Por Hermana Maria Elena Mendez, MGSpS
Volver a Roma y felicitar personalmente al Papa Francisco en su décimo aniversario de pontificado y verlo por segunda vez, fue una bendición.
Estar presente, en el mismo lugar donde han estado tres Papas en los últimos 23 años, es una bendición que jamás imaginé en mi vida. Visité Roma en el año 2000 con motivo del Día Internacional de la Juventud, ahí vi muy cerca al Papa Juan Pablo II en la Plaza San Pedro. En el 2008, sirviendo en Hanover, PA me tocó representar a la comunidad hispana en la celebración con el Papa Benedicto XVI en Washington, DC. En el 2015, participé, como parte del equipo diocesano de Jackson, MS en el Día Internacional de la Familia en Filadelfia donde estuvo presente el Papa Francisco.
Ahora, vuelvo a Roma para felicitarlo por su décimo aniversario de pontificado junto a un grupo de religiosas hispanas, estudiantes de licenciatura y maestrías en la Universidad Saint Mary en Minnesota.
Todas las hermanas estábamos emocionadas, nerviosas, ocupadas en los detalles de qué y cómo ponernos para lucir impecables. La mayoría usó su hábito o lo más cercano al protocolo requerido. Una vez que todas las 70 personas estuvimos acomodas en sala, la emoción era evidente, el nerviosismo y la alegría que experimentábamos al esperar al Papa eran notables. Los protocolos ya los sabíamos, al Papa no le gustaba que se hinquen ante él ni que le besen el anillo.
Estábamos atentas a eso, pero listas también para aprovechar los momentos espontáneos que se dieran. El momento llegó, el Papa entró aquella puerta, con caminador, pero con paso firme y ligero, alegre, admirando el escenario y saludando sonriente a la audiencia; vestía una túnica blanca y un rostro resplandeciente como cuando se le apareció Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan en el monte Tabor el día de la transfiguración.
Yo estaba al frente, no podía dejar pasar la oportunidad de tomar algunas fotos y videos mientras él hablaba, pero también quería estar presente en ese momento especial.
Una vez que el Papa se sentó, comenzó el discurso de presentación de parte de Catholic Extension, se saludaron mutuamente y luego fue el turno del Papa. ¡Qué emoción escucharlo, verlo, sentirlo cerca, verlo a los ojos, tocarlo en el momento de saludarlo de mano! Ya me había tocado verlo en Filadelfia, PA en el 2015, pero, estar cerca y tocarlo, no tiene comparación, ¡Estaba frente al sucesor de Pedro número 266!