Realizar Gran Comisión del Señor

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.

¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! (Salmo 8:2)

Durante el tercer fin de semana de octubre, la Propagación de la Fe, el brazo misionero mundial de la Iglesia Católica está a la vanguardia del Domingo Mundial de las Misiones. El tema de este año, elegido por el Papa Francisco, fue “Corazones en llamas, pies en movimiento.” El Santo Padre volvió a arrojar luz sobre la historia de Emaús cuando el Señor resucitado caminó junto a dos discípulos desamparados, aplastados por la crucifixión. En ese encuentro sus corazones comenzaron a arder mientras caminaban, reconocieron al extraño en la mesa al partir el pan y se apresuraron con alas de águila hacia los demás discípulos para anunciar la Buena Nueva de la aparición del Señor resucitado.

Obispo Joseph R. Kopacz

El Domingo Mundial de las Misiones magnifica la Gran Comisión del Señor, la obra de la iglesia cada día y en cada generación para proclamar el Evangelio a todas las naciones con el corazón inflamado en la mesa eucarística y un sentimiento gozoso de ir en paz a amar y servir al Señor.
No hay nación en el planeta que esté fuera del alcance del anuncio de la Buena Nueva y de la paulatina inculturación del Evangelio. Aunque los canales de comunicación modernos se utilizan ampliamente y pueden atravesar las áreas más remotas, la iglesia es más fiel al mandato del Señor con botas en el terreno.

La luz del Evangelio a menudo es rechazada por la oscuridad de este mundo, pero la gracia de Dios prevalece y muchas mujeres y hombres, en casa y en el extranjero, abrazan la Cruz para ser testigos fieles del Señor. El sacrificio suele ser heroico en países donde la persecución religiosa es virulenta. La revisión anual de la discriminación y la opresión que a veces termina en martirio, expone una realidad espantosa para quienes sufren coacción diaria. Sin embargo, la voz del Evangelio no puede ser silenciada.

La mayoría de las veces, quienes trabajan en la viña del Señor, donde la falta de trabajo nunca es un problema, lo hacen por debajo del radar. Todas las obras de misericordia corporales y espirituales de la Iglesia, su compromiso con la justicia y la paz, con la educación y con la atención de la salud están todos vinculados a la obra central de la evangelización. Somos quienes somos y hacemos lo que hacemos porque pertenecemos a Jesucristo. “Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo”. (Mateo 10:8)

El Evangelio suscita lo mejor de los demás y cultiva la gracia de un alma generosa. “Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.”(Mateo 10:42)

El Papa Francisco, como el Papa Benedicto y el Papa San Juan Pablo II, en nuestro mundo posmoderno, han sido discípulos misioneros gozosos, encarnando el Evangelio desde el centro de la iglesia y yendo a los márgenes de nuestro mundo para proclamar la Buena Nueva de Jesús. Cristo con palabras de esperanza, justicia y paz. Consideremos las memorables peregrinaciones del Papa Francisco en los últimos años.

Durante un viaje ecuménico a Sudán del Sur y la República del Congo, oró por la reconciliación y un nuevo día de esperanza para estas naciones devastadas por la guerra. Durante la pandemia, trajo la luz de la esperanza del Evangelio donde la iglesia ha sido diezmada por la guerra y las luchas intestinas. En Canadá pidió perdón por los abusos infligidos a los pueblos indígenas por la iglesia y el gobierno canadiense. En Mongolia celebró Misa con toda la población católica, que es menor que el número de personas en nuestras parroquias más grandes.

En este momento de terror, tragedia y guerra en Tierra Santa, el Papa Francisco ha rogado que “el único lado que deberíamos tomar es el lado de la paz.”

Ya sea en nuestras propias familias, en nuestras parroquias diocesanas que exploran el significado más profundo de la iglesia Una, Santa Católica y Apostólica, o en el Sínodo mundial sobre la Sinodalidad, el principio y el fin de nuestros esfuerzos es la fiel empresa del Gran Señor Comisión.

La iglesia de casi 2.000 años ha levantado dos santos increíbles que son los copatronos de las Misiones. San Francisco Javier, S.J. cuyo corazón ardía y cuyos pies lo llevaron hasta la India y el Japón. Santa Teresa de Lisieux, que aunque sus pies no la llevaron demasiado más allá de su convento tuvo un corazón que Dios encendió, transportándola hasta los confines de la tierra a través de la oración y el amor.

San Francisco Javier, ¡ruega por nosotros! Santa Teresa, ¡ruega por nosotros!

Image of Cross brings clearer focus, understanding of Synod process

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

The third phase of the Synod on Synodality began in Rome on Oct. 6 and will be in session for most of this month. In summary, recall that the Catholic Church throughout the world conducted an extensive array of processes beginning in late 2021 that invited the laity, consecrated and ordained to actively participate in the synodal journey of described as one of communion, participation and mission. That was the first phase on the local level of each (Arch)diocese.

During the second stage a committee of delegates in each continental region oversaw the development of the diocesan syntheses into the continental documents of which there are seven. These represent the voices of the faithful from the United States/Canada, Latin America, Europe, the Middle East, Africa, Asia and Oceana. The good fruit of the Holy Spirit from the first two stages in the worldwide undertaking now guides the delegates in Rome as a roadmap for discussion, dialogue and discernment. Drafted from the seven continental syntheses is the working document known as the Instrumentum Laboris. This is replete with the theology of Synodality and the process to be undertaken in stage three for three weeks this month in Rome.

Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

It is only natural to inquire about the participants in Rome who are devoting three weeks of their lives to the third phase of the Synod process, and who will have an extraordinary voice at this time in church history. In the spirit of transparency, the Vatican on Sept. 21 released the final list of names of those participating in the upcoming Synod assembly, including laypeople who will be full voting delegates at a Catholic Church synod for the first time. The delegates are made up of representatives selected by bishops’ conferences and Eastern Catholic Churches, leaders in the Roman Curia and 120 delegates personally selected by Pope Francis. (See https://bit.ly/SynodParticipantList2023) In total, 363 people from around the world will be able to vote in the 16th Ordinary General Assembly of the Synod of Bishops, according to statistics released by the Holy See Press Office on July 7. Among them, 54 of the voting delegates are women. In addition to the voting members, 75 other participants have been invited to the synod assembly to act as facilitators, experts or spiritual assistants. (Catholic News Service Release)

The Instrumentum Laboris portrays all that the Holy Spirit has accomplished during the first two stages and reads as follows. The first phase enables us to understand the importance of taking the local church as a privileged point of reference, as the theological place where the baptized experience in practical terms “walking together.” First of all, we have experienced the joy expressed in the sincere and respectful encounter between brothers and sisters in the faith: to meet each other is to encounter the Lord who is in our midst. The continental stage has made it possible to identify and share the particular situations experienced by the church in different regions of the world. The daily hardships of poverty, violence, war and climate upheavals came into full view for many of our brothers and sisters throughout the world, especially in the Middle East and Africa.

As noted, the theme or vision for the Synod is “Communion Participation and Mission.” This understanding of the church is interwoven in the direction we have taken in our pastoral reimagining process of the church as One, Holy, Catholic and Apostolic. There is no doubt that one has to be patient with a process of listening and discerning within the word-wide church of well over a billion members.

At times there are more questions than answers, but as the Instrumentum Laboris states, a synodal church is open, welcoming and embraces all, and characteristic of a synodal church is the ability to manage tensions without being crushed. At the same time, a synodal church confronts honestly and fearlessly the call to a deeper understanding of the relationship between love and truth according to St. Paul’s invitation. “But speaking the truth in love, we must grow up in every way into him who is the head, into Christ, from whom the whole body, joined and knitted together by every ligament with which it is equipped, as each part is working properly, promotes the body’s growth in building itself up in love.” (Eph 4:15-16) To authentically include everyone, it is necessary to enter into the mystery of Christ allowing oneself to be formed and transformed by the way he lived the relationship between truth and love.
The image of the Cross comes to mind when seeking a clearer focus and a deeper understanding of the Synod process. The vertical beam of the Cross takes us into the vaults of heaven where God has revealed the plan of salvation in the Lord’s death and resurrection and where he transcends the whole of life’s transient nature. This is who we proclaim and teach. The horizontal beam of the Cross represents the daily life of the believer in every age, and the immanence of God in Jesus Christ who is with us until the end of time.

This is the realm of the Holy Spirit who works to bring about the Kingdom of God in the church and in the world. This is the hard work of the Synod which requires patience and trust as we build upon nearly 2,000 years of church history.

Imagen de la Cruz aporta un enfoque más claro y comprensión del proceso del Sínodo

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
La tercera fase del Sínodo sobre la Sinodalidad comenzó en Roma el 6 de octubre y sesionará durante la mayor parte de este mes. En resumen, recordemos que la Iglesia Católica en todo el mundo llevó a cabo una amplia gama de procesos a partir de finales de 2021 que invitaron a los laicos, consagrados y ordenados a participar activamente en el camino sinodal descrito como de comunión, participación y misión. Esa fue la primera fase a nivel local de cada (Arqui)diócesis.

Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

Durante la segunda etapa, un comité de delegados de cada región continental supervisó el desarrollo de las síntesis diocesanas en los documentos continentales, de los cuales hay siete. Estos representan las voces de los fieles de Estados Unidos/Canadá, América Latina, Europa, Medio Oriente, África, Asia y Oceanía. El buen fruto del Espíritu Santo de las dos primeras etapas de la empresa mundial guía ahora a los delegados en Roma como una hoja de ruta para la discusión, el diálogo y el discernimiento. A partir de las siete síntesis continentales se elabora el documento de trabajo conocido como Instrumentum Laboris. Esto está repleto de teología de la sinodalidad y del proceso que se llevará a cabo en la tercera etapa durante tres semanas, en este mes en Roma.

Es natural preguntar acerca de los participantes en Roma que están dedicando tres semanas de sus vidas a la tercera fase del proceso del Sínodo y que tendrán una voz extraordinaria en este momento de la historia de la iglesia. En un espíritu de transparencia, el Vaticano publicó el 21 de septiembre la lista final de nombres de quienes participarán en la próxima asamblea del Sínodo, incluidos los laicos que serán delegados con derecho a voto en un sínodo de la Iglesia Católica por primera vez. Los delegados están compuestos por representantes seleccionados por las conferencias episcopales y las Iglesias católicas orientales, líderes de la Curia Romana y 120 delegados seleccionados personalmente por el Papa Francisco. (Ver https://bit.ly/SynodParticipantList2023) En total, 363 personas de todo el mundo podrán votar en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, según las estadísticas publicadas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede en julio 7. Entre ellos, 54 de los delegados votantes son mujeres. Además de los miembros votantes, otros 75 participantes han sido invitados a la asamblea sinodal para actuar como facilitadores, expertos o asistentes espirituales. (Comunicado del Servicio Católico de Noticias)

El Instrumentum Laboris describe todo lo que el Espíritu Santo ha logrado durante las dos primeras etapas y dice lo siguiente. La primera fase nos permite comprender la importancia de tomar a la iglesia local como punto de referencia privilegiado, como lugar teológico donde los bautizados experimentan en términos prácticos “caminar juntos”. En primer lugar, hemos experimentado la alegría que se expresa en el encuentro sincero y respetuoso entre hermanos y hermanas en la fe: encontrarse es encontrarse con el Señor que está entre nosotros. El escenario continental ha permitido identificar y compartir las situaciones particulares que vive la iglesia en diferentes regiones del mundo. Las dificultades diarias de la pobreza, la violencia, la guerra y los trastornos climáticos quedaron a la vista de muchos de nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo, especialmente en Medio Oriente y África.

Como se señaló, el tema o visión del Sínodo es Participación y Misión en la Comunión. Esta comprensión de la iglesia está entrelazada en la dirección que hemos tomado en nuestro proceso pastoral de reimaginación de la iglesia como Una, Santa, Católica y Apostólica. No hay duda de que uno tiene que ser paciente con el proceso de escuchar y discernir dentro de la iglesia mundial de más de mil millones de miembros.

A veces hay más preguntas que respuestas, pero como afirma el Instrumentum Laboris, una iglesia sinodal es abierta, acogedora y abraza a todos, y la característica de una iglesia sinodal es la capacidad de gestionar las tensiones sin ser aplastada. Al mismo tiempo, una iglesia sinodal afronta con honestidad y sin miedo el llamado a una comprensión más profunda de la relación entre amor y verdad, según la invitación de San Pablo. “Más bien, profesando la verdad en el amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo. Y por Cristo el cuerpo entero se ajusta y se liga bien mediante la unión entre sí de todas sus partes; y cuando cada parte funciona bien, todo va creciendo y edificándose en amor.” (Ef 4:15-16) Para incluir auténticamente a todos, es necesario entrar en el misterio de Cristo dejándose formar y transformar por el modo en que vivió la relación entre verdad y amor.

La imagen de la Cruz viene a la mente cuando se busca un enfoque más claro y una comprensión más profunda del proceso del Sínodo. El rayo vertical de la Cruz nos lleva a las bóvedas del cielo donde Dios ha revelado el plan de salvación en la muerte y resurrección del Señor y donde trasciende toda la naturaleza transitoria de la vida. Esto es lo que proclamamos y enseñamos. La viga horizontal de la Cruz representa la vida cotidiana del creyente en cada época, y la inmanencia de Dios en Jesucristo que está con nosotros hasta el fin de los tiempos.

Este es el ámbito del Espíritu Santo que obra para realizar el Reino de Dios en la iglesia y en el mundo. Este es el arduo trabajo del Sínodo que requiere paciencia y confianza a medida que avanzamos sobre casi 2000 años de historia de la iglesia.

World Day for Migrants and Refugees highlights apostolic nature of the church

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

Sunday, Sept. 24 marked the 110th commemoration of the World Day of Migrants and Refugees in our Catholic Church tradition. This commemoration was inaugurated in 1914 by Pope Benedict XV at the peak of immigration from southern and eastern Europe to the United States, Canada and elsewhere. Both sets of my grandparents immigrated from Italy and Poland in 1914-1915 seeking a life of dignity, rooted in faith, family and hard work.

This year Pope Francis has chosen the theme, Free to Migrate – Free to Stay. With this designation the Holy Father is only reminding the nations of the world of Articles 13 and 14 from the 1948 Universal Declaration of Human Rights that state: (13) Everyone has the right to freedom of movement and residence within the borders of each state. Everyone has the right to leave any country, including their own and to return to his country. (14) Everyone has the right to seek and to enjoy in other countries asylum from persecution.

Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

In our time the reality and plight of hundreds of millions of immigrants, migrants and refugees, displaced by natural disasters, war and violence, and unyielding conditions of poverty often strain the spiritual and material resources of many nations. However, there have been admirable responses to the waves of the displaced, for example, with Poland’s welcoming of millions of Ukrainians, Lebanon’s reception of Syrians, and in our own country, the daily processing of 1000s of immigrants, refugees and migrants. All of this is best proclaimed in the spirit of Lady Liberty in New York harbor. “Give me your tired, your poor, your huddled masses yearning to breathe free, the wretched refuse of your teeming shores, send these the homeless tempest-tost to me, I lift my lamp besides the golden door.”

Yet, there are many in every generation of Americans who struggle with the reality of immigration, or who are even hostile toward the waves of migration that have come to our shores and borders. Today, the sheer number of immigrants at our southern border daily strain the resources of the receiving communities and states. The conditions that drive this mass exodus of people from their homelands will not change any time soon and challenge all of us in the United States, especially living on or near the border to respond at the very least, humanely and respectfully.

Recalling St. Paul’s instruction to the Philippians from last Sunday’s second reading, “to live in a manner worthy of the Gospel of Christ” (Philippians 1:27a) the bar is even higher for a more humane and respectful response from those who are the Lord’s disciples.

The Holy Spirit who unveils the heart and mind of Jesus Christ and his Gospel, can illuminate the path to follow the Lord who is the Way, the Truth and the Life. Jesus understood the experience of living in the flesh in everything but sin. (Hebrews 4:15-16) He responded to people’s spiritual and bodily needs with compassion and care.

In the light of the 110th anniversary, on behalf of migrants and refugees; soon after his birth Jesus, Joseph and Mary became refugees in Egypt seeking asylum, running for their lives away from King Herod’s raging paranoia.

Many are on the move today for similar threats to their lives. Throughout his life, Jesus Christ the exile in this world from heaven, had no status in the Roman world and so could be and was crucified. But God’s ways are not our ways, and God’s thoughts are not our thoughts. (Isaiah 55:9) The mystery of God’s plan of salvation reveals that in the resurrection from the dead “you who were once far off have been brought near by the blood of Christ. For he is our peace; in his flesh he has made both groups into one, and has broken down the dividing wall, that is the hostility between us.” (Eph 2:13-14)

Therefore, driven by a love that cannot be walled in, and inspired to a mission that does not let anyone be walled out; the church continues to transcend borders, build bridges and build communities that are a sign of God’s presence among us. Moreover, the conviction of our faith that our citizenship is in heaven can transform our earthly allegiances and guide us from otherness to oneness, and from alienation to communion.

Confessing Jesus as Lord, means that Caesar is not. As Christians follow Jesus as Lord, they challenge the deification of money, the idolatry of the state and the glorification of power. Before God all are one. Here is the bulwark against an ideology of racial superiority, here is the challenge to absolute claims of natural or cultural boundaries, here is the basis for all human dignity, including the dignity of strangers in the land, the right of the migrant to cross borders, whether in fleeing danger or seeking opportunity; the obligation to welcome the stranger and to provide refuge and respect. (The Theology of Migration – Daniel G. Goody) This is the biblical vision which is embraced by the universal declaration of human rights.

In 1914 when Pope Benedict XV inaugurated a World Day for Migrants and Refugees, he understood the apostolic nature of the church; the Body of Christ perpetually in motion, a migrant church, sent into the world on the day of Pentecost with missionary zeal, scattered among the nations by persecutions and martyrdom, perennially and faithfully bearing the Good News of salvation in Jesus Christ until the Lord comes again. Although we are not of the world because we strive to live in a manner worthy of the Gospel of Christ, we are in the world and for the world, for the ultimate good of all.

All are welcome

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

“Todos, Todos, Todos” was Pope Francis’ heartfelt declaration during World Youth Day in Lisbon, Portugal earlier this month. This Spanish mantra states that all are welcome, the baptized especially, to come into the presence of God within the Catholic Church to know the transforming love of Jesus Christ.

Young and older, from nearly every nation on the planet were on hand to celebrate with the successor of Peter, the Servant of the Servants of our merciful God. What a marvelous manifestation of the church’s identity and mission in Lisbon, encapsulated as One, Holy, Catholic and Apostolic, the focus of our own pastoral reimagining. This universal vision for the church begun on the first Pentecost, actually began to emerge early in the Old Testament. However, it came to fulfillment in the life-giving death and resurrection of the Lord, and in the outpouring of the Holy Spirit. But the Cross reminds us that this vision of unity among all the nations in the church labors to run its course and requires repentance, conversion and sacrifice to overcome the sin that sows division.

Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

The Canaanite woman of last Sunday’s Gospel is an excellent point of departure to look back into the wellspring of the Old Testament. Her unexpected and anguished plea to Jesus on behalf of her possessed daughter began with the greeting, “Lord, son of David, have pity on me.” Jesus was actually speechless for a moment over this pagan woman’s clear grasp of his identity. Respecting her courage and faith, he reminded her of the Israelite attitude and prejudice toward foreigners that “it is not right to take the food of the household and give it to the dogs.”

“But even the dogs eat the scraps that fall from the master’s table” was the desperate woman’s retort. The Lord responded in awe over her faith, and in that instant this “unclean woman’s” daughter was healed. This is a fascinating encounter with the Lord that challenges us to go deeper in our knowledge and understanding of God’s will. The Old Testament holds this key.
The Book of Ruth is a parable, a narrative that confronted the harsh policies of the Israelites in the time of Ezra as they returned home from exile. (Ezra 10) Basically, Ezra was directing the Israelites to leave their foreign wives where they found them because they had been unfaithful to the Covenant.
In this mindset God does not want the blood of foreigners polluting the chosen people’s lineage. Really! Enter the Book of Ruth. It is an endearing story of a Moabite women, a pagan, who chose to return to the land of Israel with her Jewish mother-in-law, Naomi. Ruth’s words are forever enshrined in our biblical memory. “Wherever you go, I shall go. Wherever you live, I shall live. Your people shall be my people and your God, my God. Wherever you die, I wish to die, and so be buried beside you.” (Ruth 1:16-17) The hand of providence placed Ruth in the direct line of the story of salvation as the great-grandmother of King David from whose lineage came the Messiah, the Son of David. The seeds of universality were already sprouting even before King David sat on the throne of Israel.

There is nothing subtle or hidden about Isaiah’s prophecy in last Sunday’s first reading as he anticipates the Great Commission of the Lord at the end of Matthew’s Gospel. “My house will be a house of prayer for all the peoples.” (Isaiah 56:7) All who are righteous are invited to the banquet of God’s love. “On this mountain the Lord Almighty will prepare a feast of rich food for all peoples, a banquet of aged wine – the best of meats and the finest of wines.” (25:6)

The story of the prophet Jonah is another masterpiece of God’s plan for universal salvation. His preaching prompted the citizens of Nineveh, from the King on down, to sincere repentance. As it turns out, Jonah deeply resented God’ action in granting mercy to the hated Assyrians who had destroyed the northern Kingdom of Israel. Too bad for Jonah. The prophet’s three days in the belly of the fish prefigured the Lord’s three days in the tomb and his resurrection from the dead, the final step in the plan of universal salvation. The letter to the Ephesians captures the essence of the Lord’s sacrifice.

“But now in Christ Jesus you who once were far away have been brought near through the blood of Christ. And in this one body to reconcile both of them to God through the cross, by which he put to death their hostility. He came and preached peace to you who were far away and peace to those who were near.” (Eph 2:13,16-17)

In our own time, we need to put to death hostility wherever it rears its ugly head and hear the call of the Gospel that rings true in the words of Pope Francis at World Youth Day. Todos, Todos, Todos. This, of course, is the great commission of the Lord “to make disciples of all the nations” (Matthew 28:19) one person, one family, one community, one nation at a time. With the invitation comes the call to repentance, conversion and change with the same attitude of Peter, the first pope, after Jesus had invited himself into his boat. Peter, overwhelmed by God’s grace with the enormous catch of fish exclaimed, “leave me Lord for I am a sinful man.” (Luke 5:8)

Our diocese is blessed with the faithful from many nations, a truly Catholic presence. In light of the above, we can say that a welcoming attitude, faith, prayer, compassion, repentance and conversion are ever-ancient and ever-new components on the journey of salvation. Even though our efforts may seem meager at times, now and then even a scrap that falls from the Master’s table is enough to start the feast.

Pope Francis signals that hundreds of thousands of young people are not loud enough after he asks them to repeat that there is space for everyone in the church. The pope’s remarks came at the World Youth Day welcome ceremony at Eduardo VII Park in Lisbon, Portugal, Aug. 3, 2023. (CNS photo/Vatican Media)

“Todos Todos Todos”

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
“Todos, Todos, Todos” fue la emotiva declaración del Papa Francisco durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, Portugal, a principios de este mes. Este mantra español establece que todos son bienvenidos, especialmente los bautizados, para venir a la presencia de Dios dentro de la Iglesia Católica para conocer el amor transformador de Jesucristo.
Jóvenes y mayores, de casi todas las naciones del planeta, estaban presentes para celebrar con el sucesor de Pedro, el Siervo de los Siervos de nuestro Dios misericordioso. Qué maravillosa manifestación de la identidad y misión de la iglesia en Lisboa, encapsulada como Una, Santa, Católica y Apostólica, el centro de nuestra propia reinvención pastoral.

Obispo Joseph R. Kopacz

Esta visión universal de la iglesia que comenzó en el primer Pentecostés, en realidad comenzó a surgir a principios del Antiguo Testamento. Sin embargo, llegó a su cumplimiento en la muerte y resurrección vivificante del Señor, y en el derramamiento del Espíritu Santo. Pero la Cruz nos recuerda que esta visión de unidad entre todas las naciones en la iglesia se esfuerza por seguir su curso y requiere arrepentimiento, conversión y sacrificio para vencer el pecado que siembra división.
La mujer cananea del evangelio del domingo pasado es un excelente punto de partida para mirar hacia el manantial del Antiguo Testamento. Su súplica inesperada y angustiada a Jesús en favor de su hija poseída comenzó con el saludo: “Señor, hijo de David, ten piedad de mí.” Jesús se quedó sin palabras por un momento ante la clara comprensión de su identidad por parte de esta mujer pagana. Respetando su valentía y fe, le recordó la actitud y el prejuicio de los israelitas hacia los extranjeros de que “No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perros.” … “Sí, Señor; pero también los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.” fue la réplica desesperada de la mujer. El Señor respondió con asombro por su fe, y en ese instante, la hija de esta “mujer inmunda” fue sanada. Este es un encuentro fascinante con el Señor que nos desafía a profundizar en nuestro conocimiento y comprensión de la voluntad de Dios. El Antiguo Testamento tiene esta clave.
El Libro de Rut es una parábola, una narración que confrontó las duras políticas de los israelitas en la época de Esdras cuando regresaban a casa del exilio. (Esdras 10) Básicamente, Esdras estaba ordenando a los israelitas que dejaran a sus esposas extranjeras donde las encontraron porque habían sido infieles al Pacto.
En esta mentalidad, Dios no quiere que la sangre de extranjeros contamine el linaje del pueblo elegido. ¡En realidad! Entra en el Libro de Rut. Es una historia entrañable de una mujer moabita, pagana, que eligió regresar a la tierra de Israel con su suegra judía, Noemí. Las palabras de Ruth están guardadas para siempre en nuestra memoria bíblica. “…adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada.” (Rut 1:16-17) La mano de la providencia colocó a Rut en la línea directa de la historia de la salvación como la bisabuela del Rey David de cuyo linaje vino el Mesías, el Hijo de David. Las semillas de la universalidad ya estaban brotando incluso antes de que el rey David se sentara en el trono de Israel.
No hay nada sutil u oculto en la profecía de Isaías en la primera lectura del domingo pasado, ya que anticipa la Gran Comisión del Señor al final del Evangelio de Mateo. “…mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.” (Isaías 56:7) Todos los justos están invitados al banquete del amor de Dios. “Y el Señor de los ejércitos preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de manjares suculentos, un banquete de vino añejo, pedazos escogidos con tuétano y vino añejo refinado.” (Isaías 25:6)
La historia del profeta Jonás es otra obra maestra del plan de Dios para la salvación universal. Su predicación motivó a los ciudadanos de Nínive, desde el rey para abajo, al arrepentimiento sincero. Resulta que Jonás se resintió profundamente por la acción de Dios al otorgar misericordia a los odiados asirios que habían destruido el Reino del norte de Israel. Muy mal por Jonás. Los tres días del profeta en el vientre del pez prefiguraron los tres días del Señor en la tumba y su resurrección de entre los muertos, el paso final en el plan de salvación universal. La carta a los Efesios capta la esencia del sacrificio del Señor.
“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo… y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad. Vino y anunció Paz a Vosotros que estabais lejos y Paz a los que estaban cerca.” (Efesios 2:13, 16-17)
En nuestro propio tiempo, necesitamos acabar con la hostilidad dondequiera que asoma su fea cabeza y escuchar el llamado del Evangelio que suena verdadero en las palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud. Todos, Todos, Todos. Esta, por supuesto, es la gran comisión del Señor de “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones.” (Mateo 28:19), una persona, una familia, una comunidad, una nación a la vez.
Con la invitación viene el llamado al arrepentimiento, a la conversión y al cambio con la misma actitud de Pedro, el primer Papa, después de que Jesús mismo se invitó a subir a su barca. Pedro, abrumado por la gracia de Dios con la enorme captura de peces, exclamó: “¡Apártate de mí, Señor, ¡porque soy un pecador!” (Lucas 5:8)
Nuestra diócesis está bendecida con fieles de muchas naciones, una presencia verdaderamente católica. A la luz de lo anterior, podemos decir que la actitud de acogida, la fe, la oración, la compasión, el arrepentimiento y la conversión son componentes siempre antiguos y siempre nuevos en el camino de la salvación. A pesar que nuestros esfuerzos, a veces, pueden parecer escasos, de vez en cuando incluso, una migaja que cae de la mesa del Maestro es suficiente para comenzar la fiesta.

Occasion of the 100th anniversary of St. Augustine Seminary

Editor’s note: Below is the homily, Bishop Joseph Kopacz gave on the occasion of the 100th anniversary of St. Augustine Seminary on Saturday, June 24 at Sacred Heart parish in Greenville.
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By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

The Great Commission of the Lord Jesus to make disciples of all the nations, through teaching and baptizing, was embraced by St. Father Arnold Jansen the founder of the Society of the Divine Word (SVD) established on Sept. 8, 1875.

We proclaimed the Great Commission in the Gospel this morning and throughout the past nearly 148 years the Society of the Divine Word has pitched their tent, (to apply the phrase from the Prologue of St. John’s Gospel about the Son of God) in approximately 70 countries, and now number 6,000 priests and brothers, the largest religious order in the Catholic Church.

The Great Commission of the Lord Jesus is the culmination of the four Gospels before he ascended into heaven. Today we heard from Matthew. We could easily have heard from Mark, Luke and John. “Go into the world and preach the Gospel to all creatures.” (Mark 16:15) “Go into the city of Jerusalem and wait to be clothed with power from on high.” (Luke 24:49) “As the Father has sent me so I send you. Then he breathed on them and said, ‘Receive the Holy Spirit. Whose sins you forgive are forgiven, whose sins you retain are retained.’” (John 20:20)

Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

St. Father Jansen prophetically lived by the motto that “announcing the Gospel is the first and greatest act of charity.” He provided this vision for the Society of the Divine Word in the following excerpts from his writings.
“The ultimate purpose of our mission today is the same as it has been since the time of our founder, ‘to proclaim the Kingdom of God’s love’ as the common destiny of all humanity and the horizon toward which we travel.”

“It is from the internal loving dialogue of the triune God that this mission emerges, a dialogue of love and forgiveness with all humanity. We do not invent our own mission – it is Missio Dei – we are called by the Father, sent by the Word, and led by the Spirit.”

I would be remiss to pass over the impact of Father Janssen’s family life on his faith formation, vocation and ultimate vision for the Society of the Divine Word. Gerhard and Anna Katharina Janssen, his parents were people of great faith and lived the domestic church at the highest level.

Father Arnold Janssen’s father was blessed with eyes that saw, and ears that heard God’s Word while putting it into practice. He had a great love for the Trinity, and for the sacred scriptures, and steadfastly built a house set on rock for his son Arnold, the second of 10 children.

From the writings of members of the Society of the Divine Word, we are given four charisms or characteristics for their world-wide religious community. “Many religious orders and congregations have certain characteristics or traits that make them known. We are recognized by the four characteristic dimensions: the Bible; Mission Animation; Justice and Peace; and Integrity of Creation.”

In part, the commitment to justice and peace led the Society of the Divine Word to the Deep South and to Mississippi at the turn of the 20th century. One of their singular accomplishments was to launch Sacred Heart seminary in 1920, the first school for African American candidates for the priesthood in the United States.

This was an intrepid accomplishment in the Delta of Mississippi in the environs of Jim Crow. In fact, after a few years it became obvious that the seminary would have a better chance of surviving and thriving if the SVDs relocated it to Bay Saint Louis, where there were far more Catholics and resources. Understand that at the time the Diocese of Jackson encompassed all of Mississippi. In 1923 the change occurred, and the seminary was renamed to St. Augustine.

GREENVILLE – Bishop Joseph Kopacz delievers his homily at Sacred Heart parish on the occasion of the 100th anniversary of St. Augustine Seminary. See accompanying story on page 17. (Photo by Sister Amelia Breton, SBS)

We are here today to acknowledge that although the 100th anniversary celebration of the seminary will be celebrated later this year, its beginnings were at Sacred Heart on these grounds. At the time the Society of the Divine Word had not yet reached the half century mark since its founding which only adds to this remarkable endeavor to go to all the nations.

Blessings to all who are part of the Society of the Divine Word, and much gratitude for your continuing presence in the Diocese of Jackson, now for well over 100 years. I conclude with a heartfelt yearning and a personal prayer from the personal spirituality of St. Father Arnold Janssens.

“May the darkness of sin and the night of unbelief vanish before the Light of the Word and the Spirit of Grace and may the heart of Jesus live in the hearts of all.”

O God, eternal truth, I believe in you.
O God, our strength and salvation, I trust in you.
O God, infinite goodness, I love you with my whole heart.

En ocasión del Centenario del Seminario San Agustín

Nota del editor: A continuación se encuentra la homilía que el obispo Joseph Kopacz pronunció con motivo del centenario del Seminario de San Agustín el sábado 24 de junio en la parroquia del Sagrado Corazón en Greenville.

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Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.

La Gran Comisión del Señor Jesús de hacer discípulos a todas las naciones, a través de la enseñanza y el bautismo, fue adoptada por el Santo Padre Arnoldo Jansen, fundador de la Sociedad del Verbo Divino (SVD) establecida el 8 de septiembre de 1875.

Nosotros proclamamos la Gran Comisión en el Evangelio esta mañana y durante los últimos casi 148 años, la Sociedad del Verbo Divino ha levantado su tienda en aproximadamente 70 países, para aplicar la frase del Prólogo del Evangelio de San Juan sobre el Hijo de Dios, y ahora con un número de 6.000 sacerdotes y hermanos, es la orden religiosa más grande de la Iglesia Católica.

La Gran Comisión del Señor Jesús es la culminación de los cuatro Evangelios antes de ascender al cielo. Hoy la escuchamos de Mateo. Fácilmente podríamos haberla escuchado de Marcos, Lucas y Juan. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criaturas.” (Marcos 16:15) “Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre…” (Lucas 24:49) “…como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo*: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, estos les son[f] perdonados; a quienes retengáis los pecados, estos les son[g] retenidos.” (Juan 20:23)

Obispo Joseph R. Kopacz

San Padre Jansen vivió proféticamente bajo el lema de que “anunciar el Evangelio es el primer y más grande acto de caridad”. Proporcionó esta visión para la Sociedad del Verbo Divino en los siguientes extractos de sus escritos.

“El fin último de nuestra misión hoy es el mismo que ha sido desde los tiempos de nuestro fundador, ‘anunciar el Reino del amor de Dios’ como destino común de toda la humanidad y horizonte hacia el cual caminamos”.

“Es del diálogo interior amoroso del Dios uno y trino que surge esta misión, diálogo de amor y de perdón con toda la humanidad. No inventamos nuestra propia misión, es Missio Dei, somos llamados por el Padre, enviados por la Palabra y guiados por el Espíritu”.

Sería negligente pasar por alto el impacto de la vida familiar del Padre Janssen en su formación en la fe, vocación y visión final para la Sociedad del Verbo Divino. Gerhard y Anna Katharina Janssen, sus padres eran personas de gran fe y vivían la iglesia doméstica al más alto nivel.

El padre del Padre Arnold Janssen fue bendecido con ojos que veían y oídos que escuchaban la Palabra de Dios mientras la ponían en práctica. Tenía un gran amor por la Trinidad y por las Sagradas Escrituras, y con firmeza construyó una casa sobre roca para su hijo Arnold, el segundo de 10 hijos.
De los escritos de los miembros de la Sociedad del Verbo Divino, se nos dan cuatro carismas o características para su comunidad religiosa mundial. “Muchas órdenes y congregaciones religiosas tienen ciertas características o rasgos que las hacen conocidas. Somos reconocidos por las cuatro dimensiones características: la Biblia; Animación Misionera; Justicia y Paz; e integridad de la creación”.

En parte, el compromiso con la justicia y la paz llevó a la Sociedad del Verbo Divino al Sur Profundo y a Mississippi a principios del siglo XX. Uno de sus logros singulares fue lanzar el seminario Sacred Heart en 1920, la primera escuela para candidatos afroamericanos al sacerdocio en los Estados Unidos.

Este fue un logro intrépido en el Delta de Mississippi en los alrededores de Jim Crow. De hecho, después de unos años se hizo evidente que el seminario tendría más posibilidades de sobrevivir y prosperar si los SVD lo trasladaban a Bay Saint Louis, donde había muchos más católicos y recursos. Comprenda que en ese momento la Diócesis de Jackson abarcaba todo Mississippi. En 1923 se produjo el cambio y el seminario pasó a llamarse San Agustín.

Estamos aquí hoy para reconocer que, aunque la celebración del 100 aniversario del seminario se celebrará a finales de este año, sus comienzos fueron en el Sagrado Corazón en estos terrenos. En ese momento, la Sociedad del Verbo Divino aún no había alcanzado la marca de medio siglo desde su fundación, lo que solo se suma a este notable esfuerzo por ir a todas las naciones.

Bendiciones a todos los que son parte de la Sociedad del Verbo Divino, y mucha gratitud por su continua presencia en la Diócesis de Jackson, ahora por más de 100 años. Concluyo con un sentido anhelo y una oración personal desde la espiritualidad personal de San Padre Arnoldo Janssens.

“Que las tinieblas del pecado y la noche de la incredulidad se desvanezcan ante la Luz de la Palabra y el Espíritu de la Gracia, y que el corazón de Jesús viva en el corazón de todos”.

Oh Dios, verdad eterna, creo en ti.
Oh Dios, fortaleza y salvación nuestra, en ti confío.
Oh Dios, bondad infinita, te amo con todo mi corazón.

“Prayer of thanksgiving” for priests of the Sacred Heart

Editor’s note: Below is the homily, Bishop Kopacz gave at the Feast of the Sacred Heart on Friday, June 16 at Christ the King parish in Southaven.
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By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

We gather joyfully at the Eucharist, the great prayer of thanksgiving, as we mark the hundred anniversary of the arrival of the Priests of the Sacred Heart in the United States, and 80 years here in northern Mississippi, known as the Southern Missions. Father Hendrick “Ardi” Ardianto, SCJ informed me before Mass that it is also the 100th anniversary of the Sacred Heart Fathers in Indonesia where their mission continues to thrive. This beloved and dynamic religious order, founded in 1878 by the Venerable Father Leon John Dehon whose missionary desire was to diffuse far and wide the Sacred Heart of Jesus, remains faithful to Christ’s work of rebuilding our world into God’s kingdom of justice and love.

I stand with the Bishops of Jackson since 1944 when Bishop Richard Oliver Gerow invited the Sacred Heart Fathers to expand their mission and ministries in the United States to northern Mississippi. This was a fortuitous moment in the history of the Diocese of Natchez. For the past 80 years the SCJ’s have witnessed to the Sacred Heart of Jesus through worship, through education, and through social action on behalf of justice and the common good which is evident in the array of ministries that continue to rebuild God’s kingdom of justice and love.

On this feast of the Sacred Heart the biblical texts draw us more deeply into the height and depth, length and breadth of God’s love. From Deuteronomy we heard that God set his heart on Israel, and his compassion and mercy will endure over 1,000 generations.

Jesus in the Gospel of Luke assures his listeners, then and now, that he is “meek and humble of heart, and we will find rest in him.” Here together at the Eucharist we are yoked to the Sacred Heart of Jesus as a people set apart in praise of God “who has loved us first,” in the words of St. John in the second reading.
In this year of Eucharistic revival in our nation let us cherish the words of Father Dehon in our celebration of faith. “When we adore the Sacred Heart of Jesus in the Eucharist, our adoration does not always require many words; there are moments when silence itself is eloquent. Our heart must become a ciborium in which the Eucharistic Heart alone reposes. I leave you the most wonderful of treasures, the Heart of Jesus.”

Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.

Father Dehon inspires us to embrace the awesome mystery of the real presence of the Lord. “All the sacraments are marvelous gifts of our Lord, but the Eucharist far surpasses the others. For in the others, he gives us his grace; in the Eucharist, he gives us himself.”

Pope Benedict, in Sacramentum Caritatis, (2007) the Post-Synodal Apostolic Exhortation on the Eucharist, captures this Dehonian charism of the Eucharist as bread broken for the life of the world. “The bread I will give is my flesh, for the life of the world.” (Jn 6:51)

Pope Benedict wrote that in these words “the Lord reveals the true meaning of the gift of his life for all people. These words also reveal his deep compassion for every man and woman. The Gospels frequently speak of Jesus’ feelings towards others, especially the suffering and sinners… Our communities, when they celebrate the Eucharist, must become ever more conscious that the sacrifice of Christ is for all, and that the Eucharist thus compels all who believe in him to become ‘bread that is broken’ for others, and to work for the building of a more just and fraternal world. Keeping in mind the multiplication of the loaves and fishes, we need to realize that Christ continues today to exhort his disciples to become personally engaged. ‘You yourselves, give them something to eat.’ (Mt 14:16). Each of us is truly called, together with Jesus, to be bread broken for the life of the world.”

This is the Dehonian spirit that continues to inspire many in our time through the Sacred Heart of Jesus.
Through the world-wide synodal process, Pope Francis has invited the People of God to embrace our identity through communion, participation and mission. From the water and blood that flowed from the pierced heart of Christ on the Cross, our communion flows from our Baptism and through the Eucharist. We are invited into active participation around the tables of God’s Word and Sacrament, and from this source and summit we are sent on mission to actively participate in the drama of the Kingdom of God. This Dehonian charism is alive on both fronts, so to speak, as a people of contemplation in worship, and as a people of action in an array of ministries.

At this time, I invite the priest and brothers of the Sacred Heart, as well as the lay associates to come forward to renew their commitments to serve the Lord in his Kingdom of justice and love.

(To learn more about the work of the Priests of the Sacred Heart in our diocese with their ministry Sacred Heart Southern Missions, visit shsm.org.)

“Oración de acción de gracias” por sacerdotes del Sagrado Corazón

Nota del editor: A continuación se encuentra la homilía que el obispo Kopacz pronunció en la Fiesta del Sagrado Corazón el viernes 16 de junio en la parroquia de Christ the King en Southaven. Para asegurarse de no perderse la columna del obispo Kopacz y otras noticias católicas importantes, únase a nuestra lista de correo electrónico en Flocknote. ¡Envíe un mensaje de texto con MSCATHOLIC al 84576 o regístrese en jacksondiocese.flocknote.com!

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Nos reunimos con gozo en la Eucaristía, la gran oración de acción de gracias, al conmemorar el centenario de la llegada de los Sacerdotes del Sagrado Corazón a los Estados Unidos, y los 80 años aquí en el norte de Mississippi, conocido como las Misiones del Sur.
El Padre Hendrick “Ardi” Ardianto, SCJ me informó antes de la Misa que también es el centenario de los Padres del Sagrado Corazón en Indonesia, donde su misión continúa prosperando. Esta amada y dinámica orden religiosa, fundada en 1878 por el Venerable Padre Leo John Dehon, cuyo deseo misionero era difundir por todas partes el Sagrado Corazón de Jesús, permanece fiel a la obra de Cristo de reconstruir nuestro mundo en el reino de justicia y amor de Dios.

Obispo Joseph R. Kopacz

Yo me uno a los obispos de Jackson, desde que en 1944 el obispo Richard Oliver Gerow invitó a los Padres del Sagrado Corazón a expandir su misión y ministerios en los Estados Unidos hasta el norte de Mississippi. Este fue un momento fortuito en la historia de la Diócesis de Natchez. Durante los últimos 80 años, los SCJ han dado testimonio del Sagrado Corazón de Jesús a través de la adoración, la educación y la acción social en nombre de la justicia y el bien común, lo cual es evidente en la variedad de ministerios que continúan reconstruyendo el reino de Dios de justicia y amor.
En esta fiesta del Sagrado Corazón, los textos bíblicos nos introducen más profundamente en la altura y la profundidad, la longitud y la anchura del amor de Dios. En Deuteronomio escuchamos que Dios puso su corazón en Israel, y su compasión y misericordia perdurarán por 1,000 generaciones.
Jesús en el Evangelio de Lucas asegura a sus oyentes, entonces y ahora, que él es “manso y humilde de corazón, y hallaremos descanso en él”. Aquí juntos en la Eucaristía estamos unidos al Sagrado Corazón de Jesús como pueblo apartado en alabanza a Dios “que nos ha amado primero”, en palabras de San Juan en la segunda lectura.
En este año de renacimiento eucarístico, en nuestra nación atesoremos las palabras del Padre Léon Dehon en nuestra celebración de la fe.
“Cuando adoramos al Sagrado Corazón de Jesús en la Eucaristía, nuestra adoración no siempre requiere muchas palabras; hay momentos en que el mismo silencio es elocuente. Nuestro corazón debe convertirse en copón en el que sólo reposa el Corazón Eucarístico. Os dejo el más maravilloso de los tesoros, el Corazón de Jesús”.
El Padre Dehon nos inspira a abrazar el asombroso misterio de la presencia real del Señor. “Todos los sacramentos son dones maravillosos de nuestro Señor, pero la Eucaristía supera con mucho a los demás. Porque en los demás nos da su gracia; en la Eucaristía se nos da El mismo”.
El Papa Benedicto, en Sacramentum Caritatis, (2007), la Exhortación Apostólica Post-Sinodal sobre la Eucaristía, capta este carisma dehoniano de la Eucaristía como pan partido para la vida del mundo. “El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.” (Jn 6:51)
El Papa Benedicto escribió que en estas palabras “el Señor revela el verdadero significado del don de su vida para todas las personas. Estas palabras también revelan su profunda compasión por cada hombre y mujer. … Los Evangelios hablan con frecuencia de los sentimientos de Jesús hacia los demás, especialmente hacia los que sufren y los pecadores… Nuestras comunidades, cuando celebran la Eucaristía, deben ser cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos, y que la Eucaristía obliga así a todos los que creen en que se convierta en ‘pan que se parte’ para los demás, y que trabaje por la construcción de un mundo más justo y fraterno. Teniendo en cuenta la multiplicación de los panes y los peces, debemos darnos cuenta de que Cristo continúa hoy exhortando a sus discípulos a comprometerse personalmente. ‘Vosotros mismos dadles de comer.’ (Mt 14:16) Cada uno de nosotros está verdaderamente llamado, junto con Jesús, a ser pan partido para la vida del mundo”.
Este es el espíritu dehoniano que sigue inspirando a muchos en nuestro tiempo a través del Sagrado Corazón de Jesús.
A través del proceso sinodal mundial, el Papa Francisco ha invitado al Pueblo de Dios a abrazar nuestra identidad a través de la comunión, la participación y la misión. Del agua y la sangre que manaron del corazón traspasado de Cristo en la Cruz, nuestra comunión brota de nuestro Bautismo y a través de la Eucaristía. Estamos invitados a la participación activa alrededor de las mesas de la Palabra y el Sacramento de Dios, y desde esta fuente y cumbre, somos enviados en una misión para participar activamente en el drama del Reino de Dios. Este carisma dehoniano está vivo en ambos frentes, por así decirlo, como pueblo de contemplación en el culto y como pueblo de acción en una variedad de ministerios.
En este momento, invito al sacerdote y a los hermanos del Sagrado Corazón, así como a los laicos asociados, a pasar al frente para renovar sus compromisos de servir al Señor en su Reino de justicia y amor.