Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Con la imagen del Buen Pastor ante nosotros y con su voz resonando en nuestros corazones y mentes, al centro del tiempo Pascual, encomendemos los sacerdotes de nuestra diócesis a nuestro crucificado y resucitado Señor, aquellos que se esfuerzan por seguir sus pasos, especialmente aquellos que anticipan cambios en el tiempo que se avecina.
En particular, pedimos la bendición de Dios sobre el Diácono Andrew Bowden, a quien ordenare al sacerdocio de Jesucristo para la Diócesis de Jackson, este sábado 14 de mayo en nuestra Catedral de San Pedro Apóstol.
Durante el último fin de semana del cuarto domingo de Pascua, que siempre está dedicado al Buen Pastor, una cohorte de nuestros sacerdotes se dirigió a sus congregaciones para informarles que serían transferidos, para pastorear otros rebaños que necesitan un pastor ya sea por jubilaciones o salidas en la Diócesis de Jackson.
Algunos están empacando y mudándose físicamente en una variedad de períodos de tiempo, mientras que otros permanecen en su lugar pero se esfuerzan generosamente para pastorear comunidades parroquiales adicionales. Como muchos saben, los cambios significativos en la vida no son fáciles y requieren mucho tiempo y energía.
El fin de semana pasado, con la imagen del Buen Pastor ante mí, reflexioné sobre las transiciones, durante los últimos 45 años, en mi vida como sacerdote y pude recordar los sentimientos que me atravesaron durante los cambios de asignación, incluso después de muchos años.
Hay un morir que ocurre, con cada cambio de lo que era, también con un sacerdote cuando deja una parroquia, donde conoce a muchos por su nombre y cuyas voces resuenan con los recuerdos de las experiencias pastorales del nacimiento y la muerte, y cada etapa intermedia. Lo desconocido que aguarda puede evocar sentimientos de ansiedad e incertidumbre.
Recuerdo un cambio en una asignación en la que la gente me dio una gran despedida una noche y a la mañana siguiente, el monaguillo de la Misa en la nueva parroquia me miró con curiosidad y me preguntó: “¿Cuál es tu nombre, por favor?” Sonreí interiormente en ese momento y dije: “sí, es un nuevo día.”
Es el ciclo de morir y resucitar que experimentamos en la muerte y resurrección del Buen Pastor. Para el sacerdote trasladado puede haber duelo en la separación y sin embargo un cambio de destino parroquial abre la puerta a una nueva vida en el pastoreo de las personas, familias y comunidades de fe que el Señor nos confía.
Con cada “dejarse llevar” y partir, aguarda una nueva vida. Aún así, no es fácil y lleva tiempo que todos se adapten, el nuevo pastor y la gente, para establecer relaciones de confianza, respeto y amor.
Que nuestra oración se eleve al cielo por todos nuestros sacerdotes a quienes el Señor llama para ser buenos pastores.
San Pedro exhortaba a los líderes pastorales de su época con las siguientes palabras: “Cuiden de las ovejas de Dios que han sido puestas a su cargo; háganlo de buena voluntad, como Dios quiere, y no forzadamente ni por ambición de dinero, sino de buena gana.” (1 Pedro 5:2)
En cualquier parroquia y circunstancia que nuestros sacerdotes y líderes pastorales nos encontremos, que podamos servir con el corazón y la mente de Jesucristo.
La voz del Señor es para todos los bautizados.