Carta del Obispo Joseph Kopacz a la comunidad hispana sobre el Llamado al Servicio Católico (CSA por sus siglas en inglés)
Hermanos y hermanas en Cristo:
Como su obispo, es importante que sepan que nuestra diócesis está dedicada a abrir las puertas de nuestra iglesia a las hermanas y hermanos hispanos que viven entre nosotros. Estamos aquí por ustedes y hemos estado sirviendo la población de habla hispana en algunas instancias durante los últimos 30 años. Todos hemos sido llamados a servir a otros del mismo modo que Jesús lo hizo, con amor y humildad. Él nos dio este regalo cuando lavó los pies de los discípulos.
Nuestro tema de este año para el Servicio Católico es el “Llamado a Servir”. Hoy me gustaría compartir con ustedes cómo servimos a nuestras hermanas y hermanos católicos a través de la Diócesis de Jackson.
En los años recientes, nuestra diócesis ordenó tres sacerdotes hispanos. Actualmente tenemos a Adolfo Suárez y a Cesar Sánchez de México estudiando para ser sacerdotes en nuestra diócesis. En total, hay cinco sacerdotes hispanos que hoy en día sirven a nuestra diócesis, y el Llamado al Servicio Católico ayuda a estos sacerdotes y seminaristas con su educación y formación después de su ordenación.
Además, muchos de nuestros sacerdotes junto con otros ministros pastorales nativos de los Estados Unidos, han trabajado duro para comprender y hablar el español con el fin de servir mejor a la población hispana en nuestro entorno. Por ejemplo, también hay cuatro nuevos sacerdotes redentoristas en nuestra diócesis trabajando en el Delta para evangelizar e integrar en nuestras comunidades parroquiales a la población hispana, así como para identificar y responder a las necesidades sociales de manera inminente. Estos sacerdotes llegaron el año pasado y están comprometidos a servir con nosotros los próximos cinco años.
El Llamado al Servicio Católico también apoya a la oficina del Ministerio Hispano. El hermano Ted y las hermanas María Elena y María Josefa viajan a través de la diócesis para servir a la población hispana dentro de nuestras parroquias y los ministros de servicio social.
La oficina del Ministerio Hispano ha capacitado a más de 120 personas para ser líderes en sus comunidades parroquiales a través del Instituto Pastoral del Sureste (SEPI), el liderazgo y los talleres litúrgicos en aquellas parroquias que lo requieran. Esta oficina trabaja actualmente con más de 27 parroquias hispanas a lo largo de la diócesis. También trabajan con el Movimiento Familiar Cristiano (MFCC), que está trabajando con más de 50 familias en las áreas de Jackson y Tupelo, ayudando a formar comunidades de fe promoviendo las vocaciones y la vida familiar católica.
El Llamado al Servicio Católico también apoya al Centro de Apoyo Migratorio de Caridades Católicas. Esta oficina proporciona servicios directos como la renovación de la autorización de empleo, extensión de visas y el estatus de protección temporal. También ayuda a educar a la población hispana sobre sus derechos en los Estados Unidos. A menudo, colaboran con el gobierno y los dirigentes cívicos para llevar a cabo estos servicios de ayuda a las personas para a conocer y lograr sus derechos. El Centro de Apoyo Migratorio también ofrece todos los jueves clases de inglés gratuitas.
Su regalo para el Llamado al Servicio Católico es para apoyar y fortalecer todos los increíbles ministerios mencionados en esta carta y para estar preparados para responder a nuevas posibilidades en el futuro. Les invito a dar un regalo al llamado de este año mientras continuamos nuestro camino de fe para seguir el ejemplo de Jesús como todos hemos sido “Llamados para Servir.”
Sinceramente
tuyo en Cristo,
Obispo Joseph R. Kopacz
Author Archives: Joseph Kopacz
Reflexionando en las bendiciones del año
por Obispo Joseph Kopacz
Qué diferencia puede hacer un año para cualquiera de nosotros, y nunca ha sido esto más cierto en mi vida desde que salí hacia Jackson el pasado año durante este mismo tiempo para prepararme para mi ordenación e instalación como el 11avo obispo de esta increíble diócesis el 6 febrero. Hoy hace un año estaba cargando mi Subaru Forester al máximo en anticipación de las 1,200 millas que hay del noreste al sur del país. Fue un momento de gran expectación junto con una justa dosis de ansiedad y temor.
Le mencioné a algunos funcionarios de la cancillería la semana pasada que el tiempo alrededor del primer aniversario de mi ordenación es mucho menos estresante que el mismo período el año pasado. Ellos no podría estar más de acuerdo. La planificación necesaria para la ordenación de un obispo es enorme y el plazo para hacerlo es compacto. Recuerden, una diócesis normalmente espera un año para el anuncio de un nuevo obispo, y cuando finalmente sucede el Nuncio Apostólico organiza la fecha para la ordenación, y/o instalación.
No se trata de una misión imposible, pero consume el tiempo y el talento del personal de la diócesis y muchos otros desde el momento del anuncio hasta el día de la ordenación/instalación. ¡Felicidades al personal y a los voluntarios que organizaron una espléndida celebración!
Sin embargo, debajo de la ráfaga de actividad estaban las más profundas bendiciones. Muchas personas de la Diócesis de Scranton y de la Diócesis de Jackson estaban orando fervientemente por mí y por todos los que participaban en este proceso de transición.
La liturgia de la ordenación y toda la logística de apoyo a los peregrinos que vinieron, a los grupos locales de religiosas, autoridades cívicas y a los asistentes me pareció que fluyó sin problemas. Por supuesto, que sabía yo que estaba en una nube de desconocimiento, en otras palabras, en una neblina. Las más profundas bendiciones, por supuesto, derivan de nuestra fe, esperanza y amor en el Señor Jesús y su eterno amor por su cuerpo, la Iglesia, y la gran alegría que el pueblo de nuestra diócesis tenía en darme la bienvenida a mi como su nuevo pastor.
Cuando miro hacia este año pasado no puedo evitar sorprenderme. Hojeando las hojas del calendario del año reavivo la biblioteca de recuerdos que se ha convertido en la base sobre la que construir. Por supuesto, están las celebraciones litúrgicas de Cuaresma, Semana Santa y Pascua. Son tan inspiradoras, y la Misa Crismal del martes de Semana Santa me permitió celebrar con los sacerdotes, religiosos, religiosas, lideres laicos eclesiales, y los laicos de la diócesis que se reúnen en torno a su obispo para recibir los santos óleos de unción en la vida sacramental de sus parroquias.
Enseguida me di cuenta que el tiempo de Pascua es quizás la época más activa de un obispo diocesano. Comienza el calendario de confirmación y los recorridos en carretera me llevaron a muchos rincones de la diócesis.
Cada visita pastoral fue una oportunidad para reunirme y celebrar con las comunidades parroquiales. Las graduaciones de secundaria y los aniversarios de ordenación de los sacerdotes se convirtieron en una tras otra bendita oportunidad de entrar cada vez más profundamente en la vida de la diócesis.
En el marco de estas celebraciones, la ordenación de tres sacerdotes de nuestra diócesis fue un momento singular. Yo nunca había estudiado un ritual tan cuidadosamente con el fin de garantizar un resultado válido. Esta época del año se caracterizó también por el retiro pastoral, un encuentro con los obispos regionales en Covington, La., y mi primera participación en la Conferencia Nacional de Obispos Católicos en Nueva Orleans.
Al evocar estos eventos a través del ojo de la mente, creo que se pueden dar una idea de que el establecimiento de un obispo en una diócesis se realiza de ladrillo a ladrillo en cada encuentro. En el curso de conocer a los obispos de cerca y de lejos, muchos de los eventos me han dado la oportunidad de conocer el grupo de nuestro seminaristas que están discerniendo la llamada del Señor en sus vidas. Oren por ellos así como ellos oran por ustedes.
En armonía con todas las celebraciones sacramentales en la Catedral de San Pedro Apóstol y en todo el territorio de la diócesis, he podido realizar visitas pastorales a muchas de nuestras parroquias y ministerios en los 65 condados que componen la Diócesis de Jackson. Entre mi coche y viajando junto con otros en algunas ocasiones he acumulado alrededor de 30,000 millas por el año. (Esto no incluye dos ocasiones en las que he viajado por avión.)
Ininterrumpidamente he podido participar en la vida pastoral de muchas de nuestras parroquias, y mi objetivo es visitar todos los sitios de la manera más oportuna y posible. Estas visitas pastorales establecen el vínculo espiritual que un obispo debe tener con el Pueblo de Dios encomendado a él, el cual se estima que debe ser pastoral y personal.
En medio de esta actividad pastoral en el 2014 pude organizar un tiempo de vacaciones en el noreste del país y con unos amigos de mi ciudad natal que pudieron visitarme.
Debo de decir que las pautas de mi ministerio pastoral, ocio y vacaciones las pude organizar bastante bien a lo largo de todo el primer año y eso sin tener tan siquiera un mapa de las carreteras con el cual empezar. Una parte de mi tiempo de ocio, por supuesto, es pasear y jugar con mi tonto perro labrador. El es bueno para los nervios.
En el artículo (en inglés) que es parte de la edición de esta semana, me preguntaron si yo soy feliz en mi nueva vida. ¿Cómo mide una persona su estado de felicidad? Puedo decir que después de un año de ser su obispo tengo mucha motivación, energía, y entusiasmo por mi ministerio como obispo, salpicadas con un estado estable de paz y tranquilidad en la mayoría de los días.
Por lo tanto, creo que puedo decir que soy feliz. Estoy agradecido de haber sido llamado a servir en una zona que no conocía, pero que he aprendido a amarla en un corto período de tiempo.
Miro hacia el futuro con confianza, esperanza y amor al caminar juntos como el Pueblo de Dios en la Diócesis de Jackson a un futuro desconocido donde el Señor Jesús nos espera.
Reflecting on year of blessings
By Bishop Joseph Kopacz
What a difference a year makes for anyone of us, and never has this been more true in my life since setting out for Jackson last year at this time to prepare for my ordination and installation as the 11th Bishop of this amazing diocese on February 6th. One year ago today I was loading up my Subaru Forester to the max in anticipation of the 1200-mile trek from the Northeast to the Deep South. It was a time of great anticipation along with a fair dose of anxiety and trepidation.
I mentioned to a few of the Chancery Staff over the last week that the time surrounding the one-year anniversary of my ordination is a lot less stressful than the same time last year. They could not agree more. The planning required for a bishop’s ordination is enormous and the time frame in which to do it is compact. Remember, a diocese typically waits a year for the announcement of a new bishop, and when it finally happens the Apostolic Nuncio arranges the date for the ordination, and or installation.
It’s not exactly mission impossible, but it does consume the time and talent of the diocesan staff and many others from the moment of the announcement to day of the ordination/installation. Kudos to the staff and volunteers who organized such a splendid celebration!
However, beneath the flurry of activity were the deeper blessings. Many people from the Diocese of Scranton and from the Diocese of Jackson were praying ardently for me and for all involved in this transition. The liturgy of ordination and all of the logistics in support of the pilgrims from afar, and the local groups of religious, civic attendees appeared to me to flow seamlessly.
Of course, what did I know; I was in the cloud of unknowing, in other words, in a fog. The deeper blessings, of course, flowed from our faith, hope, and love in the Lord Jesus, and his eternal love for his body, the church, and the great joy that the people of our diocese had in welcoming me as their new shepherd.
As I look back from the one-year perch, I cannot help but be amazed. Scrolling through the year’s calendar rekindles the library of memories that have become the foundation on which to build. Of course, there are the liturgical celebrations of Lent, Holy Week and Easter. They are so inspiring, and the Chrism Mass on Tuesday of Holy Week allowed me to celebrate with priests, religious, lay ecclesial leadership, and laity from around the diocese who come to gather around their bishop and receive the holy oils for anointing in the sacramental life of their parishes.
I soon realized that the Easter season is perhaps the most active time of year for a diocesan bishop. The confirmation schedule commences and the road trips took me to many corners of the diocese. Each pastoral visit was an opportunity to meet and celebrate with the particular parish communities. High school graduations and priests’ anniversaries of ordination became one blessed opportunity after another to enter more deeply into the life of the diocese. In the midst of these celebrations the ordination of three priests for our diocese was a singular moment.
I had never studied a ritual so carefully in order to assure a valid outcome. This time of year was marked also by the priests’ retreat, a gathering with the regional bishops in Covington, La., and my first national meeting with the United States Conference of Catholic Bishops (USCCB) in New Orleans.
As you run these events through your mind’s eye, I think you get the picture that a bishop’s settling into a diocese happens one brick at a time with each encounter. Along with getting to know the bishops from near and far, many events have given me the opportunity to know our corps of seminarians who are discerning the Lord’s call in their lives. Pray for them as they pray for you.
In harmony with all of the scheduled sacramental celebrations at the Cathedral of St. Peter the Apostle and throughout the diocese, I have been able to make pastoral visits to many of our parishes and ministries across the 65 counties that comprise the Diocese of Jackson. Between my car and hitching a ride with others at times, I have amassed about 30,000 miles for the year. (This doesn’t include two occasions on which I could fly around.) Steadily I have been able to participate in the pastoral life of many of our parishes, and the goal is to visit all sites in as timely a fashion as is possible. These pastoral visits establish the spiritual bond that a bishop must have with the People of God entrusted to him which is intended to be pastoral and personal.
In the midst of this pastoral activity across 2014 I was able to arrange for vacation time back in the Northeast, and a few friends were able to visit from the home area. I must say that patterns of my pastoral ministry, leisure, and vacation jelled rather well throughout the first year for not having much of a road map with which to begin. A daily part of my leisure time, of course, is my regular walks and playing with my goofy Labrador Retriever. He is good for the nerves.
For the companion article that is part of this week’s edition, I was asked if I am happy in my new life. How does a person measure his or her state of happiness? I can say that after one year as your bishop I have ample motivation, energy, and enthusiasm for my ministry as your bishop, sprinkled with a steady state of peace and calm on most days.
So, I guess I can say that I am happy. I am grateful to have been called to serve in an area I knew not, but have grown to love in a short period of time.
I look ahead with trust, hope, and love as we journey together as the People of God in the Diocese of Jackson into an unknown future where the Lord Jesus awaits us.
Celebrating Catholic schools
By Bishop Joseph Kopacz
This week’s publication of the Mississippi Catholic puts the spotlight on the living tradition of Catholic schools within in the Diocese of Jackson. This vital arm of the Catholic Church’s mission to make disciples of all of the nations has a rich history in Mississippi as has been pointed out and celebrated countless times in this paper. Next week is “Catholic Schools Week” and there will be a myriad of activities in each of our schools that manifest the pride of each school in their uniqueness, as well as the communion they share with one another and with God as educational faith communities in the Body of Christ, the Church.
During the autumn months of last year I had the opportunity to celebrate the Mass in each of our elementary and High School communities and it was a joyful and meaningful experience for me to enter into the heart and mind of each of them, including Christ the King and Holy Family, St. Elizabeth, and St. Francis, Our Lady of Lourdes and St. Joseph, St. Francis Xavier and St. Aloysius, Cathedral High School and Elementary, St. Anthony and St. Joseph, St. Richard and Thea Bowman, St. Patrick and Annunciation. (I have omitted the locations so that you can connect the schools with their towns and cities, a geographical excursion around the diocese.)
Times have changed and the Diocese of Jackson has fewer Catholic Schools then it once had, but the commitment of families, educators, and diocese remains strong and we continue to sacrifice in order that our schools may continue to flourish in contemporary society. Indeed, there are many challenges that families and school communities face in our world that experiences so much upheaval and instability.
In the 2007 document published by the Congregation of Catholic Education in Rome Educating together in Catholic Schools we read of the enormous challenges in the introduction: “The unexpected and often contradictory evolution of our age gives rise to educational challenges…These challenges emerge from the social, cultural, and religious complexity in which young people are actually growing up…There is a widespread lack of interest for the fundamental truths of human life. Likewise, individualism, moral relativism and materialism permeate above all rich and developed societies…Add to that rapid structural changes, globalization and the application of new technologies in the field of information that profoundly affect daily life and formation…
In a society that is at once global and diversified, local and planetary, young people find themselves faced with different proposals of values, or lack thereof… There are also the difficulties that arise from family instability, hardship and poverty… All of this exposes our young people to the danger of ‘being tossed to and fro and carried about with every wind of doctrine’ (Eph 4,14).
With this picture of the social and cultural milieu all school communities are acutely challenged to accomplish their mission to educate with purpose and promise. Yet, our Catholic School communities have considerable resources to fulfill the mission of educating the whole person, in knowledge and wisdom, faith and grace.
In the United States and the Diocese of Jackson we carry forward a tradition and a legacy that is well over 150 years old. Our schools are an extension of our diocese, our parishes and our families; therefore parents, teachers, administrators, laity and religious, priests and bishop, are all part of our school communities, either directly or in directly, on site or present in spirit, laboring to nurture our school communities that seek to infuse the sacred into all academic disciplines, social and athletic events.
The mission of our Catholic School educators is a noble vocation, but it can also be daunting in light of the world in which we live. The document cited above encourages a vision that the world cannot give. “The Catholic School educator’s vocation is a journey of permanent formation which demands a ready and constant ability for renewal and adaptation, and not just about professional updating in the strict sense. The synthesis between faith, culture, and life is reached by integrating all the different aspects of human knowledge through the subjects taught in the light of the Gospel, and in the growth of Christian virtues.”
“Catholic educators need a ‘formation of the heart’. They need to be led to that encounter with God in Christ that awakens their love and opens their spirits to others so that their educational commitment flows from their faith, a faith that becomes active through love. In fact care for instruction means loving.”
When we take a minute to think about this mission and vocation we know that it is only by the grace of God that it can be achieved in its fullness. It is rooted in the promise of the Lord Jesus to be with us until the end of time.
As Catholic Schools Week dawns we give thanks to our educators who care to instruct and administrate with great love, to the support staff of each school, to our parents who sacrifice to support their children’s education, to our parishioners whose generosity is directed in part to the support of our schools, to our pastors and pastoral ministers who provide the spiritual guidance that sustains parish and school communities, and to so many who have gone before upon whose shoulders of sacrifice and commitment we continue to stand today.
Have a spirited Catholic Schools Week, and may the Lord who has begun the good work in you continue to bring it to fulfillment.
Desenvolviendo el regalo vitalicio de Cristo
Las celebraciones de la Navidad, la fe, la familia y la amistad, han empezado a desvanecerse a medida que el Nuevo Año 2015 se apodera de nuestras vidas con todas sus urgentes demandas. Aunque el tiempo nos presiona, estaríamos de acuerdo en decir que el corazón y el alma de nuestros rituales y tradiciones con las comunidades de fe, las familias y los amigos son intemporales. Lo que se ve es transitorio, lo que es invisible es eterno, (2Cor. 4:18).
Espiritualmente en nuestra tradición católica, la Fiesta de la Epifanía, la manifestación del Señor Jesús a todas las naciones, y el Bautismo del Señor, el primer misterio luminoso del rosario, nos llevan a la culminación de la temporada navideña. El nacimiento físico, jubilosamente celebrado en la Encarnación, a una velocidad increíble llega al Bautismo del Señor, 30 años después. Las palabras del arcángel anunciando la buena nueva del gran júbilo del nacimiento del Salvador son ahora trascendente por divina majestad en las palabras de Dios el Padre en el Bautismo del Señor, este es mi Hijo amado, en quien me complazco, (Mat. 3:17).
Podemos seguir desenvolviendo el entendimiento y la sabiduría, la valentía y la esperanza de la Navidad dentro del Año Nuevo porque nosotros también damos gracias por nuestro propio nacimiento a la luz del día y nos alegramos de haber renacido por la luz de la fe a través de las aguas del Bautismo en la Palabra hecha carne.
Aún más, la aventura de la Navidad todavía tiene vida. San Juan Pablo II nos enseñó que la Navidad se mantiene viva espiritualmente en el corazón de la Iglesia hasta el 2 de febrero con la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, 40 días después de la celebración del nacimiento del Señor en el establo. Cuarenta días en la Cuaresma, cuarenta días desde Semana Santa hasta el jueves de la Ascensión, y cuarenta días de la temporada de Navidad son convincentes paralelos que pueden ser una ayuda durante la oscuridad y el frío de enero.
En la fiesta de la Epifanía los cristianos celebran la perseverancia, la sabiduría y el valor de los Reyes Magos, Gaspar, Melchor y Baltasar. Ellos nos inspiran a vivir nuestra fe cristiana en un nivel personal profundo y en el nivel de la misión universal de la Iglesia, la proclamación de Cristo a todas las naciones.
En esta manifestación de la gloria de Dios estamos conscientes a través de la fe, que nuestra identidad católica es un trayecto, una peregrinación sin fronteras. El impulso misionero de la Iglesia es parte integrante de nuestra identidad, la razón por la cual el Papa Francisco nos desafía a ser discípulos misioneros. La manera del evangelio de la vida es a menudo contrarrestado, rechazado, ridiculizado o incluso atacado por el espíritu del mundo moderno.
Sin embargo, continúa prosperando a pesar de las múltiples formas de oscuridad que felizmente extinguirían la luz de la fe. Como el prólogo del evangelio de san Juan proclama: “la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido”. Esto fue cierto en el primer siglo, y sigue siendo cierto en el siglo veintiuno.
Los Reyes Magos nos enseñan que la luz de la fe y el impulso de la esperanza, a pesar de todo, se arraigan en las vidas personales en la búsqueda de mujeres y hombres. Es profundamente personal, precisamente porque es universal. Lo que a menudo es más personal en nuestras vidas también es universal de la condición humana. Dios no cesa de poner esa Estrella de gracia en nuestro horizonte, sediento de nuestra fe en su Hijo amado. Al encontrar este amor eterno que siempre está con nosotros, volvemos a nuestra vida cotidiana con un nuevo horizonte, la mente y el corazón de Jesucristo. Podemos decidir como los Magos a volver a nuestra casa por otro camino, la guía de Dios para nuestra vida.
Saliendo del tiempo de Navidad, podemos decir claramente que nuestra relación con el amado Hijo de Dios es un ciclo eterno de dar regalos. Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, el don de amor eterno. Respondemos por la gracia de Dios con el don de la fe que nos conduce a la adoración en la tradición de los Reyes Magos, y en acción de gracias por el regalo que nunca está fuera de temporada. La Eucaristía especialmente es el acontecimiento de la Encarnación que se hace carne en la vida cotidiana de los discípulos que son el cuerpo vivo del Señor en este mundo, llamados a vivir con amor y justicia.
Para la gente de fe, la temporada de Navidad es un regalo invaluable que nos permite iniciar un nuevo año con fe, esperanza y amor a pesar de la oscuridad que nos puede ahogar. Pedimos seguir los pasos de los Reyes Magos en un espíritu de perseverancia, sabiduría y valentía. Son modelos eternos para nosotros porque mantuvieron los ojos fijos en la estrella hasta el momento en que podrían fijar su mirada en el Señor. Que todo lo que nos inspira en este mundo sirva para guiarnos a la Luz del mundo.
Qué la celebración del bautismo del Señor, la fiesta culminante de este tiempo de gracia, profundicen nuestra conciencia de que a través de nuestro bautismo en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, somos los hijos amados de Dios. Recordemos la escritura de la carta de san Pablo a los Gálatas en la fiesta de María, la madre de Dios, el primer día del Año Nuevo, porque estas palabras son nuestra esperanza y nuestra paz, y últimamente nuestro eterno destino.
Y porque somos sus hijos, Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que nos ha impulsado a llamar, “Abba, Padre. Ahora que ya no eres esclavo, sino hijo de Dios, y como tú eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero. (Gálatas 4,6 -7) ¡Feliz Año Nuevo!
(NOTA DEL EDITOR: Lea la columna de esta semana en la pag. 3 de la edición en inglés)
María es modelo de evangelización para todos
Por Obispo Joseph Kopacz
A medida que esta temporada de Navidad se desarrolla con el anuncio de la Encarnación, podemos saborear una vez más la alegría de nuestra salvación. Es el camino del discípulo, siguiendo fielmente el camino, la verdad y la vida, Jesucristo, el Señor. La Anunciación, la Visitación, el nacimiento del Señor, la alabanza de la Hueste celestial, la visita de los pastores, la estrella que guió a los magos, todos son momentos de gracia que nos dirigen a la gloria de Dios.
Cuando echamos una mirada al cielo durante estos majestuosos días, al mismo tiempo estamos plantados en la tierra, donde encarnamos la alegría del evangelio en la carne y la sangre de nuestras vidas. Miremos a la Virgen Madre, la primera discípula del Señor que modela para nosotros el camino de un discípulo.
Su encuentro con el ángel Gabriel revela una mente y corazón abierto a Dios, que la afirma como la primera evangelista, quien con alegría lleva al Salvador en su corazón y en su cuerpo. De tres minutos a tres días después del encuentro con el Arcángel Gabriel es probable que tuviera fijada su atención y su corazón en este gran misterio.
De tres días a tres meses, estaba experimentando el crecimiento de la nueva vida dentro de ella, y haciendo planes con José para vivir su vida juntos. Tres meses más tarde, estaba de camino a lo largo de las montañas de Judea en ruta para ayudar a su anciana prima Isabel que estaba más avanzada de su embarazo con Juan el Bautista.
Con la escena de la Visitación ante él, el Papa Francisco amorosamente llama a María nuestra Señora de la Prontitud. Ella es una mujer que está en paz con la llamada del Señor en su vida e inspirada a servir. Su resplandor era tan palpable que el bebé Juan salta de alegría en el vientre de su madre. Podemos sentir el corazón de la evangelización en este encuentro de María e Isabel. Encarnaba una alegre prontitud a servir ya que llevaba al Señor dentro de ella, el que vino a no ser servido sino a servir. Isabel y su hijo podían fácilmente sentir esto y regocijarse en la presencia del Señor. La alegría es contagiosa. María a su vez se alegra: “Mi alma proclama la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador”.
Qué regalo tan valioso para todos nosotros estimar como discípulos del Señor. La paz y la alegría son frutos o signos vivos del Espíritu Santo vivo en nosotros a través de la fe. Consideren la profunda alegría de María cuando sostenía al niño Jesús en sus brazos durante y después de la visita de los pastores que vieron la gloria de Dios en el rostro del niño en el establo. El evangelista San Lucas nos dice que una vez que los pastores vieron al Señor, ellos también se convirtieron en evangelistas. Mientras tanto, “María apreciaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.”
No todos nuestros días y la experiencia nos deja contentos, pero la alegría del evangelio se extiende mucho más allá de la felicidad. Es la constante sensación de la presencia de Dios aún cuando las nubes de la oscuridad y la duda, y la tristeza y el sufrimiento nos envuelve. En estos tiempos tenemos que recordar que Emanuel, Dios con nosotros, es el Señor que siempre está cerca, asegurándonos de la presencia amorosa de Dios. Incluso cuando las nubes de la muerte habían oscurecido la última noche de Jesús en la tierra, él todavía podía rezar para que su gozo estuviera en sus discípulos para que el gozo de ellos fuera completo.
Nosotros nunca podemos minimizar el horror de los sufrimientos del Señor y su muerte por crucifixión, ya que devastó a sus discípulos. La Virgen que había abrazado al niño Jesús en sus brazos, ahora sostenía el cuerpo quebrantado de su hijo a los pies de la cruz. En este mismo sentido, nunca podemos minimizar el poder del pecado y la vergüenza para que arruine la vida de Dios dentro de nosotros. Sin embargo, no podemos subestimar el poder de la resurrección a través de la cual el Señor sanó y facultó a sus discípulos para la misión de evangelizar a las naciones.
Cuando estaban apiñados en el miedo y la vergüenza a puertas cerradas él se les presentó para concederles el perdón y la paz. Su sufrimiento y el de ellos, esas heridas sangrientas de cuerpo y alma se convirtieron en la fuente de la nueva vida. “Los discípulos se alegraron cuando las dudas se disiparon de sus corazones al recibir la paz del Señor y su misión comenzó cuando sopló en ellos la vida del Espíritu Santo diciendo que “como el Padre me ha enviado, también yo os envío”. Este fue el momento de Pentecostés en el evangelio de Juan.
La última imagen bíblica que quiero recordar es la del día de Pentecostés en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aquí tenemos otra vez a María, pero esta vez no orando en silencio recibiendo el saludo del ángel, o acariciando a su hijo recién nacido en un establo, ni sosteniendo un quebrantado cuerpo sin vida, pero con una comunidad de fe esperando en gozosa esperanza por el poder que vendrá de lo alto. Este fue el segundo nacimiento para ella, para la iglesia, y para nosotros, cuando el Espíritu Santo nos capacita para conocer las insondables riquezas del amor de Dios. Ellos no estaban decepcionados cuando el viento impetuoso del espíritu y las llamas del amor de Dios los abrazó. Ni nosotros nos sentimos decepcionados al tomar la antorcha de evangelización en nuestra generación.
Las palabras de la Beata Teresa de Calcuta toman el mandato de Jesús: “Ustedes son la luz del mundo; una ciudad en lo alto de una colina no se puede ocultar. Ustedes no pueden ocultar su carácter cristiano. El amor no se puede ocultar más que el sol en el cielo. Cuando ustedes hacen obras de amor, cualquier tipo de buen trabajo, ustedes son observados. Es como tratar de ocultar una ciudad como para ocultar a un Cristiano. Todo cristiano debe estar abierto a ser visto de acuerdo al propósito de Dios para dar luz en la casa”.
Durante la temporada de Navidad María nos enseña que la obra de la evangelización puede ser un estado estable en nuestras vidas. Cada vez que nos reunimos para celebrar los sagrados misterios, nos saboreamos en la gloria de Dios, en el poder de lo alto, y oramos para que nosotros, como María, podamos estar dispuestos a proclamar la grandeza del Señor, y dispuestos a vivir, a amar y a servir como discípulos en el camino de la salvación. ¡Feliz Navidad!
Obispo agradecido por peregrinación a Saltillo
por obispo Joseph Kopacz
Desde que fui ordenado e instalado como el 11ª obispo de Jackson en febrero de este año, una de las corrientes constantes de conversación ha sido la relación entre la Diócesis de Jackson y la Diócesis de Saltillo, en el Estado de Coahuila, México. Se hizo evidente para mí que un gran cruce cultural de evangelización se ha estado desarrollando durante más de 45 años, y ha tocado las vidas de miles de personas en ambos lados de la frontera.
Uno de mis objetivos durante mi primer año como obispo era el de encontrar un momento adecuado para realizar una peregrinación para visitar a nuestros amigos en Cristo que están a 1000 millas al sur de los Estados Unidos. La oportunidad se presentó en la semana del Día de Acción de Gracias, y la siguiente es un relato de esta breve incursión en la increíble experiencia de la misión.
Monseñor Mike Flannery y yo fuimos a visitar la misión diocesana en Saltillo, México, este 27 de noviembre y regresamos el 2 diciembre. Monseñor Flannery había servido en la misión en Saltillo durante tres años a principios de los años 70, al final de los 29 años del servicio misionero del Padre Patrick Quinn. El siguiente es un resumen de nuestras actividades de acuerdo a la descripción del Padre Mike.
“El Obispo Kopacz quería conocer San Miguel y los diversos programas de extensión patrocinados por la misión. Nos reunimos con los sacerdotes, los catequistas y los voluntarios y visitamos dos ejidos (Santa Rosa y Sabanillas). Dentro de la ciudad de Saltillo visitamos las siete iglesias patrocinadas por la misión. En nuestra última noche participamos en la bendición de la primera piedra para la construcción de la Divina Misericordia con el Obispo Raúl Vera, Obispo de Saltillo, y al final de la reunión disfrutamos de una cena con el Obispo Vera y el Padre David Martínez y el Padre Evelio Casarrubias, los dos sacerdotes mexicanos asignados a San Miguel. Nuestra reunión con el Obispo Raúl salió muy bien. El acogió con beneplácito nuestro compromiso con la misión y espera que continúe la cooperación inter-diocesana mientras seguimos avanzando.
La Divina Misericordia es una impresionante nueva aventura que incluirá todo un complejo que tendrá una iglesia, un hogar para madres solteras, y un dormitorio para los estudiantes de los pueblos cercanos que quieren asistir a la universidad de la ciudad de Saltillo, pero no puede pagar el alquiler de viviendas. El lote es de una magnitud considerable (100 metros por 100 metros) y tiene un gran potencial para una futura expansión. El Obispo Kopacz quedó encantado de San Miguel, los sacerdotes, los colaboradores, los catequistas y los voluntarios. Él compartirá con ustedes sus impresiones.”
Como indica el Padre Mike, disfrutamos de cuatro días completos de actividad pastoral. Permítanme resumir algunos hechos recientes en la historia de nuestra relación con Saltillo. El Padre Bennie Pavone, un sacerdote jubilado de Nueva Orleáns, había estado trabajando en la Misión San Miguel durante seis años, y él y yo habíamos planeado mi visita pastoral para principios del este verano. Él murió repentinamente en agosto, y su comunidad parroquial de la Ascensión del Señor en La Plaza, Louisiana, lo encomendó a Dios con abundante amor y respeto. Antes del Padre Bennie, los sacerdotes de las diócesis de Jackson y Biloxi había prestado servicios en la misión durante 40 años. El Padre Patrick Quinn fue el bien amado pastor por 29 años y derramó su vida en el cuidado del pueblo del Señor, sobre todo en muchos ranchos lejanos.
Hasta hace unos seis años, un gran número de católicos de Mississippi viajaban todos los años a Saltillo para servir en las misiones. Esto creó una red de relaciones personales que figuran en las palabras del Papa Francisco, una cultura de encuentro entre discípulos misioneros. Una red de oración, generosidad, y ayuda fluyó hacia el norte y hacia el sur. El objetivo de la misión es servir a los pobres, especialmente a los marginados que se olvidan fácilmente. A la luz de esta notable historia, el Padre Mike y yo reconocimos la urgencia de nuestra visita.
En primer lugar, fue una oportunidad para fortalecer los lazos que nos unen. Yo tuve la oportunidad de partir el pan (tortillas) con el Obispo Raúl como Padre Mike indicó, y conocer a los principales dirigentes de la Misión San Miguel. Para el Padre Mike también fue una oportunidad conocer a los directivos de esta generación, y reavivar los lazos que se establecieron hace más de 40 años. Después de muchas inspiradoras liturgias, muchas comidas suntuosas que siguieron a la mayoría de las liturgias, y muchos kilómetros de senderos entre los sinuosos caminos de la ciudad, el Padre Mike y yo podríamos decir que teníamos el olor de las ovejas en las palabras del Papa Francisco, en el conocimiento del ambiente rural y de las muchas personas que conocieron.
Nuestra misión era determinar el grado en que los dirigentes actuales en la Misión San Miguel están fomentando la visión del Padre Quinn y la visión de las miles de personas de Mississippi que viajan a la misión, y/o apoyan a través de la oración y la generosidad. Esta visión se articula en un libro publicado recientemente en testimonio al Padre Quinn escrito por Jesús Alberto Salas Cortes.
A principios de su ministerio, cuando la gente del pueblo empezó a murmurar que él está pasando demasiado tiempo en el monte, él respondió que “había ido a Saltillo para servir a la gente de los ranchos, y que no estaba preocupado por las críticas y denuncias que ésto provocaba. Por lo tanto, dedicó la mayor parte de su tiempo a visitar los ranchos, donde construyó capillas con la asistencia de la población de las diócesis de Mississippi.
Como el Padre Mike indicó en su resumen de nuestra peregrinación, pudimos palpar de cerca la dedicación de los dirigentes actuales, y el fiel desarrollo del sueño del Padre Quinn. Las mujeres y los hombres, los sacerdotes y los religiosos, están trabajando juntos para desarrollar esa área en base a esa visión.
Me sentí edificado, humilde, e inspirado al experimentar tanto en un breve período de tiempo, y les quiero asegurar que nuestro apoyo a la misión en el futuro continuará el legado.
Es triste que la realidad en México es demasiado peligrosa para los viajes misioneros, y que ni la diócesis de Biloxi ni la de Jackson pueden ofrecer un sacerdote para el servicio. Pero podemos permanecer activos en el futuro inmediato a través de la oración, la generosidad y las visitas pastorales. A través de nuestro mejorado sitio web diocesano y red de comunicación vamos a poder traer nuestra familia misionera muy cerca a casa de una forma regular.
En resumen, además de orar, comer y conversar, cociné mi primera tortilla, preparé cemento para la piedra angular de la construcción de la Divina Misericordia, y anduve por senderos y carreteras durante horas. Mi primera peregrinación a nuestra querida misión no será la última.
Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros.
En el Adviento fe y esperanza, Ven, Señor Jesús.
Bishop thankful for Saltillo pilgrimage
By Bishop Joseph Kopacz
Since I was ordained and installed, as the 11th bishop of Jackson way back in February, one of the steady streams of conversation has been the relationship between the Diocese of Jackson and the Diocese of Saltillo, in the State of Coahuila, Mexico. It became obvious to me that considerable cross cultural evangelization has been at work for more than 45 years, and it has touched the lives of thousands on each side of the border. One of my goals for my first year as bishop was to find a suitable time to make a pilgrimage to our friends in Christ 1,000 miles to the south. That opportunity presented itself over the Thanksgiving weekend, and the following is a snap shot of this brief venture into an amazing mission experience.
Msgr. Mike Flannery and I went to visit our inter-diocesan mission in Saltillo, Mexico on November 27th and returned on December 2nd. Msgr. Flannery had served in the Saltillo mission for three years in the early 70’s at the outset of Father Patrick Quinn’s 29 years of missionary service. The following is a summary of our activities from Msgr. Flannery. “Bishop Kopacz wanted to get to know San Miguel, and the various outreach programs sponsored by the mission. We met with the priests, catechists and volunteers and visited two ejidos (Santa Rosa and Sabanillas).
“Within the city of Saltillo we visited the seven churches sponsored by the mission. On our final night we participated in the blessing of the foundation stone of Divina Misericordia with Bishop Raul Vera, Bishop of Saltillo, and we ended the meeting enjoying dinner with Bishop Raul Vera and Father David and Father Evelio, the two Mexican priests assigned to San Miguel. Our meeting with Bishop Raul went very well. He welcomed our involvement with the mission and hoped for a continuance of cooperation in the inter-diocesan agreement as we move forward.
“Divina Misericordia is an impressive new venture that will include a whole complex consisting of a church, a home for unwed mothers, and a dormitory for students from the villages who want to attend university in Saltillo but cannot afford the housing rent. The lot is quite sizeable (100 meters by 100 meters) and has great potential for future expansion. Bishop Kopacz was enamored with San Miguel, the priests, staff, catechists and volunteers. He will share with you his impressions.”
As Msgr. Flannery indicates we enjoyed four full days of pastoral activity. Allow me to summarize some recent history in our relationship with Saltillo. Father Bennie Piovan, a retired priest from New Orleans, had been laboring in the San Miguel Mission for six years, and he and I had arranged for my pastoral visit earlier in the summer. He died suddenly in August, and his parish community of the Ascension of the Lord in La Place, Louisiana, commended him to God with abundant love and respect. Prior to Father Bennie, the priests of the Jackson and Biloxi dioceses had served the mission for 40 years. Father Patrick Quinn was the beloved good shepherd for 29 years and poured out his life in the care of the Lord’s people, especially on many remote ranchos.
Up until about six years ago countless thousands of Mississippi Catholics had journeyed to Saltillo to serve in the missions. This created a network of personal relationships that embodied in the words of Pope Francis, a culture of encounter among missionary disciples. A pipeline of prayer, generosity, and assistance flowed north and south. The mission was to serve the poor, especially those on the fringes who are easily forgotten. In light of this remarkable history Msgr. Flannery and I recognized the urgency of our visit.
First and foremost it was an opportunity to strengthen the ties that bind us together. I was able to break bread (tortillas) with Bishop Raul as Msgr. Flannery indicated, and to meet the key leadership throughout the San Miguel Mission. For Msgr. Flannery it was an opportunity also to meet the leadership of this generation, and to rekindle older bonds that were forged more than 40 years ago. Many inspiring liturgies later, many sumptuous meals following most of the liturgies, and many miles off the beaten paths including winding city streets, Msgr. Flannery and I could say that we had the smell of the sheep, in the words of Pope Francis, and the lay of the land.
Our mission was to ascertain the degree to which the current leadership in the San Miguel Mission was fostering the vision of Father Quinn and the vision of countless thousands who journeyed from Mississippi to the mission, and/or supported it through prayer and generosity. This vision is articulated in a just published book in testimony to Father Quinn written by Jesus Alberto Salas Cortes. Early in his ministry, when people in town began to murmur that he was spending too much time out in the boondocks, he replied that “he had come to Saltillo to serve the people of the ranchos, and that he was not concerned about the criticism and complaints that this provoked. Thus he dedicated the greater part of his time visiting the ranchos, where he built chapels with the assistance of the people of the Diocese of Jackson.
As Msgr. Flannery indicated in his summary of our pilgrimage, we experienced firsthand the dedication of the current leadership, and the faithful development of Father Quinn’s dream. Women and men, priests and religious are working together to build upon that vision. I was edified, humbled and inspired to experience so much in a brief period of time, and I want to assure you that our support for the mission going forward will carry on the legacy. It is sad that the reality in Mexico is far too dangerous for mission trips, and that neither Biloxi nor Jackson is able to release a priest for service. But we can remain active for the foreseeable future through prayer and generosity, as well as through pastoral visits. Through our enhanced diocesan website and communication network we will be able to bring our mission family very close to home on a regular basis.
In summary, along with praying, eating and conversing, I baked my first tortilla, ladled cement for the cornerstone of Divine Mercy, and bounced along rutted roads for hours. My first pilgrimage to our beloved mission will not be my last.
Our Lady of Guadalupe, pray for us.
In Advent faith and hope, Come Lord Jesus.
(Editor’s note: see related story on page 16)
Season calls for hope, rest, renewal
By Bishop Joseph Kopacz
We are now at the halfway point of the month of November, a month that majestically begins in our Catholic tradition of faith with the feast of All Saints along with the hope-filled commemoration of All Souls. During this time of year, our hearts and minds are naturally and spiritually drawn to the end of time and space, as we know it, to the mystery of eternal life.
“We are God’s children now. What we shall later be has not yet come to light. (1Jn3). We see things dimly now, as in a mirror, but then we shall see face to face,” (1Corinthians 13). We are called to be in eternal communion with living God, through Jesus Christ, crucified and risen from the dead. “I believe in the communion of saints, the resurrection of the body, and life everlasting,” are the statements of faith that conclude the proclamation of creedal belief that we proclaim on Sundays and feast days.
The seasons of the year, God’s gift of creation, speak to the seasons of human life, and the inexorable engine of time. Autumn provides the natural setting in the Northern Hemisphere to reflect upon, and embrace the reality that mortality has the upper hand in this life. Even in Mississippi as the daylight hours diminish the early autumn mornings can be brisk, bordering on cold.
During these southern November days, I am delighting in the fall foliage, and the brown grass, and the leaves that cover backyards and fairways, a full month after NEPA (Northeast Pennsylvania). The natural world in manifest ways is dying to self, preparing to rest in winter’s dormancy. In a paradoxical way there is a unique beauty with dying and death in the natural world that can draw us deeper into the finitude of our own lives.
So it is with the seasons of human life. Developmental psychologists have made enormous contributions to our understanding of life’s challenges and opportunities at every stage on the journey, beginning with life in the womb up to the moment when the sun sets on a person’s life. Early on we seek to establish our identity.
Upon this foundation we continue to build the structure of our lives at the onset of adulthood. At mid-life, stagnation frequently comes knocking at the door, and we must dig deeper to remain loving and productive. With the onset of old age wisdom can be the welcome guest, or a person could succumb to various forms of despair. “Therefore we do not lose heart. Although our outer selves are wasting away, our inner selves are being renewed each day,” (2Corinthians 4,2).
It is true that the gift of faith in Jesus Christ blesses us with the promise of eternal life through the indwelling of the Holy Spirit. Yet, there is sober reality all around us slogging through time, even while we possess the sense dof the eternal. In the movie, “The Hobbit,” Gollum and Bilbo Baggins go head to head with riddles that entertain, but also confront the viewer with life’s somber reality.
Riddle 3:
It cannot be seen, cannot be felt,
Cannot be heard, cannot be smelt.
It lies behind stars and under hills,
And empty holes it fills.
It comes out first and follows after,
Ends life, kills laughter.
The answer is darkness. A poignantly clever riddle, no doubt, but in faith one that succumbs to the powerful words of the Word made flesh, Jesus the Christ. “I am the light of the world. Whoever follows me will never walk in darkness, but will have the light of life,” (John 8,12).
Gollum’s final riddle stumps Bilbo, and he needs more time to solve it.
Riddle 5:
This thing all things devours;
Birds, beasts, trees, flowers;
Gnaws iron, bites steel;
Grinds hard stones to meal;
Slays king, ruins town,
And beats mountain down.
Bilbo needed more time to realize that the answer to the riddle is time. Sometimes people are given more time to get it right, or to right wrongs, and sometimes not. Time is fleeting (tempus fugit); it passes quickly. “Our days on earth are like grass; like wildflowers, we bloom and die,” (Psalm 103,15). Yet, once again we have the words that are eternal in the face of the conquering worm. “I am the resurrection and the life. The one who believes in me will live, even though they die,” (John 11,25).
Jesus once said to the Sadducees, non-believers in eternal life, who were trying to trip him up: “You are so wrong. Our God is the God of the living, not the dead,” (Matthew 22, 32). The Catholic Church celebrated the promise of eternal life in the recent canonizations of Saint Pope John Paul II, and Saint Pope John XXIII. We embrace the communion of saints, the forgiveness of sins, and life everlasting.
As we pray for our beloved dead with greater attention and intention this month, and ask the intercession of the saints, may their love and prayers on our behalf inspire us to live a life worthy of the calling we have received by virtue of the three gifts that last, faith, hope, and love.
Estación requiere de esperanza, descanso, renovación
Por Obispo Joseph Kopacz
Ahora estamos a mediados del mes de noviembre, un mes que comienza majestuosamente en nuestra tradición católica de fe con la celebración del Día de todos los Santos junto con la espera, llena de conmemoración del Día de los Fieles Difuntos. Durante esta época del año, nuestros corazones y mentes naturalmente y espiritualmente se concentran en el final del tiempo y del espacio, como lo conocemos, en el misterio de la vida eterna.
Somos hijos de Dios ahora. Lo que veremos más adelante aún no ha salido a la luz”, (1Jn3). Ahora vemos las cosas indistintamente, como en un espejo, pero entonces las veremos cara a cara, (1 Corintios 13). Estamos llamados a vivir en comunión eterna con Dios vivo, a través de Jesucristo, crucificado y resucitado de entre los muertos. “Creo en la comunión de los santos, la resurrección de los muertos y la vida eterna”, son las declaraciones de fe que concluyen en la proclamación de fe del Credo que proclamamos los domingos y días de fiesta.
Las estaciones del año, el don de Dios de la creación, habla de las estaciones de la vida humana y del inexorable motor del tiempo. El otoño ofrece el entorno natural en el Hemisferio Norte para reflexionar y adoptar la realidad de que la mortalidad tiene el dominio en esta vida. Incluso en Mississippi cuando las horas de luz disminuyen, las mañanas tempranas en el otoño pueden ser frescas, casi frías. Durante estos días sureños de noviembre, me deleito en el follaje del otoño, y en la hierba marrón, y las hojas que cubren los patios y las calles, todo un mes después del noreste de Pensilvania.
El mundo natural, de maneras manifestadas, está muriéndose a si mismo, preparándose para descansar en el letargo del invierno. De manera paradójica, hay una belleza única con la agonía y la muerte en el mundo natural que nos puede acercar más en la finitud de nuestra propia vida.
De igual manera son las estaciones de la vida humana. Los psicólogos han hecho enormes contribuciones a nuestra comprensión de los desafíos de la vida y las oportunidades en cada una de las etapas en el camino, comenzando con la vida en el vientre materno hasta el momento cuando el sol se pone en la vida de una persona. Desde temprano tratamos de establecer nuestra identidad.
Sobre este fundamento seguimos construyendo la estructura de nuestras vidas en el inicio de la edad adulta. Hacia la mitad de nuestra vida, el estancamiento con frecuencia viene a llamar a la puerta, y tenemos que cavar más profundo para permanecer amorosos y productivos. Con el inicio de la vejez, la sabiduría puede ser el huésped bienvenido, o la persona puede sucumbir a diversas formas de desesperación. Por lo tanto, no perdamos la esperanza. Aunque nuestros cuerpos se están desgastando, nuestro yo interior se renueva cada día, (2 Corintios 4:2 ).
Es cierto que el don de la fe en Jesucristo nos bendice con la promesa de la vida eterna a través de la morada del Espíritu Santo. Sin embargo, hay sobria realidad alrededor de nosotros resbalando a través del tiempo, incluso mientras poseemos el sentido de lo eterno. En la película el Hobbit, Gollum y Bilvo Baggins se van cabeza a cabeza con enigmas que entretienen, pero también afrontar al espectador con la sombría realidad de la vida.
Enigma 3:
No se puede ver, no se puede sentir,
No se puede oír, no se puede oler.
Se encuentra detrás de las estrellas
y debajo de las colinas,
y agujeros vacíos llena.
Sale primero y sigue después,
termina la vida, mata la risa.
La respuesta es la oscuridad. Un mordaz e inteligente enigma, sin duda, pero en la fe uno que sucumbe a las poderosas palabras de la Palabra hecha carne, Jesús el Cristo. “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad”. (Juan 8:12 )
El enigma final de Gollum deja perplejo a Bilbo, y este necesita más tiempo para solucionarlo.
Enigma 5:
Esta cosa todas las cosas las devora;
las aves, las bestias, los árboles, las flores;
corroe el hierro, pica el acero;
Muele piedras a polvo;
mata a rey, arruina ciudad,
y desmorona montaña.
Bilbo necesita más tiempo para darse cuenta de que la respuesta al enigma es el tiempo. A veces a las personas se les da más tiempo para hacer las cosas bien, o para corregir las injusticias, y a veces no. El tiempo es fugaz (tempus fugit); pasa rápidamente. Nuestros días sobre la tierra son como la hierba, como flores silvestres, que florecen y mueren, (Salmo 103:15). Sin embargo, una vez más tenemos las palabras que son eternas en el rostro del gusano conquistador. Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, (Juan 11,25 ).
Jesús le dijo en una ocasión a los Saduceos, que no creían en la vida eterna y estaban tratando de cogerlo en una falta: “Ustedes está equivocados. Nuestro Dios es el Dios de la vida, no de los muertos.” (Mateo 22:32) La Iglesia Católica celebró la promesa de la vida eterna en la reciente canonización de San Juan Pablo Segundo y San Juan XXIII. Nosotros abrazamos la comunión de los santos, el perdón de los pecados, y la vida eterna.
Cuando oramos por nuestros queridos difuntos con mayor atención e intención este mes y pedimos la intercesión de los santos, que su amor y oraciones en nuestro nombre nos inspire a vivir una vida digna de la vocación que hemos recibido en virtud de los tres dones que perduran, la fe, la esperanza y el amor.