Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
El Papa Francisco, el 21 de enero de este año, comenzó su homilía del Domingo de la Palabra de Dios con las siguientes palabras “Acabamos de oír que Jesús les dijo: ‘Síganme, …. Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.” (Marcos 1:17-18), el 21 de enero de este año.
La palabra de Dios tiene un poder inmenso, como escuchamos en la primera lectura: “Vino palabra de Dios a Jonás, diciendo: ‘Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia lo que te voy a decir… Jonás se puso en marcha y fue…’ (Juan 3:1-3)
La palabra de Dios desata la fuerza del Espíritu Santo, una fuerza que atrae a los hombres hacia Dios, como aquellos jóvenes pescadores que quedaron impresionados por las palabras de Jesús, y envía a otros, como Jonás, hacia los que están alejados del Señor.
La palabra nos acerca a Dios y nos envía a los demás. Nos atrae a Dios y nos envía a los demás: así funciona. No nos deja ensimismados, sino que expande el corazón, cambia rumbos, trastorna hábitos, abre nuevos escenarios y descubre horizontes impensados… La Palabra nos hace escuchar la llamada de Jesús. Nos llama a caminar con él por el bien de los demás. La Palabra nos hace misioneros, mensajeros de Dios y testigos de un mundo ahogado en palabras, pero sediento de la misma Palabra que tantas veces ignora”.
Estas palabras llenas de esperanza del Papa Francisco apuntan a las Sagradas Escrituras, “una lámpara a mis pies y una luz en mi camino.” (Salmo 119:105) Las palabras de Jesús, el Verbo hecho carne, el camino, la verdad y la vida, (Juan 14:6) son las palabras más importantes registradas en la Biblia, y verdaderamente jamás antes pronunciadas en la historia de la raza humana, palabras que “nunca pasarán.” (Mateo 24:35)
Desde el corazón de la palabra de Dios, la iglesia celebra un legado diverso durante el mes de enero. A mitad de año cada año se celebra el cumpleaños de Martin Luther King Jr, un momento para renovar nuestra hambre por la venida del Reino de Dios, un reino de justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo. (Romanos 14:17)
El 22 de enero de cada año la iglesia amplía la visión del Reino de Dios con su compromiso inquebrantable con la vida, la justicia y la paz, y la dignidad del ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios desde el momento de concepción. “Antes que te formase en el vientre te conocí, antes de que nacieras te dediqué. ” (Jeremías 1:5) “Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; tú me formaste en el vientre de mi madre. Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. ¡De ello estoy bien convencido!” (Salmo 139:13-14) La Palabra de Dios promueve la obra de la unidad cristiana por la que el Señor oró tan ardientemente en la Última Cena, anticipando la división que azota a la raza humana. “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17:20-21)
El tema de la semana de oración por la unidad de los cristianos de este año es: “Ama al Señor tu Dios …y … tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10:27)
Por último, nuestro compromiso con la educación en las escuelas católicas se basa en la Palabra del Señor cuando partió de este mundo en su cuerpo glorificado. “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:19-20) Desde tiempos inmemoriales la educación ha sido la pieza central de la vida de fe en la tradición judeocristiana.
“Dios estableció una ley para Jacob; puso una norma de conducta en Israel, y ordenó a nuestros antepasados que la enseñaran a sus descendientes, para que la conocieran las generaciones futuras, los hijos que habían de nacer, y que ellos, a su vez, la enseñaran a sus hijos; para que tuvieran confianza en Dios y no olvidaran lo que él había hecho; para que obedecieran sus mandamientos.” (Salmo 78: 5-7)
Que el Señor Jesús continúe bendiciendo a todos los que trabajan en nuestro sistema escolar católico diocesano. Nuestras escuelas y toda nuestra formación en la fe para toda la vida siguen el camino del Señor mismo quien, después de ser encontrado enseñando en el templo a los 12 años de edad, “Entonces volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndolos en todo. Su madre guardaba todo esto en su corazón. Y Jesús seguía creciendo en sabiduría y estatura, y gozaba del favor de Dios y de los hombres.” (Lucas 2:52)
Que el tesoro de la Palabra de Dios siga siendo lámpara para nuestros pies y luz para nuestro camino.