Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
“Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo..,” se proclamó el primer domingo de Adviento en la segunda lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios. (1:3) Podemos decir que este es el saludo característico de San Pablo cuando escribió a cada una de las comunidades cristianas que ayudó a establecer.
Este es el saludo al comienzo de las cartas a los Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón. Asimismo, San Pedro saluda a sus hermanos cristianos en sus dos cartas con un saludo casi idéntico y va un paso más allá en su entusiasmo con la frase “en abundancia.”
Este saludo característico no fue solo un saludo amistoso de los dos apóstoles, sino que es la inspiración del Espíritu Santo a lo largo de las páginas del Nuevo Testamento, así como la mente y el corazón de Jesucristo que comenzaron en la Última Cena y se anunciaron a lo largo de las apariciones de resurrección. Este saludo enmarca la Biblia como las últimas palabras inspiradas del libro de Apocalipsis. “El que da este testimonio dice: “El que testifica de estas cosas dice: «Sí, vengo pronto». Amén. Ven, Señor Jesús. La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.” (Apocalipsis 22:20-21)
Maranatha – ven, Señor Jesús– es el anhelo y la visión del tiempo de Adviento. Pero este deseo es fundamental para nuestra creencia y esperanza durante todo el año, especialmente en la celebración de nuestra Eucaristía.
Después de la consagración y transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor, la congregación pronuncia: “cuando comemos este pan y bebemos esta copa, proclamamos tu muerte, oh, Señor, hasta que vuelvas”.
Antes de recibir la sagrada comunión después del Padrenuestro, el sacerdote hace la siguiente súplica al Dios vivo. “Líbranos, Señor, te pedimos de todo mal, y concédenos paz en nuestros días, para que con la ayuda de tu misericordia estemos siempre libres de pecado y a salvo de toda angustia mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
Cuando proclamamos el Credo de Nicea después de la homilía, expresamos nuestro anhelo por la venida del Señor, “… Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.” Amén.
Los versículos finales de la Biblia infunden a la Misa esperanza y gracia escatológica, recordándonos que “porque no tenemos aquí ciudad permanente”, (Hebreos 13:14) porque “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo. (Filipenses 3:20) A intervalos regulares, es un regalo poder trascender nuestro mundo y circunstancias y elevar nuestro corazón y mente a Dios a través de la fe, la oración y la alabanza.
Sin embargo, esto no es una invitación a escapar de las pruebas, tribulaciones y tentaciones. Ven, Señor Jesús, también está arraigado en el momento presente.
Con San Pablo, nos alegramos de saber que el Señor está cerca, está a la puerta y llama. (Apocalipsis 3:20) Por lo tanto, para que el Señor venga, nuestra oración está destinada al momento actual.
El saludo característico de San Pablo y San Pedro pidiendo gracia y paz en abundancia de Dios, es el paquete de regalo de Dios, para ayudarnos a alcanzar nuestro destino eterno. Su objetivo es librarnos de todo mal, liberarnos del pecado y mantenernos a salvo de toda angustia mientras aguardamos la bienaventurada esperanza.
¿No se encuentran éste entre los mejores regalos?
Al considerar legítimamente los regalos que estamos comprando para aquellos a quienes amamos, no dejemos desatendido y sin abrir este paquete de gracia y paz. Estos dones están a nuestra disposición en la oración diaria, en la Misa y en todos nuestros actos de cuidado amoroso en la vida diaria. De hecho, es éste el paquete que sigue dando por siempre. Es la abundancia de Dios.
¡Maranatha, Ven, Señor Jesús!