Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
En el corazón del Jubileo Ordinario de la Esperanza, aunque algo en segundo plano, se encuentra la Encíclica Papal, Dilexit Nos, que el Papa Francisco publicó en octubre del año pasado. Literalmente, el título declara, Él Nos Amó y a lo largo del documento el Santo Padre revela la verdad y la belleza del Sagrado Corazón de Jesús. Esta es la tercera de las Encíclicas del papa desde su Inauguración Papal el 19 de marzo de 2013, la Solemnidad de San José. En junio de 2015 presentó a la Iglesia y al mundo su logro innovador, Laudato Si, en alabanza a la creación de Dios y, a su vez, nuestra responsabilidad como buenos administradores de la tierra, nuestro hogar común. En medio de la pandemia en 2020 publicó su segunda encíclica social, Fratelli Tutti, que fue un llamado urgente al mundo y a la iglesia para un compromiso más profundo con la paz, la justicia y la unidad entre naciones y pueblos, y dentro del Cuerpo de Cristo. Casi cinco años después, en anticipación al Año Jubilar de la Esperanza, Dilexit Nos, nos devuelve al pie de la Cruz, la fuente de todo lo que es santo y bueno en nuestro mundo, y la base de nuestra esperanza.

En las primeras etapas de la Legalización de Convocatoria del Papa para el Año Jubilar, Spes non Confundit, La Esperanza no Defrauda, el Papa Francisco deja claro el vínculo indestructible entre la virtud teológica de la Esperanza y el Sagrado Corazón de Jesús. “La esperanza nace del amor y se basa en el amor que brota del corazón traspasado de Jesús en la Cruz.” (#3) Por lo tanto, debido a este amor eterno, con San Pablo estamos convencidos de que “nada ni nadie puede separarnos del amor de Cristo.” (Romanos 8,35) En Dilexit Nos, con amplio espacio para desarrollar la sabiduría de los siglos, el Papa presenta el gran amor de los santos bien conocidos y de innumerables otros en cada generación por el Sagrado Corazón de Jesús. En el mismo sentido, aclara que este amor por el Sagrado Corazón no es principalmente una devoción, porque el Sagrado Corazón representa a nuestro Señor Salvador en quien creemos, esperamos y amamos porque Él nos amó primero.
Los siguientes son los testimonios de algunos de los santos importantes a lo largo de los siglos. En el siglo XII, Bernardo de Claraval toma el simbolismo del costado traspasado del Señor y lo entiende explícitamente como una revelación y una efusión de todo el amor del corazón de Jesús. “Una lanza pasa por su alma hasta la región de su corazón. Ya no es incapaz de compadecerse de mi debilidad. Las heridas infligidas en su cuerpo nos han revelado los secretos de su corazón; nos permiten contemplar el gran misterio de su compasión.” Santa Teresa del Niño Jesús, la Pequeña Flor, a los 15 años hablaba de Jesús como aquel “cuyo corazón late en unísono con el mío… Sabes que yo misma no veo el Sagrado Corazón como todos los demás. Pienso que el corazón de mi esposo es solo mío, así como el mío es solo suyo, y le hablo en el aislamiento de este corazón a corazón, mientras espero contemplarlo cara a cara.”
San Juan Henry Newman, el gran intelectual del siglo XIX, tomó como expresión la frase Cor ad cor loquitur, ya que, más allá de todos nuestros pensamientos e ideas, el Señor nos salva hablando a nuestros corazones con su Sagrado Corazón. Fue en la Eucaristía donde Newman encontró el corazón vivo de Jesús, capaz de liberarnos. “Oh corazón más Sagrado, más amoroso de Jesús, Tú estás oculto en la Sagrada Eucaristía, y aún palpitas por nosotros.” Finalmente, más que nadie, la Santísima Madre nos enseña cómo vivir con el corazón de su Hijo. “Él descendió con ellos y llegó a Nazaret, y les obedecía, y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.” (Lucas 2, 51) Más allá de la devoción, con María el amor de su Hijo nos inspira a vivir, servir y cuidar con su mente y corazón.
Al final de Dilexit Nos, el Papa Francisco expresa el vínculo inquebrantable entre sus tres Encíclicas Apostólicas. “El presente documento puede ayudarnos a ver que la enseñanza de las Encíclicas sociales Laudato Si’ y Fratelli Tutti no están desligados de nuestro encuentro con el amor de Jesucristo. Porque es bebiendo de ese mismo amor que nos hacemos capaces de formar lazos de fraternidad, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de trabajar juntos para cuidar nuestra casa común. En un mundo donde todo se compra y se vende, el valor de las personas parece depender cada vez más de lo que pueden acumular con el poder del dinero. El amor de Cristo puede dar corazón a nuestro mundo y revivir el amor donde creemos que la capacidad de amar se ha perdido definitivamente.” Esta es la esperanza del Santo Padre y nuestra esperanza.