Called by baptism to seek vocation

By Bishop Joseph Kopacz
National Vocation Awareness week is an annual opportunity to pray for, dialogue over, and witness to the call of the Lord to each of us that began through faith and Baptism. Since many of us were carried into church for the sacrament of Baptism a genuine response to the Lord must be loving, prayerful and intentional as the years pass. The Harvest Master desires to send workers into his vineyard, in season and out of season, and an essential part of the workforce is the ordained priest.
Who will finish the Eucharist?
Archbishop Oscar Romero was martyred while serving at the altar in the midst of the Eucharistic Prayer. His blood flowed from his heart in harmony with his Lord whose blood and water, flowing from his side on the cross, began the river of martyrdom that has flowed unceasingly for nearly two thousand years.
“This is my body given up for you; this is my blood poured out for you.” Archbishop Romero did not finish the celebration of the Eucharist. Neither was the Eucharist of his funeral Mass finished. Gunfire and death were again present, and people had to rush into the cathedral for cover. Who will finish the Eucharist is the invitation at the heart of the vocation to the priesthood from where the fountain of God’s grace empowers the priest to be a faithful steward of the mysteries of God, the sacraments, a zealous herald of God’s Word and a Servant-Leader who guides the flock in holiness, and inspires the members of the Church, the Body of Christ, to be faithful to their call.
The Eucharist is the re-enactment of the drama of the passion, death, and resurrection of Jesus Christ. Bishop Oscar Romero and all priests offer themselves with Christ as a peace offering so that the earth might be reconciled with its creator, and sins be forgiven. Who will finish the Eucharist, the fountain of Sacramental life in the Church that will proclaim the death of the Lord until he comes?
The call to priesthood comes alive through prayer, meditation on the Word of God, and discerning dialogue. Pope Francis repeatedly encourages dialogue because it is not about making compromises, nor about negotiation, but about transformation. The deepest truths about an individual’s purpose in life, discerning his or her vocation, are only attainable through patient exchange, building friendship and transforming our hearts and minds.
This process breaks through an individual’s shallow or narrow personal identity and sets him or her free for friendship with God. This is the fertile ground from which a vocation to the priesthood and religious life is nurtured. We all have the privilege and responsibility to answer the question, who will finish the Eucharist?
We know that God’s grace flows through many streams into a person’s life that make a vocation event possible. The most common and ideal font of life is in the family, where people inter-generationally learn to live and love.
The recent canonization of the parents of Saint Therese of the Child Jesus, Luis and Zelie Martin in the midst of the Synod on the family, is an outstanding teachable moment by which we see that the vocations of marriage and of the ordained and/or religious are closely bound. The domestic church plants and nurtures the gift of faith in the young child, and this living presence of God can blossom into a desire to give one’s life in service of the Lord in a vocation in harmony with God’s will. Holiness is integral to all vocations, and the marriage covenant, the sacrificial love of husband and wife for one another, gives witness to the love of Jesus Christ for his Church, every moment of every day. The gift of the celibacy in the life of the ordained and consecrated is a clear sign of the promise of the Kingdom of Heaven, and at times a sign of contradiction as gospel values conflict with the world’s values. Both are not mutually exclusive and Saint Therese captures the holiness of her parents in one of her journal entries. “The good Lord gave me a father and a mother more worthy of heaven than of earth.”
A culture for vocations begins at home but is magnified throughout the Church and society as each person in their respective way of life, married, ordained, religious and single become living witnesses of Jesus Christ, in their daily acts of loving service, sacrifice, joys and sufferings. The promise for vocations begins at home, but it takes the whole Body of Christ to bring to fulfillment what God has begun.
The recently completed Synod on the Family will contribute to a renewed love and respect for family life that is essential for the Church and society. In this light it will be a challenge for the Church to lift up with renewed zeal the vocation of marriage and family in our modern world. To do so, is to strengthen the foundation for the call to men and women to the ordained and consecrated way of life. In this Year of Consecrated Life, coupled with the extraordinary work of the Synod on the Family may the Lord strengthen us to wake up the world to all that is good and lasting.
Who will finish the Eucharist? We give thanks to all who continue to serve the Lord in the ordained and religious life, and may we pray ardently for those who are discerning, begging the harvest master to send laborers into the vineyard.

Llamados por el bautismo a discernir vocación

Por Obispo Joseph Kopacz
La Semana Nacional de Sensibilización Vocacional es una oportunidad anual para orar, dialogar y ser testigos de la llamada del Señor a cada uno de nosotros que empieza a través de la fe y el bautismo. Dado que a muchos de nosotros nos llevaron a la iglesia para el sacramento del bautismo una respuesta genuina al Señor debe ser amorosa, de oración e intencional con el pasar de los años. El viñador desea enviar obreros a su viña, en temporada y fuera de temporada, y una parte esencial de la mano de obra es el sacerdote ordenado.

¿Quién terminará la Eucaristía?
El Arzobispo Oscar Romero fue martirizado cuando estaba en el altar en medio de la Plegaria Eucarística. La sangre brotó de su corazón en armonía con su Señor, cuya sangre y agua, brotando de su costado en la cruz, comenzó el río del martirio que ha continuado incesantemente durante casi dos mil años. “Este es mi cuerpo, que será entregado por ustedes; ésta es mi sangre que será derramada por ustedes”. El Arzobispo Romero no finalizó la celebración de la Eucaristía. Tampoco fue finalizada la misa de su funeral. Los disparos y la muerte estaban presentes de nuevo y la gente tuvo que apresurarse a la catedral por seguridad.
Quién terminará la Eucaristía es la invitación en el espíritu de la vocación al sacerdocio desde donde la fuente de la gracia de Dios faculta al sacerdote para ser un fiel administrador de los misterios de Dios, los sacramentos, un celoso heraldo de la Palabra de Dios, y siervo-lider que guia al rebaño en santidad y que inspira a los miembros de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, para ser fieles a su llamada.
La Eucaristía es la representación del drama de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Oscar Romero y todos los sacerdotes se ofrecen a sí mismos con Cristo como una ofrenda de paz a fin de que la tierra pueda reconciliarse con su creador y los pecados sean perdonados. ¿Quién terminará la Eucaristía, la fuente de la vida sacramental de la iglesia que anunciará la muerte del Señor hasta que él venga?
La llamada al sacerdocio cobra vida a través de la oración, de la meditación de la Palabra de Dios y discerniendo el diálogo. El Papa Francisco repetidamente alienta al diálogo porque no se trata de hacer concesiones, ni sobre la negociación, sino acerca de la transformación. Las verdades más profundas del propósito de vida de un individuo, discerniendo su vocación, sólo son accesibles a través de un intercambio paciente, fomentando la amistad y transformando nuestros corazones y nuestras mentes.
Este proceso se abre paso a través de la superficial o estrecha identidad personal de un individuo y lo deja libre para una amistad con Dios. Este es el terreno fértil del cual una vocación al sacerdocio y a la vida religiosa se alimenta. Todos tenemos el privilegio y la responsabilidad de responder a la pregunta, ¿quién va a terminar la Eucaristía?
Sabemos que en la vida de una persona la gracia de Dios fluye a través de muchos riachuelos que hacen que una vocación sea posible. La más común y la fuente ideal de la vida está en la familia, donde la gente de varias generaciones aprenden a vivir y amar. La reciente canonización de los padres de Santa Teresa del Niño Jesús, Luis Martin y Zelie Martin, en medio del Sínodo de la Familia, es un excelente momento para enseñar que la vocación del matrimonio y de los ordenados y/o religiosos está estrechamente ligada.
La iglesia doméstica planta y nutre el don de la fe en el hijo joven, y esta presencia viva de Dios puede florecer en un deseo de dar la vida en servicio al Señor en una vocación en armonía con la voluntad de Dios. La santidad es parte integral de todas las vocaciones, y el pacto matrimonial, el amor del esposo y de la esposa del uno por el otro, da testimonio del amor de Cristo por su iglesia, cada momento de cada día.
El don del celibato en la vida de los ordenados y los consagrados es un signo claro de la promesa del Reino de los Cielos, y a veces un signo de contradicción cuando los valores evangélicos tienen conflicto con los valores del mundo. Ambos no son mutuamente excluyentes y Santa Teresa capta la santidad de sus padres en una de sus entradas de su diario. “El buen Dios me dio un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra”.
La cultura por las vocaciones comienza en el hogar, pero se amplifica a través de la iglesia y de la sociedad en la medida en que cada persona en su respectiva forma de vida, casada, sacerdote, religioso y soltero llegan a ser  testigos vivos de Jesucristo, en sus actos cotidianos de servicio amoroso, sacrificio, alegrías y sufrimientos. La promesa de las vocaciones comienza en casa, pero le toma a todo el cuerpo de Cristo llevar a cumplimiento lo que Dios ha comenzado.
El recién concluido Sínodo sobre la Familia contribuirá a un renovado amor y respeto por la vida familiar que es esencial para la iglesia y la sociedad. A la luz de esto estará el desafío de la iglesia para levantar con renovado ardor la vocación del matrimonio y la familia en nuestro mundo moderno. Hacer esto es fortalecer las bases para el llamado a los hombres y mujeres al sacerdocio y a la vida consagrada. En este Año de la Vida Consagrada, junto con la extraordinaria labor del Sínodo de la Familia, que el Señor nos fortalezca para despertar al mundo a todo lo que es bueno y duradero.
¿Quién terminará la Eucaristía? Damos las gracias a todos los que continúan sirviendo al Señor en el sacerdocio y la vida religiosa, y que podamos orar fervientemente por aquellos que están discerniendo, mendigándole al viñador para que envíe obreros a la viña.

El papa habló con acciones y con palabras

Por Obispo Joseph Kopacz
La visita pastoral del Papa Francisco a los Estados Unidos fue un torbellino de visitas a los más poderosos en sus respectivos ámbitos y a los débiles en su realidad diaria. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires, Argentina, estaba acostumbrado a encontrarse casi a diario con los pobres y los de influencia en su arquidiócesis, y se encontraba como en su casa en las villas o en  los barrios de Argentina, donde por lo regular caminaba, oraba y alentaba a las personas que vivían en los márgenes de la París de América Latina.
Por lo tanto, cuando escogió servir una cena en un comedor cercano en la ciudad de Washington, D.C., en vez de almorzar con los miembros del Congreso de los Estados Unidos – no era una oportunidad para que le tomaran fotografías–  como sería el caso de muchos funcionarios públicos, sino más bien una gracia de espontaneidad que es parte de su carácter y de su Evangelio ADN. Es una extensión del de abrazo de San Francisco de Asís al leproso cuando no había nadie por allí con una cámara.
Los gestos y las palabras del Papa Francisco arderán en nuestros corazones, mentes e imaginación en los próximos años. Para el resto de esta columna quiero ofrecer una selección de su sabiduría que trasciende la política y la ideología.

Inmigración
“Como hijo de una familia de inmigrantes, estoy feliz de ser un huésped en este país, el cual fue construido en gran parte por estas familias. Espero con interés que estos días de encuentro y de diálogo, en los cuales espero escuchar y compartir muchas de las esperanzas y los sueños del pueblo americano”. La inmigración fue un tema que se repitió a lo largo de todos sus discursos y homilías durante sus cinco días completos en nuestro país. Al final de su discurso a los obispos de Estados Unidos en la Catedral San Mateo, el Papa Francisco concluyó su homilía con un pedido a un encuentro y acompañamiento al inmigrante con dignidad y respeto.

LIBERTAD RELIGIOSA
“Señor  Presidente, junto con sus compatriotas, los católicos estadounidenses están comprometidos a  construir una sociedad que sea verdaderamente tolerante e inclusiva de salvaguardar los derechos de los individuos y las comunidades y de rechazar toda forma de discriminación injusta. Con muchas otras personas de buena voluntad, están igualmente preocupados de que los esfuerzos para construir una sociedad justa, ordenada y prudente que respeten sus preocupaciones profundas y sus derechos a la libertad religiosa. Esa libertad sigue siendo una de las más preciadas posesiones en América. Y como mis hermanos, los obispos de Estados Unidos, nos han recordado, todos están llamados a ser vigilantes, precisamente como buenos ciudadanos, a fin de preservar y defender esa libertad de todo lo que la amenace o la comprometa”.
El Papa Francisco empezó su discurso en el Jardín de las Rosas con este tema fundamental de la libertad religiosa, y está claro que él ha esta al tanto de la lucha de la Iglesia en los últimos tiempos. El podría haber añadido también que la libertad religiosa está consagrada en la Primera Enmienda de nuestra querida constitución, la piedra angular de nuestra sociedad.

El camino al encuentro y al diálogo
Homilía en la Catedral San Mateo a los obispos.
“El camino que tenemos por delante es el diálogo entre ustedes, el diálogo en su presbiterio, el diálogo con los laicos, el diálogo con las familias, el diálogo con la sociedad…De lo contrario, fallamos en comprender la forma de pensar de los demás, o de realizar profundamente que el hermano o hermana que deseamos alcanzar y rescatar, con el poder y la cercanía del amor, cuentan más de sus posiciones, distantes como pueden ser de lo que entendemos como verdadero y cierto.
“Un lenguaje cruel y divisivo no es propio de la lengua de un pastor, no tiene lugar en su corazón. A pesar de que momentáneamente pareciera ganar el día, sólo el perdurable encanto de la bondad y el amor sigue siendo verdaderamente convincente”. El Papa Francisco ens estas palabras ofrece una excelente catequesis de 1Pedro 3:15, para hablar con humildad y respeto, y en Efesios 4:15 para hablar la verdad en el amor.

La responsabilidad de los miembros del Congreso
“Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. Su responsabilidad, como miembros del Congreso, es permitir que este país, por su actividad legislativa, crezca como una nación. Ustedes son la cara de su gente, sus representantes. Ustedes están llamados a defender y preservar la dignidad de los conciudadanos en la incansable y exigente búsqueda del bien común ya que es el objetivo principal de todos los políticos. Una sociedad política perdura cuando busca, como una vocación, satisfacer necesidades comunes, estimulando el crecimiento de todos sus miembros, especialmente los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa se basa siempre en el cuidado de las personas. A esto ustedes han sido invitados, llamados y convocados por aquellos que los eligieron.”
El Papa Francisco habló como el Jefe de Estado del Vaticano, pero aun más como una voz moral y espiritual en la plaza pública a nuestros funcionarios electos. Imagínense si todos los responsables del bien común en virtud de su cargo caminan el noble camino de la vocación y el servicio.

En la familia
La fe abre una “ventana” a la presencia y acción del espíritu. Nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a pequeños gestos. “Quien da un vaso de agua en mi nombre – un pequeño gesto – no dejará de recibir recompensa”, dice Jesús (cf.  Marcos 9:41). Estos pequeños gestos son los que aprendemos en el hogar, en la familia; se pierden en medio de todas las otras cosas que hacemos y hacen cada día diferente.
Son las cosas tranquilas que hacen las madres y las abuelas, los padres y los abuelos, los niños, los hermanos. Son pequeños signos de ternura, afecto y compasión. Como la cena caliente que esperamos por la noche, el almuerzo temprano que espera alguien que se levanta temprano para ir a trabajar. Gestos hogareños. Como una bendición antes de ir a la cama, o un abrazo después de regreso tras un duro día de trabajo.
Cosas pequeñas muestran su amor, la atención a los pequeños signos diarios que nos hacen sentir como en casa. La fe crece cuando es vivida y formada por el amor. Es por ello que nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas iglesias domésticas. Son el lugar adecuado para que la fe se convierta en vida, y la vida crece en la fe.
En conclusión, el Papa Francisco exhorta a que la sabiduría de la vida de familia bien vivida es vital para nuestro mundo de hoy. “El Evangelio de la familia es verdaderamente ‘buenas noticias’ en un mundo donde el interés por sí mismo parece reinar”.

Pope spoke in actions as well as words

By Bishop Joseph Kopacz
Pope Francis’ pastoral visit to the United States was a whirlwind of visits to the most powerful in their respective domains, and to the powerless in their everyday circumstances. Cardinal Jorge Mario Bergoglio of Buenos Aires, Argentina was accustomed on a daily basis to encountering the poor and the influential in his Archdiocese, and he was most at home in Las Villas, or slums, of Argentina where he regularly walked with, prayed with and encouraged those who lived on the margins of the Paris of Latin America.
So when he chose to serve a meal at a nearby soup kitchen in Washington, D.C. rather than have lunch with members of the United States Congress, it was not a photo-op as would be the case with many public officials, but rather a graced spontaneity that is part of his character and his Gospel DNA.  It is an extension of Saint Francis of Assisi’s embrace of the leper when there was no one around with a camera.
The gestures and words of Pope Francis will burn in our hearts, minds, and imaginations for years to come and for the remainder of this column I want to offer a selection of his wisdom that transcends politics and ideology.

Immigration
“As the son of an immigrant family, I am happy to be a guest in this country, which was largely built by such families.  I look forward to these days of encounter and dialogue, in which I hope to listen to, and share, many of the hopes and dreams of the American people.”  Immigration was a theme that resonated throughout his speeches and homilies during his five full days in our country.
At the end of his address to the United States Bishops at Saint Matthew’s Cathedral Pope Francis concluded his homily with a plea to encounter and accompany the immigrant with dignity and respect.
Religious Liberty
“Mr. President, together with their fellow citizens, American Catholics are committed to building a society which is truly tolerant and inclusive, to safeguarding the rights of individuals and communities, and to rejecting every form of unjust discrimination. With countless other people of goodwill, they are likewise concerned that efforts to build a just and wisely ordered society respect their deepest concerns and their rights to religious liberty.
That freedom remains one of America’s most precious possessions. And as my brothers the United States Bishops have reminded us, all are called to be vigilant, precisely as good citizens, to preserve and defend that freedom from everything that would threaten or compromise it.”
Pope Francis began his address in the Rose Garden at the outset of his public appearances with this fundamental theme of Religious Liberty, and it is clear that he has been tuned into the struggle of the Church in recent times. He could have also added that Religious Liberty is enshrined in the First Amendment of our cherished Constitution, the bedrock of our society.

The Path of Encounter and Dialogue
Homily at Saint Matthew’s Cathedral to the bishops
“The path ahead, then, is dialogue among yourselves, dialogue in your presbyterate, dialogue with lay persons, dialogue with families, dialogue with society…Otherwise, we fail to understand the thinking of others, or to realize deep down that the brother or sister we wish to reach and redeem, with the power and the closeness of love, counts more than their positions, distant as they may be from what we hold as true and certain.  Harsh and divisive language does not befit the tongue of a pastor; it has no place in his heart.  Although it may momentarily seem to win the day, only the enduring allure of goodness and love remains truly convincing.” Pope Francis in these words offers an excellent catechesis of 1Peter 3, 15, to speak with meekness and respect, and Ephesians 4, 15 to speak the truth in love.

The Responsibility of Members of Congress
“Each son or daughter of a given country has a mission, a personal and social responsibility.  Your own responsibility as members of Congress is to enable this country, by your legislative activity, to grow as a nation. You are the face of its people, their representatives. You are called to defend and preserve the dignity of your fellow citizens in the tireless and demanding pursuit of the common good, for this is the chief aim of all politics.
A political society endures when it seeks, as a vocation, to satisfy common needs by stimulating the growth of all its members, especially those in situations of greater vulnerability or risk. Legislative activity is always based on care for the people.  To this you have been invited, called and convened by those who elected you.”
Pope Francis spoke as a Vatican Head of State, but far more as a moral and spiritual voice in the public square to our elected officials.  Imagine if all responsible for the common good by virtue of their elected office walked the noble path of vocation and service.

On the Family
Faith opens a “window” to the presence and working of the Spirit. It shows us that, like happiness, holiness is always tied to little gestures. “Whoever gives you a cup of water in my name — a small gesture — will not go unrewarded”, says Jesus (cf. Mk 9:41). These little gestures are those we learn at home, in the family; they get lost amid all the other things we do, yet they do make each day different. They are the quiet things done by mothers and grandmothers, by fathers and grandfathers, by children, by brothers. They are little signs of tenderness, affection and compassion.
Like the warm supper we look forward to at night, the early lunch awaiting someone who gets up early to go to work. Homely gestures. Like a blessing before we go to bed, or a hug after we return from a hard day’s work. Little things show love, by attention to small daily signs, which make us feel at home. Faith grows when it is lived and shaped by love. That is why our families, our homes, are true domestic churches. They are the right place for faith to become life, and life grows in faith.
In conclusion, Pope Francis exhorts that the wisdom of family life well lived is vital for our world today.  “The Gospel of the family is truly ‘good news’ in a world where self-concern seems to reign supreme.”

Encyclical theme no surprise

By Bishop Joseph Kopacz
Pope Francis’ first encyclical is the inspiring document entitled Laudatio Si. This unique title is drawn from the beginning of the canticle of Saint Francis of Assisi that addresses God the Creator. “Praise be to you, my Lord, through our Sister, Mother Earth, who sustains and governs us, and who produces various fruit with colored flowers and herbs.” Pope Francis is calling on all of humankind, especially those of the Christian faith to care for our common home.
This encyclical should come as no surprise. On March 19, 2013, on the feast of Saint Joseph, in his inaugural homily with religious and national leaders present from all over the world, Francis proclaimed Jesus Christ to all the nations in the spirit of the great saint from Assisi whose name he chose.
In his prophetic homily he mentioned care for creation, our common home, nine times. This struck me as remarkable theme in an inaugural address with countless millions viewing throughout the world, and joyfully praying with the first Pope from the Americas.
Pope Francis spoke eloquently about Saint Joseph, the protector of Jesus Christ and his mother, Mary. “The core of the Christian vocation is Jesus Christ. Let us protect Christ in our lives, so that we can protect others, protect Creation.” Francis continues. “This is something human, involving everyone. It means protecting all creation, the beauty of the created world, as the Book of Genesis tells us, as Saint Francis showed us.”
Embodying the spirit of Saint Francis, Francis of Rome is pleading with us “to protect the whole of creation, to protect each person, especially the poorest, to protect ourselves.” He concludes his homily as if conducting a symphony, “so that the Star of Hope will shine brightly, let us protect with love all that God has given us.”
The Joy of the Gospel, Evangelii Guadium, Francis’ first Apostolic Letter is the beginning and end of all that he is doing, teaching, and preaching. Jesus Christ is mankind’s joy and hope, and all who are baptized in His name are called to be missionary disciples, joyful witnesses of the Lord of history, especially where the Cross is most evident. Laudatio Si emerges from Evangelii Guadium as daylight flows from the dawn of a new day. The seeds of both are contained in Francis’ inaugural homily on the Feast of Saint Joseph. “The earth is our common home and all of us are brothers and sisters.” (Evangelii Guadium)
In Laudatio Si Pope Francis is speaking as a spiritual and moral leader calling each of us to more fully answer the call to care for others and to care for God’s creation. It is a summons to “profound interior conversion” by recognizing with humility the results of human activity unmoored from God’s design. It is an integral ecology that further develops the teachings of the Church, most notably since the Second Vatican Council in the 1960s. Let us look at two examples, although there are many more.
On the occasion of the annual celebration of the World Day of Peace on January 1, 1990, Pope Saint John Paul II offered a vision of this integral ecology as a message of hope and peace to the world. “Theology, philosophy and science all speak of a harmonious universe, of a cosmos endowed with its own integrity, its own internal, dynamic balance. This order must be respected. The human race is called to explore this order, to examine it with due care and to make use of it while safeguarding its integrity.”
On November 14, 1991, the United States Conference of Catholic Bishops published the document entitled Renewing the Earth which addresses this holistic understanding of the crises and opportunities facing the modern world. “At its core the environmental crisis is a moral challenge.
It calls us to examine how we use and share the goods of the earth, what we pass on to future generations, and how we live in harmony with God’s creation.” The Bishops then and now “want to stimulate dialogue, particularly with the scientific community. We know these are not simple matters; we speak as pastors… Above all, we seek to explore the links between concern for the person and for the earth, between natural ecology and social ecology. The web of life is one.”
What is astounding is that Pope Francis has chosen the complex reality of an integral ecology as the matter for his first encyclical. This has been on his mind and heart for a long time. Not unexpectedly, those on the left and the right of the political spectrum have offered criticism or have found compatibility with their own world views.
But there is a length and height, breath and depth to this encyclical that cannot be worthily addressed through sound bites or superficial analysis. As he has done from the beginning of his election Pope, Francis encourages dialogue and encounter with respect and humility.
As with Evangelii Guadium, Laudatio Si requires a commitment from each of us to read it, pray about it, dialogue about it, and allow it to shape us as missionary disciples in God’s fragile yet resilient world, our common home. This is an encyclical to which we will return often. “And God saw that it was very good.” (Genesis)

Tema de la encíclica no sorprende a nadie

Por Obispo Joseph Kopacz  La primera encíclica del Papa Francisco es el inspirado documento titulado Laudatio Si. Este original título fue extraído del comienzo del cántico de San Francisco de Asís que trata  sobre Dios el Creador. “Alabado sea mi Señor, por nuestra hermana, la Madre Tierra que nos sostiene y nos gobierna, y que produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas”. El Papa Francisco le pide a toda la humanidad, y en especial a los de la fe Cristiana, que cuiden de su hogar común.
Esta encíclica no debería sorprender a nadie. El 19 de marzo de 2013, en la fiesta de San José, en la homilía de su discurso inaugural con dirigentes religiosos y nacionales presentes de todo el mundo, Francisco proclamó a Jesucristo a todas las naciones en el espíritu del gran santo de Asís cuyo nombre escogió.
En su profética homilía, mencionó el cuidado de la creación, nuestro hogar común, nueve veces. Esto me pareció un notable tema en un discurso inaugural con incontables millones de personas viendo en todo el mundo, y con alegría rezando con el primer papa de la Américas.
El Papa Francisco habló elocuentemente sobre San José, el protector de Jesucristo y su madre, María. “El núcleo de la vocación cristiana es Jesucristo. Protejamos a Cristo en nuestras vidas, para que podamos proteger a otros y proteger la creación”. Francisco continua. “Esto es algo humano, que involucra a todos. Quiere decir proteger toda la creación, la belleza del mundo creado, como el Libro del Génesis nos dice, como San Francisco nos mostró”.
Encarnando el espíritu de San Francisco, el Francisco de Roma nos está implorando “a proteger la totalidad de la creación, a proteger a cada persona, especialmente a los más pobres, a protegernos a nosotros mismos”. El concluye la homilía como si estuviera dirigiendo una sinfonía, “para que la Estrella de la Esperanza brille, protejamos con amor todo lo que Dios nos ha dado”.
La Alegría del Evangelio, Evangelii Guadium, la primera Carta Apostólica de Francisco, es el inicio y el final de todo lo que está haciendo, enseñando y predicando. Jesucristo es la alegría y la esperanza de la humanidad, y todos los que han sido bautizados en su nombre están llamados a ser discípulos misioneros, testigos gozosos del Señor de la historia, especialmente donde la Cruz es más evidente.
Laudatio Si surge de Evangelii Guadium como la luz del día fluye del amanecer de un nuevo día. Las semillas de ambos se encuentran en la homilía inaugural de Francisco en la Fiesta de San José. “La tierra es nuestra casa común y todos nosotros somos hermanos y hermanas”. (Evangelii Guadium)
En Laudatio Si el Papa Francisco habla como un líder espiritual y moral llamándonos a cada uno de nosotros a responder de un modo más completo a la llamada de cuidar a los demás y de cuidar la creación de Dios. Es una invitación a “una profunda conversión interior” reconociendo con humildad los resultados de la actividad humana desamarrada del diseño de Dios. Es una ecología integral que desarrolla las enseñanzas de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Vaticano II en la década de 1960.
Veamos dos ejemplos, aunque hay muchos más. Con ocasión de la celebración anual del Día Mundial de la Paz el 1 de enero de 1990, el Papa San Juan Pablo II ofreció una visión de esta ecología integral como un mensaje de esperanza y de paz al mundo. “La teología, la filosofía y la ciencia hablan de un universo armónico, de un cosmos dotado de su propia integridad, su propio equilibrio interno y dinámico. Este orden debe ser respetado. La raza humana está llamada a explorar este orden, a examinarlo con la debida atención y hacer uso de él mientras salvaguardan su integridad.”
El 14 de noviembre de 1991, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos publicó el documento titulado, “Renovando la Tierra” el cual trata esta comprensión holística de las crisis y las oportunidades que enfrenta el mundo moderno. “En su esencia la crisis del medio ambiente es un desafío moral. Nos llama a examinar cómo usamos y compartimos los bienes de la tierra, lo que pasamos a las generaciones futuras, y cómo vivimos en armonía con la creación de Dios”.
Los obispos, entonces y ahora “quieren estimular el diálogo, en particular con la comunidad científica. “Sabemos que éstas no son cuestiones sencillas; nosotros hablamos como pastores… Por encima de todo, buscamos explorar los vínculos entre la preocupación por la persona y por la tierra, entre la ecología natural y ecología social. El tejido de la vida es uno de ellos”.
Lo que es sorprendente es que el Papa Francisco ha escogido la compleja realidad de una ecología integral como el tema de su primera encíclica. Esto ha estado en su mente y su corazón por un largo tiempo. No inesperadamente, los de la izquierda y la derecha del espectro político han ofrecido críticas o han encontrado compatibilidad con su propia visión del mundo. Pero hay una longitud y altura, amplitud y profundidad de esta encíclica que no puede ser dignamente dirigida a través de acertadas mordeduras o análisis superficial.
Como lo ha hecho desde el comienzo de su elección, el Papa Francisco fomenta el diálogo y el encuentro con respeto y humildad. Como con Evangelii Guadium, Laudatio Si requiere un compromiso por parte de cada uno de nosotros de leerla, de orar al respecto, dialogar sobre el asunto, y permitir que nos forme como discípulos misioneros en el mundo frágil pero resistente de Dios, nuestro hogar común. Esta es una encíclica sobre la cual volveremos a hablar a menudo. “Y Dios vio que era muy bueno”. (Génesis)

El matrimonio y su re-definición, una respuesta

Por Obispo Joseph Kopacz.
La gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes.
Muchos han levantado sus voces desde el espectro de las ideologías, las convicciones religiosas y desde todos los niveles de la sociedad en respuesta a la decisión de la Corte Suprema de sancionar legalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.
Yo también quiero expresar mi opinión en ésta crítica decisión judicial que ha cambiado radicalmente la definición de matrimonio. Al hacerlo, estoy consciente de las inspiradoras palabras del Apóstol San Pedro en su primera carta. Honren a Cristo Señor en sus corazones. Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen, pero háganlo con humildad y respeto. (1 Pedro 3:15)
La iglesia, como administradora de los misterios de Dios y ayudante de Jesucristo (1Cor. 4:1) ha sido encargada de una forma de vida en el matrimonio que está sólidamente establecida en las Escrituras, en la tradición, en antropología cristiana y en nuestra vida sacramental.
La unión de un hombre y una mujer en el matrimonio surge de la obra creadora de Dios como la relación primaria para toda la vida humana. Ha sido la piedra angular, no sólo para la iglesia, sino también para la sociedad civil a lo largo de milenios. Su desaparición en el mundo moderno ha causado enormes problemas para las personas, las familias y la sociedad.
La Iglesia Católica ha estimado y celebrado el sacramento del matrimonio entre sus siete sagrados dones (sacramentos) legado por el Señor Jesús. Las raíces del matrimonio están fundamentadas en la Palabra de Dios, comenzando con el segundo capítulo del Génesis donde “un hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos serán una sola carne” (Génesis 2:24).
Jesús claramente confirmó la acción creadora de Dios sobre el matrimonio en el Evangelio de San Marcos cuando le recordó a sus oyentes sobre la intención de su padre desde el principio, (Marcos 10: 6-10). Más adelante en el Nuevo Testamento, la base para el sacramento del matrimonio se establece cuando el autor de Efesios elocuentemente escribió, “que los esposos amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).  Por lo tanto, el amor de marido y mujer en el matrimonio es un signo sagrado del fiel y permanente amor del Señor por nosotros.
Por lo tanto, somos administradores y servidores de la institución sagrada del matrimonio que no somos libres para cambiar en nuestra tradición de fe. A la luz de la fe y la razón, es lamentable que lo que Dios destinó desde el principio ha sido pisoteado tan a menudo en nuestro mundo moderno, y ahora re-definido.
Sin embargo, nuestro inquebrantable compromiso de la dignidad de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en necesidad de salvación, motiva todos nuestros ministerios y la vida parroquial. Nuestra experiencia personal del amor misericordioso de Dios, la clave de la vida eterna, tiene que dirigir nuestros encuentros, acciones y conversaciones con todas las personas, incluyendo a nuestros hermanos y hermanas de la misma atracción sexual y estilos de vida.
Aunque la iglesia no puede aceptar la re-definición del matrimonio, estamos obligados por el mandato de Jesucristo a amarnos unos a otros como él nos ha amado. e es el amor que mueve cielo y tierra, y trata de conciliar a todas las personas con Dios y con el otro.

Tema de la encíclica no sorprende a nadie

La primera encíclica del Papa Francisco es el inspirador documento titulado Laudatio Si. Este original título  fue extraído del comienzo del cántico de San Francisco de Asís que trata  sobre Dios el Creador. “Alabado sea mi Señor, por nuestra hermana, la Madre Tierra que nos sostiene y nos gobierna, y que produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas”. El Papa Francisco le pide a toda la humanidad, y en especial a los de la fe Cristiana, para que cuiden de nuestro hogar común.
Esta encíclica no debería sorprender a nadie. El 19 de marzo de 2013, en la fiesta de San José, en la homilía de su discurso inaugural con dirigentes religiosos y nacionales presentes de todo el mundo, Francisco proclamó a Jesucristo a todas las naciones en el espíritu del gran santo de Asís cuyo nombre escogió. En su profética homilía, mencionó el cuidado de la creación, nuestro hogar común, nueve veces. Esto me pareció un notable tema en un discurso inaugural con incontables millones de personas viendo en todo el mundo, y con alegría rezando con el primer Papa de la Américas.
El Papa Francisco habló elocuentemente sobre San José, el protector de Jesucristo y su madre, María. “El núcleo de la vocación cristiana es Jesucristo. Protejamos a Cristo en nuestras vidas, para que podamos proteger a otros, proteger la creación”.
Francisco continua. “Esto es algo humano, que involucra a todos. Quiere decir proteger toda la creación, la belleza del mundo creado, como el Libro del Génesis nos dice, como San Francisco nos mostró”. Encarnando el espíritu de San Francisco, el Francisco de Roma nos está implorando “a proteger la totalidad de la creación, a proteger a cada persona, especialmente a los más pobres, a protegernos a nosotros mismos”. El concluye la homilía como si estuviera dirigiendo una sinfonía, “para que la Estrella de la Esperanza brille, protejamos con amor todo lo que Dios nos ha dado”.
La Alegría del Evangelio, Evangelii Guadium, la primera Carta Apostólica de Francisco, es el inicio y el final de todo lo que está haciendo, enseñando y predicando. Jesucristo es la alegría y la esperanza de la humanidad, y todos los que han sido bautizados en su nombre están llamados a ser discípulos misioneros, testigos gozosos del Señor de la historia, especialmente donde la Cruz es más evidente. Laudatio Si surge de Evangelii Guadium como la luz del día fluye del amanecer de un nuevo día. Las semillas de ambos se encuentran en la homilía inaugural de Francisco en la Fiesta de San José. “La tierra es nuestra casa común y todos nosotros somos hermanos y hermanas”. (Evangelii Guadium)
En Laudatio Si el Papa Francisco habla como un líder espiritual y moral llamándonos a cada uno de nosotros a responder de un modo más completo a la llamada de cuidar a los demás y de cuidar la creación de Dios. Es una invitación a “una profunda conversión interior” reconociendo con humildad los resultados de la actividad humana desamarrada del diseño de Dios. Es una ecología integral que desarrolla las enseñanzas de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Vaticano II en la década de 1960. Veamos dos ejemplos, aunque hay muchos más.
Con ocasión de la celebración anual del Día Mundial de la Paz el 1 de enero de 1990, el Papa San Juan Pablo II ofreció una visión de esta ecología integral como un mensaje de esperanza y de paz al mundo. “La teología, la filosofía y la ciencia hablan de un universo armónico, de un cosmos dotado de su propia integridad, su propio equilibrio interno y dinámico. Este orden debe ser respetado. La raza humana está llamada a explorar este orden, a examinarlo con la debida atención y hacer uso de él mientras salvaguardan su integridad.”
El 14 de noviembre de 1991, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos publicó el documento titulado, “Renovando la Tierra” el cual trata esta comprensión holística de las crisis y las oportunidades que enfrenta el mundo moderno.
“En su esencia la crisis del medio ambiental es un desafío moral. Nos llama a examinar cómo usamos y compartimos los bienes de la tierra, lo que pasamos a las generaciones futuras, y cómo vivimos en armonía con la creación de Dios”. Los obispos, entonces y ahora “quieren estimular el diálogo, en particular con la comunidad científica.
“Sabemos que estas no son cuestiones sencillas; nosotros hablamos como pastores… Por encima de todo, buscamos explorar los vínculos entre la preocupación por la persona y por la tierra, entre la ecología natural y ecología social. El tejido de la vida es uno de ellos”.
Lo que es sorprendente es que el Papa Francisco ha escogido la compleja realidad de una ecología integral como el tema de su primera encíclica. Esto ha estado en su mente y su corazón por un largo tiempo. No inesperadamente, los de la izquierda y la derecha del espectro político han ofrecido críticas o han encontrado compatibilidad con su propia visión del mundo. Pero hay una longitud y altura, amplitud y profundidad de esta encíclica que no puede ser dignamente dirigida a través de acertadas mordeduras o análisis superficial.
Como lo ha hecho desde el comienzo de su elección, el Papa Francisco fomenta el diálogo y el encuentro con respeto y humildad. Como con Evangelii Guadium, Laudatio Si requiere un compromiso por parte de cada uno de nosotros de leerla, de orar al respecto, dialogar sobre el asunto, y permitir que nos forme como discípulos misioneros en el mundo frágil pero resistente de Dios, nuestro hogar común. Esta es una encíclica sobre la cual volveremos a hablar a menudo. “Y Dios vio que era muy bueno”. (Génesis)

Marriage and its redefinition: a response

By Bishop Joseph Kopacz
Grace and peace from God our Father and Our Lord Jesus Christ be with you all.
Many have raised their voices from across the spectrum of ideologies, religious convictions and all levels of society in response to the Supreme Court’s decision to legally sanction same sex marriage throughout our country. I too want to weigh in on such a critical court decision that has radically altered the definition of marriage. In doing so I am mindful of the inspired words of Saint Peter in his first letter. “In your hearts honor Christ the Lord as holy, always being prepared to make a defense to anyone who asks you for a reason for the hope that is in you; yet do it with gentleness and respect.” (1Peter 3,15)
The church, as stewards of the mysteries of God, and servants of Jesus Christ (1Cor. 4,1) has been entrusted with a way of life in marriage that is solidly set in Scripture, in tradition, in Christian Anthropology, and in our Sacramental life. The union of man and woman in marriage emerges out of God’s creative work as the primary relationship for all of human life. It has been the cornerstone, not only for the church, but also for civil society for millennia. Its demise in the modern world has led to enormous problems for individuals, families, and society.
The Catholic Church has cherished and celebrated the sacrament of marriage among its seven sacred gifts (sacraments) bequeathed to us by the Lord Jesus. The roots of marriage are foundational in the Word of God beginning with the second chapter of Genesis where a “man leaves his father and mother and clings to his wife and the two become one flesh.” (Genesis 2, 24).
Jesus clearly confirmed God’s creative action regarding marriage in Mark’s Gospel when he reminded his hearers about his Father’s intention from the beginning. (Mark 10, 6-10). Later in the New Testament the basis for the sacrament of marriage is established when the author of Ephesians eloquently wrote “that husbands are to love their wives as Christ loved the church and gave himself up for her.” (Ephesians 5, 25). Therefore, the love of husband and wife in marriage is a sacred sign of the Lord’s faithful and permanent love for us.
Therefore, we are stewards and servants of the sacred institution of marriage that we are not free to change in our tradition of faith. In the light of faith and reason, it is regrettable that what God intended from the beginning has been trampled so often in our modern world, and now redefined.
Yet, our unshakeable commitment to the dignity of every human person created in the image and likeness of God, and in need of salvation, motivates all of our ministries and parish life. Our personal experience of the merciful love of God, the key to eternal life, must direct our encounters, actions and conversations with all people, including our brothers and sisters of same sex attraction, and lifestyles. Although the Church cannot accept the redefinition of marriage, we are compelled by the command of Jesus Christ to love one another as he has loved us. This is the love that moves heaven and earth, and seeks to reconcile all people with God and one another.

El matrimonio y su re-definición, una respuesta

Por Obispo Joseph Kopacz.
La gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes.
Muchos han levantado sus voces desde el espectro de las ideologías, las convicciones religiosas y desde todos los niveles de la sociedad en respuesta a la decisión de la Corte Suprema de sancionar legalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.
Yo también quiero expresar mi opinión en ésta crítica decisión judicial que ha cambiado radicalmente la definición de matrimonio. Al hacerlo, estoy consciente de las inspiradoras palabras del Apóstol San Pedro en su primera carta. Honren a Cristo Señor en sus corazones. Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen, pero háganlo con humildad y respeto. (1 Pedro 3:15)
La iglesia, como administradora de los misterios de Dios y ayudante de Jesucristo (1Cor. 4:1) ha sido encargada de una forma de vida en el matrimonio que está sólidamente establecida en las Escrituras, en la tradición, en antropología cristiana y en nuestra vida sacramental.
La unión de un hombre y una mujer en el matrimonio surge de la obra creadora de Dios como la relación primaria para toda la vida humana. Ha sido la piedra angular, no sólo para la iglesia, sino también para la sociedad civil a lo largo de milenios. Su desaparición en el mundo moderno ha causado enormes problemas para las personas, las familias y la sociedad.
La Iglesia Católica ha estimado y celebrado el sacramento del matrimonio entre sus siete sagrados dones (sacramentos) legado por el Señor Jesús. Las raíces del matrimonio están fundamentadas en la Palabra de Dios, comenzando con el segundo capítulo del Génesis donde “un hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos serán una sola carne” (Génesis 2:24).
Jesús claramente confirmó la acción creadora de Dios sobre el matrimonio en el Evangelio de San Marcos cuando le recordó a sus oyentes sobre la intención de su padre desde el principio, (Marcos 10: 6-10). Más adelante en el Nuevo Testamento, la base para el sacramento del matrimonio se establece cuando el autor de Efesios elocuentemente escribió, “que los esposos amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).  Por lo tanto, el amor de marido y mujer en el matrimonio es un signo sagrado del fiel y permanente amor del Señor por nosotros.
Por lo tanto, somos administradores y servidores de la institución sagrada del matrimonio que no somos libres para cambiar en nuestra tradición de fe. A la luz de la fe y la razón, es lamentable que lo que Dios destinó desde el principio ha sido pisoteado tan a menudo en nuestro mundo moderno, y ahora re-definido.
Sin embargo, nuestro inquebrantable compromiso de la dignidad de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en necesidad de salvación, motiva todos nuestros ministerios y la vida parroquial. Nuestra experiencia personal del amor misericordioso de Dios, la clave de la vida eterna, tiene que dirigir nuestros encuentros, acciones y conversaciones con todas las personas, incluyendo a nuestros hermanos y hermanas de la misma atracción sexual y estilos de vida.
Aunque la iglesia no puede aceptar la re-definición del matrimonio, estamos obligados por el mandato de Jesucristo a amarnos unos a otros como él nos ha amado. Este es el amor que mueve cielo y tierra, y trata de conciliar a todas las personas con Dios y con el otro.