Por Berta Del Carmen Mexidor
JACKSON– El hermano yanqui, que vino del norte, por allá por New York, trajo a Mississippi sus citadinas costumbres y las fue acomodando de pronto a los campos y pequeñas ciudades de sur de su gran país, los Estados Unidos. Con humildad, y un sentido del humor inagotable, su cristianismo llegó para quedarse al frente del Ministerio Hispano de la Diócesis de Jackson y en el corazón de cada persona que lo conoce.
Para Theodore Dausch, de la orden de los Hermanos Cristianos, el tiempo se ha ido con prisas. El pasado Julio se cumplieron 60 años de servicio religioso. Su formación en escuelas católicas, fundadas y administradas por Hermanos Cristianos, fue la fuente de su inclinación a seguir el ejemplo de sus maestros, todos de la misma orden. Un maestro en particular lo impresionó por su pedagogía y la manera de transmitir el conocimiento de una forma muy objetiva y el buen uso del humor. Su familia se quedó sorprendida de su decisión. A los 18 años comenzó a dar clases.
Fue a la Universidad y después de graduado enseñó en la misma escuela donde estudió, Rice School, nombrada en memoria del fundador de la orden de los Hermanos Cristianos, Edmund Rice. El hermano dice que disfrutó ser maestro. Luego sirvió como consejero y director de escuela.
Un dia de 1998, la orden le pidió venir a Mississippi para establecer una comunidad de hermanos en la Diócesis de Jackson. La orden de los Hermanos Cristianos tiene como carisma la educación de jóvenes y la justicia social. Aquí llegó con un grupo de cuatro y comenzó a enseñar inglés como segundo idioma. Luego en la Diócesis le pidieron continuar el trabajo del Ministerio Hispano. Su español en aquel momento era muy básico y no se sentía preparado para comunicarse con los hispanohablantes. Su primer reto fue mantener una conversación en español. Poco a poco, y todavía aprendiendo, fue encontrando su misión y la mejor manera de realizar su trabajo. Dice que su oración diaria era” Dios mío, déjame saber que hago y sino, mándame ayuda”.Ha estado en esta posición por veinte años.
El hermano cree que la experiencia con la comunidad hispana ha sido “…una bendición. He visto y experimentado una visión del mundo completamente diferente.” Al principio, su propia ignorancia lo ayudó-dice- “a tratar a todos por igual, sin juzgar a nadie”. Luego esta enseñanza le ha servido para no reconocer diferencias entre personas de diferentes países. Con su carcajada característica, deja saber que lo que más le agrada de la comunidad hispana– aparte de la comida y la fiesta– es ” …el hermoso sentido del humor y la profunda espiritualidad que tienen.”
Todos los latinos vienen buscando una mejor oportunidad de vida, muchos con una autoestima baja y después de sufrir terribles experiencias en sus países de origen. Aquí reciben una mejor oportunidad, pero también discriminación, escepticismo y desconfianza. Algunos llegan y se van sin tener raíz. Otros se van asimilando, asumiendo retos, desafiando diversidad. Muchas familias crean dos y tres generaciones a pesar de las dificultades y se adaptan, agradeciendo siempre al país que los recibió. Muchos, aun siendo ciudadanos norteamericanos, sienten que deben aceptar la incomprensión.
El hemano Ted cree firmemente que ellos no necesitan compasión y algo se debe aprender de su experiencia “…ellos no necesitan que los salven. Ellos me han salvado la vida” dice emocionado. “La comunidad hispana, no solamente me ha cambiado, me siento bendecido por haberlos conocido” concluye.
Toda esta experiencia de humildad, espíritu de trabajo, sufrimiento, sacrificio, alegría y fe compartida le ha cambiado la vida al hermano Ted.