Por Padre Roberto Mena, ST
FOREST– La Epifanía fue la manifestación de la divinidad de Cristo ante el mundo, y su bautismo es una nueva “epifanía”; Dios mismo revela a su pueblo que Jesucristo es su Hijo. Cuando se oyó la voz del Padre, el cielo se abrió para todos nosotros. Con Cristo, celebramos también nosotros nuestro bautismo, que es nuestro nacimiento a la vida de la gracia.
Hermanas y hermanos:
1. Refiere San Lucas que cuando todo el pueblo se hacía bautizar por Juan, también Jesús acudió a hacerse bautizar. ¿No es acaso lo que ya había hecho por el misterio de su Encarnación, Mezclarse con los hombres y entrar en la corriente de su historia? Había venido a hacerse solidario de los hombres en todo; no en el pecado, pero sí en las consecuencias del pecado. Esta es la novedad de su doctrina. Jesús se acerca a los pecadores como amigo; no como el moralista que busca culpables, ni como el juez que dicta condenas, sino como el hermano que predica el perdón.
¡Cuántas veces las personas que han caído y a las que fácilmente condenamos, están necesitando más que nuestras críticas ligeras, una comprensión y una ayuda que les dé fuerza para renovar su vida!
2. El Bautismo de Jesús fue como su presentación en sociedad por parte de Dios. Dios rompe su silencio, irrumpe públicamente para sacarlo de su anonimato al comienzo de su vida pública, y presentarlo ante todos como su enviado, como el Mesías esperado, como el Mesías definitivo. Este Jesús, que se deja bautizar por Juan, mezclado anónimamente entre el pueblo, no es un hombre cualquiera, es el “Hijo, el amado, el predilecto”. También nosotros hemos sido bautizados. Contemplando el bautismo de Jesús, recordamos también el nuestro.
3. El día de Nuestro Bautismo algo se ha encendido dentro de nuestro corazón. Es el fuego del Espíritu Santo que a través de nosotros viene a transformar el mundo. Lo decía la carta a Diogneto: “Lo que el alma es para el cuerpo, eso son los cristianos para el mundo”. El cristiano es un apóstol por vocación. ¡Cómo cambiaría el mundo si fuéramos fieles a esta exigencia!
En el bautismo nos hacemos hijos de Dios, recibimos los dones del Espíritu. Los laicos de hoy deben ser capaces de ofrecer soluciones nuevas a los nuevos problemas, inspirados en la fe de siempre. Estamos integrados en el mundo, en la escuela, en el arte, en la política, en el trabajo y allí debemos sembrar la semilla de Cristo sin convertirnos en prisioneros de sus falsos mitos.
Hermanos y hermanas: Somos cristianos por el bautismo, pero ¿Vivimos como cristianos? Algunos se suman a las estadísticas porque están inscritos en los registros parroquiales, pero no conocen a Cristo ni cumplen los mandamientos; se entiende que entre ellos esté de moda la apostasía. ¡Confirma tu fe y la de tus hermanos! Valora los dones recibidos, cuídalos y agradécelos a Dios.
(El padre Roberto Mena, ST es Ministro sacramental de St. Michael en Forest)