Por Cindy Wooden, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La esperanza de los cristianos no es un signo de evasión de la realidad, sino de confianza en el poder de Dios para vencer al pecado y a la muerte, como demuestra claramente la resurrección de Jesús, escribió el Papa Francisco en su mensaje de Pascua.
“Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar”, decía el mensaje, leído antes de que el Papa Francisco diera su bendición pascual “urbi et orbi” (a la ciudad y al mundo) el 20 de abril.

La voz del Papa era débil, como lo ha sido desde que fue dado de alta del hospital el 23 de marzo, y apenas levantó los brazos al hacer la señal de la cruz, pero las decenas de miles de personas en la Plaza de San Pedro agradecieron el gesto y aplaudieron con fuerza después de decir: “Amén”.
“Junto con Jesús resucitado”, escribió en su mensaje, los que confían en Dios “se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la vida”.
El Papa, de 88 años, que aún se recupera de una neumonía, no estuvo presente en la Misa de la mañana de Pascua en la Plaza de San Pedro, pero llegó poco después del mediodía para dar la bendición solemne.
El vicepresidente estadounidense JD Vance y su familia tampoco asistieron a la Misa, pero Vance llegó al Vaticano alrededor de las 11:30 a.m. para una reunión privada con el Papa Francisco en la residencia papal, Domus Sanctae Marthae. El Vaticano dijo que la reunión duró sólo unos minutos y permitió a los dos intercambiar saludos de Pascua.
Vance se había reunido el 19 de abril con el cardenal Pietro Parolin, secretario de estado del Vaticano, y con el arzobispo Paul R. Gallagher, ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano. El Vaticano dijo que discutieron los esfuerzos para defender la libertad religiosa, así como la situación internacional, especialmente en relación con los países afectados por la guerra, las tensiones políticas y las situaciones humanitarias difíciles, con especial atención a los migrantes, los refugiados y los presos.
La seguridad en la Plaza de San Pedro y sus alrededores era estricta. A las afueras de la plaza, un oficial del ejército italiano manejaba una gran pistola antidrones, que, según dijo, utiliza pulsos electromagnéticos para inutilizar la capacidad del operador del dron para controlarlo.
Con la voz aún débil, el Papa Francisco deseó a todos una Feliz Pascua y luego pidió a su maestro de ceremonias litúrgicas, el arzobispo Diego Ravelli, que leyera su mensaje, que insistía en que “¡La Pascua es la fiesta de la vida!”
“¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite!”, escribió. “A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del niño en el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en un número creciente de países como personas a descartar”.
El Papa Francisco condenó la “voluntad de muerte” que se observa en la violencia y las guerras en todo el mundo y en el “desprecio” que la gente, incluidos los gobernantes, dirige hacia “los más débiles, los marginados y los migrantes”.
Como es tradicional en el mensaje, el Papa también rezó por la paz en las naciones devastadas por la guerra, mencionando por su nombre a Israel, Palestina, Ucrania, Yemen, Sudán, Sudán del Sur, Congo y Myanmar.
El Papa Francisco condenó “el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo”. Pero también llamó la atención sobre “la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria”.
“Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz”, decía el mensaje papal.
El Papa Francisco había elegido al cardenal Angelo Comastri, arcipreste emérito de la basílica de San Pedro, como su delegado para presidir la Misa matutina y leer su homilía.
Unos 50.000 tulipanes, narcisos, jacintos, rosas y otras flores y arbustos decoraban la escalinata de acceso a la basílica de San Pedro, mientras que las guirnaldas enmarcaban la entrada principal al atrio de la basílica y adornaban el balcón central.
Como la Pascua caía el mismo día en los calendarios juliano y gregoriano, es decir, que católicos y ortodoxos celebraban el mismo día, el Vaticano añadió “stichera” o himnos bizantinos y “stichos” o versículos de los salmos tras el canto del Evangelio en latín y en griego.
La homilía que preparó el Papa se centró en la descripción que hace el Evangelio de Pascua de María Magdalena corriendo a decir a los discípulos que Jesús había resucitado y de Pedro y Juan corriendo a verificar la noticia.
Correr, escribió el Papa, “manifiesta el deseo, el impulso del corazón, la actitud interior de quien se pone en búsqueda de Jesús”.
Y porque ha resucitado de entre los muertos, la gente debe buscar a Jesús en otro lugar que no sea el sepulcro, decía el texto del Papa.
“No podemos quedarnos inmóviles. Debemos ponernos en movimiento, salir a buscarlo: buscarlo en la vida, buscarlo en el rostro de los hermanos, buscarlo en lo cotidiano”, dijo.
“Buscarlo siempre. Porque si ha resucitado de entre los muertos, entonces Él está presente en todas partes, habita entre nosotros, se esconde y se revela también hoy en las hermanas y los hermanos que encontramos en el camino, en las situaciones más anónimas e imprevisibles de nuestra vida”.
Jesús “está vivo y permanece siempre con nosotros, llorando las lágrimas de quien sufre y multiplicando la belleza de la vida en los pequeños gestos de amor de cada uno de nosotros”, escribió el Papa Francisco.
Tras la Misa y la bendición pascual, el Papa Francisco se subió al papamóvil y recorrió la Plaza de San Pedro, saludando a la multitud y bendiciendo bebés.