Por Ann Hess
YAKIMA, Washington (OSV News) — “La Iglesia no tiene una misión; la misión tiene una Iglesia”, enfatizó el obispo Joseph J. Tyson de la Diócesis de Yakima. Más tarde, le dijo al grupo: “Nuestra pastoral para los migrantes es el modelo para todos nuestros ministerios: la parroquia es más grande que el edificio”.
Un grupo de 24 apóstoles modernos pudieron presenciar esto durante una visita pastoral del 28 al 29 de agosto organizada por el Subcomité de Cuidado Pastoral de Migrantes, Refugiados y Viajeros (PCMRT). Participantes de la USCCB, Catholic Migrant Farmworker Network- Red Católica del Campesino Migrante y ministerios relacionados se reunieron en Yakima para testificar, apoyar y aprender de la pastoral migrante que lleva a cabo la diócesis.
Durante la visita — también considerada un encuentro episcopal con migrantes bajo el título “Cristo en el corazón del trabajador del campo migrante de hoy” — los participantes visitaron los lugares de trabajo y las viviendas de algunos de los trabajadores agrícolas nacidos en México que cultivan y cosechan la frutas y verduras que el estado de Washington envía a todo el mundo.
La delegación visitante también tuvo la oportunidad de hablar con los trabajadores y aprender sobre su labor, sus desafíos y su motivación para apoyar a sus familias en casa. Helder Hernández, coordinador de pobreza, educación y extensión de la oficina de Justicia, Paz y Desarrollo Humano de la USCCB, dijo a OSV News que estas conversaciones le dieron una nueva perspectiva.
“Es verlos a los ojos y reconocer que son creados a imagen y semejanza de Dios, y saber que tienen un nombre, que tienen una dignidad que les ha dado Dios”, dijo. “Son nuestros hermanos y hermanas que merecen vivir una vida digna”.
El Departamento de Comercio Estatal informa que Washington es el mayor productor de manzanas, arándanos, lúpulo, peras, aceite de menta verde y cerezas dulces, y el segundo mayor productor de albaricoques, espárragos, uvas, papas y frambuesas en Estados Unidos.
Sin embargo, el trabajo es mal pagado, agotador, y de bajo estatus. Históricamente, los productores que buscan contratar mano de obra han atraído a aquellos con pocas opciones, incluidos algunos de los residentes más antiguos de Washington — su pueblo indígena– y los más nuevos (incluidos inmigrantes de Europa, Asia y América Latina en diferentes épocas). En Washington, los estadounidenses blancos de zonas rurales y desfavorecidas del país fueron la principal fuente de mano de obra hasta relativamente finales del siglo XX, según un informe de la Universidad de Washington.
Mientras que alrededor del 70% de los trabajadores agrícolas son residentes permanentes del estado de Washington y constituyen un porcentaje sustancial de los feligreses católicos de la Diócesis de Yakima, el resto sigue la cosecha o está aquí con una visa agrícola temporal H-2A. En ambos casos, a menudo se ven separados del apoyo de sus comunidades de origen durante meses.
“Sienten nostalgia, están ansiosos y a veces no pueden dormir”, dijo el padre Jesús Mariscal, vicario parroquial de la catedral de St. Paul en Yakima. “Hay mucho ministerio por hacer en estas pequeñas comunidades. Sólo al estar allí puedes descubrir cómo ayudar”.
El ministerio diocesano para servir a la comunidad migrante se remonta a la década de 1960, según la diócesis. En el verano de 2011, poco después de que el obispo Tyson se convirtiera en el pastor de Yakima, la pastoral migrante comenzó un programa de verano en el que participan seminaristas.
La Diócesis de Yakima, que abarca siete condados en el centro de Washington, atiende a unos 176.000 católicos en 39 parroquias y tres iglesias misioneras, de las cuales aproximadamente dos tercios son hispanos. Durante la cosecha, se estima que unos 100.000 trabajadores inmigrantes residen en la región, según el vicario episcopal de la diócesis.
La delegación visitó un huerto en la cercana Zillah, donde recolectores, con los codos al descubierto, estaban cosechando manzanas. Posteriormente, el grupo recorrió una planta empacadora de frutas.
El encuentro que impresionó a muchos participantes fue la visita al FairBridge Inn. Siendo anteriormente un hotel, ahora este lugar alberga a unos 1.300 trabajadores H-2A.
Las visas H-2A de los trabajadores son sólo para trabajo temporal; el empleador está obligado a ofrecer oportunidades de empleo durante al menos tres cuartas partes del número de horas de la oferta de trabajo. Los empleadores deben proporcionar alojamiento a los empleados.
Según uno de los trabajadores que se aloja en FairBridge, se deducen semanalmente unos $108 de cada pago para cubrir la comida de los trabajadores, aunque la cantidad depende del contrato que los trabajadores tengan con su empleador.
En el hotel, un panel de cuatro hombres que habían dejado sus hogares y familias para trabajar en Yakima describieron sus vidas. Se levantan temprano para tomar un autobús a las 5 a.m. que los lleva a los huertos. Tienen dos descansos de 15 minutos, un período para almorzar y — dependiendo que tan fuerte esté el calor — regresan en autobús a FairBridge a eso de las 2:30 p. m., donde se sirve la cena a las 4:30 p.m.
Los trabajadores dijeron que aprecian las actividades nocturnas organizadas por la iglesia, especialmente la Misa. Uno de ellos señaló que, en su México natal, él asiste a Misa semanalmente, pero es difícil averiguar la manera de encontrar Misa cuando se trabaja aquí. Otro dijo que las actividades ayudan a que la vida sea algo más que el trabajo y el teléfono, y que le gusta tomar clases de inglés y guitarra.
Hay dificultades descritas por algunos de los trabajadores. Explicaron que los hombres tienen que quedarse en el recinto bajo llave por motivos de seguridad una vez que regresan al final de la jornada laboral; deben pedir permiso para ir a la tienda y no se les permite salir simplemente a caminar. La valla que rodea la propiedad conmocionó a la delegación.
Los campamentos de migrantes albergan a las familias que siguen la cosecha, así como a algunos trabajadores H-2A. Pueden ser una combinación de tiendas de campaña, remolques y otras estructuras temporales.
En Wenatchee, a unas dos horas en auto desde la ciudad de Yakima, Sandra Barros de la Iglesia Católica St. Joseph, describió cómo llevan a cabo la pastoral allí. “Llevamos comida y pañales para las familias, pero, sobre todo, traemos los sacramentos”.
Muchos de los jóvenes no permanecen en un lugar el tiempo suficiente para recibir una preparación convencional para la primera comunión o la confirmación. Barros ha creado una lista de correo de 300 familias desde 2019 y se comunica con ellas durante todo el año. “Sienten que estamos con ellos”, dijo.
A Hernández también le conmovió cómo los trabajadores establecen un sentido de comunidad, especialmente a través de su fe. Añadió que la pastoral migrante dentro de la Diócesis de Yakima es un modelo para diferentes áreas ministeriales porque se centra en caminar junto a los migrantes como hermanos y hermanas “para construir colectivamente el reino de Dios en esta tierra”.
La última parada de la visita pastoral fue un campamento de migrantes en Monitor, cerca de Wenatchee, donde estaban presentes tres obispos: el obispo Tyson, el obispo Eusebio L. Elizondo y el obispo Frank R. Schuster, ambos obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Seattle. Ellos concelebraron la Misa y los trabajadores compartieron un banquete con la delegación.
Esther Morash, que ha estado organizando Misas los miércoles por la noche en el campamento de inmigrantes durante 15 años, que fue la semilla de la pastoral a nivel local, dijo: “Nunca he conocido gente más amable que estos trabajadores agrícolas. Cuando se van, siempre se dan la vuelta y dicen ‘gracias'”.
(Ann Hess escribe desde el valle de Yakima en Washington.)
GREENWOOD – En el área de Indianola y Greenwood hay granjas agrícolas que cultivan diferentes verduras y hortalizas. En el área del Delta hay, además, plantas de captura y procesamiento del pez gato(catfish). En todas ellas trabajan Hispanos. En foto de archivo, obreros agrícolas, mayormente mexicanos con visa de trabajo, hacen la cosecha de calabacines del mes de agosto 2018. (Foto por Berta Mexidor)