Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Las parroquias y las diócesis deben actuar rápidamente para dar vida a los órganos consultivos y a una amplia participación en la misión y el ministerio ya previstos por la ley eclesiástica si la Iglesia Católica ha de tener alguna esperanza de convertirse en una Iglesia más “sinodal”, dijeron los miembros del Sínodo de los Obispos.
“Sin cambios concretos, la visión de una Iglesia sinodal no será creíble y alejará a los miembros del Pueblo de Dios que han recibido aliento y esperanza del camino sinodal”, dijeron los miembros en el documento final que aprobaron el 26 de octubre.
El Papa Francisco convocó el sínodo en 2021, pidiendo a parroquias, diócesis y conferencias episcopales que celebraran sesiones de escucha antes de la primera asamblea sinodal en Roma en 2023. La segunda asamblea que tuvo lugar este año e incluye a la mayoría de los mismos miembros, comenzó con una Misa en el Vaticano el 2 de octubre.
Los miembros votaron sobre cada uno de los 155 párrafos del documento, en el que se hacían sugerencias y solicitudes al Papa Francisco que incluían proyectos a largo plazo, como continuar el discernimiento sobre la posibilidad de mujeres diáconos, la necesidad de reformar la formación en los seminarios y la esperanza de que más laicos participen en la selección de obispos.
Pero también incluían acciones que podrían y deberían ponerse en práctica inmediatamente, como contratar a más mujeres y laicos para enseñar en los seminarios o hacer que los obispos hagan obligatorios los consejos pastorales en todas las parroquias y que los párrocos se aseguren de que esos órganos sean realmente representativos de los miembros de la parroquia y de que él escucha sus consejos.
Los funcionarios del Sínodo afirmaron que todos los párrafos fueron aprobados por los dos tercios necesarios de los miembros del Sínodo presentes y votantes; 355 miembros estuvieron presentes y votaron, por lo que la aprobación requirió 237 votos. Un párrafo dedicado a aumentar el perfil de la mujer en la Iglesia recibió, con diferencia, el mayor número de votos negativos de todos los párrafos, con 97 miembros que votaron no y 258 que votaron sí. El apartado, que requería el 66 % de los votos, fue aprobado con el 72 %.
“En términos simples y concisos”, dijeron los miembros, “la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo”.
En una Iglesia sinodal, decía el documento, los miembros tienen funciones diferentes, pero trabajan juntos por el bien de todos los miembros y por la misión de la Iglesia.
Al igual que el informe de síntesis de la primera asamblea del sínodo de 2023, el documento final no utilizaba el término “LGBTQ” ni siquiera “homosexualidad” y sólo hablaba brevemente de la necesidad de llegar a las personas que “experimentan el dolor de sentirse excluidas o juzgadas a causa de su situación matrimonial, identidad o sexualidad”.
El documento se refería repetidamente a la “igual dignidad” de los hombres y las mujeres en virtud de su bautismo e insistía en que la Iglesia Católica necesitaba hacer más para reconocer las contribuciones de las mujeres a la vida y misión de la Iglesia y su potencial para ofrecer más.
“Las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de sus funciones en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia”, afirmó. “Esto va en detrimento del servicio a la misión compartida de la Iglesia”.
Los miembros del sínodo pidieron la “plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer”, y afirmaron que “no hay nada en las mujeres que les impida desempeñar funciones de liderazgo en las Iglesias: lo que viene del Espíritu Santo no debe detenerse”.
“Sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal”, dijeron. “Este discernimiento debe continuar”.
La pregunta sobre el diaconado femenino fue uno de los temas que el Papa Francisco asignó a los grupos de estudio la primavera pasada. Los miembros del Sínodo pidieron a la Secretaría General del Sínodo que siga velando por la calidad sinodal del método de trabajo de los grupos de estudio, que deben informar al Papa en junio de los temas en los que se han enfocado.
El proceso sinodal, decían los miembros, era una “llamada a la alegría y a la renovación del Pueblo de Dios en el seguimiento del Señor y en el compromiso al servicio de su misión y en la búsqueda de caminos de fidelidad”.
Pero el documento reconocía repetidamente el crimen y el pecado del abuso sexual clerical y del abuso de poder, e insistía en que el compromiso con la sinodalidad – en particular con aprender a escuchar y con las formas necesarias de transparencia y responsabilidad – eran esenciales para prevenir los abusos.
La sinodalidad, dijeron los miembros, “ayudará a superar el clericalismo entendido como el uso del poder en beneficio propio y la distorsión de la autoridad de la Iglesia que está al servicio del Pueblo de Dios. Esto se expresa especialmente en los abusos sexuales, económicos, de conciencia y de poder por parte de los ministros de la Iglesia”.
Las mujeres y los hombres laicos tienen muchos talentos que pueden y deben ayudar a los obispos y párrocos en el buen funcionamiento de sus diócesis o parroquias, expresaron los miembros del Sínodo. Aprovechar esos talentos puede ayudar a obispos y a sacerdotes, quienes a menudo se sienten sobrecargados de trabajo.
Cuando las leyes de la Iglesia exijan a los obispos que consulten a su consejo sacerdotal o pastoral, o a los párrocos que consulten al consejo parroquial, decía el documento, “no pueden proceder como si no hubiera tenido lugar”.
“Como en cualquier comunidad que vive según la justicia”, decía, “el ejercicio de la autoridad no consiste en la imposición arbitraria de una voluntad”.
Los miembros del Sínodo también dijeron que escuchar, consultar, orar y discernir antes de tomar una decisión no es el final del proceso. “Debe ir acompañado y seguido de prácticas de rendición de cuentas y evaluación en un espíritu de transparencia inspirado en criterios evangélicos”.
Garantizar la rendición de cuentas y la evaluación periódica del desempeño de todos los que ejercen el ministerio en nombre de la Iglesia “no es una tarea burocrática porque sí. Es más bien un esfuerzo comunicativo que se revela como una poderosa herramienta educativa para provocar un cambio en la cultura”, afirmaron los miembros del sínodo.
Un tema que suscitó debate durante el sínodo fue el de la autoridad de las conferencias episcopales nacionales, sobre todo en temas doctrinales.
Los miembros del Sínodo, en el documento final, pidieron que se estudiara el estatuto teológico y jurídico de las conferencias episcopales y que se definiera con claridad “el ámbito de la competencia doctrinal y disciplinar” de dichas conferencias.