Por Eduardo Campos Lima
(OSV News) – Una semana después de que un terrible accidente de autobús cobrara la vida de al menos a 54 personas en Ciudad de Guatemala el 10 de febrero, incluidos niños, una nación conmocionada y la Iglesia exigen respuestas del gobierno sobre la regulación del traicionero negocio de los viajes en autobús en el país.
El Papa Francisco consoló a las familias de las víctimas en un telegrama del 14 de febrero, enviado el mismo día en que ingresó en el Hospital Gemelli de Roma para someterse a pruebas y recuperarse de una bronquitis.
El Santo Padre impartió una “sentida bendición apostólica” a las familias que lloran a sus seres queridos y a las que esperan noticias de los heridos graves y hospitalizados.
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Un telegrama enviado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, al arzobispo de Santiago de Guatemala, Gonzalo de Villa Vásquez, decía que el Santo Padre estaba “profundamente entristecido” por la “dolorosa noticia” y que rezaba por los fallecidos en el accidente.
Muchos católicos han prestado apoyo espiritual a las familias de las víctimas a varios niveles, y los obispos guatemaltecos han participado en misas en memoria de los fallecidos en el accidente de autobús.
El autobús recogió al menos a 70 pasajeros en Santo Domingo Los Ocotes, localidad del departamento de El Progreso, y los llevaba a la capital, un trayecto que no debería durar mucho más de una hora. En el vehículo viajaban hombres, mujeres y niños. Algunos pasajeros trabajaban en Ciudad de Guatemala; otros la visitaban con frecuencia para comprar productos que vender en su pueblo.
“Esos autobuses son comunes. Tienen una especie de parrilla donde las personas pueden poner su carga, sus mercancías para sus tiendas”, dijo a OSV News el padre Rigoberto Pérez, vicario en Ciudad de Guatemala y responsable de comunicación de la Iglesia guatemalteca desde hace muchos años.
Cuando el autobús llegaba a la zona norte de la capital, chocó contra otros coches, atravesó una barandilla y cayó desde un puente de 115 pies de altura a un arroyo contaminado.
“La mayoría de ellos murieron instantáneamente. Otros fueron llevados al hospital, pero murieron en el camino”, explicó el padre Pérez, actual responsable de comunicación de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM). Según el diario guatemalteco La Hora, dos pasajeros permanecen en cuidados intensivos.
La tragedia puso de manifiesto los riesgos y la desorganización a los que se enfrentan cada día muchos trabajadores guatemaltecos, dijo el padre Pérez. Las investigaciones en curso ya han demostrado que el conductor del autobús no tenía licencia profesional y que el vehículo circulaba fuera de su ruta autorizada.
La Iglesia reaccionó inmediatamente a la noticia del accidente. El obispo de Jalapa, José Benedicto Moscoso Miranda, que abarca El Progreso, envió el 10 de febrero una carta de condolencias a las familias de las víctimas.
El mensaje del obispo Moscoso, al que siguió otro mensaje de parte los obispos de Guatemala el 11 de febrero, decía ques estaba orando para que Dios les dé consuelo y ruego a toda la comunidad cristiana católica que rece y exprese su solidaridad.
Según Mons. Rodolfo Valenzuela Núñez, obispo de Verapaz y presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala, “La Iglesia como institución ayuda a quienes sufren sumándose a las voces de solidaridad y de condolencia que se manifestaron inmediatamente”.
El padre Pérez dijo que en diferentes diócesis y parroquias se realizaron varias celebraciones y servicios de oración en honor de las víctimas. En la Misa del 13 de febrero en la Catedral de Ciudad de Guatemala, con el presidente Bernardo Arévalo de León entre los asistentes, se leyó el telegrama del Papa Francisco enviado el 12 de febrero al nuncio apostólico en el país.