Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
El incendio que casi destruye la catedral de Nuestra Señora de París (Notre Dame) parece un recuerdo lejano. De hecho, ocurrió hace menos de tres años, el 15 de abril de 2019, pero estaríamos de acuerdo en que el hecho se ha desvanecido de la conciencia del público. Esto se debe en gran parte a la pandemia, que ha estado ardiendo sin parar durante los dos últimos años, con todos los trastornos sociales y económicos que la acompañan. Sin embargo, el trabajo de amor para restaurar este ícono de renombre mundial no ha perdido impulso, aunque la restauración progrese fuera de la vista del público.
La masiva empresa para la completa restauración de la casa de culto de Nuestra Señora está programada para 2024. Este marco de tiempo anticipado es nada menos que un milagro, y saca a la luz el compromiso de la nación francesa, creyentes y no creyentes por igual, para restaurar este tesoro nacional de valor incalculable.
Aunque la práctica de la fe católica en Francia y en gran parte de Europa está luchando por emerger de las cenizas del desprecio, el flujo de peregrinos y turistas a esta medieval obra maestra de 800 años es muy fuerte. Ni la iglesia ni el estado quieren enfrentar el futuro sin este ícono trascendente de fe y cultura. Afortunadamente, las estatuas de los 12 Apóstoles salieron de la ciudad, cuatro días antes del incendio, para su propia restauración programada y las mismas están proporcionando una buena base sobre la cual reconstruir.
En ese sentido, el Papa Francisco, el sucesor de San Pedro, en colaboración con los obispos de todo el mundo, los sucesores de los Apóstoles, está llamando a un esfuerzo de base entre los fieles para abrazar un proceso de renovación y restauración en la iglesia a través del Sínodo sobre la Sinodalidad. En los últimos tiempos, muchas fuerzas han devastado la iglesia como un fuego destructivo y dispersado a los fieles, incluida la pandemia, los escándalos, las divisiones y la hostilidad general hacia todo lo religioso. El Papa Francisco espera que el proceso sinodal de comunión, participación y misión pueda ser un contrapeso a las presiones que están desgarrando el tejido de la unidad e integridad de la iglesia.
El espíritu del Sínodo ha sido evidente en las principales obras del Papa Francisco desde el comienzo de su papado. Desde la Alegría del Evangelio hasta sus obras más recientes, Fratelli Tutti y Soñemos, mientras la pandemia continuaba envolviendo al mundo, su visión sincera es que la fraternidad se elevará al nivel de libertad e igualdad, creando una auténtica solidaridad dentro de la iglesia y entre las naciones de nuestro mundo frente a la flagrante disparidad. Su esperanza es que, a través de un proceso sinodal mundial, el Espíritu Santo pueda dar nueva vida a la iglesia y, a su vez, la iglesia pueda ser testigo al mundo del buen fruto del diálogo, la escucha respetuosa y el discernimiento en nombre del bien común.
La experiencia nos enseña que este proceso sinodal de encuentro y acompañamiento no puede tener éxito sin la oración y la Palabra de Dios. De lo contrario, la polarización y la politización harán descarrilar las mejores intenciones y las divisiones dentro y alrededor de la iglesia estropearán el momento. Más bien, surgiendo de nuestra identidad fundamental como el Cuerpo de Cristo, en la Diócesis de Jackson hemos desarrollado un proceso de comunión, participación y misión que apela a nuestros mejores ángeles.
Bajo la mirada del Espíritu Santo buscamos encender la voz de los fieles para leer mejor, con la mente y el corazón de Jesucristo, los signos de los tiempos. Hemos desarrollado el proceso para maximizar el nivel de participación en nuestras parroquias, escuelas y en una gran cantidad de organizaciones y ministerios extra parroquiales. Esperamos que haya mucho que digerir, de lo cual surgirá nuestra síntesis diocesana de 10 páginas que, eventualmente, será una corriente que desemboque en un río caudaloso que fluirá hasta Roma.
Si creyentes y no creyentes, en una fraternidad admirable, pueden comprometerse con la restauración completa de Notre Dame, un ícono trascendente de fe y cultura, entonces esperamos que el Espíritu Santo guíe al pueblo de Dios en la Diócesis de Jackson y en todo el mundo en la restauración de la iglesia que es icono y sacramento de salvación.
María, Madre de la Iglesia, ¡Ruega por nosotros!