Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Las adicciones, el miedo, el perfeccionismo imposible, el consumismo y la incapacidad de elegir y amar la vida son sólo algunas de las trampas que el diablo utiliza para quitar la libertad a las personas, dijo el Papa Francisco.
El diablo “quiere poseer para ‘encadenar nuestras almas'”, dijo el Papa el 28 de enero antes de recitar la oración del Ángelus con unos 20.000 visitantes en la Plaza de San Pedro.
“Debemos cuidarnos de las ‘cadenas’ que sofocan nuestra libertad, porque el diablo te quita la libertad, siempre”, dijo en su discurso principal.
Algunas de las cadenas que pueden encarcelar el corazón de las personas, dijo, son las adicciones, “que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos, y devoran energía, bienes y afectos”.
Otra cadena es cualquier forma de pensar o tendencia que empujan “al perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y desvirtúan sus relaciones”, afirmó.
También hay “tentaciones y condicionamientos que socavan la autoestima, la serenidad y la capacidad de elegir y amar la vida”, dijo el Papa.
El miedo es una cadena, dijo, cuando “hace mirar al futuro con pesimismo”, y también lo es “la intolerancia, que siempre echa la culpa a los demás”.
Una cadena terrible es “la idolatría del poder, que genera conflictos y recurre a las armas que matan, se sirve de la injusticia económica y de la manipulación del pensamiento”, añadió.
“Jesús vino a liberarnos de todas estas cadenas”, dijo el Papa.
“Jesús tiene el poder de expulsar al diablo” y liberar a las personas del poder del mal, dijo. Sin embargo, la gente debe tener en cuenta que en los Evangelios Jesús nunca negocia ni dialoga con el diablo.
“Estén atentos: con el diablo no se dialoga, porque si entras en diálogo con él, él gana, siempre. Estén atentos”, dijo el Papa.
“Debemos invocar a Jesús”, dijo el Papa. “Invocarlo allí, donde sentimos que las cadenas del mal y del miedo aprietan con más intensidad”.
El Papa dijo que la gente debería preguntarse: “¿Quiero realmente liberarme de esas cadenas que aprisionan mi corazón? Y también, ¿sé decir que ‘no’ a las tentaciones del mal, antes de que se apoderen de mi alma? Por último, ¿invoco a Jesús, le permito que actúe en mí, que me sane por dentro?”.
El Señor quiere que entre las personas reine el amor, la alegría y la mansedumbre, no la violencia y el odio, dijo.