Por David Agren
CHILPANCINGO, México (CNS) — Los jefes del crimen organizado local fueron los primeros en dar la bienvenida al obispo Salvador Rangel Mendoza cuando llegó a la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, a menudo violenta, para su toma de posesión en 2015. Ellos insistieron en partir inmediatamente el pan con el obispo.
“Fue algo accidental”, expresó el obispo Rangel sobre su llegada. “Me dijeron que no tuviera preocupación alguna, que ellos me iban a cuidar como amigos”, recordó. “Lo curioso fue que en vez de haberme ido a recibir el clero (los sacerdotes), me recibieron ellos”.
Dicha comida de bienvenida fue la primera de muchas reuniones con los jefes del crimen organizado en la diócesis, que, situado en el estado de Guerrero, es el centro de producción de heroína de México que ha estado plagado de conflictos con cárteles de droga.
El encuentro marcó el tono de como iba a ser su paso por Chilpancingo, ofreciéndole un adelanto de como él optaría por buscar el diálogo con todos los bandos. Este es un enfoque pastoral que trajo de su puesto anterior como obispo en el estado central de Hidalgo, donde los jefes del crimen organizado que conoció enviaron un par de vehículos para escoltarlo a Guerrero mientras conducía a su toma de posesión. Fueron estos mismos jefes quienes llamaron con anticipación a sus colegas del crimen para que le prepararan una bienvenida.
Sin embargo, esta situación también ha traído controversias y acusaciones. El gobierno del estado de Guerrero lo acusó de aceptar obsequios inapropiados de delincuentes — algo que el obispo niega — y los defensores de derechos humanos expresaron su consternación porque cultiva relaciones con victimarios en lugar de con víctimas de la violencia. Los analistas de seguridad también dicen que el obispo parece haberse acercado más a una organización criminal conocida como Los Ardillos.
A principios de este año, el obispo Rangel presentó su renuncia tras haber cumplido los 75 años, la edad establecida por el derecho canónico para que un obispo presente su renuncia al Santo Padre. Su sucesor, el obispo José de Jesús González Hernández, fue instalado el 19 de abril.
El obispo Rangel niega las acusaciones de cualquier relación adversa o favoritismos. Pero insistió de Los Ardillos: “En su zona no hay secuestros, ni extorsiones, ni asesinatos”.
Un analista de seguridad contactado por Catholic News Service señaló que tales afirmaciones de que los cárteles de droga pacifican las regiones que dominan y son moralmente mejores que sus rivales son comunes y, a menudo, imposibles de verificar.
“Todos los grupos con los que he hablado afirman que no extorsionan, no secuestran, ni matan a personas inocentes”, manifestó Falko Ernst, analista principal de México en International Crisis Group. “Estas afirmaciones, según mi experiencia, nunca están libres de contradicciones”.
Ante las críticas, monseñor Rangel dijo: “Siempre he dicho que los narcotraficantes son personas, tienen sentimientos, y tienen razones del porque actúan”. El obispo agregó que sus acciones se derivan de su vocación franciscana, que implica “acercarse a los enemigos”.
“Hemos trabajado en favor de la paz, eso que me han criticado mucho, del acercamiento a los narcotraficantes, pero ha sido la manera, la manera de lograr la paz en estas tierras”, acotó.
En su tiempo como jefe de la diócesis, el obispo Rangel a menudo aparecía en los titulares de los medios nacionales. Era conocido por hablar con una franqueza poco común entre los obispos católicos, quienes por lo general prefieren no opinar sobre asuntos políticos y de seguridad locales.
Él había criticado a la clase política local y las percepciones de su colusión con los cárteles de droga, diciendo después de las elecciones de Guerrero de 2021: “Ahora el que nos va a gobernar es el narco, no los políticos”.
El obispo Rangel también expresó su decepción con el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien llegó a su diócesis como candidato a fines de 2017 y prometió una amnistía para quienes están en el negocio de las drogas ilegales.
El obispo apoyó la idea de la amnistía, pero nunca se implementó. Mientras tanto, López Obrador ha impulsado una política de seguridad de “abrazos, no balazos”, lo que ha resultado en menos enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y grupos criminales, pero no ha calmado al país, indicó el obispo Rangel.
“El narco está aprovechando esta benevolencia, bondad del gobierno, o cierta debilidad del gobierno”, acotó.
El obispo Rangel llegó en un momento difícil al estado de Guerrero, cuando por un lado había una profunda pobreza en pueblos indígenas aislados y por el otro se encontraba la glamorosa ciudad de Acapulco. Su instalación se produjo poco después del ataque de septiembre de 2014 contra 43 futuros maestros, cuya escuela está en su diócesis — una tragedia en la que nadie sabe qué ocurrió realmente.
Los cárteles de droga también habían comenzado a fragmentarse en Guerrero a medida que los grupos criminales luchaban por la producción y comercialización de amapolas de opio, lo que ayudó a alimentar la crisis de opioides en Estados Unidos.
Sin embargo, los precios de la amapola se desplomaron en un 90 por ciento durante el tiempo del obispo Rangel en Guerrero cuando los cárteles de droga empezaron a producir “china blanca”, que contenía fentanilo, dijo. La situación se tornó tan desesperada para los agricultores pobres — que durante mucho tiempo habían cultivado amapolas de opio para llegar a fin de mes — que la diócesis empezó a organizar colectas de alimentos para la empobrecida zona montañosa.
Hoy en día, dice el obispo Rangel, los cárteles de droga ganan dinero a través de la extorsión y el secuestro y se han apropiado de las arcas de los gobiernos municipales.
A menudo el obispo Rangel ha intervenido en esas disputas, incluyendo algunas que involucran a la Iglesia Católica. Su primera reunión después de ser recibido por los jefes del crimen organizado fue para preguntar sobre las amenazas contra un sacerdote. Más tarde pidió a los jefes del crimen que extorsionaban a la catedral en la diócesis vecina de Tlapa que dejen de hacerlo.
Sin embargo, la relación entre los miembros del cartel de droga y la Iglesia Católica es complicada, especialmente porque los primeros pueden parecer piadosos. Un par de sacerdotes diocesanos fueron asesinados cuando regresaban de un festival de la ciudad en febrero de 2018, un crimen que sigue sin resolverse, pero que se cree que está relacionado con un cártel.
El padre comboniano John Ssenyondo fue asesinado en 2014 y sus restos arrojados a una fosa común. El obispo Rangel dice que el misionero comboniano de Uganda se negó a realizar un bautismo porque consideraba que el padrino, que era un líder de la aldea local, no era apto para el rol.
El obispo Rangel implementó una nueva política de no hacer preguntas sobre bautismos.
“El testigo puede ser de cualquier religión, cualquier ideología” para evitar problemas, dijo, y agregó: “por supuesto que no son los mejores testigos, pero tiene que haber un testigo”.
Él recordó un bautizo especialmente turbulento en el que un capo del crimen con “25 hijos e involucrado con cuatro mujeres, todas ahí”, llevó a un niño a recibir el sacramento.
“¿(En ese caso) qué hago yo?” preguntó. “No veo, no oigo . . .”.