Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
En la fiesta de San Jerónimo, el 30 de septiembre de 2019, el Papa Francisco promulgó su Carta Apostólica Aperuit Illis, designando el tercer domingo de enero como Domingo de la Palabra de Dios. Esta bendita designación, un digno cumplido del Corpus Christi, la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, servirá con el tiempo para integrar y vivificar las Sagradas Escrituras en la vida litúrgica de la iglesia y en la vida diaria de los católicos. San Jerónimo dedicó su vida a la traducción de toda la Biblia al latín: el Antiguo Testamento desde el idioma Hebreo y el Nuevo Testamento desde el Griego.
El Papa Francisco, en su Carta Apostólica anhela que “apreciemos las riquezas inagotables contenidas en el diálogo constante con y entre la Palabra de Dios, el Señor resucitado y su pueblo.”
La Biblia es una palabra viva, formada por el Espíritu Santo durante dos mil años y proclamada, predicada, estudiada y enseñada durante los próximos dos mil años en lo que nosotros, como católicos, aceptamos como una tradición. Es la Palabra viva de Dios, el corazón y el alma de la vida y el ministerio de la iglesia, la que continúa formando el cuerpo del Señor, la iglesia. “Los cielos y la tierra pasarán, pero Mi Palabra nunca pasará.” Lucas 21:33
Las Sagradas Escrituras que la Iglesia Católica en todo el mundo proclamó el fin de semana pasado retrataron maravillosamente el diálogo siempre activo entre el Señor resucitado y su cuerpo, a través de la Palabra viva de Dios.
En el Evangelio del domingo, en la sinagoga de Nazaret, el Señor enrolla el pergamino del profeta Isaías después de anunciar la liberación, la libertad, la vista a los ciegos y un año de gracia y favor proclamando “Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír.” Lucas 4:21
¿Por qué? Porque Jesús es la Buena Noticia que viene con la salvación para todos los que escuchan su voz y se hacen sus discípulos.
Toda la Escritura está inspirada por Dios (2Tim 3:16) y tiene la intención de llevarnos a Jesucristo, pero sin duda, las palabras más importantes de toda la Biblia son la ipsissima verba de Jesús, sus propias palabras.
Su discurso inaugural en la sinagoga de Nazaret, donde fue miembro toda su vida, se encuentra entre algunos de los más inspiradores y esperanzadores. En la primera lectura del Libro de Nehemías el fin de semana pasado, Esdras, el sacerdote y escriba, habló a los israelitas que se reunieron para escuchar la Palabra de Dios después de años en el exilio. “…hoy es un día dedicado a nuestro Señor., No estén tristes, porque la alegría del Señor es nuestro refugio.” (Nehemías 8:10) Nosotros podemos tomar en serio estas palabras de aliento cada vez que nos reunimos en fe.
Aperuit Illis es el título de la Carta Apostólica del Papa Francisco que inauguró el “Domingo de la Palabra de Dios.” Aperuit Illis, literalmente significa “les abrió” y está tomado de la aparición de la resurrección en el camino a Emaús.
Este año, mientras nos esforzamos por profundizar nuestro amor por el Señor en el Año de la Eucaristía, volvamos a la historia de Emaús cuando el Señor resucitado caminó con dos de sus discípulos afligidos, grabando sus palabras en sus corazones, abriendo sus mentes, para entender las escrituras que se referían a Él y luego sus ojos para reconocerlo en la fracción del pan.
Finalmente, los dos discípulos salieron corriendo del lugar donde se encontraban para anunciar la Buena Nueva. Este pasaje de las Escrituras es el paradigma de la Misa, cuando somos alimentados en la mesa de la Palabra de Dios y la mesa de la Eucaristía, y, luego, al concluir nuestro culto, somos enviados a anunciar el Evangelio con nuestras vidas.
En cuanto a la Palabra de Dios en otros escenarios además de la Misa, creemos que Dios siempre nos está invitando a crecer en nuestra fe y en nuestro amor por las Escrituras. En el Libro de Apocalipsis, tenemos el amado pasaje que se ha convertido en la pieza central de la iniciativa de Dios. “Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.” Apocalipsis 3:20
El Papa Francisco nos anima, “si escuchamos su voz y abrimos las puertas de nuestras mentes y corazones, entonces él entrará en nuestras vidas y permanecerá con nosotros.” Que nos sintamos cómodos con la Biblia en cualquier forma posible en nuestra vida diaria.
En estación y fuera de estación, en las buenas y en las malas, que el gozo del Señor sea nuestra fortaleza. Con nuestra Santísima Madre y todos los santos, que escuchemos la Palabra de Dios y la pongamos en práctica. Que la proclamación de la Palabra de Dios, cada fin de semana, ilumine nuestras mentes y corazones para saber que el Señor siempre está cerca.