By Silvio Cuéllar
Recientemente tuve la bendición de asistir a una cena del equipo del retiro de hombres “Cámbiame a mí Señor” que se lleva realizando por más de 16 años en la Diócesis de Providence, en Rhode Island. Esta reunión fue una bonita oportunidad para disfrutar un asado, conocernos un poco más y compartir historias.
En nuestra conversación surgió el tema de cómo llegamos a este país y fue conmovedor escuchar el común denominador de que casi todos estos siervos de Cristo tuvieron que pasar muchas dificultades entre ellas hambre, peligros y hasta estar cerca de la muerte para poder llegar a este país. En algún momento muchos de ellos pasaron necesidad y hoy en día son personas que sirven activamente en sus comunidades parroquiales y sociedad en general. Muchos han comenzado negocios y reciben bendiciones de Dios.
Eso me llevó a meditar en las importantes contribuciones que hacen la gran mayoría que nuestros hermanos y hermanas inmigrantes católicos hispanos, trayendo consigo a este bello país su fe, devoción por la familia, trabajo duro, espíritu de celebración y un gran deseo de superación.
En los 25 años en que serví en la Diócesis de Providence pude asistir a muchas vigilias, retiros, celebraciones marianas, posadas, novenas y fui testigo de la fe y devoción por la Virgen de Guadalupe que tiene el pueblo hispano.
Recuerdo la familia de Pepe y Elia Ruiz quienes vienen sirviendo en el comité diocesano guadalupano por más de dos décadas contribuyendo generosamente con su tiempo, talento y tesoro para que la Misa a la Virgen de Guadalupe sea una celebración digna y hermosa. Dios los ha bendecido con una bella familia y dos restaurantes de comida mexicana. También ellos no se han olvidado de sus raíces y una vez al año regresan a su pueblo, Piaxtla, en el estado de Puebla, México, donde colaboran con la celebración de la Virgen de la Asunción en el lugar que los vio nacer.
No hace mucho conversaba con mi amigo el padre Roberto Beirne, quien me comentaba, “Cuánta vida hay en las comunidades hispanas y cuanta actividad hay en cada parroquia que visito”. Me hizo pensar en lugares como la parroquia San Patricio en Providence que tiene actividades de diferentes grupos parroquiales todos los días de la semana frecuentemente usando todos los salones de la escuela.
Otra gran contribución que traen los hispanos es el amor por la familia. Un joven que sirve conmigo en el coro de la parroquia quien recientemente tuvo la dicha de qué algunos familiares puedan emigrar a los Estados Unidos y el movió cielo y tierra para poder ayudarles financieramente hasta que pudieran conseguir trabajos y valerse por sí mismo. Esa devoción por la familia es realmente admirable.
En nuestro propio hogar mi esposa Becky y yo tenemos la tradición de reunirnos cada dos domingos en la casa de mis suegros para compartir con todos los hermanos de mi esposa y sobrinos. Estas reuniones de familia siempre comienzan con una oración alrededor de la mesa dando gracias a Dios por las bendiciones recibidas y orando por nuestras necesidades. Después hay conversaciones y juegos de mesa con momentos muy especiales y divertidos para crear memorias y fortalecer nuestros lazos familiares.
Otra contribución es la fuerte ética de trabajo. Los hispanos son muy trabajadores, mueven una gran parte de la economía haciendo trabajos y ocupaciones que en muchos casos nadie más quiere hacer. La gran mayoría de inmigrantes que conozco son personas trabajadoras, emprendedoras y muchos de ellos han iniciado pequeños negocios siempre con un gran sentido de superación. Me vienen tantos nombres y rostros a la mente, de personas que han desarrollado empresas y pequeños negocios. También muchas de nuestras parroquias ya se hubieran cerrado si no fuera por la presencia y servicio de nuestros hermanos y hermanas inmigrantes hispanos.
Otra contribución es la fiesta. En todas las parroquias que he podido visitar siempre ha habido grandes celebraciones desde las fiestas patronales hasta las devociones populares, como la fiesta del Señor de Esquipulas, el Señor de los Milagros y muchas diferentes celebraciones marianas. Estas celebraciones están llenas de alegría, comidas típicas, música, bailes tradicionales, piñata para los niños y son momentos donde se fortalece el sentido de comunidad y también ayudan a recaudar fondos para la parroquia.
Además, cuando una persona fallece, la comunidad siempre se reúne para apoyar a la familia y realizar la tradicional novena, rezando por nueve días después de la Misa de sepelio.