Por Junno Arocho Esteves
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Mientras la violenta invasión rusa, que ya cumplió un mes, continuaba devastando Ucrania, el papa Francisco puso el destino de ambos países en manos de María, con la esperanza de que finalmente reinara la paz.
“Madre de Dios y madre nuestra, a tu Inmaculado Corazón nos encomendamos y consagramos solemnemente, la iglesia y toda la humanidad, especialmente Rusia y Ucrania”, expresó el Santo Padre el 25 de marzo, presidiendo el acto de consagración después de haber dirigido un servicio de penitencia de Cuaresma en la Basílica de San Pedro.
Rezando ante una estatua de María, que fue prestada por el Santuario de Nuestra Señora de Fátima en San Vittoriano, en las afueras de Roma, el papa suplicó a la Madre de Dios que “acepte este acto que llevamos a cabo con confianza y amor. Haz que la guerra termine y que la paz se extienda por todo el mundo”.
Sentado frente a la estatua, que fue colocada ante los escalones del altar mayor sobre una plataforma roja y adornada con rosas blancas, el Sumo Pontífice proclamó el acto de consagración. Durante la oración, el papa se detuvo en varios momentos para mirar la estatua de María antes de continuar.
“A ti te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y expectativas de cada pueblo, las angustias y esperanzas del mundo”, oró.
Después de la consagración, el papa, acompañado por un niño y una niña, colocó un ramo de rosas blancas a los pies de la estatua. Luego permaneció ahí unos momentos, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada en oración, en silencio.
Según el Vaticano, se estima que 3,500 personas llenaron el interior de la Basílica de San Pedro, mientras que 2,000 personas vieron el evento en pantallas de video desde la Plaza de San Pedro. La policía pidió a los peregrinos que entraron a la Basílica de San Pedro portando o llevando banderas ucranianas que las guardaran, ya que el evento era un servicio de oración.
Entre los presentes en la liturgia estaba Andrii Yurash, embajador de Ucrania ante la Santa Sede. La consagración, tuiteó el 25 de marzo, es “otro intento (del papa) de defender a Ucrania de la guerra del diablo”, refiriéndose a los ataques de Rusia contra el país.
Joe Donnelly, quien pronto presentará sus credenciales al Santo Padre como embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede, también asistió al servicio.
El Vaticano anunció el 18 de marzo que el papa Francisco también pidió a los obispos de todo el mundo que se unieran a él para consagrar Ucrania y Rusia al Inmaculado Corazón de María.
El cardenal Konrad Krajewski, limosnero papal, dirigió un acto similar de consagración en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima en Portugal.
Obispos de todo el mundo habían anunciado servicios especiales para coincidir con el momento de la consagración en Roma, incluso en las primeras horas de la mañana.
En la Catedral-Basílica Dulce Nombre de María en Hagatña, Guam, el arzobispo Michael Byrnes dirigió a los fieles en el rezo del rosario antes de recitar el acto de consagración a las 2 a.m. (hora local) del 26 de marzo.
El arzobispo Georg Gänswein, secretario privado del papa emérito Benedicto XVI, había dicho a los periodistas que el retirado papa se uniría a la consagración desde su residencia.
En un video publicado antes de la liturgia, el arzobispo Sviatoslav Shevchuk de Kyiv-Halych, jefe de la Iglesia Católica ucraniana, manifestó que se uniría a la consagración “porque hoy necesitamos mucho la victoria del bien”.
La consagración, señaló el arzobispo Shevchuk, “significa que nunca es posible llegar a un acuerdo y cooperar con este mal que emerge de Rusia hoy”.
“Y es por eso que debemos orar por su conversión, por la erradicación de ese mal, ‘para que’, como dijo la Madre de Dios de Fátima, ‘no destruya otros estados, no provoque otra guerra mundial’. Nosotros, como cristianos, tenemos el deber de orar por nuestros enemigos”, acotó.
En Roma, las campanas de la Basílica de San Pedro sonaron después de que el papa Francisco concluyera el acto de consagración.
En su homilía durante el servicio de penitencia de Cuaresma, el Sumo Pontífice reconoció que la guerra en Ucrania, que “ha alcanzado a tanta gente y ha causado sufrimiento a todos, ha dejado, a cada uno de nosotros, temerosos y ansiosos”.
Si bien los llamados a “no tener miedo” pueden aliviar la impotencia de uno frente a la guerra, a la violencia y a la incertidumbre, el papa dijo que “el dar consuelo no es suficiente”.
“Necesitamos la cercanía de Dios y la certeza de su perdón, y una vez renovados por él, los cristianos pueden volverse también a María y presentar sus necesidades y las del mundo”, dijo.
El papa Francisco dijo que el acto de consagración “no es una fórmula mágica sino un acto espiritual” de confianza por “los hijos que, en medio de la tribulación de esta guerra cruel y sin sentido que amenaza a nuestro mundo, se vuelven hacia su madre, depositando todos sus miedos y dolores en su corazón y abandonándose a ella”.
“Significa poner en ese corazón puro e inmaculado, donde se refleja Dios, los bienes inestimables de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y somos, para que ella, la madre que el Señor nos ha dado, nos proteja y nos cuide”, indicó el papa.
En su oración, el papa Francisco pidió específicamente a María que permanezca con los que sufren directamente a causa de la guerra.
“Que tu toque maternal alivie a los que sufren y huyen de la lluvia de bombas”, rezó a María. “Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a abandonar sus hogares y su tierra natal. Que tu corazón afligido nos mueva a la compasión y nos inspire a abrir nuestras puertas y cuidar a nuestros hermanos y hermanas heridos y abandonados”.