Por Obispo Most Reverend Louis F. Kihneman and Most Reverend Joseph R. Kopacz, D.D.
Unimos nuestras voces para denunciar vehementemente al racismo, una plaga que existe entre nosotros. Es un mal y una fuerza destructiva que devora el alma de nuestra nación. Es definitivamente, un problema moral que requiere un remedio moral, una transformación del corazón humano, y nos obliga a actuar.
“El mal del racismo se agrava en parte porque en nuestra nación ha habido un reconocimiento formal muy limitado del daño hecho a tantas personas, ningún momento de expiación, ningún proceso nacional de reconciliación y, con demasiada frecuencia, un descuido de nuestra historia”, tal como se expresa en “Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love” (Abramos nuestros corazones), una carta pastoral contra el racismo y que fue respaldada oficialmente en noviembre de 2018 en la Conferencia Anual de la Conferencia Católica de Obispos de los Estados Unidos en Baltimore.
Tras este respaldo casi unánime, la Causa de Canonización de la Hermana Thea Bowman, nieta de esclavos, la única afroamericana de las Hermanas Franciscanas de la Adoración Perpetua, una mujer que trascendió el racismo para dejar una marca duradera en la vida católica a finales del siglo XX fue introducida y abrumadoramente aprobada por los Obispos. Este es un documento y una vida proféticos combinados para mostrarle a nuestra nación un mejor camino, el camino hacia una mayor justicia y paz, cuyo principio y fin es la dignidad de la persona humana.
A medida que la Iglesia busca ser una levadura en la sociedad para la solidaridad, la libertad y la justicia para todos, debemos reconocer nuestra participación en las cadenas del racismo. “Por lo tanto, nosotros los obispos católicos de los Estados Unidos reconocemos las muchas veces que la Iglesia ha fallado en vivir como Cristo enseñó, en amar a nuestros hermanos y hermanas. Actos de racismo han sido cometidos por líderes y miembros de la Iglesia Católica, por obispos, clérigos, religiosos y laicos, y sus instituciones. Expresamos profundo pesar y arrepentimiento por ello. “ (Open Wide Our Hearts).
Un número significativo de afroamericanos nace en la disparidad económica y social. Debemos reconocer que generaciones de afroamericanos se vieron en desventaja por la esclavitud, el robo de salarios, las leyes “Jim Crow” y la sistemática negación al acceso de numerosas oportunidades de creación de riqueza reservadas para otros. El racismo puede ser institucional cuando las prácticas o tradiciones, injustamente, han mantenido ese trato con ciertos grupos de personas. Los efectos acumulativos de los pecados personales del racismo han llevado a estructuras sociales de injusticia y violencia. (Open Wide Our Hearts).
El despiadado asesinato de George Floyd desató una protesta nacional contra la tiranía del racismo. Las acciones e inacciones de los oficiales involucrados son sintomáticos de un patrón que ha alcanzado una masa crítica y ha explotado en toda nuestra nación y más allá. Este asalto brutal viola la verdad fundamental expresada en la carta Open Wide Our Hearts, que todas las personas son creadas a imagen y semejanza de Dios. Cuando esta verdad es ignorada, la consecuencia es el prejuicio y el miedo al otro, y con demasiada frecuencia, el odio. En el Evangelio de Juan 3:16 escuchamos el fundamento de la fe cristiana de que “Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo”. No es sorpresa que en la primera carta de Juan 3:15 escuchemos que “todo el que odia a su hermano es un asesino.”
A pesar de las grandes bendiciones de libertad que ofrece este país, especialmente nuestras libertades otorgadas por la Primera Enmienda, y que incluyen tanto la libertad de religión como la protesta pacífica, debemos admitir la clara verdad que para muchos de nuestros conciudadanos, las interacciones con la policía a menudo están llenas de miedo e incluso de peligro. Al mismo tiempo, rechazamos la severa retórica que menosprecia y deshumaniza en su conjunto a nuestro personal encargado de aplicar la ley, la mayoría de los cuales trabajan para mantener a nuestras comunidades seguras, condenamos los ataques contra la policía, los disturbios y la violencia que tienen lugar en nuestro país.
La hermana Thea abordó la realidad tóxica del racismo en muchas ocasiones y habló en nombre de su pueblo. “Cuando iba creciendo, muchas de las ancianas que habían sufrido la ignominia de la esclavitud estaban todavía vivas y nos contaron sobre la esclavitud y porque teníamos que saber sobre la libertad. Nos contaron sobre la miseria. La mujer negra tiene una tarea cuando el mundo le dice a sus hijos, cuando el mundo le dice a su esposo, cuando el mundo le dice a su mamá y a ella: ‘hay algo mal contigo’; ‘Tu piel es muy negra’; ‘Tu nariz es demasiado plana’; ‘Tu cabello es demasiado enroscado y demasiado corto; ‘Y eres lento’; ‘eres ignorante’; ‘no puedes aprender como los blancos’; y ‘eres inmoral’. Eso es lo que la sociedad racista nos dijo y le contó a nuestros hijos sobre ellos mismos. El resultado fue uno de los grandes problemas de la comunidad negra, el problema de la baja autoestima, y que nos mata.” (Mercy College de Detroit, 1989).
Un cartel en una de las protestas pacíficas en nuestra nación ilumina este lamento. “Decimos que las vidas negras importan. Nunca digas: solo las vidas negras importan. Lo sabemos: todas las vidas importan. Solo necesitamos su ayuda … las vidas de los negros están en peligro.”
El llamado permanente al amor es el meollo del asunto y el antídoto para esta toxina. El amor es una fuerza extraordinaria que lleva a las personas a optar por un compromiso valiente y generoso en el campo de la justicia y la paz. Para muchos en Mississippi que nos esforzamos por vivir según la Palabra de Dios, no podemos ignorar a los profetas. “El Señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno y qué es lo que él espera de ti: que hagas justicia, que seas fiel y leal y que obedezcas humildemente a tu Dios.” (Miqueas 6:8), y del profeta Amós, “Pero que fluya como agua la justicia y la honradez como un manantial inagotable.” (Amós 5:24)
La vida de la hermana Thea es un legado vivo y un testimonio del sacrificio y el compromiso de muchos en la Iglesia Católica por generaciones en todo Mississippi en la búsqueda para superar el racismo. La hermana Thea nació en la ciudad de Yazoo, Mississippi, el 29 de diciembre de 1937, y creció en Canton. Su madre fue maestra y su padre era el único médico afroamericano en Canton. Sus padres la enviaron a la escuela Holy Child Jesus. Thea fue criada como protestante, hasta los nueve años, cuando le preguntó a sus padres si podía convertirse en Católica. “Me atrajo examinar y aceptar la fe católica debido al testimonio diario de los cristianos católicos que primero me amaron, luego compartieron conmigo su historia, sus valores, sus creencias; quienes primero me amaron y luego me invitaron a compartir con ellos en comunidad, oración y misión. Cuando era niña, no reconocí la evangelización en el trabajo en mi vida. Reconocí el amor, el servicio, la comunidad, la oración y la fe.” (The non-Catholic in the Catholic School — El no Católico en la escuela Católica)
Dotada de una mente brillante, una voz hermosa y una dinámica personalidad, la hermana Thea compartió el mensaje del amor de Dios a través de su carrera docente. Después de 16 años de enseñanza en el nivel primario, secundario y universitario, el obispo de Jackson, Mississippi, la invitó a convertirse en consultora para la conciencia intercultural. En su rol de consultora, la hermana Thea hizo presentaciones en todo el país; reuniones animadas que las que combinaba canto, enseñanza del evangelio, oración y narración de historias. Sus programas estaban dirigidos a derribar las barreras raciales y culturales. Alentó a las personas a comunicarse entre sí para que pudieran entender otras culturas y razas. En 1984, la hermana Thea fue diagnosticada con cáncer de seno. Rezó “para vivir hasta que muera”. Su oración fue respondida y la hermana Thea continuó sus reuniones sentada, en una silla de ruedas. En 1989, los obispos de Estados Unidos la invitaron a ser una oradora clave en su conferencia sobre los negros católicos. Al final de la reunión, por invitación de la hermana Thea, los obispos se pusieron de pie y cantaron con entusiasmo “We Shall Overcome — Nosotros Venceremos”. La hermana Thea vivió una vida plena. Ella luchó contra el mal, especialmente los prejuicios, las sospechas, el odio y las cosas que separan a las personas. Ella luchó por Dios y el pueblo de Dios hasta su muerte en 1990. (Causa de canonización)
Como obispos, en nuestro tiempo en Mississippi, nos comprometemos a continuar liberando a la Iglesia del mal del racismo que compromete gravemente nuestra misión de hacer discípulos de todas las naciones en el nombre de Jesucristo. Con los sacerdotes y diáconos ordenados, religiosos y laicos en nuestra diócesis, nos comprometemos a fortalecer nuestra tradición católica para educar, servir y empoderar a todos los marginados de nuestras comunidades, especialmente aquellos que están oprimidos por el yugo del racismo. No somos impotentes y el testimonio de la vida de la Hermana Thea es un icono de esperanza que para los que aman a Dios, todas las cosas funcionan para bien, “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8:28)