Recordándolo como profeta de los pobres y desposeídos,México despide al padre Marcelo Pérez

Por David Agren
CIUDAD DE MÉXICO (OSV News) – El padre Marcelo Pérez, un defensor de los pueblos indígenas que dedicó su vida a la promoción de la paz quien fue asesinado hace unos días, fue enterrado en su tierra natal en medio de indignación y reclamos de justicia.
El padre Pérez, sacerdote de origen tzotzil de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, fue recordado por proteger a los pobres y desposeídos, al tiempo que buscaba el diálogo cuando era posible y denunciaba siempre la injusticia en una región cada vez más violenta.
“El padre Marcelo cuidaba especialmente de los más pobres, de los más débiles, de los más desprotegidos y los cuidaba de la gente abusiva, de la gente poderosa, de la gente que se siente dueña de la sociedad y de la tierra y que no me importa dañar la vida del prójimo para enriquecerse o para adquirir mayor poder político para adquirir todo lo que ellos quieren”, dijo el obispo emérito de Saltillo, José Raúl Vera López, durante una emotiva Misa al aire libre a la que asistieron cientos de pobladores en San Andrés Larrainzar.

Dolientes rodean el féretro del padre Marcelo Pérez durante su entierro en San Andrés Larrainzar, en el estado sureño de Chiapas, México, 22 de octubre de 2024. El padre Pérez, que ejerció su ministerio en regiones indígenas plagadas de conflictos territoriales y posteriormente denunció la violencia de los cárteles de la droga, fue asesinado a tiros el 20 de octubre cerca de la iglesia de Guadalupe en San Cristóbal de las Casas. (Foto OSV News/Gabriela Sanabria, Reuters)

“Él se preocupó especialmente de las personas que eran dañadas en su dignidad, en el trato injusto de parte de autoridades o de parte de personas abusivas. Esto, queridas hermanas y queridos Hermanos Es lo que nos dice hoy el Señor Jesucristo”, dijo monseñor Vera, quien era obispo coadjutor en San Cristóbal de las Casas cuando el padre Pérez ingresó al seminario menor.
“Esta es la razón por la que él murió con su palabra de profeta, que es Palabra de Dios”.
Los dolientes en su entierro gritaban: “¡Viva el padre Marcelo!” y “Marcelo, amigo, el pueblo está contigo”.
Pero el impacto de la muerte del padre Pérez golpeó duramente a los habitantes de Chiapas y suscitó la condena generalizada de los católicos de todo el país, así como de muchos miembros de la sociedad mexicana. El padre Pérez había sufrido amenazas e intentos de asesinato por su labor como mediador en conflictos, atendiendo a víctimas de la violencia y enfrentándose a jefes políticos y grupos criminales.
Su asesinato se produjo en una época en que el estado mexicano de Chiapas – el cual ha sido asolado por la pobreza, la desigualdad y la discriminación de los grupos indígenas durante mucho tiempo – se convulsionó por la violencia de los cárteles de la droga, que han hecho huir a cientos de personas a la vecina Guatemala.
El padre Pérez fue asesinado a tiros tras celebrar Misa en San Cristóbal de las Casas el 20 de octubre. Las imágenes de las cámaras de seguridad mostraron al sacerdote saliendo de la iglesia, subiendo a su coche y siendo asesinado a balazos a través de la ventana por un agresor que huyó del lugar.
El gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, anunció el 22 de octubre que se había detenido a un sospechoso. La presidenta Claudia Sheinbaum anunció ese mismo día que la fiscalía federal investigaría el crimen.
Sheibaum, quien asumió el cargo el 1 de octubre, aprovechó su conferencia de prensa matutina del 22 de octubre para destacar la encuesta de “percepción social de Inseguridad” del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que mostró una mejor situación de seguridad.
“En el país la gente se siente más segura que en el 2018” – cuando su predecesor y mentor, el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el cargo – e incluso más “que en el 2013”, dijo.
Con referencia a la situación en Chiapas, ella dijo que “es importante trabajar para que no vuelva a ocurrir una situación así y que no haya desplazamientos y pacificar, y evitar extorsiones y delitos que se están presentando”.
La reacción de la presidente reflejó una tendencia del partido gobernante, Morena, a restar importancia a la violencia, incluso cuando ésta se extiende a zonas del país antes consideradas como plácidas.
El padre Pérez, sin embargo, se pronunció sobre la violencia en Chiapas a lo largo de su sacerdocio – y especialmente cuando la violencia se intensificó en ese lugar.
Le dijo a los periodistas que cubrían una marcha por la paz convocada el 13 de septiembre por las tres diócesis católicas de Chiapas que, en muchas comunidades y municipios, la violencia es realmente insoportable.
El padre Pérez nació en San Andrés Larrainzar, un pueblo indígena tzotzil (tsotsil) conocido por los Acuerdos de San Andrés firmados en 1996 por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno mexicano tras un levantamiento de los zapatistas por los derechos indígenas.
Ingresó en el seminario menor siendo adolescente y fue ordenado sacerdote en 2002. Era un sacerdote indígena poco frecuente en una diócesis con más de 400 diáconos indígenas casados, que fueron ordenados por el obispo Samuel Ruiz García – que promovió una iglesia autóctona en Chiapas – para atender mejor a comunidades remotas sin sacerdotes.
El padre Pérez sirvió al principio de su sacerdocio en el municipio de Chenalhó, escenario en 1997 de una tristemente célebre masacre en Acteal de un grupo católico pacifista conocido como Las Abejas, que se cobró 45 vidas. Pero después de ocho años en la dividida comunidad, logró la participación comunitaria “sin diferencia de ideología o de postura política en las asambleas litúrgicas y en la forma de formación”, dijo a OSV News el padre jesuita Pedro Arriaga.
Más tarde trabajó para encontrar la paz durante su siguiente asignación en Pantelhó, donde un grupo armado se sublevó contra un “strongman” local, lo que llevó a que se emitiera una orden de arresto en su contra.
Siempre luchó por la paz, pero no sin riesgos. Unos presuntos asesinos manipularon el sistema eléctrico de su coche para que explotara, pero no funcionó, según el padre Arriaga. En otra ocasión le aflojaron las ruedas. Le instaron a abandonar la diócesis, pero el padre Pérez se negó a huir.
“Había amenazas por tanto tiempo”, dijo el padre Arriaga, antiguo portavoz diocesano en San Cristóbal de las Casas.
Recordó al padre Pérez como “un profeta”, describiéndolo como “siempre del lado de los pobres. Muy radical y sin tener miedo a hacer declaraciones a la prensa”.
“Él consideraba la muerte como una posibilidad por estar denunciando esta situación”.

(David Agren escribe para OSV News desde la Ciudad de México.)