Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Una “iglesia sinodal” en la que todos los bautizados participen y se responsabilicen de la misión necesitará estructuras y procesos que ayuden a los miembros de la Iglesia a escuchar al Espíritu Santo y a escucharse unos a otros, se dijo a los miembros del sínodo sobre la sinodalidad.
Mientras “los grandes medios de comunicación” buscan cambios en las prácticas católicas en unos pocos temas, “incluso las personas más cercanas a nosotros, nuestros colaboradores, los miembros de los consejos pastorales, las personas que están implicadas en las parroquias se preguntan qué cambiará para ellos, cómo podrán experimentar concretamente en sus vidas ese discipulado misionero y esa corresponsabilidad sobre los que hemos reflexionado en nuestro trabajo”, dijo a la asamblea el 18 de octubre el cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo.
Esos colaboradores, dijo, “se preguntan cómo es posible en una Iglesia todavía poco sinodal, en la que sienten que su opinión no cuenta y que son unos pocos o uno solo los que deciden todo”.
Los miembros de la asamblea sinodal pasaron el 18 de octubre al tema de la “participación” y se prepararon para pasar cuatro días debatiendo el ejercicio de la autoridad y la responsabilidad en la Iglesia, así como los procesos y estructuras necesarios para promover una mayor participación en la vida y la misión de la Iglesia.
La sección iba a incluir un debate sobre las formas de fomentar el desarrollo de “prácticas de discernimiento y procesos de toma de decisiones” que involucren a todos los católicos en la búsqueda de la guía del Espíritu Santo y una mirada a cómo armonizar “las dimensiones sinodal y jerárquica” de la Iglesia.
Durante la Misa, como parte del Sínodo de los Obispos, celebrada por el Cardenal congoleño Fridolin Ambongo de Kinshasa en el Altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano en octubre 13 de 2023. (izq. y der.) Los participantes en la asamblea del Sínodo de los Obispos intercambian un signo de paz durante la Misa y (centro) Julia Oseka, miembro del Sínodo y estudiante de tercer año en la Universidad St. Joseph en Filadelfia, camina después de recibir la comunión. (Fotos CNS/Lola Gómez)
El documento de trabajo del sínodo también pedía a los miembros de la asamblea que consideraran cómo “fomentar la participación de las mujeres, los jóvenes, las minorías y las voces marginales en los procesos de discernimiento y toma de decisiones”.
El documento de trabajo señalaba: “La exigencia de una reforma de las estructuras e instituciones y de los mecanismos de funcionamiento en ordena a una mayor transparencia es particularmente fuerte en los contextos más marcados por la crisis de los abusos: sexuales, económicos, espirituales, psicológicos, institucionales, de conciencia, de poder, de jurisdicción”.
Al examinar la participación, el poder y la autoridad en la Iglesia – “temas delicados”, dijo el cardenal Hollerich – no se pide a la asamblea que aporte soluciones, sino sugerencias, que se estudiarán, discutirán y sobre las que se rezará a lo largo del próximo año antes de presentarlas a la asamblea sinodal prevista para 2024.
“Son temas que hay que abordar con precisión de lenguaje y de categorías”, dijo el cardenal. “Son cuestiones delicadas porque afectan a la vida concreta de la Iglesia y también el dinamismo de crecimiento de la tradición: un discernimiento equivocado podría cortarla o congelarla. En ambos casos la mataría”.
El padre Dario Vitali, profesor de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y coordinador de los teólogos que asisten al sínodo, dijo a los miembros que le llamaba la atención la frecuencia con que los participantes en la sala se hacían eco de la descripción del Concilio Vaticano II de la Iglesia como “sacramento”, “signo e instrumento” de unidad con Dios y con la humanidad, pero cuán pocas veces alguien utilizaba la descripción del Vaticano II de la Iglesia como “Pueblo de Dios”.
Al hablar de “participación, responsabilidad y autoridad”, dijo, los miembros del sínodo harían bien en reconocer la insistencia del Vaticano II en que “antes que las funciones está la dignidad de los bautizados; antes que las diferencias, que establecen jerarquías, está la igualdad de los hijos de Dios”.
Los dones, carismas y oficios en la Iglesia – incluido el ministerio sacerdotal ordenado, el oficio de obispo y el de Papa – están destinados a servir a la misión de todo el cuerpo, dijo.
La Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II se refería al “‘sacerdocio común de los fieles y al sacerdocio ministerial o jerárquico’ como formas distintas de participación en el sacerdocio de Cristo”, dijo el padre Vitali. “Este pasaje fue innovador por la elección de volcar los dos temas en juego; anteponer el sacerdocio común al sacerdocio ministerial significa romper una relación asimétrica de autoridad-obediencia que estructuraba la Iglesia piramidal”.
El padre dominico Timothy Radcliffe, antiguo superior de su orden que actúa como guía espiritual del sínodo, dijo a los miembros que mucha gente le ha dicho: “Este sínodo no cambiará nada”.
Agunos lo decían con esperanza, mientras que otros lo decían con miedo, dijo. Pero para él, “eso es una falta de fe en el nombre del Señor”, que ha prometido estar con la Iglesia y renovarla, “aunque quizá de maneras que no son inmediatamente obvias”. Esto no es optimismo, sino nuestra fe apostólica”.
El padre Radcliffe también pidió a la asamblea que reflexionara: “¿Cómo podemos ser un signo de paz si estamos divididos entre nosotros?”
Mientras los miembros del Sínodo buscan formas de fortalecer la sinodalidad de la Iglesia, les instó a fijarse en lo que Dios ya está haciendo.
“Hoy nuestro Dios ya está dando vida a una Iglesia que ya no es principalmente occidental: una Iglesia que es católica oriental, asiática, africana y latinoamericana”, dijo. “Es una Iglesia en la que las mujeres ya están asumiendo responsabilidades y renovando nuestra teología y espiritualidad. Ya hay jóvenes en todo el mundo, como vimos en Lisboa, que nos están llevando en nuevas direcciones, hacia el continente digital”.
Así que, aunque “¿qué debemos hacer?” es una pregunta legítima, dijo, “una pregunta aún más fundamental es: ¿qué está haciendo Dios?”
En cuanto al miedo, dijo, “lo nuevo es siempre una renovación inesperada de lo viejo. Por eso, cualquier oposición entre tradición y progreso es totalmente ajena al catolicismo”.