Columna invitada
Por Silvio Cuéllar
La Cuaresma es un tiempo de reconciliación y conversión. La Iglesia nos invita a tres prácticas esenciales: orar, ayunar y dar generosamente. No se trata solo de dejar de comer carne los viernes o de rezar más, sino de abrir nuestro corazón a Dios y a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados. Pero, ¿qué pasa cuando vemos que la sociedad en la que vivimos va en la dirección contraria, con actitudes cada vez más indiferentes al clamor de los necesitados?

Hemos visto en las noticias, que la presente administración, está reduciendo la ayuda a los más pobres, especialmente a los inmigrantes y refugiados con cancelaciones de fondos que eran administrados por organizaciones sin fines de lucro, entre ellas los programas para el reasentamiento de refugiados.
También se han anunciado la eliminación de casi un 90% de la ayuda al exterior de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional, o USAID – estos grandes recortes de fondos afectan a programas humanitarios que ayudaban a los más pobres del mundo con ayuda de emergencias, alimentos, medicinas, agua potable y prevención de enfermedades. El resultado ha sido que muchas de las organizaciones humanitarias han cesado sus operaciones o disminuido drásticamente su personal, poniendo en peligro la vida de muchos pobres en África, Latinoamérica, Oceanía, Medio Oriente y países en situaciones de emergencias.
Mientras algunos piensan que esto es solo un asunto político, para los cristianos esto es un asunto de fe. Jesús nos enseñó que en el rostro de cada persona necesitada estaba Él mismo: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me recibieron en su casa”. (Mateo 25, 35)
El Papa Francisco, en su reciente carta a los Obispos de Estados Unidos, les recordó que el trato a los inmigrantes es una prueba de nuestra fe. Diciendo que seguía con atención el inicio de un programa de deportaciones masivas en el país, él dijo, “el acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión”. Con el clima en que se vive en la actualidad, en lugar de recibir ayuda, ellos enfrentan rechazo, indiferencia y órdenes ejecutivas cada vez más duras.
Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer los católicos en esta Cuaresma? Debemos orar, sacrificarnos donando generosamente, y levantar nuestras voces, abogando por los que no tienen voz y ser luz en medio de la oscuridad.
–1. Orar
Oremos por los necesitados, por los inmigrantes, por los niños sin hogar y por los más pobres alrededor del mundo. Pidámosle a Dios que nos ayude a ser instrumentos de su amor y justicia. También pidamos por los gobernantes, para que sus corazones sean tocados por el amor de Dios y para que sus decisiones sean guiadas por la compasión en vez del miedo y la indiferencia.
Oremos por todos los que han perdido sus empleos y se encuentran ante la incertidumbre de un futuro incierto, y por aquellos que están siendo afectados por el cese de la ayuda internacional humanitaria.
–2. Ayunar
El ayuno no es solo dejar de comer, sino también puede ser sacrificarnos renunciando a algo para ayudar a los demás. ¿Podemos ayunar del consumismo, del egoísmo, de la indiferencia? En lugar de gastar en cosas que no necesitamos, podemos destinar ese dinero para ayudar a alguien que lo necesita.
Como parte de nuestro sacrificio podemos tal vez salir de nuestra zona de confort y usar nuestras voces apoyando las campañas de acción legislativa de los obispos contactando a nuestros representantes pidiendo que reactiven los fondos para reasentamiento de refugiados y la ayuda humanitaria internacional.
–3. Dar con generosidad
La limosna es un acto de amor. Personalmente, me gusta más usar la palabra ofrenda. No se trata solo de dar lo que nos sobra, sino de compartir con generosidad. Si Dios nos ha bendecido con un trabajo, un hogar, alimentos, también debemos pensar en aquellos que no tienen las bendiciones que disfrutamos.
Con los recortes recientes del gobierno a programas humanitarios, hoy más que nunca necesitamos ser generosos. Un modo de hacer eso es contribuir con la campaña Católica de Cuaresma Plato de Arroz de Catholic Relief Services, que ayuda a los más pobres del mundo. Estos fondos se reparten un 75% para ayuda humanitaria en todo el mundo y un 25% para aliviar la pobreza y el hambre en tu propia diócesis, según la página web de CRS. También podemos ser extra generosos con nuestra campaña diocesana de Caridades Católicas, en nuestra ofrenda semanal parroquial y alguna otra causa de beneficencia cerca de nuestro corazón. Podemos pagarle la comida a alguien, ofrecer nuestro tiempo como voluntarios o simplemente escuchar a quien está solo.
–El Juicio Final: ¿Qué le diremos a Dios?
Cuando llegue el día final, Dios no nos preguntará cuántas veces fuimos a Misa o si conocíamos bien nuestra fe católica. Nos preguntará algo más simple y profundo:
¿Cómo trataste a los más pobres y pequeños entre nosotros?
En Mateo 25, Jesús dice claramente que seremos juzgados por nuestro amor a los necesitados. “Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron” (Mateo 25:40). Pero también advierte que quienes cierran su corazón serán rechazados: “Apártense de mí, porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber…” (Mateo 25:41-43)
Que esta Cuaresma no pase en vano, que nuestro ayuno nos haga más solidarios, que nuestra oración nos haga más sensibles al sufrimiento ajeno y que nuestra generosidad refleje el amor de Dios. Ante la creciente indiferencia en nuestra sociedad, actuemos como el buen samaritano pues al final de nuestra vida, no importará cuánto dinero acumulamos, sino cuánto ayudamos y amamos a nuestro prójimo.
(Silvio Cuéllar es un escritor, compositor de música litúrgica y periodista. Él fue coordinador de la oficina del Ministerio Hispano y editor del periódico El Católico de Rhode Island en la Diócesis de Providence.)