Si la fe no nos sirve para vivir, ¿para qué nos sirve?

Por Diácono Carlos Solá
Experiencias sobre audiencias regionales del Sínodo de la Sinodalidad junto al Obispo José Kopacz y la comunidad Hispana.

JACKSON – La experiencia de una iglesia que decide caminar junta, pastores y pueblo, es algo que se hace patente en este ejercicio de las consultas en las que un Obispo se sienta a escuchar activamente lo que su pueblo le quiere comunicar.

Este proceso es una espiritualidad de comunión de todo el pueblo santo de Dios. Este mismo ejercicio de ir al encuentro de la gente por parte del pastor es en sí mismo un momento de Sinodalidad. El Obispo Joseph Kopacz, con su equipo de trabajo, discernirá según sus mejores habilidades, para descubrir la voluntad de Dios que se revela en la lectura de “los signos de los tiempos.”

Soy empresario y mi servicio a la Diócesis de Jackson es en carácter de voluntario, como el de tantos que ofrecen su tiempo, talento y tesoro a la causa de la evangelización, desde la experiencia de una iglesia que quiere ser sinodal.

Diácono Carlos Solá

Mi primer servicio, como facilitador de la experiencia de escucha del obispo con su pueblo, invitado por el Departamento de Formación de Fe, fue el martes 24 de marzo, en la comunidad de St. Michel de Forest y cuyo párroco es el Padre Adolfo Suárez, en la que habría como mínimo cerca de 70 a 80 personas, mayoritariamente guatemaltecos. Fue una experiencia muy positiva de la que salieron reclamos que merece la pena tener presentes.

El jueves 29 de marzo, en la Parroquia de St. Jude nos encontramos por segunda vez con el obispo y su párroco, el Padre Lincoln. Entiendo que el grupo era cerca de 30 personas de los que la mayoría eran mexicanos. Fue una noche en que las mujeres hicieron la mayoría de las contribuciones y muy buenas, por cierto.

El jueves 31 de marzo en la Parroquia de St Francisco, junto a los padres Capuchinos y un grupo de cerca de 30 personas, pudimos disfrutar de un diálogo en el que surgieron diferentes aportaciones.

El jueves 5 de abril el obispo asistió a su último encuentro en español de la diócesis. Esta vez con la comunidad del Decanato V, en la parroquia de St. James en Tupelo. Fueron cerca de 100 participantes, que aportaron opiniones en la misma sintonía de los grupos anteriores.

En una de esas sesiones, un joven nos compartió que cuando estuvo en una fuerte depresión, que lo llevó a intentar acabar con su vida, buscó en muchos lugares hasta que llegó de nuevo a la iglesia. La verdad es que los católicos no fueron a su casa a buscarlo ni a invitarlo, sino los cristianos de otras denominaciones. Él visito algunas iglesias, pero no encontraba ahí su lugar. Como es hijo de familias católicas le preguntó a su hermana, que ha sido una católica sin muchos contenidos y que como no lo podía ayudar, ella le indicó que buscara en YouTube a ver si algún “cura de esos” le podía ayudar. Encontró a uno, de tantos buenos que hay, que lo ayudó a conseguir respuestas que lo trajeron de nuevo a su casa, la iglesia católica.

De esta experiencia se levantan preguntas importantes:
• ¿Porqué no nos sentimos enviados a invitar a otros a la iglesia?
• ¿Porqué no sentimos que es nuestro deber evangelizador salir al encuentro de otros que nos necesitan desesperadamente?
• ¿Porqué alguien tiene que salir a buscar explicaciones que deberían ser del dominio de los católicos de a pie y que vivimos nuestra fe de manera sencilla?
• ¿Porqué teniendo buenos sacerdotes o laicos preparados, no logramos motivar a hermanos de nuestra comunidad, para que sigan creciendo en la fe dentro de nuestras familias parroquiales?

Una cosa es lo que se dice y otra lo que se comunica, ¿cuál es el mensaje detrás de las palabras y los gestos?

Sería bueno saber qué ha experimentado el Obispo en esta experiencia y cómo cree que le ha iluminado su entendimiento para servir a esta iglesia local. A mí me dice que es una dinámica de compromiso mutuo, en la iglesia que se levanta para atender los reclamos de una sociedad que necesita testigos del Reino, en una Iglesia que se siente y actúa como sal de la tierra, fermento de la masa y luz del mundo.

Este espíritu, y más aún espiritualidad sinodal nos obliga a ver a los otros como dignos compañeros de camino, a todos y todas sin importar género, nacionalidad, etnia, condición económica, ni creencias religiosas o políticas.

Es importante que todos aprendamos a escuchar activamente, y el Obispo es un modelo por seguir. Si él se mueve al encuentro de los demás en sus vecindarios, si él se sienta a escuchar, si él preside en la caridad a la comunidad de fe, si él acepta comentarios, señalamientos – algunos muy atrevidos que rayan en ataques poco edificantes – y los asume buscando el bien que puede haber en ellos, entonces, nosotros podemos hacer lo mismo. Hay cosas que el Obispo puede hacer en su diócesis ya, pues entra en su discreción local; otras irán a ser discutidas en otras esferas, pero ya podemos corregir el camino según lo ya caminado.

Eventualmente podremos evaluar e integrar los aportes que el Espíritu nos muestre de lo que el Sínodo del 2023 nos regale. Por ahora podemos asumir e interiorizar lo que ya nos está comunicando la experiencia.

Personalmente de lo que escuché, en las cuatro de diez sesiones de escucha en la que estuve, me resuena más la formación coordinada desde la diócesis para los líderes de las parroquias que formarán a los miembros de las comunidades.

La formación básica y avanzada en Biblia para todos, pero coordinada por la diócesis para tener criterios claros tanto, pedagógicos, catequéticos y de contenidos. Toda la formación debe mirar a ser testigo y evangelizadores. Se debe incluir formación para ayudar a la comunidad a salir a encontrar a los demás – no necesariamente a los miembros – pero poder llegar a otros y compartir nuestra experiencia de Dios y de comunidad, para acercarlos. Necesitamos aprender a expresar nuestro interés por los demás y su bienestar.

También que haya la posibilidad de que aquellos que así lo deseen puedan seguir estudios más avanzados en Teología, Pastoral, Liturgia y Espiritualidad, entre otros.

Las comunidades hispanas necesitan clases de inglés para mayores, ya que muchos ni siquiera dominan el español – pues hablan diferentes dialectos – y no se pueden comunicar adecuadamente.

Para sanar las divisiones étnicas se planteaban encuentros comunitarios en que se celebraran las diferencias culturales y se reconociera su aporte en diferentes áreas: alimentos, arte, creencias, aportes fuera de sus comunidades particulares. Se podrían hacer festivales comunitarios en donde cada cultura se pudiera expresar, para la consideración de los demás. En la comunidad de St. Jude, por ejemplo, había un grupo de hermanas, algunas anglo – americanas y otras afro – americanas, que se reunían periódicamente para conocerse y compartir experiencias.

No recuerdo que se presentaran ejemplos de acciones a seguir para acercar las posturas partidistas en los temas políticos, se dijo que “La Iglesia no se debe meter en política, pero que a la vez debe defender los derechos de los no nacidos y denunciar el pecado.” Pienso que en las divisiones por posturas partidistas hay grandes retos que atender.

El tema de centrar la acción de la iglesia en la familia y la pareja me pareció que resonó mucho con las comunidades al igual que la formación humano – psico – histórica – espiritual. La atención por la salud emocional y mental de las personas me tocó mucho, el joven que comentó sobre su búsqueda y desespero, todavía lo tengo presente en mi mente y mi corazón.

La gente está buscando una experiencia de fe que les ayude para la vida, y me parece muy importante este punto: si la fe no nos sirve para vivir, ¿para qué nos sirve?

La iglesia debe ser ese espacio donde hermanos y hermanas debemos encontrar la manera de vivir, con intensidad y gozo, al estilo de Jesús: Camino, Verdad y Vida; en esa dirección debe ir nuestra búsqueda.

La version completa de esta reflexion puede ser encontrada en sitio web:
https://www.mississippicatholic.com/category/es/

(El Diácono Permanente Carlos A. Solá Fonseca, tiene 31 años al servicio del pueblo Santo de Dios. Comenzó a servir en la parroquia de St. James Tupelo en noviembre 2021. Empresario, de 64 años, felizmente casado, por más de 44 años, con María de los Ángeles Cosme con la que ha creado una familia de dos hijos de 40 y 39, una hija 42, dos nietos de 18 y 12 y una nieta de 17.)

FOREST – En el salón de St Michael, el 24 de marzo, el diácono Carlos A. Solá, invitado por Fran Lavelle, sentada al fondo, a cargo de Formación de Fe de la Diócesis, fue el moderador en las sesiones de escucha con Hispanos, en las cuales motivó a los participantes a expresar sus opiniones para mejorar la iglesia. (Fotos de Berta Mexidor)