Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Con muchos de los temas concretos y controversiales eliminados de la agenda – ya que están siendo discutidos por grupos de estudio – algunas personas se preguntan qué harán los miembros del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad cuando se reúnan en el Vaticano en octubre.
Para el Papa Francisco y los organizadores del sínodo, sin embargo, sacar de la mesa temas como el diaconado de mujeres o la formación en los seminarios permitirá a los 368 miembros del sínodo centrarse en su tarea principal: Encontrar formas de asegurar que las costumbres de la Iglesia, las formas de hacer las cosas, los tiempos y horarios, el lenguaje y las estructuras puedan canalizarse adecuadamente para la evangelización del mundo de hoy en lugar de para su autopreservación.
El cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, citó las palabras de la exhortación del Papa Francisco de 2013, “La alegría del Evangelio”, al explicar en qué consistía el proceso de tres años del sínodo sobre la sinodalidad.
El documento de trabajo para la segunda sesión del sínodo del 2 al 27 de octubre resumía como su tarea “identificar los caminos a seguir y los instrumentos a adoptar en los diferentes contextos y circunstancias, para potenciar la originalidad de cada bautizado y de cada Iglesia en la misión única de anunciar al Señor Resucitado y su Evangelio al mundo de hoy”.
En el prefacio de un libro sobre la sinodalidad, publicado en el diario vaticano el 24 de septiembre, el cardenal Grech escribió que las consultas celebradas con católicos de todo el mundo a partir de 2021-2022 “constataron, no sin decepción, el problema de una Iglesia percibida como una comunidad exclusiva y excluyente: la Iglesia de las puertas cerradas, de las costumbres y de los peajes que hay que pagar”.
“Lo que debe cambiar no es el Evangelio, sino nuestra manera de proclamarlo”, afirmó.
La tarea de los miembros del sínodo – obispos, sacerdotes, miembros de órdenes religiosas y laicos – será definir mejor o al menos describir lo que se entiende por sinodalidad y sugerir formas de vivir esa visión.
En concreto, eso significa: ayudar a las personas a escucharse unas a otras y al Espíritu Santo; examinar las relaciones dentro de la Iglesia y asegurarse de que capacitan a cada miembro para asumir la responsabilidad de la misión de la Iglesia; llegar a las personas que se han sentido rechazadas o excluidas por la Iglesia; aumentar la responsabilidad de las personas en puestos de liderazgo; garantizar que los consejos parroquiales y diocesanos sean verdaderamente representativos y escuchados; y aumentar las oportunidades para que las mujeres pongan sus dones y talentos al servicio de la Iglesia, incluso en el liderazgo y la toma de decisiones.
Aunque esos objetivos tienen sentido desde un punto de vista organizativo, la Iglesia católica se ve a sí misma como el cuerpo de Cristo, no como una organización, y tradicionalmente ha vinculado la tarea de gobierno y toma de decisiones a la ordenación. La forma de ejercer esa autoridad puede variar según la Iglesia, el país y la cultura. Los miembros del Sínodo proceden de más de 110 países y de 15 de las iglesias católicas orientales.
Parte del discernimiento del sínodo implica escucharse unos a otros y al Espíritu Santo para respetar las tradiciones de las personas con “t” minúscula, al tiempo que se está abierto a algo nuevo. La frecuente observación del Papa Francisco de que el Espíritu Santo toma la diversidad y a partir de ella crea armonía, no uniformidad, es una prueba para una Iglesia que es universal a la vez que increíblemente variada.
En el mismo texto publicado por el diario vaticano el 24 de septiembre, el cardenal Grech escribió 24 de septiembre, el cardenal Grech escribió: “Mientras que tradicionalmente el catolicismo se ha centrado más en lo ‘singular’, identificando en la unidad ‘cum et sub Petro’ (‘con y bajo Pedro’) una salvaguardia contra la dispersión y el error, hoy sentimos la necesidad de reequilibrar el discurso dando espacio a lo ‘plural’, para que la unidad no degenere en uniformidad, apagando la imaginación del Espíritu Santo, que esparce semillas de verdad y de gracia en los diferentes pueblos y en sus variadas culturas”.
El cardenal Grech también insistió en que la crítica del sínodo al “clericalismo”, como la del Papa Francisco, no proviene de algún “igualitarismo filosófico o político”, sino de la “ansiedad misionera”.
“De hecho, al socavar el potencial de los hombres y mujeres laicos en el trabajo de evangelización, el clericalismo debilita la misión, haciendo que la Iglesia sea más frágil ante el desafío de compartir el Evangelio en el mundo”, escribió el cardenal.
El clericalismo restringe la evangelización al clero, dijo, y “deja a los ‘simples’ bautizados en una posición de pasividad, como si el mandato misionero del Señor Resucitado no se aplicara también a ellos”.