en ‘Diálogo de Consuelo contra la Tribulación,’ un estudio retórico”. Este se convirtió en su exitoso proyecto de doctorado para elevar el pathos (patetismo) a los reinos del logos (Palabra de Dios, o principio de razón divina o segunda persona de la Trinidad encarnada en Jesucristo) y el espíritu.
Ella sostuvo que “El intento de More de llegar a las necesidades de su audiencia, de alcanzar a sus corazones al igual que a sus mentes, de encender su imaginación con imágenes del sufrimiento de Cristo, demonios aulladores, almas condenadas, o el cuidado protector de Dios, y deleitarlos para hacerlos más receptivos a su mensaje, es consciente y deliberado. Pathos, el esfuerzo por despertar las emociones de sus oyentes, determina en gran medida el carácter distintivo del Dialogo.”
La hermana Thea, además, afirmó “Moro yuxtapone gráficamente el bien y el mal, el placer y el dolor, la vida y la muerte. Compara las alegrías y las tristezas temporales con aquellas que son eternas. Se detiene en la crueldad del monarca, la locura de la vanidad mundana, la vergüenza de la deslealtad, el miedo al infierno, la esperanza de salvación y, sobre todo, el amor de un Cristo sufriente y un Dios providente. Ofrece la posibilidad de elegir entre la fidelidad a Dios y la pérdida de los bienes temporales y la sumisión al rey a riesgo de la salvación eterna.”
Ambos, Tomás Moro, santo y mártir, y la hermana Thea Bowman, sierva de Dios y profeta de nuestro tiempo, tenían un profundo amor por el aprendizaje. Ambos pusieron su erudición al servicio de sus hermanos y hermanas mientras testificaban del amor eterno del Señor Jesús.
Ambos ofrecieron consuelo y aliento para superar la tribulación y en sus horas más brillantes y oscuras, no flaquearon. Ambos vivieron hasta que murieron y luego se fueron a casa como una estrella fugaz. Son parte de esa Nube de Testigos que enseñan e inspiran en cada generación dentro de la Iglesia Católica y mucho más allá de sus estructuras visibles.