Por Rhina Guidos
SAN DIEGO (OSV News) – El último intento de reforma migratoria del Congreso estadounidense, a principios de febrero, estaba fracasando. Las hermanas estaban pendientes de ello. Pero su atención, del 5 al 9 de febrero, se centraba en el camino – a través del frío desierto – desde San Diego, California, EE.UU., hacia México.
Intentaban descubrir lo que el paisaje, los migrantes y el Espíritu Santo quería decirles durante una “peregrinación fronteriza” de cinco días.
“Esto no fue solo monjas cruzando la frontera y sintiéndose bien”, dijo la hermana Suzanne Cooke, provincial de EE.UU.-Canadá de la Sociedad del Sagrado Corazón, una de las casi dos docenas de hermanas de diversas congregaciones que participaron.
La peregrinación fue una oportunidad para contemplar “¿qué está diciendo Dios?” y reconocer “¿cuál es” la “responsabilidad? (de cada una de las hermanas)”, dijo la hermana Cooke a Global Sisters Report el 9 de febrero.
Las hermanas quedaron impresionadas por las historias de las personas que conocieron en ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México, entre ellas la de una familia de 10 miembros proveniente de Afganistán que huía del trato que los talibanes daban a las mujeres; otra familia peruana de siete miembros que se marchó tras las amenazas de elementos criminales; y un joven checheno que escapaba de Rusia.
A pesar del silencio, los paisajes por los que las hermanas pasaron en el desierto tenían mucho que decir sobre las tragedias y la ignominia a las que se enfrentan cada vez más los migrantes, como “un campo de alfarero con una valla”, como se refirió una hermana a una parcela de tierra donde están enterrados restos humanos no identificados, posiblemente de migrantes.
También visitaron un campamento abandonado, el único refugio que protegía a los que habían recientemente cruzado la frontera, enfrentándose a la lluvia fría y la nieve que han azotado el desierto al sur de San Diego esta temporada.
“Hablábamos de (hacer) ‘peregrinación’, pero parece casi como un viacrucis”, dijo la hermana Suzanne Jabro, de San José de Carondelet, al referirse a los relatos de penurias a lo largo del camino. Jabro, junto con la hermana Lisa Buscher, de la congregación Religiosas del Sagrado Corazón; la hermana Mary Waskowiak, de la Misericordia, y el fraile franciscano Keith Warner – todos ellos de la zona californiana de San Diego y Palm Desert – organizaron la peregrinación, que inició y culminó con una reflexión en la Escuela Franciscana de Teología de la Universidad de San Diego.
Los organizadores dijeron que esta era una oportunidad para que las congregaciones reflexionaran sobre “los próximos pasos en el ministerio con los migrantes, ya sea en servicio directo, atención pastoral, educación o defensa”. Pero la peregrinación también brindó la oportunidad de establecer contactos y discernir, como religiosos, lo que está ocurriendo en la frontera más allá de los titulares y cómo responder, según afirmó la hermana Jabro.
La peregrinación buscó ir más allá de una experiencia de inmersión en la frontera, explicó la hermana Buscher, quien se esforzó porque las hermanas observaran la situación “con los ojos del corazón”.
A veces, observar de esa manera parecía causar dolor y lágrimas.
La hermana Clara Malo Castrillón, superiora provincial de las Religiosas del Sagrado Corazón de México, lloró mientras apoyaba la cabeza contra una valla metálica que separaba los restos de migrantes enterrados en el cementerio Terrace Park de Holtville, California, durante una parada de la peregrinación el 7 de febrero.
Al estar prohibida la entrada de esa parte del cementerio, ella y otras hermanas tiraron flores por encima de la valla, las cuales cayeron cerca de los ladrillos marcados con el nombre genérico John Doe que se le pone en inglés a cadáveres cuya identidad se desconoce. Rezaron por los que están enterrados allí; algunos murieron ahogados o por el calor. También elevaron sus oraciones por las familias de los enterrados, las que quizá nunca sepan qué les ocurrió a sus seres queridos.
La hermana Phyllis Sellner, de las Hermanas de San Francisco de Rochester, Minnesota, dijo que la imagen de la Sagrada Familia se le venía a la mente al contemplar el frío paisaje de otra parada que hicieron durante la peregrinación: un campamento abandonado cerca de Jacumba Hot Springs, una pequeña comunidad en el desierto al sur de San Diego.
Hasta hace poco, este lugar servía de centro de detención no oficial al aire libre para migrantes que se entregaban a las autoridades fronterizas. Los voluntarios habían estado llevando agua, alimentos y otros artículos de primera necesidad a quienes se encontraban en el desolado paraje natural tras cruzar la cercana frontera con Estados Unidos.
Algunas hermanas del grupo rezaban, otras observaban el interior de las tiendas y los objetos que los migrantes habían dejado y que ofrecían poca protección del frío: sacos de dormir mojados, zapatos y una pequeña olla con un gran trozo de madera que parecía haber servido para mezclar comida.
“Fue muy desalentador para mí. No dejaba de pensar en María y José viajando por entre las piedras a través del desierto, probablemente encontrándose con gente que no los quería allí. Todo aquello se agolpaba en mi mente”, dijo la hermana Sellner en una reflexión al final de la peregrinación.
Pero las hermanas también compartieron sonrisas, dulces y ayudaron a romper piñatas en forma de corazón para celebrar el Día de San Valentín con los niños y adultos del refugio Cobina Posada del Migrante de Mexicali, México, el 8 de febrero.
Por su parte, las mujeres del refugio prepararon pozole, una popular sopa mexicana de maíz, para compartir con las hermanas. Sin embargo, la magnitud de la difícil situación humanitaria no se podía ocultar. Una mujer hondureña entró al refugio durante la celebración con su marido, quien afectado por la diabetes enfrentaba un fallo renal y tenía una herida profunda en la pierna.
Al día siguiente la hermana Malo reflexionó sobre lo duro que fue ver las dificultades de algunas de las personas que conocieron las hermanas, muchas de las cuales huían de “una violencia que nadie puede detener”, o de la corrupción y otros males.
“La vida podría ser buena para la mayoría de estas personas” si los gobiernos se esforzaran por resolver los problemas, dijo y añadió que era triste saber que “la única respuesta que se les ocurre (a los migrantes) es decir: ‘Vámonos a los Estados Unidos'”, porque no ven soluciones en su país.
La hermana Anne Carrabino, de las Hermanas del Servicio Social, dijo que pensaba en cómo la política estadounidense de la Guerra Fría y su intervención en el pasado en América Latina tuvieron mucho que ver con la creación de factores que han llevado a la gente a abandonar sus países de origen. Y, sin embargo, abandonar países de origen en turbulencia no siempre es la solución, dadas las dificultades y, a veces, la hostilidad que encuentran las personas que se desplazan, incluso si consiguen entrar a un país más estable – ya sea de manera legal o de otro modo.
“Estaba pensando que no tienen ni idea de lo que les espera”, expresó.
Para la hermana Mary Grace Ramos, las visitas y paradas de la semana le hicieron regresar a su pasado: recordó cómo su madre se vio obligada a dejar a su familia en Filipinas para buscar trabajo en Hong Kong y, más tarde, en Canadá. La religiosa, perteneciente a la orden de las Hermanas de San José de Orange, compartió que su madre tomó esa decisión para que sus hijos tuvieran acceso a la educación.
“No ocurre solo aquí”, dijo Ramos, luchando por contener sus lágrimas. “Ocurre en Asia… toda esta lucha… está ocurriendo en todo el mundo”.
La hermana Catherine Murray, de las Hermanas Dominicas de San Rafael, considera a la peregrinación como “un viaje santo”, tanto en las experiencias positivas encontradas como en los desafíos y dificultades.
“La actitud con la que vengo es que esto no es una excursión”, aseveró la hermana Murray, presidenta de la región 14 de la Conferencia de Liderazgo de Religiosas. Al igual que la hermana Carrabino, indicó que era importante compartir la experiencia de la peregrinación con otras comunidades religiosas y discernir qué pasos dar en el futuro.
En medio del viaje fronterizo de las hermanas, el 7 de febrero los republicanos del Senado estadounidense rechazaron un raro proyecto de ley bipartidista sobre inmigración, al que las hermanas habían estado prestando atención. Independientemente de lo que ocurra – o no – en el Congreso, las hermanas parecían animadas por su experiencia.
“Necesitamos contar la historia, necesitamos servicios, necesitamos todo”, dijo la hermana Carrabino. “Tenemos ideas y energía”.
La hermana Waskowiak informó a GSR que los acontecimientos en la frontera están atrayendo cada vez más el interés de comunidades religiosas.
“Sé que muchas religiosas sienten que esta es una nueva vocación”, indicó a GSR. “Antes, era la enseñanza. Ahora, es la frontera. Este es el momento”.
(Rhina Guidos es corresponsal regional para América Latina de Global Sisters Report.)