Su propio cuerpo y sangre: comida para el viaje

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
La celebración de la Encarnación, comienzo de la culminación del plan de salvación de Dios para la humanidad, se celebrará en todo el mundo cristiano el fin de semana en la solemnidad de Navidad. En muchos países, el nacimiento del Señor se conmemorará en el hogar o en grupos familiares más pequeños, pero para la mayoría de los fieles, habrá reuniones alegres en iglesias con una amplia gama de idiomas y costumbres. Para las multitudes que sí “van a la iglesia”, será para la celebración del sacrificio de la Misa, la Divina Liturgia, la Sagrada Eucaristía, para dar gracias a Dios que tanto amó al mundo que envió a su único Hijo. (Juan 3:16)

El próximo fin de semana tendrá lugar el desafío pastoral en el mundo católico de coordinar el horario de las Misas de Nochebuena, día de Navidad y las Misas del domingo, fiesta de la Sagrada Familia. Pero sean cuales sean las Misas a las que asistamos, no perdamos de vista uno de los misterios más sublimes de nuestra fe en el Señor Jesús, el vínculo entre su nacimiento, la Encarnación y la Misa, cuando y donde celebramos su muerte y resurrección.

Obispo Joseph R. Kopacz

El vínculo entre las palabras del prólogo del Evangelio de Juan y las palabras de consagración de los otros tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas, así como de San Pablo, es esclarecedor.

Del prólogo:
– “Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad.” (Juan 1:14)

– El mismo Señor transmitió a la Iglesia, comenzando por la Última Cena y para siempre, sus palabras de institución y consagración. (Mateo, Marcos, Lucas y San Pablo) “Mientras comían, Jesús tomó en sus manos el pan y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, diciendo: Beban todos ustedes de esta copa, porque esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados.” (Mateo 26:26-28)

– Varios capítulos más adelante en el Evangelio de Juan, el Señor enlazó inquebrantablemente su Encarnación con la Eucaristía. “¡Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; ¡el que come de este pan, vivirá para siempre! El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.” (Juan 6:51)

A lo largo de la temporada navideña, la octava de Navidad y su intervalo sagrado hasta el 9 de enero de 2022, la fiesta del Bautismo del Señor, hay tiempo suficiente para apreciar la plenitud de nuestra fe en el Hijo de Dios.

Jesucristo es la verdadera luz que ha venido al mundo para que a quien lo acepte se le conceda el poder de ser hijo de Dios. Cada vez que nos reunimos, la iglesia como su Cuerpo, en la Misa Cristo resucitado nos revela su gloria, la gloria como del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Siempre que alguien dude o rechace la presencia real de Cristo resucitado en el pan y el vino, lo que puede ocurrir por muchas razones, un buen lugar para volver a visitar es la Encarnación del Hijo de Dios.

En el poder del Espíritu Santo, oren pidiendo la gracia y la verdad de ver con los ojos del corazón la humanidad y la divinidad del niño Jesús, y del Señor crucificado y resucitado. Él brilla en gloria en su cuerpo resucitado a la diestra del Padre e intercede en nombre de su Cuerpo, la Iglesia en este mundo.

Por supuesto, él querría alimentarnos con comida y bebida excepcionales, su propio cuerpo y sangre, comida para el viaje.

Mientras, lidiamos con este sublime misterio en varios intervalos a lo largo de nuestra vida; oramos unos por otros para perseverar, como individuos, familias y amigos con los pies firmemente plantados en la buena creación de Dios y creer como hijos del Altísimo, que nunca pierden de vista el horizonte desde donde se te hace señas de vida eterna.

¡Feliz Navidad y paz en la tierra para con todos los hombres de buena voluntad!

As Samaritan woman, let us live in light of the Lord

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
It is with great joy that we begin a formal Year of the Eucharist on this weekend, the Feast of Christ the King. As Catholics we have celebrated the Eucharist or offered the Holy Sacrifice of the Mass for nearly two millennia, always striving to see the extraordinary in what is central to our Christian lives of prayer and worship. At the center of the sacred obligation to keep holy the Lord’s day, the 3rd commandment, is the Lord Jesus himself, Christ our King, inviting us to draw life from the living fountain of God’s loving mercy.

Consider the conversation with the Samaritan woman at the well in St. John’s Gospel and may we also drink in the living words of the thirsting Lord. “If you recognized the gift of God and who it is asking you for something to drink, you would have asked Him and he would have given you living water.” (John 4:10)

Bishop Joseph R. Kopacz

The Lord was thirsting for her faith as He does for ours, for us to see with the eyes of faith the great gift of God poured out on the Cross and gathered now in the heavenly realms. Of course, the Samaritan woman was not yet “seeing” and wondered where was the Lord’s bucket to draw from the depth of Jacob’s well. But, by the end of the conversation she had become a disciple who spread the Good News of the living God throughout her village.

Like the two disciples on the road to Emmaus for whom the words of the Lord also burned in their hearts, she too would come also to recognize him in the Breaking of the Bread, the gift of the Eucharist. The Catechism of the Catholic Church (1324-27) states that, “the Eucharist is the ‘source and summit’ of the Christian life. The other sacraments, and indeed all church ministries and works of the apostolate, are bound up with the Eucharist and are oriented toward it. For in the blessed Eucharist is contained the whole spiritual good of the church, namely Christ himself.”

The Word of God for this weekend’s feast of Christ the King exalts the crucified and risen one not only as the head of the church, but the Lord of all time and eternity. “Jesus Christ is the faithful witness, the firstborn of the dead and ruler of the kings of the earth. To him who loves us and has freed us from our sins by his blood, who has made us into a kingdom, priests for his God and Father, to him glory and power forever and ever. Amen. ’I am the Alpha and the Omega,’ says the Lord God, ‘the one who is and who was, and who is to come, the almighty.’” (Rev. 1:5-8)

This eternal drama of God’s love for us is ever ancient and ever new. The church’s cycle of worship in the Mass throughout the liturgical year, is always a culmination and a new beginning, the Alpha and Omega, who renews and refreshes our vision through the forgiveness of our sins.

As we enter into our diocesan “Year of the Eucharist” may we experience the joy of the rediscovery of the gift that is always before us, the encounter that transformed the life of the Samaritan woman and all others who are counted among the disciples of the Lord. The exhortation at the end of each Mass: “Go and announce the Gospel of the Lord” is our responsibility and privilege. Or perhaps we could say, put aside the things of this world that distract us, like buckets, and live in the light of the Lord.

Como mujer samaritana, vivamos a la luz del Señor

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Es con gran alegría que comenzamos formalmente un Año de la Eucaristía este fin de semana, en la Fiesta de Cristo Rey. Como católicos, hemos celebrado la Eucaristía u ofrecido el Santo Sacrificio de la Misa durante casi dos milenios, siempre esforzándonos por ver lo extraordinario y fundamental que es para nuestras vidas cristianas de oración y adoración. En el centro de la obligación sagrada de santificar el día del Señor, el tercer mandamiento, está el mismo Señor Jesús, Cristo nuestro Rey, que nos invita a sacar vida de la fuente viva de la misericordia amorosa de Dios.

Considere la conversación con la mujer samaritana junto al pozo en el Evangelio de San Juan y que también bebamos en las palabras vivas del Señor sediento. “Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.” (Juan 4:10)

Obispo Joseph R. Kopacz

El Señor tenía sed de la fe de ella como la tiene de la nuestra, para que veamos con los ojos de la fe el gran don de Dios derramado en la Cruz y reunido ahora en los reinos celestiales. Por supuesto, la mujer samaritana aún no estaba “viendo” y se preguntó dónde estaba el cubo del Señor para sacar de la profundidad del pozo de Jacob. Pero, al final de la conversación, ella se había convertido en una discípula que difundió la Buena Nueva del Dios vivo por toda su aldea.

Como los dos discípulos en el camino de Emaús, para quienes también ardían en el corazón las palabras del Señor, ella también llegaría a reconocerlo en la Partición del Pan, don de la Eucaristía. El Catecismo de la Iglesia Católica (1324-27) afirma que “la Eucaristía es la ‘fuente y cumbre’ de la vida cristiana. Los demás sacramentos, y de hecho todos los ministerios eclesiásticos y las obras de apostolado, están ligados a la Eucaristía y están orientados a ella. Porque en la bienaventurada Eucaristía está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo.”

La Palabra de Dios para la fiesta de Cristo Rey de este fin de semana exalta al crucificado y resucitado no solo como cabeza de la iglesia, sino como Señor de todos los tiempos y de la eternidad. “Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de los muertos y gobernante de los reyes de la tierra. Al Él que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, que nos ha hecho un reino, sacerdotes para su Dios y Padre, para su gloria y poder por los siglos de los siglos. Amén. …’Yo soy el Alfa y la Omega’, dice el Señor, el Dios Todopoderoso, el que es y era y ha de venir.” (Apocalipsis 1: 5-8)

Este drama eterno del amor de Dios por nosotros es siempre antiguo y siempre nuevo. El ciclo de adoración de la iglesia en la Misa durante todo el año litúrgico es siempre una culminación y un nuevo comienzo, el Alfa y Omega que renueva y refresca nuestra visión a través del perdón de nuestros pecados.

Al entrar en nuestro “Año de la Eucaristía” diocesano, que experimentemos la alegría del redescubrimiento del don que siempre está ante nosotros, el encuentro que transformó la vida de la mujer samaritana y de todos los demás que se cuentan entre los discípulos de la Señor. La exhortación al final de cada Misa: “Ve y anuncia el Evangelio del Señor” es nuestra responsabilidad y privilegio. O quizás podríamos decir, dejemos de lado, como baldes, las cosas de este mundo que nos distraen y vivamos a la luz del Señor.

Year of the Eucharist invites harmony and solidarity

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
Later this month on the Feast of Christ the King, the Diocese of Jackson will begin a Year of the Eucharist that is more than timely as we continue steadily to welcome back to Mass our Catholic faithful to take up their rightful place as members of the Body of Christ. We are not quite back to pre-pandemic numbers and vigor, but we have made significant strides. For active Catholics the sacrifice of the Mass is always the cornerstone for our faith in the crucified and risen Lord, and also at times the fertile ground for controversy in the modern era.

The first document of the Second Vatican council to be passed and presented to the Catholic world was Sacrosanctum Concilium by the near unanimous vote of 2174 to 4. This was Dec. 4, 1963, and in this document on the Sacred Liturgy that had priority of place among the eventual 16 documents of the Council, we read that the Council Fathers desired to “impart an ever increasing vigor to the Christian life of the faithful and to foster whatever can promote union among all who believe in Christ.”

Bishop Joseph R. Kopacz

It’s not surprising that they and we look to the celebration of the Eucharist, the sacrifice of the Mass, to strengthen the bonds of unity that should always be a labor of love among the children of God, perhaps especially in our generation. Furthermore, the council fathers stated that “the liturgy, through which the work of our redemption is accomplished, most of all in the divine sacrifice of the Eucharist, is the outstanding means whereby the faithful may express in their lives, and manifest to others, the mystery of Christ and the real nature of the true church.”

One of the well-known quotes of the Vatican Council came from this document. “The liturgy is the summit toward which the activity of the church is directed; at the same time it is the font from which all her power flows.”

This power of God’s undying love first flowed in the water and blood from the broken body and pierced side of Jesus on the Cross. These were the headwaters of the sacramental life of the church, specifically Baptism and the Eucharist, that have become a mighty river flowing through time.

The one priesthood of Jesus Christ begun on the Cross, is given birth at every baptism, and made manifest in the gathering of the People of God at Mass in Word and in Sacrament. Through Baptism and Holy Orders, the two forms of the priesthood, laity and ordained, become one as the Body of Christ gathering around the tables of Word and Sacrament, the Body and Blood of the Lord. The eyes of faith give us the privilege of seeing and celebrating this unbreakable bond between heaven and earth, the most exalted unity that is possible in this world. We become one with the ascended Lord Jesus to give praise to God the Father, in order to better fulfill our mission of salvation, and to build up God’s Kingdom on Earth, a kingdom of life, justice and peace. Indeed, this is the font from which our power flows.

Is this upcoming “Year of the Eucharist” a good fit with the recently proclaimed world-wide process of the Synod on Synodality? We respond with an unqualified yes, knowing that the theme for the Synod is “Communion, Participation and Mission,” which is solidly Eucharistic in purpose and process. As in the Liturgy, we want the voices of our Catholic faithful to be raised in dialogue throughout the Synod process.

The following quotations from Sacrosanctum Concilium illuminate a clear path for us for the Synod to sow the seeds that will provide an abundant harvest. “Mother Church earnestly desires that all the faithful should be led to that fully conscious, and active participation in liturgical celebrations which is demanded by the very nature of the liturgy. Such participation by the Christian people as “a chosen race, a royal priesthood, a holy nation, a redeemed people (1 Pet. 2:9; cf. 2:4-5), is their right and duty by reason of their baptism.” Likewise, we pray to approach the Synod as disciples of the Lord through fully conscious and active participation as a redeemed people seeking that unity for which Jesus ardently prays, allowing the Holy Spirit to bless and surprise us.

Finally, let us allow the dialogue and silence that are essential for our liturgical prayer as stated in the final quote from Sacrosanctum Concilium, resonate in our hearts and minds as we approach the Synod on Synodality.

“To promote active participation, the people should be encouraged to take part by means of acclamations, responses, psalmody, antiphons, and songs, as well as by actions, gestures, and bodily attitudes. And at the proper times all should observe a reverent silence.”

Through voices raised in dialogue, attitudes shaped by prayer, and silence cultivated out of respect for one another, we will experience a deeper sense of communion, participation and mission. Perhaps, we will achieve a harmony and solidarity under the guidance of the Holy Spirit at the level of 2174 to 4.

Año de la Eucaristía invita a solidaridad y harmonía

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
A finales de este mes, en la Fiesta de Cristo Rey, la Diócesis de Jackson comenzará un Año de la Eucaristía que viene muy oportuno cuando estamos dando la bienvenida a la Misa de nuevo a nuestros fieles católicos, para que ocupen el lugar que les corresponde como miembros del Cuerpo de Cristo. No hemos vuelto del todo ni a los números ni a la fuerza previos a la pandemia, pero hemos logrado avances significativos. Para los católicos activos, el sacrificio de la Misa es siempre la piedra angular de nuestra fe en el Señor crucificado y resucitado y a veces, también el terreno fértil para la controversia en la era moderna.

El primer documento del Concilio Vaticano II que se presentó y aprobó al mundo católico fue Sacrosanctum Concilium por votación casi unánime de 2174 a 4. Esto fue el 4 de diciembre de 1963, y en este documento sobre la Sagrada Liturgia que tenía prioridad de un lugar entre los eventuales 16 documentos del Concilio, leemos que los Padres conciliares deseaban “impartir un vigor cada vez mayor a la vida cristiana de los fieles y fomentar todo lo que pueda promover la unión entre todos los que creen en Cristo.”

Obispo Joseph R. Kopacz

No es de extrañar que ellos y nosotros contemplemos la celebración de la Eucaristía, el sacrificio de la Misa, para fortalecer los lazos de unidad que siempre deben ser una obra de amor entre los hijos de Dios, quizás especialmente en nuestra generación.Los padres conciliares afirmaron además que “…la liturgia, a través de la cual se realiza la obra de nuestra redención, sobre todo en el sacrificio divino de la Eucaristía, es el medio sobresaliente por el cual los fieles pueden expresarse en su vida y manifestarse a los demás, el misterio de Cristo y la verdadera naturaleza de la iglesia verdadera.”

Una de las citas más conocidas del Concilio Vaticano proviene de este documento. “La liturgia es la cumbre hacia la que se dirige la actividad de la Iglesia; al mismo tiempo, es la fuente de la que fluye todo su poder.”

Este poder del amor eterno de Dios fluyó primero en el agua y la sangre del cuerpo quebrantado y el costado traspasado de Jesús en la Cruz. Estas fueron las cabeceras de la vida sacramental de la iglesia, específicamente el Bautismo y la Eucaristía, que se han convertido en un caudaloso río que fluye a través del tiempo.

El único sacerdocio de Jesucristo iniciado en la Cruz nace en cada bautismo y se manifiesta en la reunión del Pueblo de Dios en la Misa, la Palabra y el Sacramento. A través del Bautismo y el Orden Sagrado, las dos formas del sacerdocio, laicos y ordenados, se vuelven uno como el Cuerpo de Cristo reunido alrededor de las mesas de la Palabra y el Sacramento, el Cuerpo y la Sangre del Señor. Los ojos de la fe nos dan el privilegio de ver y celebrar este vínculo inquebrantable entre el cielo y la tierra, la unidad más exaltada que es posible en este mundo. Nos convertimos en uno con el Señor Jesús ascendido para alabar a Dios Padre, a fin de cumplir mejor nuestra misión de salvación y construcción del Reino de Dios en la Tierra, un reino de vida, justicia y paz. De hecho, esta es la fuente de la que fluye nuestro poder.

¿Cuán bien encaja este próximo “año de la Eucaristía” con el proceso mundial recientemente proclamado del Sínodo sobre la sinodalidad? Respondemos con un rotundo sí, sabiendo que el tema del Sínodo es “Comunión, Participación y Misión,” que es sólidamente eucarístico en propósito y proceso. Como en la liturgia, queremos que las voces de nuestros fieles católicos se eleven en diálogo durante todo el proceso del Sínodo.

Las siguientes citas de Sacrosanctum Concilium nos iluminan un camino claro para que en el Sínodo sembremos las semillas que proporcionarán una abundante cosecha. “La Madre Iglesia desea fervientemente que todos los fieles sean conducidos a esa activa participación, plenamente consciente en las celebraciones litúrgicas y que exige la naturaleza misma de la liturgia. Tal participación del pueblo cristiano como “familia escogida, real sacerdocio, nación santa, pueblo redimido (1 Pedro. 2: 9; cf.2: 4-5), es su derecho y deber por razón de su bautismo”. Asimismo, rezamos para acercarnos al Sínodo como discípulos del Señor a través de la participación plena consciente y activa como pueblo redimido que busca esa unidad por la que Jesús reza con ardor, dejando que el Espíritu Santo nos bendiga y nos sorprenda.

Finalmente, dejemos que el diálogo y el silencio, que son esenciales para nuestra oración litúrgica como se indica en la cita final de Sacrosanctum Concilium, resuenen en nuestros corazones y mentes a medida que nos acercamos al Sínodo sobre la Sinodalidad.

“Para promover la participación activa, se debe alentar a la gente a participar mediante aclamaciones, respuestas, salmodias, antífonas y cánticos, así como con acciones, gestos y actitudes corporales. Y también, en el momento oportuno, todos deben guardar un silencio reverente.”

A través de las voces que se elevan en el diálogo, las actitudes moldeadas por la oración y el silencio cultivado por el respeto mutuo, experimentaremos un sentido más profundo de comunión, participación y misión. Quizás logremos armonía y solidaridad bajo la guía del Espíritu Santo en el nivel de 2174 a 4.

Catholic Social Teaching builds upon vision of human life

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

In 2022 the Catholic Church will mark the 50th anniversary of Respect Life Month in the United States, one year before the Supreme Court’s decision in Roe v. Wade that continues to cast a shadow over our land and consciences.
The roots for a more formal commemoration of respect for life in the modern world are found in the writings of the Second Vatican Council. Gaudium et Spes, the Pastoral Constitution of the Church in the Modern World, provided a Gospel rationale for what would emerge in the decades to follow as the principles of Catholic Social Teaching.

“While the Church helps the world and she receives much from the world, she has one object in view; the coming of God’s Kingdom and the salvation of the whole human race. As she pursues this appointed goal of bringing salvation to all, the church not only communicates the divine life to mankind but also in some measure reflects the light of that life over the whole world. She does this especially through her work of restoring and enhancing the dignity of the human person, of strengthening the fabric of human society, and enriching the daily activity of men and women with a deeper meaning and importance. The church believes that in this way she can make a great contribution toward bringing a greater humanity to the family of humankind and to its history.”

Bishop Joseph R. Kopacz

In this marvelous section from Gaudium et Spes that translates as joy and hope, we are inspired to keep our eyes on the goal of eternal life, but never aloof from the world where we work out our salvation.

The dignity of the human person, and the fabric of human society are part and parcel of the Kingdom of God and the mission of the church. This is ardently stated in the opening lines of Gaudium et Spes. “The joys and the hopes, the griefs and the anxieties of the men and women of this age, especially those who are poor or in any way are afflicted are the joys and the hopes, the griefs and the anxieties of the followers of Christ.”

Catholic Social Teaching builds upon this vision of human life, daily activity and our ultimate destiny with the principles of solidarity and the common good that promote family life, gainful employment, along with the essentials for dignified living: food, water, health care, education, housing and safety, in the context of sustainability for God’s creation.

St. Joseph as previously reflected upon is an exemplary model of one who accepts the lives of mother and child. Let us return to St. Joseph and the Holy Family to understand the some of the struggles that plague the human family today and are in need of redemption.

From the outset his “Yes” to God’s will and the gift of life was beset with trouble. A taxing journey was undertaken from northern Israel to Bethlehem in the south with Mary about to give birth with every bounce along the way atop a beast of burden. The disheartening lack of lodging awaited them.

Yet, their resiliency became apparent in their utilization of the stable to bring the Son of God to the light of day. We are not even certain if they had the time to register in the census decreed by Caesar Augustus, because after a brief respite they were on the run to avoid the murderous venom of King Herod. The sacred scriptures tell us that Joseph and Mary with their newborn spent two years in Egypt before they could return to their beloved homeland and begin to build a life of stability in Nazareth for the only begotten Son of God.

Their early years together offer us direction for our Catholic faith and modern world. As a married couple they had a deep trust and respect for each other, a solid foundation to overcome hardship and hate. They had a living faith in their loving God, evident in their capacity to follow the promptings of their better angles to accept God’s will, one another, and the urgency of the moment. Yet, with all of their personal and relational strengths, in their vulnerability they had to rely on some in Egypt who welcomed the stranger and gave them a foothold for survival.

There are a whole host of people on the move in our world today for reasons that parallel those of the Holy Family. Migrants, immigrants and refugees are often stripped of everything except for the clothes on their back. Many have demonstrated remarkable resiliency and have survived. But in their vulnerability, there is always the need for Good Samaritans to accompany them and get them back on their feet.

Extending the reality of vulnerability, we give thanks during this month’s respect life commemoration to all who accompany and serve those who are on the brink of folding. The reasons can be legion, but the goal is the restoration of human dignity, the strengthening of the fabric of human society, and building a more humane world. This is the mindset that is befitting of disciples of the Lord Jesus in service of all of God’s children.

Act on behalf of life

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
The fundamental truth of our faith in Jesus Christ was proclaimed in last Sunday’s first reading with the creation story from Genesis, so fitting to begin Respect Life Month in the Catholic Church throughout the United States.

From the encyclical Evangelii Vitae (The Gospel of Life) of St. John Paul II we read that God made the human person with the capacity to love and reason, and to live in relationship with the Creator. The human person, male and female, bears an indelible imprint of God, made in God’s image and likeness, the foundation of all human dignity. However, the struggle to elevate the dignity of human life over and against a culture of death, decried in Evangelii Vitae, requires courage and compassion, perseverance and encouragement. To proclaim Jesus is to proclaim life itself.

Evangelii Vitae encourages a spirit of mission because gratitude and joy at the incomparable dignity of the human person impel us to bring the Gospel of life to the hearts of all people and make it penetrate every part of society. We are therefore called to reverence and love every human person, loving our neighbors as ourselves. It is our privilege and responsibility to care for and protect human life, especially the lives of the most vulnerable among us.

At the outset of Respect Life Month we rightly direct our gaze to the foundation of life, the wellbeing of the unborn. During this year of St. Joseph, Pope Francis has brought the beloved patron of the Universal Church to the forefront as a model for righteous living. In his splendid pastoral letter, Patris Corde, (With a Father’s Heart) we hear the pope’s encouragement. Each of us can find in him “an intercessor, a support and a guide in times of trouble.” (PC, Intro)

Joseph shows us how to say “yes” to life, despite our own fears, frailties and weaknesses. For it is Joseph who was chosen by God to guide the beginnings of the history of redemption. He was the true ‘miracle’ by which God saves the child and his mother.” (PC 5) The infant Christ “came into our world in a state of great vulnerability. He needed to be defended, protected, cared for and raised by Joseph.” (PC 5)

The humble and often hidden carpenter of Nazareth accompanied Mary in her pregnancy, assisted at the birth of the Messiah in a stable, presented Jesus in the Temple, fled with his family far from their homeland to protect them, and lovingly raised Jesus as his own son in the years to come. May we, too, be miracles in the lives of those who are most in need, especially at the beginning and end of life.

Bishop Joseph R. Kopacz

Dear St. Joseph, you who were “able to turn a problem into a possibility by trusting always in divine providence” (PC 5), help us to imitate your faithful trust and courage.”

Prayer, outreach in ministry, and advocacy on behalf of mothers and their unborn children is not only the work of the church. For example, our diocese has had a strong partnership with the State of Mississippi through our Born Free, New Beginnings program for nearly 30 years.

Catholic Charities is the guardian of this ministry which is snugly housed at the former Norbertine Priory. The promotion of life, justice and peace is well grounded in our Catholic Social teachings, but this world-view is embraced by many who belong to other faith traditions, or by those with no religious ties. Respect Life Month serves to highlight the labor of love that occurs on behalf of the unborn throughout the year.

Advocacy on behalf of the unborn will occur at the highest judicial level on Dec. 1, less than two months out, when our State’s Attorney General, Lynn Fitch, will argue the case of Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization before the Supreme Court. It is commonly referred to as the fetal heartbeat bill that could have landmark consequences. It is a substantial document, but one that is largely readable.

Grounded in our nation’s legal tradition and rule of law it fundamentally seeks to overturn Roe v. Wade and Casey v. Planned Parenthood and return this life issue back to the 50 states. “The Court should hold that the Act (Bill) is constitutional because it satisfies rational basis review.” Or, it is reasonable because it seeks to provide greater protection for the unborn, and authentic concern for women, and to restore integrity to the medical profession whose fundamental standard is to do no harm.

The fetal heartbeat bill is a serious step to advance protection for the unborn. Underlying all of its rationale is a profound respect for life, from the outset to the end. This vision of human life requires an ongoing conversion toward all that is true, good and beautiful about God’s creation, most notably, all of us created in the divine image. We all have had and will have our St. Joseph moments compelling us to dig deeper to discern, decide and act on behalf of life. We give thanks to all who labor on behalf of the unborn and their mothers, and for all who labor on behalf of human dignity throughout life, seeking greater justice and peace at every step on the journey.

Actuar en nombre de la vida

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
La verdad fundamental de nuestra fe en Jesucristo fue proclamada en la primera lectura del domingo pasado con la historia de la creación del Génesis, muy apropiado para comenzar el Mes de Respeto a la Vida en la Iglesia Católica en los Estados Unidos.

En la encíclica Evangelii Vitae (El Evangelio de la Vida) de San Juan Pablo II leemos que Dios hizo al hombre con la capacidad de amar, razonar y vivir en relación con el Creador. La persona humana, hombre y mujer, lleva una huella indeleble de Dios, hecha a imagen y semejanza de Dios, fundamento de toda dignidad humana. Sin embargo, la lucha por elevar la dignidad de la vida humana por encima y en contra de una cultura de muerte, denunciada en Evangelii Vitae, requiere coraje y compasión, perseverancia y aliento. Proclamar a Jesús es proclamar la vida misma.

Obispo Joseph R. Kopacz

Evangelii Vitae anima el espíritu de misión porque la gratitud y la regocijo por la incomparable dignidad de la persona humana nos impulsan a llevar el Evangelio de la vida al corazón de todas las personas y hacer que penetre en todos los ámbitos de la sociedad. Por lo tanto, estamos llamados a reverenciar y amar a toda persona humana, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es nuestro privilegio y responsabilidad cuidar y proteger la vida humana, especialmente la vida de los más vulnerables de entre nosotros.
Al comienzo del Mes de Respeto a la Vida, dirigimos correctamente nuestra mirada a la base de la vida, el bienestar de los no nacidos. Durante este año el Papa Francisco ha llevado a San José, amado patrón de la Iglesia Universal, a la vanguardia como el modelo para una vida recta. En su espléndida carta pastoral, Patris Corde, (Con Corazón de Padre) escuchamos el aliento del Papa. Cada uno de nosotros puede encontrar en él “un intercesor, un apoyo y un guía en tiempos de dificultades.” (–PC, Intro.)

Jose nos muestra cómo decir “sí” a la vida, a pesar de nuestros propios miedos, fragilidades y debilidades. Porque es José quien fue elegido por Dios para guiar los comienzos de la historia de la redención. Él fue el verdadero ‘milagro’ por el cual Dios salva al niño y a su madre.” (–PC, 5) El niño Cristo “vino a nuestro mundo en un estado de gran vulnerabilidad. Necesitaba ser defendido, protegido, cuidado y criado por Joseph.” (–PC, 5)

El humilde y a menudo oculto carpintero de Nazaret acompañó a María en su embarazo, asistió al nacimiento del Mesías en un establo, presentó a Jesús en el templo, huyó con su familia lejos de su tierra natal para protegerlos y crió a Jesús con amor como si fuera hijo suyo. Permita Dios que nosotros también seamos milagros en la vida de los más necesitados, especialmente al principio y final de la vida.

Querido San José, tú que supiste “convertir un problema en posibilidad confiando siempre en la divina providencia” – PC, 5 ayúdanos a imitar tu fiel confianza y valor.

La oración, el ministerio y su alcance y la defensa en nombre de las madres y sus hijos no nacidos no son solo el trabajo de la iglesia. Por ejemplo, nuestra diócesis ha tenido una fuerte asociación con el estado de Mississippi a través de nuestro programa Born Free, New Beginnings (Nacido Libre, Nuevo Comienzo) durante casi 30 años.

Caridades Católicas es el guardián de este ministerio que se encuentra cómodamente ubicado en el antiguo Priorato Norbertino. La promoción de la vida, la justicia y la paz está bien fundamentada en nuestras Enseñanzas Sociales Católicas; pero esta visión del mundo es adoptada además por muchos que pertenecen a otras tradiciones religiosas o por muchos que no tienen vínculos religiosos. El Mes del Respeto a la Vida sirve para resaltar la labor de amor, que ocurre durante todo el año, en nombre de los no nacidos.

La defensa a favor de los no nacidos ocurrirá al más alto nivel judicial en menos de dos meses, el próximo primero de diciembre, cuando la fiscal general de nuestro estado, Lynn Fitch, argumente el caso de Dobbs vs Jackson Women’s Health Organization ante la Corte Suprema de los Estados Unidos (SCOTUS). A este proyecto de ley se lo conoce comúnmente como la ley del latido del corazón fetal y que podría tener consecuencias históricas. Es un documento sustancial, pero muy legible.

Basado en la tradición legal y el estado de derecho de nuestra nación, este proyecto to ley busca fundamentalmente revocar Roe vs Wade y Casey vs Planned Parenthood y devolver este asunto de vida a todos los 50 estados. “El Tribunal debe sostener que la Ley (Proyecto de Ley) es constitucional porque satisface una revisión de base racional,” o que es razonable porque busca ofrecer una mayor protección para los no nacidos y una preocupación auténtica por las mujeres, y restaurar la integridad de la profesión médica, cuyo estándar fundamental es no causar daño.

El proyecto de ley del latido del corazón fetal es un paso importante para promover la protección del feto. Detrás de todos sus fundamentos se encuentra un profundo respeto por la vida, desde el principio hasta el final. Esta visión de la vida humana requiere una conversión continua hacia todo lo que es verdadero, bueno y hermoso acerca de la creación de Dios, sobre todo, todos nosotros creados a la imagen divina.

Todos hemos tenido y tendremos nuestros momentos de San José que nos obligan a profundizar para poder discernir, decidir y actuar en nombre de la vida. Damos gracias a todos los que trabajan en nombre de los no nacidos y sus madres. Y damos gracias a todos los que trabajan en nombre de la dignidad humana a lo largo de la vida, buscando una mayor justicia y paz en cada paso del camino.

Love of learning linked St. Thomas More and Sister Thea Bowman

Thomas More, saint and martyr, and Sister Thea Bowman, Servant of God and prophet for our time, both had a deep love for learning. Both placed their scholarship in service to their brothers and sisters while witnessing to the eternal love of the Lord Jesus.

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
During the time that the Diocese of Jackson was preparing to introduce Sister Thea Bowman’s Cause for Canonization in 2018 I discovered that she had done her doctoral dissertation at Catholic University, Washington, D.C. on St. Thomas More’s final masterpiece while imprisoned in the Tower of London for 15 months prior to his execution.

There are more than a few blessings in this discovery, and one in particular is to celebrate the universality of the Catholic Church. A preeminent Englishman of the 16th century, who had reached the heights of the legal and political professions of his time before becoming a saint and martyr, captured the imagination of a 20th century Servant of God, Sister Thea Bowman.

In the previous edition of Mississippi Catholic we featured Sister Thea’s Cause through the lens of the documentary film that is in the making with a Fall, 2022 release. In this column I present the lens of her doctoral dissertation to feature her scholarship that permeated her charismatic and prophetic voice.

What is the bond that linked these two disciples of the Lord Jesus from over a span of 400-500 years? The English barrister died in 1535 and the Religious Sister was born in 1937. Some historical background is needed to set the stage.

Thomas More was a confidant and favored companion of Henry VIII until he refused to take the Oath of Allegiance to the King who was declaring himself as the head of the Catholic Church in England. His refusal earned him lodging in the Tower of London for 15 months, but his imprisonment was not time wasted.

In the Spring and Summer of 1534 while he waited in the Tower for formal trial and sentencing More began the writing of A Dialogue of Comfort Against Tribulation. He wrote A Dialogue to stir and prepare the minds of Englishmen to withstand courageously and not to shrink at the imminent and open persecution which he foresaw and immediately followed, against the unity of the church and the Catholic faith.

Bishop Joseph R. Kopacz

When Thomas More was in the Tower of London monasteries were still intact, Catholic Churchman were still held in honor, and wholesale persecution had not yet begun. More however knew Henry VIII better than most men did. He also knew the political world with its grappling for power and wealth, and he foresaw what was to come. His formal trial, condemnation and sentencing on July 1, 1535, provided the public forum to state that the issue that concerned him was the king’s undermining of papal authority. On July 5 he wrote his last letter to his daughter, Margaret. On July 6 he was beheaded, not because he was being forced to give up his faith in Jesus Christ, but because this faith was inextricably implanted in the Catholic Church.

More died in physical poverty and worldly disgrace. In A Dialogue of Comfort Against Tribulation he left his last testament and the final legacy of his wisdom. Following the example of Jesus at the Last Supper when he consoled his apostles in anticipation of the tribulation to follow with his crucifixion, this intrepid martyr understood the power of words as a lasting legacy when coupled with witness.

Sister Thea removed from the shelves of academia A Dialogue of Comfort Against Tribulation in order to breathe new life into a masterpiece, whose pages still reach out to us, urging enduring solutions to perennially recurring human problems, she stated at the conclusion of her thesis in 1972.

She entitled her scholarly work, “The Relationship of Pathos and Style in A Dialogue of Comfort Against Tribulation: A Rhetorical Study.” This became her successful doctoral project to elevate pathos into the realms of logos and ethos.

She contended: “More’s attempt to reach the needs of his audience, to reach their hearts as well as their minds, to fire their imaginations with images of Christ’s suffering, yelping devils, damned souls, or the protective care of God, and to delight them so as to make them more receptive of his message, is conscious and deliberate. Pathos, the endeavor to stir the emotions of his hearers, in large measure determines the distinctive character of A Dialogue.”

She further elaborated: “He graphically juxtaposes good and evil, pleasure and pain, life and death. He compares temporal joys and sorrows with those that are eternal. He dwells on the cruelty of the monarch, the folly of worldly vanity, the shame of disloyalty, the fear of hell, the hope of salvation, and above all the love of a suffering Christ, and a provident God. He offers a choice between fidelity to God and the loss of temporal goods, and submission to the king at the risk of eternal salvation.”

Thomas More, saint and martyr, and Sister Thea Bowman, Servant of God and prophet for our time, both had a deep love for learning. Both placed their scholarship in service to their brothers and sisters while witnessing to the eternal love of the Lord Jesus. Both offered comfort and encouragement to overcome tribulation, and in their brightest and darkest hours they did not falter. Both lived until they died, and then went home like a shooting star. They are part of that Cloud of Witnesses who teach and inspire in every generation within the Catholic Church, and far beyond its visible structures.

Amor por aprender unió a Santo Tomás Moro y a hermana Thea Bowman

Ambos, Tomás Moro, santo y mártir, y la hermana Thea Bowman, sierva de Dios y profeta de nuestro tiempo, tenían un profundo amor por el aprendizaje. Ambos pusieron su erudición al servicio de sus hermanos y hermanas mientras testificaban del amor eterno del Señor Jesús.

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Durante el tiempo en que la Diócesis de Jackson se estaba preparando para presentar la Causa de Canonización de la Hermana Thea Bowman en 2018, descubrí que ella había hecho su tesis doctoral en la Universidad Católica de Washington, DC sobre la obra maestra final de San Tomas Moro mientras estuvo encarcelado durante 15 meses, en la Torre de Londres, antes de su ejecución.
Hay más de unas pocas bendiciones en este descubrimiento, y una, en particular, es celebrar la universalidad de la Iglesia Católica. Un inglés preeminente del siglo XVI, que había alcanzado las alturas de las profesiones legales y políticas de su tiempo antes de convertirse en santo y mártir, santo Tomas Moro, capturó la imaginación de una Sierva de Dios del siglo XX, la hermana Thea Bowman.
En la edición anterior de Mississippi Catholic, presentamos la causa de la hermana Thea a través del lente del documental que se está haciendo, con lanzamiento en otoño de 2022. En esta columna, presento la lente de su tesis doctoral para mostrar su erudición, que impregnó su voz carismática y profética.
¿Cuál es el vínculo que unió a estos dos discípulos del Señor Jesús durante un período de 400 a 500 años? El abogado inglés murió en 1535 y la religiosa nació en 1937. Se necesitan algunos antecedentes históricos para preparar el escenario.
Tomás Moro fue un confidente y compañero favorito del rey Enrique VIII hasta que se negó a prestar el Juramento de Lealtad al Rey, en el que este se declaraba a sí mismo como el jefe de la Iglesia Católica en Inglaterra. La negativa de Moro le valió alojarse en la Torre de Londres durante 15 meses, pero su encarcelamiento no fue una pérdida de tiempo.
En la primavera – verano de 1534, mientras esperaba en la Torre su juicio formal y sentencia, Moro comenzó a escribir “Diálogo de Consuelo contra la Tribulación.” Escribió Diálogo para conmover y preparar las mentes de los ingleses para resistir con valentía y no amedrentarse ante la inminente y abierta persecución que Moro previó y que inmediatamente siguió contra la unidad de la Iglesia y la fe católica.

Obispo Joseph R. Kopacz

Cuando Tomás Moro estaba en la Torre de Londres, los monasterios aún estaban intactos, miembros de la Iglesia Católica todavía eran honrados y la persecución generalizada aún no había empezado. Sin embargo, el conocía mucho más a Enrique VIII que la mayoría de los hombres. También conocía muy bien el mundo político y su lucha por el poder y la riqueza, por eso previó lo que sobrevendría. Su juicio formal, condena y sentencia, el 1 de julio de 1535, proporcionó al foro público el afirmar que el tema que más le preocupaba era la usurpación, por parte del rey, de la autoridad papal. Moro escribió su última carta a su hija Margaret el 5 de julio. El 6 de julio fue decapitado, no porque lo obligaran a renunciar a su fe en Jesucristo, sino porque esta fe estaba inextricablemente implantada en la Iglesia Católica.
Moro murió en la pobreza física y la desgracia mundana. En “Diálogo de Consuelo contra la Tribulación,” dejó su último testamento y el legado final de su sabiduría. Siguiendo el ejemplo de Jesús en la Última Cena, cuando consoló a sus apóstoles anticipándose a la tribulación que seguiría con su crucifixión, este intrépido mártir entendió el poder de las palabras como un legado duradero cuando se este se combina con un testimonio.
La hermana Thea sacó de los estantes de la academia “Diálogo de Consuelo contra la Tribulación,” para darle nueva vida a una obra maestra, cuyas páginas aún nos llegan, instando a soluciones duraderas a problemas humanos perennemente recurrentes, según afirmó al final de su tesis en 1972.
A su trabajo académico lo tituló “La relación entre patetismo y estilo en ‘Diálogo de Consuelo contra la Tribulación,’ un estudio retórico”. Este se convirtió en su exitoso proyecto de doctorado para elevar el pathos (patetismo) a los reinos del logos (Palabra de Dios, o principio de razón divina o segunda persona de la Trinidad encarnada en Jesucristo) y el espíritu.
Ella sostuvo que “El intento de More de llegar a las necesidades de su audiencia, de alcanzar a sus corazones al igual que a sus mentes, de encender su imaginación con imágenes del sufrimiento de Cristo, demonios aulladores, almas condenadas, o el cuidado protector de Dios, y deleitarlos para hacerlos más receptivos a su mensaje, es consciente y deliberado. Pathos, el esfuerzo por despertar las emociones de sus oyentes, determina en gran medida el carácter distintivo del Dialogo.”
La hermana Thea, además, afirmó “Moro yuxtapone gráficamente el bien y el mal, el placer y el dolor, la vida y la muerte. Compara las alegrías y las tristezas temporales con aquellas que son eternas. Se detiene en la crueldad del monarca, la locura de la vanidad mundana, la vergüenza de la deslealtad, el miedo al infierno, la esperanza de salvación y, sobre todo, el amor de un Cristo sufriente y un Dios providente. Ofrece la posibilidad de elegir entre la fidelidad a Dios y la pérdida de los bienes temporales y la sumisión al rey a riesgo de la salvación eterna.”
Ambos, Tomás Moro, santo y mártir, y la hermana Thea Bowman, sierva de Dios y profeta de nuestro tiempo, tenían un profundo amor por el aprendizaje. Ambos pusieron su erudición al servicio de sus hermanos y hermanas mientras testificaban del amor eterno del Señor Jesús.
Ambos ofrecieron consuelo y aliento para superar la tribulación y en sus horas más brillantes y oscuras, no flaquearon. Ambos vivieron hasta que murieron y luego se fueron a casa como una estrella fugaz. Son parte de esa Nube de Testigos que enseñan e inspiran en cada generación dentro de la Iglesia Católica y mucho más allá de sus estructuras visibles.