Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Hace 125 años que el Papa León XIII consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesús en los albores del siglo XX. Hace veinticinco años, en los albores del nuevo milenio, el Papa Juan Pablo II consagraba el mundo de nuevo al Sagrado Corazón implorando especialmente a la Iglesia, pero a todas las personas de fe y de buena voluntad, a que vieran en el Sagrado Corazón de Jesús la esencia de Dios que es amor.
Cada año en nuestro calendario litúrgico se conmemora la fiesta del Sagrado Corazón el viernes después del Corpus Christi, Solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor. ¡Cuán apropiada es esta combinación sagrada! Del costado traspasado (corazón) del Salvador crucificado fluyó sangre y agua, don del amor eterno y fuente de la vida sacramental de la iglesia, el bautismo y la Eucaristía.
La espiritualidad del Sagrado Corazón se arraigó y floreció constantemente desde la época de las visiones de Santa Margarita María Alacoque, VHM en la década de 1670 hasta los principales movimientos del siglo XIX.
El cardenal John Henry Newman, un fenomenal teólogo y apologista que abrazó la fe católica en la mediana edad, eligió como su lema episcopal en 1879 “Cor ad Cor loquitur,” el corazón habla al corazón. En el centro de su destreza intelectual y dedicación pastoral estaba el palpitante Sagrado Corazón del Señor sólidamente anclado en las Escrituras. “Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo.” (Efesios 1:18)
Un año antes, al otro lado del canal en Francia, en 1878 el padre Leo John Dehon recibió permiso del Vaticano para establecer la comunidad religiosa de los Sacerdotes del Sagrado Corazón, el 20 de febrero del mismo año, en que el Papa León XIII comenzó su largo mandato que duraría hasta 1903.
¿Vemos aquí un patrón? El Espíritu Santo trabajó arduamente para inspirar a los creyentes desde el centro de la iglesia hasta todos los puntos cardinales a abrazar el Sagrado Corazón de Jesús. El amor por Jesucristo en su Sagrado Corazón es eucarístico de principio a fin, ya que escuchamos las palabras del Señor resonando a través del tiempo en cada Misa: “…este es mi cuerpo, …esta es mi sangre derramada”. (Marcos 14:22-24)
Ser lavado en la Sangre del Cordero (Apocalipsis 7:14) es la fuente del Avivamiento Eucarístico. Sin embargo, el amor por el Sagrado Corazón y el sacrificio del Señor no puede contenerse dentro de nuestras iglesias, por muy sagradas que sean. El carisma de los Sacerdotes del Sagrado Corazón es transformar el mundo en el que vivimos a través de actos de compasión, justicia y misericordia. Esta labor de amor en nombre del Reino de Dios ha estado muy viva en el norte de nuestra diócesis durante más de 80 años a través de la dedicación de los Padres del Sagrado Corazón (SCJ).
Asimismo, el Papa León XIII, en su amor por el Sagrado Corazón de Jesús, anhelaba una mayor justicia para todos los trabajadores durante la Revolución Industrial, cuando tantos, incluidos los niños, estaban siendo aplastados bajo la rueda de la industria. Su histórica encíclica Rerum Novarum o “Los derechos y deberes del capital y el trabajo” se valora como el documento fundamental de las Enseñanzas Sociales de la Iglesia en cada generación desde entonces.
El Sagrado Corazón de Jesús está bien integrado en la oración litúrgica y personal de la Iglesia. Celebramos y apreciamos este símbolo del amor eterno de Dios cada primer viernes del mes sabiendo que es un amor derramado todos los días del año para inflamar nuestra adoración e inspirar nuestras acciones en nombre de una mayor justicia y paz en nuestro mundo.
Oración del Jubileo: “Consagro ahora mi corazón a tu Sagrado Corazón, Jesús. Eres el Hijo de Dios a quien amo con todo mi corazón. Te ofrezco mi cuerpo, mi alma, mi mente y mi corazón. Recíbeme, santifícame, haz mi corazón como el tuyo y guíame por el camino del amor perfecto hoy y todos los días de mi vida. Amén.”