Recorriendo el Camino de Pascua con esperanza

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Las siguientes palabras del profeta Isaías resuenan a lo largo de la temporada de Pascua, desde el domingo de la resurrección del Señor Jesús hasta Pentecostés. “yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa. (43:19)
A veces es difícil percibir la mano de la Providencia en nuestras vidas porque Dios también dijo a través del profeta, que “Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.” (Isaías 55:9)

Obispo Joseph R. Kopacz

Revisemos las narrativas esenciales de nuestra fe católica. Algo nuevo estaba brotando en la Última Cena cuando el Señor hizo lo impensable en el lavatorio de los pies de sus discípulos, continuo lo inimaginable en su declaración de que el pan y el vino en la Cena de Pascua serían para siempre su cuerpo y sangre en la Eucaristía. Por supuesto, no pudieron percibirlo, ni comprenderlo, y esto fue solo el comienzo de lo que sería una pesadilla. El sufrimiento, la tortura y la crucifixión de Aquel que los amaba con el corazón de Dios destrozaron los cimientos de sus vidas y los dispersaron a los cuatro vientos.

Para ellos era terriblemente obvio que era el final de una increíble carrera de tres años. Vamos a pescar. ¡Esperad! Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces. ¿No podían percibir que Dios estaba haciendo algo radicalmente nuevo?

Por supuesto que no, al menos no en la entrada de una tumba vacía. Todavía estaban entumecidos, incrédulos, y temían por sus vidas. Entonces, lo inesperado comenzó a suceder en las apariciones de la resurrección del Señor. Con el tiempo, los apóstoles y la compañía de discípulos, mujeres y hombres, se convirtieron en las nuevas creaciones que Dios había querido cuando el Espíritu Santo resucitó a Jesús de entre los muertos. Tenemos 50 días para saborear este milagro y misterio en las apariciones amadas a los apóstoles acurrucados con miedo en el cenáculo, a María Magdalena en el huerto, a los dos discípulos en el camino a Emaús, a los apóstoles que se fueron a pescar, o en el camino de regreso a Galilea, etc.

Con la resurrección del Señor el tiempo y la eternidad se abrazan. En esta unión divina proclaman las Sagradas Escrituras que “para el Señor un día es como mil años, y mil años son como un día”. (2Pedro 3:8) Es una bendición considerar que solo estamos al comienzo del tercer día desde la crucifixión y resurrección, y que la Pascua de 2025 está tan cargada de la grandeza de Dios en el Señor resucitado como lo estuvo esa primera mañana.

Dios está constantemente obrando a favor de nuestra salvación, invitándonos a pasar de innumerables sombras y tinieblas a su propia luz maravillosa. Estamos llamados a ser peregrinos de esperanza durante este Año Jubilar y el Señor resucitado busca remover la piedra y entrar por las puertas cerradas de nuestras mentes y corazones para ser la comunidad de creyentes que Dios desea. Durante su tiempo en la tierra, el Papa Francisco nos recordó que la paciencia y la perseverancia son las siervas de la esperanza, especialmente en tiempos difíciles cuando el sufrimiento oscurece nuestros sentidos y espíritu. Aunque la mano de la Providencia esté a nuestro alrededor, es posible que no percibamos la invitación a una nueva vida porque las semillas han caído en suelo pedregoso o en el transitado sendero o entre las espinas que ahogan los brotes jóvenes de fe y esperanza. El Papa Francisco recordó que nuestro Dios es el Dios del aliento y la perseverancia en nombre de nuestra salvación.

En este fin de semana de la Divina Misericordia, culminación de la Octava de Pascua, orando con y por los demás, proclamemos en la fe y la esperanza pascuales: ¡Jesús, en ti confío!