Por Obispo Joseph Kopacz
La visita pastoral del Papa Francisco a los Estados Unidos, después de unos días en Cuba, dominaron las noticias por mucho más de los seis días que estuvo en territorio americano. La preparación de la visita absorbió más de un año completo. El efecto durará por muchos años. Sin duda su presencia en nuestra nación fue cautivadora.
El Papa Pablo VI fue el primero en llegar a nuestras costas en octubre de 1965 para hablar en las Naciones Unidas en el momento en que la guerra de Vietnam se estaba intensificando. Sus palabras están consagradas para la posteridad. “No más guerra, nunca más guerra. Paz, es la paz la que debe guiar el destino de las personas y de toda la humanidad”. San Juan Pablo II hizo varias visitas pastorales a los Estados Unidos, una de las cuales incluyó un circuito similar a la que el Papa Francisco acaba de terminar.
También recorrió el Sureste y el Sur con su preciada visita a Nueva Orleans en 1987. Muchos en nuestra región recuerdan con cariño la experiencia. San Juan Pablo II presidió el Día Mundial de la Juventud en Denver, Co., en 1993 inspirando a generaciones de jóvenes y a otros no tan jóvenes. Juan Pablo había lanzado el tradicional bianual Día Mundial de la Juventud en Roma en 1984 debido a su profundo amor por los jóvenes durante todo su sacerdocio.
Ahora hemos celebrado el momento del Papa Francisco, un momento en la historia cuando los corazones de muchos dentro de la Iglesia y en el mundo tienen hambre y sed por una mayor justicia y paz y por solidaridad y esperanza para la familia humana. Experimenté personalmente este anhelo en la ciudad de Washington, D.C. la semana pasada durante el servicio de oración en la Catedral San Mateo y durante la Misa de Canonización de Junípero Serra en el Santuario de la Inmaculada Concepción. Estos fueron reuniones pequeñas en comparación con las de Nueva York y Filadelfia, pero el Espíritu del Señor no estuvo menos presente.
En esta columna intento reflejar sobre mi propia experiencia y la esencia de las homilías del Papa Francisco en la Catedral de San Mateo y en la Misa de canonización. Cada vez que un jefe de estado extranjero visita tierras extranjeras la seguridad es arrolladora. Para todos de los casi 300 ó 400 obispos presentes, el movimiento de un lugar a otro fue como glaciar, incluso con la escolta de policía para nuestros siete autobuses. A veces volamos por las calles de Washington y luego tuvimos que esperar. Pero la espera valió la pena. Mientras estábamos sentados en la Catedral San Mateo, orando en silencio por lo anticipado, el primer sonido que nos alertaba de la llegada del papa era el helicoptero de seguridad que dirigía su caravana como jefe de estado. Después de un ratito, la puerta de la catedral se abría y el Papa Francisco entraba con una sonrisa tan grande como la Argentina.
Mientras caminaba por el pasillo central en medio de los entusiastas aplausos, me di cuenta de que toda su conducta encarnaba la alegría del Evangelio, el título de su Carta Apostólica, Evangelii Guadium. Su amor por el Señor supura de su ser y su deseo de celebrar este amor con todos los que él se reúne es lo que lo hace apreciar al espíritu humano.
Al final del servicio de oración en la Catedral de San Mateo el Papa Francisco le habló específicamente a los obispos presentes rodeado de muchos católicos de la Arquidiócesis de Washington que llenaron la Catedral. Su mensaje fue uno de aliento y ardientemente habló del ministerio del obispo como uno de unidad, caridad y celo en el servicio del Buen Pastor que da su vida por las ovejas. Tenemos que caminar con nuestro pueblo, fortalecer a nuestros sacerdotes y dar la bienvenida al extraño en nuestro medio. Su amor por nosotros fue palpable durante todo su apasionado discurso.
A la salida de la Catedral de San Mateo hicimos una pausa en el Centro San Juan Pablo II para almorzar antes de dirigirnos al Santuario de la Inmaculada Concepción para la Misa de Canonización de Junípero Serra. Esta fue una festiva celebración en la cual participaron fieles de todo el país. Muchos vinieron de la Costa Oeste, entre ellos representantes de los nativos Americanos de las misiones en California. Mientras entrabamos antes de la llegada del Papa Francisco la congregación de unos 25,000 estaban parados bajo un sol ardiente y nos saludaron con palabras y gestos cordiales. Fue agradable ver su amor por el Señor y por la Iglesia.
Más de 220 años atrás, los indios de California evangelizados por el Padre Junípero Serra lo declararon un santo. En esta histórica canonización en la capital de la nación, el Papa Francisco ratificó esa declaración, declarándolo un santo para la veneración de la Iglesia universal. Añadiendo a la naturaleza histórica del evento fue que el Papa Francisco, el primer papa de las Américas, estaba declarando al primer hispano santo para los Estados Unidos en su primera Misa aquí. Estrella Roja, un representante de los Chumash de la Misión Ventura, le dijo al Registro que él y otros siete jefes indios de California estuvieron presentes en la Misa y que también tuvo la oportunidad de reunirse personalmente con el Papa Francisco. Ellos agradecieron el reconocimiento de su gente y su cultura durante toda la Misa.
El ritual de la canonización tuvo lugar inmediatamente después del saludo de apertura del Papa Francisco. Después de la celebración de las Letanías de los Santos, el Papa Francisco declaró: “declaramos y definimos al Bendito Junípero Serra a ser santo, y lo incluimos entre los santos, decretando que se le venere como tal por toda la Iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
A pesar de la sencillez en su composición, la jubilosa congregación quedó atrapada en el esplendor del momento. Oportunamente el Papa Francisco comenzó su homilía con las palabras de San Pablo en su carta a los Filipenses (4:4 ) “Estad siempre alegres en el Señor, otra vez digo, regocijaos”. La alegría y agradecimiento resonó en toda la congregación. Al final de su homilía el Papa Francisco refirió las palabras que fueron el lema en la vida de San Junípero Serra. Siempre, adelante, siempre adelante. “Él era la encarnación de la ‘una Iglesia que va hacia adelante’, una Iglesia que lleva a todas partes la reconciliadora ternura de Dios”, dijo el Papa. Este es el tema que el Papa Francisco ha abordado en repetidas ocasiones y es el llamado para todos nosotros de ser discípulos misioneros.
El Santo Padre continuó dando grandes discursos al Congreso, a los delegados de las Naciones Unidas y a la multitud de los fieles en la misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Hubo otras importantes homilías y discursos que revelan el corazón de este siervo de los Siervos de Dios, y es mi objetivo el sintetizar esta fuente de sabiduría en mi próxima columna. Mientras tanto, que el Señor Jesús, el Buen Pastor, y Sumo y Eterno Sacerdote continúe concediéndonos una temporada de refrescamiento a través del testimonio, las palabras y alegre sonrisa de Francisco de Roma, Sucesor de Pedro, y el Vicario de Cristo.