Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
El Año Jubilar de la Esperanza está en marcha, un año de gracia del Señor en el que el Papa Francisco nos anima y nos desafía a ser Peregrinos de Esperanza. De todas maneras, ¿qué es un peregrino? Hace más de 40 años, en los primeros años de mi sacerdocio, participé en un viaje de estudio bíblico a la Tierra Santa y Roma para experimentar de primera mano la vida terrenal de Jesús, el comienzo de la iglesia en Jerusalén y su crecimiento en Roma. En preparación para esta aventura espiritual de tres semanas, el líder nos recordó a todos los sacerdotes participantes que estaríamos emprendiendo este viaje como
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peregrinos, no como turistas. La mayoría de nosotros escuchamos la llamada a la peregrinación y empacamos sencillamente, excepto uno en el grupo que llevó una gran maleta vacía para recuerdos.
A finales de este año, la Diócesis de Jackson asistirá a una peregrinación a Roma que incluirá el paso por la Puerta Santa de una de las cuatro basílicas principales. Nos veremos como peregrinos durante estos diez días, teniendo en cuenta que el Santo Padre nos impulsa a ser peregrinos de esperanza de corazón y de mente como un estado de vida renovado y determinante. ¿Cómo? Uno de los profetas de la antigüedad nos ilumina el camino de los peregrinos. “Se te ha indicado, hombre, que es bueno y lo que exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios”. (Miqueas 6:8.) Es una forma de estar en este mundo que supera y trasciende a todos los que proyectan sus sombras sobre la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y la primacía del amor. Como peregrinos, estamos llamados a tocar ligeramente esta tierra, no de una manera superficial, sino de una manera que nos inspire a comprender que caminar sobre esta tierra es un milagro.
Escribo esta columna en el 11º aniversario de mi consagración e instalación como el 11º obispo de la Diócesis de Jackson. Aplicando el enfoque de los Peregrinos de la Esperanza, he experimentado mi ministerio episcopal en su esencia como peregrino viajando a muchos lugares santos, por decir, nuestras parroquias, escuelas y ministerios, y de nuevo a la Catedral de San Pedro Apóstol. En momentos usuales y asombrosos, en temporada y fuera de temporada, mi vida está llena de encuentros con lo sagrado. Reconocer este don es la clave. Cada uno de nosotros tenemos que hacer el trabajo personal para “activar la llama” (2 Timoteo 1:6) nuestro llamado bautismal a estar vivos y activos como proclamados del Señor y peregrinos de esperanza. Nuestra identidad como hijos de Dios florece a través de la oración, a través de los sacramentos, a través de las obras de justicia y bondad realizadas con un espíritu de humildad. Cuando fijamos nuestros ojos en Jesús (Hebreos 12:12) “cada uno de nosotros podemos ser capaz de ofrecer una sonrisa, un pequeño gesto de amistad, una mirada amable, un oído listo a escuchar, una buena obra, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, pueden llegar a ser, para quien las recibe, ricas semillas de esperanza”. (Documento del Jubileo)
A medida que salga esta edición de la Mississippi Católico que circula por toda la diócesis, me encontrare en la India en mi segunda visita pastoral en donde de este increíble país tenemos 15 sacerdotes sirviendo en nuestra diócesis. Verdaderamente, esta es una visita pastoral para pasar tiempo con los obispos y provinciales que tienen sacerdotes en misión en la Diócesis de Jackson. Pero en esencia, es una peregrinación a muchos lugares santos y ministerios en la tierra donde el apóstol Santo Tomás proclamó por primera vez el Evangelio. Dondequiera que estemos en este mundo, San Pablo nos recuerda que al final “nuestra ciudadanía está en el cielo”. Sin embargo, el viaje comienza aquí y la bendición y el desafío es ver este mundo como Dios lo ve, y acompañarnos unos a otros como peregrinos con una preocupación permanente por la justicia, el bien y la solidaridad para todos.