“Peregrinación Penitencial” y Sínodo sobre Sinodalidad: perdón, sanación, reconciliación y esperanza

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
La visita apostólica del Papa Francisco a Canadá, durante la última semana de julio, fue autodescrita como “peregrinación penitencial.” La misma fue dada al servicio del perdón, sanación, reconciliación, esperanza y vida nueva para los Pueblos Indígenas de las Primeras Naciones, Metis y Pueblos Inuit que sufrieron mucho, durante casi un siglo y medio, en las escuelas residenciales de todo Canadá. Lo que ocurrió en estas escuelas fueron políticas gubernamentales con las que, la Iglesia Católica y otras denominaciones cristianas colaboraron.

Obispo Joseph R. Kopacz

La Comisión de la Verdad y Reconciliación de Canadá escuchó más de 7000 testimonios de exalumnos de escuelas residenciales en Canadá “…que recordaron con doloroso detalle la forma en que se suprimió nuestro idioma, se nos arrebató nuestra cultura, se denigro nuestra espiritualidad y se desgarraron nuestras familias,” según el jefe Wilton Littlechild, uno de los miembros de la Comisión.

Al inicio de la peregrinación, el Papa Francisco entró de lleno en la caldera de dolor que aflige hoy la memoria y la vida de los indígenas. “Los efectos generales de las políticas vinculadas a las escuelas residenciales fueron catastróficos. Nuestra fe cristiana nos dice que esto fue un error nefasto, incompatible con el Evangelio de Jesucristo… Humildemente pido perdón por el mal cometido por tantos cristianos contra pueblos indígenas.”

“Queridos hermanos y hermanas, muchos de vosotros habéis dicho que pedir perdón no es el fin del asunto. Estoy completamente de acuerdo en que es solo el primer paso, el punto de partida para ayudar a los sobrevivientes de las escuelas residenciales a experimentar la sanación de los traumas que sufrieron.”

Un tema constante, a lo largo de sus visitas apostólicas, homilías y discursos, fue el poder reconciliador de la Cruz y la Resurrección, el único poder en la tierra que puede traer sanación duradera y esperanza en la vida de las víctimas.

“Ante el mal, roguemos al Señor del bien; ante la muerte, roguemos al Dios de la vida. Nuestro Señor Jesucristo tomó una tumba que parecía el lugar de sepultura de toda esperanza y sueño, dejando solo tristeza, dolor y resignación. Hizo de ella un lugar de renacimiento y resurrección, el comienzo de una historia de vida nueva y de reconciliación universal. Nuestros propios esfuerzos no son suficientes para lograr la curación y la reconciliación: necesitamos la gracia de Dios. Necesitamos la sabiduría serena y poderosa del Espíritu, el tierno amor del Consolador… para avanzar juntos en nuestro camino.”

La Iglesia del Sagrado Corazón de los Primeros Pueblos, designada en 1991 como parroquia nacional indígena de Canadá, es también un punto de referencia para las comunidades italiana, portuguesa, española, croata y eritrea. En este lugar sagrado, el Papa Francisco reflexionó que la iglesia es la casa de la reconciliación para todos, pero la mayoría de las palabras y los hechos de reconciliación tienen lugar a nivel local, en comunidades como esta, donde las personas y las familias viajan juntas, día a día. Orar juntos, ayudarnos unos a otros, compartir historias de vida, alegrías y luchas comunes: esto es lo que abre la puerta a la obra reconciliadora de Dios.

Al proponer que la reconciliación es local, el Papa Francisco encarnó la convicción evangélica de San Pablo de que todos los creyentes son embajadores de Jesucristo y por lo tanto, ministros de la reconciliación. (2 Corintios 5) Comenzando en el corazón del creyente, el Espíritu Santo puede producir una renovación divina y una nueva creación en todos los puntos de la brújula de las relaciones humanas.
Más allá de Canadá y alcanzando los confines de la tierra, el Sínodo sobre la Sinodalidad es el sueño del Papa Francisco para la iglesia y para el mundo. Siempre y donde la iglesia pueda modelar y vivir la comunión, la participación y la misión, habrá un desbordamiento que podrá ser fuente de vida, luz y amor para el mundo.

Durante el proceso del sínodo en nuestra diócesis, hubo un llamado repetido a una mayor unidad basada en el perdón, la sanación, la reconciliación y la esperanza. Ya sea que la fuente del quebrantamiento tenga sus raíces en el pecado personal, una disminución de la salud física o mental, el impacto de la pandemia o los escándalos en la iglesia, el divorcio, la sobredosis de drogas o la desesperación, como dijo el Papa Francisco en la Iglesia del Sagrado Corazón de la Primera Nación, de la Iglesia Católica universal, y cada parroquia y ministerio está destinado a ser una casa de reconciliación.

Que el Espíritu Santo despierte en nosotros el corazón y la mente de Aquel que nos saca de las tinieblas a la luz maravillosa del amor de Dios.

The will of God isn’t rocket science

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
The parable of the Good Samaritan, last Sunday’s Gospel from the tenth chapter of St. Luke, arose from the question asked of Jesus, “who is my neighbor.” Pope Francis often refers to this biblical masterpiece (Luke 10:25-37) as the divine image of the church’s mission in this world.
Across many lands and nations, the church does serve as a field hospital encountering and caring for those who are battered, bruised and beaten and left half dead on the side of the road.
The corporal and spiritual works of mercy are testimony to the fidelity of the church’s ministries. Jesus concluded the parable with his own question. “Who was neighbor to the man who fell in with robbers?” The answer was obvious and echoes through time, “the one who treated him with compassion.” “Go and do likewise” are the final words of Jesus addressed to the doctor of the law and to us.
The ultimate Good Samaritan, of course, is Jesus Christ who demonstrated the heart of service when he washed his disciples feet at the Last Supper. He concluded this astounding action with the mandate, “If I then your Lord and teacher have washed your feet, you ought to wash one another’s feet. For I have given you an example, that as I have done, so you must do.” (John 13: 14-15).

Bishop Joseph R. Kopacz

Our Lord’s actions, teachings, and parables ultimately point to the Cross and flow from it, where in the shedding of his blood he seeks to lift up all people who are assaulted by sin and remain half dead, or half alive on the margins of life. He is the divine physician and the church is his living body in this world, led by the Holy Spirit, to give freely of the gift of the Lord’s love that we have received.” (Matthew 10:8)
Moses, the great teacher of the Old Law, spoke blatantly to the Israelites in the first scripture reading from last Sunday, a teaching in accord with the Good Samaritan narrative. “This command that I enjoin on you today is not too mysterious and remote for you … It’s not up in the sky that you should say who will go up to the sky to get it for us. Nor is it across the sea. No, it is something very near to you, already in your mouths and in your hearts; you only have to carry it out.” (Deuteronomy 30:10-14)
To apply a well-known and likely over-used modern rendering of Moses’ words, the will of God is not rocket science, fellas; rather it is patient, kind and persevering and secured in the Lord’s instructions “to love one another as I have loved you.” (John 13:34)
As an aside, at this time one million miles from earth, after a six-month journey, the James Webb telescope is spreading its wings to probe into the depths of the universe, past and present, in ways hitherto impossible to imagine. Women and men will take another giant step forward to unfold the mysteries of God’s creation, because this telescope, 25 years in the making, is 100 times more powerful than the Hubble telescope which ruled the roost since 1990, but only 340 miles above the earth’s surface.
Telescopes are absolutely essential to explore the mysteries of the physical universe, and it’s exciting to anticipate the pending discoveries. But they have no worth when exploring the mind and heart of Christ. As Moses said, we don’t have to go up into the sky to discover the will of God for our lives. We know it; we only have to carry it out.
On this weekend at our Cathedral of St. Peter the Apostle, we will celebrate Christ the Servant with the ordination of six men to the permanent diaconate who will serve in various parishes throughout our diocese. Specifically, the ministry of the deacon is a labor of loving service at the table of the Word of God, at the Altar of Sacrifice, and at the table of charity or compassion in daily life. The heart and soul of the diaconate is the call to make visible the love of Christ.
We give thanks to God for the deacons, spouses and families who have sacrificed these past five years in preparation for this ministry that has its roots in the apostolic life of the early church. But let us keep in mind that we are all called to fulfill our baptismal promises, the call to holiness, and the Lord’s mandatum to serve with his mind and heart because the risen Lord is in our midst “as one who serves.” (Luke 22:27)
The ugliness of this world regularly gets the headlines, and well before and during our Lord’s time, there were robbers and muggers around, but then and now we give thanks for the Good Samaritans of our lives who are vigilant in their care for others. May the Lord strengthen our resolve to be a light in the darkness at every turn in the road.

La voluntad de Dios no es ciencia espacial

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
La parábola del Buen Samaritano, evangelio del domingo pasado del capítulo 10 de San Lucas, surge de la pregunta que se le hace a Jesús: “¿quién es mi prójimo?” El Papa Francisco a menudo se refiere a esta obra maestra bíblica (Lucas 10:25-37) como la imagen divina de la misión de la iglesia en este mundo.
En muchos países y naciones, la iglesia sirve como un hospital de campaña que encuentra y atiende a aquellos que son maltratados, magullados, golpeados y dejados medio muertos al lado del camino.
Las obras de misericordia corporales y espirituales son testimonio de la fidelidad de los ministerios de la iglesia. Jesús concluyó la parábola con su propia pregunta. “ ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? La respuesta fue obvia y resuena a través del tiempo, “El que tuvo compasión de él”. “Pues ve y haz tú lo mismo.” son las últimas palabras de Jesús dirigidas al doctor de la ley y a nosotros.

Obispo Joseph R. Kopacz

El último Buen Samaritano, por supuesto, es Jesucristo, quien demostró el corazón de servicio cuando lavó los pies de sus discípulos en la Última Cena. Concluyó esta asombrosa acción con el mandato: “Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15 Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho.” (Juan 13:14-15)
Las acciones, enseñanzas y parábolas de nuestro Señor apuntan en última instancia a la Cruz y fluyen de ella, donde en el derramamiento de su sangre busca levantar a todas las personas que son asaltadas por el pecado y quedan medio muertas, o medio vivas en los márgenes de la vida. Él es el médico divino y la iglesia es su cuerpo vivo en este mundo, guiada por el Espíritu Santo, para dar gratuitamente del don del amor del Señor que hemos recibido. “Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo. “(Mateo 10:8)


Moisés, el gran maestro de la Ley Antigua, habló descaradamente a los israelitas en la primera lectura de las Escrituras del domingo pasado, enseñando de acuerdo con la narración del Buen Samaritano. “Este mandamiento que hoy les doy no es demasiado difícil para ustedes, ni está fuera de su alcance. No está en el cielo, para que se diga: ‘¿Quién puede subir al cielo por nosotros, para que nos lo traiga y nos lo dé a conocer, y lo pongamos en práctica?’ Tampoco está del otro lado del mar, para que se diga: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros, para que nos lo traiga y nos lo dé a conocer? Al contrario, el mandamiento está muy cerca de ustedes; está en sus labios y en su pensamiento, para que puedan cumplirlo. (Deuteronomio 30:10-14)


Para aplicar una interpretación moderna muy conocida y probablemente usada en exceso de las palabras de Moisés, la voluntad de Dios no es ciencia espacial, amigos; más bien es paciente, bondadosa y perseverante y segura en las instrucciones del Señor de “amarnos unos a otros como yo los he amado”. (Juan 13:34)


Aparte, en este momento a un millón de millas de la Tierra, después de un viaje de seis meses, el telescopio James Webb está extendiendo sus alas para sondear las profundidades del universo, pasado y presente, en formas hasta ahora imposibles de imaginar. Las mujeres y los hombres darán otro gran paso adelante para revelar los misterios de la creación de Dios, porque este telescopio, que lleva 25 años fabricándose, es 100 veces más potente que el telescopio Hubble, que gobernó desde 1990, pero a solo 340 millas sobre la superficie terrestre.


Los telescopios son absolutamente esenciales para explorar los misterios del universo físico y es emocionante anticipar los descubrimientos pendientes. Pero no valen nada cuando exploran la mente y el corazón de Cristo. Como dijo Moisés, no tenemos que subir al cielo para descubrir la voluntad de Dios para nuestras vidas. Lo sabemos; solo tenemos que llevarlo a cabo.


Este fin de semana en nuestra Catedral de San Pedro Apóstol, celebraremos a Cristo Siervo con la ordenación de seis hombres al diaconado permanente que servirán en varias parroquias de nuestra diócesis. Específicamente, el ministerio del diácono es una labor de servicio amoroso en la mesa de la Palabra de Dios, en el Altar del Sacrificio y en la mesa de la caridad o compasión en la vida diaria. El corazón y el alma del diaconado es el llamado a hacer visible el amor de Cristo.


Damos gracias a Dios por los diáconos, cónyuges y familias que se han sacrificado estos últimos cinco años en preparación para este ministerio que tiene sus raíces en la vida apostólica de la iglesia primitiva. Pero tengamos en cuenta que todos estamos llamados a cumplir nuestras promesas bautismales, el llamado a la santidad y el mandato del Señor de servir con la mente y el corazón porque el Señor resucitado está en medio de nosotros “como el que sirve”. (Lucas 22:27)


La fealdad de este mundo ocupa regularmente los titulares, y mucho antes y durante el tiempo de nuestro Señor, había ladrones y asaltantes, pero entonces y ahora damos gracias a los buenos samaritanos de nuestras vidas que están atentos al cuidado de los demás. Que el Señor fortalezca nuestra determinación de ser una luz en la oscuridad en cada recodo del camino.

Obispos de Mississippi visitan Misión de San Miguel en Saltillo, México

Por Terry Dickson
SALTILLO, MÉXICO – El obispo Louis F. Kihneman de Biloxi y el obispo Joseph Kopacz de Jackson viajaron a la Misión de San Miguel del 6 al 10 de junio.

Los dos obispos estuvieron por última vez a Saltillo en 2019 con la intención de regresar al año siguiente. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 se los impidió.

Junto a los obispos estaban Mons. Michael Thornton, quien sirvió en Saltillo de 1973 a 1977 y de 1997 a 2004; el Padre Adam Urbaniak, director de Vocaciones de la Diócesis de Biloxi y párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de las Victorias en Pascagoula; el Padre Sergio Balderas, párroco de la Parroquia St. Elizabeth Seton en Ocean Springs y nativo de Saltillo; el Padre Lincoln Dall, Vicario General de la Diócesis de Jackson; el padre José Krafft; director de Formación Pastoral en el Seminario de Notre Dame en Nueva Orleans y el diácono Adam Frey.

SALTILLO – (i-d) Obispo Louis F. Kihneman de Biloxi, Padre David Martinez, pastor de la Misión de San Miguel y el obispo Joseph Kopacz de Jackson. (Foto de Terry Dickson/Diocesis de Biloxi)

El diácono Frey, a quien el obispo Kihneman ordenó al diaconado de transición el 7 de mayo, pasará los próximos cuatro meses en San Miguel como parte de su pasantía diaconal. “La meta es que él aprenda tanto español como pueda, conozca a la gente, continúe enamorándose de la gente como lo ha hecho con la comunidad hispana en la Parroquia del Sagrado Corazón en Hattiesburg, aprenda la cultura y comparta la fe con la gente”, dijo el obispo Kihneman.

El diácono Frey ayudó al obispo Kopacz, al obispo Kihneman y al obispo Hilario González García, de Saltillo, en las Misas, incluidas tres confirmaciones leyendo el Evangelio en español y sirviendo como diácono del altar. También ha oficiado varios bautizos. “Espero salir con una mejor apreciación de dónde proviene la gente de nuestra diócesis y conocer sus experiencias y sus luchas,”dijo el diácono Frey, .
El 9 de junio los dos obispos de Mississippi celebraron la confirmación de 86 jóvenes. El Padre Urbaniak tiene la esperanza de que el diácono Frey pueda aclimatarse a la cultura mexicana, “Creo que será una bendición para él ver: conocer a la gente, ver el gozo de la gente, experimentar su hambre por Cristo y ver la belleza de la Iglesia, que es tan vívida aquí en Saltillo,” dijo el Padre Urbaniak.

Una parte del trabajo del Padre Krafft como director de formación pastoral en el Seminario de Notre Dame es visitar a los seminaristas durante sus prácticas. “La pasantía del diácono Adam es única”, dijo el padre Krafft.

“Hemos tenido otros seminaristas que han hecho ministerio en otro país, pero nada como esto donde es por varios meses.“La realidad del sur de los Estados Unidos es que la población hispana está creciendo y la mayoría de esa población es católica.

Para que podamos servirles bien, tenemos que conocer no solo su idioma sino también su cultura. Esto le dará a Adam la oportunidad de profundizar en el aprendizaje de ambas cosas”.

Según la Jerarquía Católica (www.catholic-hierarchy.org), a partir de 2020, la población total de Saltillo, México, era 1,437,122. De eso, 1,358,600 o el 94.5 por ciento eran católicos. En ese momento, había 193 sacerdotes, 150 diocesanos y 43 religiosos, lo que equivale a aproximadamente 7,039 católicos por sacerdote. Además, las estadísticas mostraban que solo había un diácono permanente sirviendo en la Diócesis de Saltillo.

El Padre Patrick Quinn, un sacerdote nacido en Irlanda de lo que entonces era la Diócesis de Natchez-Jackson, comenzó la misión en Perpetuo Socorro en 1969 y sirvió allí hasta su muerte en 1997. Está enterrado en Perpetuo Socorro. En 1998, la misión se trasladó a San Miguel.

Los sacerdotes de San Miguel, el padre David Martínez y el padre Antonio Medel, atienden 17 ranchos en las comunidades rurales y siete en las afueras de la ciudad. Los dos curas visitan mensualmente los ranchos rurales, pero algunos de ellos tenían Misa todos los domingos, antes del Covid. Ahora tienen Misa cada dos domingos.

El próximo año, los obispos esperan regresar a Saltillo para celebrar el 25 aniversario de San Miguel. “Los eventos que organizaron para esta visita fueron extraordinarios. La confirmación en la última noche de la visita con más de 80 candidatos y una iglesia llena fue un verdadero punto culminante”, dijo el obispo Kopacz.

Este fue el cuarto viaje del Padre Dall a Saltillo. Había visitado tres veces anteriores con grupos de jóvenes. “ Siempre me llama la atención, habiendo hecho trabajo misionero en Sudamérica y África, que la gente no tiene mucho pero dedican mucho tiempo y esfuerzo para una cálida bienvenida. Siempre me conmueve eso”.

(Terry Dickson, es el director de comunicaciones de la Diócesis de Biloxi)

Saltillo Mission trip brings joyous adventure

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
The return after three years to our Saltillo Mission was a high-spirited and joyful adventure after nearly three years since the previous visit for the 50th anniversary of the beginning of Father Patrick Quinn’s missionary work in 1969. But many of you know of this pastoral visit through the social media networks of the Diocese of Jackson and the Diocese of Biloxi. If a picture is worth a thousand words, then you have already enjoyed multiple portrayals of the whirlwind of four days. It is amazing to consider the high volume of activity that occurs in such a compact timeframe. It can be exhausting and exhilarating over every bump on the road.

Let me digress a moment to treasure the source of the spiritual bond that continues to thrive between Mississippi and Saltillo even in the absence of overland mission trips.

In our Catholic world we are in the midst of celebrating the golden triangle of exceptional Solemnities beginning with Pentecost Sunday and the culmination of the Easter season, the Solemnity of the Most Holy Trinity, and the Solemnity of the Body and Blood of the Lord.

The gift of the Holy Spirit received in faith and celebrated uniquely at Pentecost opens up a world of mystery with our God who is love, the Holy Trinity of persons who overflowed in love in the gifts of creation and salvation. The celebration of Corpus Christi continues this outpouring of love poured out on the Cross and commemorated and lived each time we gather for Mass, the holy Eucharist.

The three feasts together reveal the nature of love within the Trinity which manifests itself in Christian community, unity, communion and fraternity in the Body of Christ throughout the world bonded by one faith, one baptism, one God who is Father who is over all and in all. Thus, the joy of solidarity and unity can overflow with every liturgy, with every fiesta, with every meal and with every conversation in all parts of our world.

From this fountain of faith, hope and love, we all cherish the history of these past 53 years, the memory of Father Quinn, and all who have given of themselves, from here and over there, whether for years or for weeks.

The Sacrament of Confirmation with 80 candidates was the culminating liturgy with Bishop Hilario Gonzales Garcia, the recently installed Ordinary of the Diocese of Saltillo. It was heartening to concelebrate with him around the altar, and to spend time at table afterwards.

One year into his episcopal ministry and he already has experienced the blessings of the relationship that Jackson and Biloxi have with his diocese. He fully supports what we are doing and hopes that we will accompany one another well into the future. We all hope that the day will come when the overland mission trips are able to resume, enabling the a new generation of Mississippi Catholics to be missionary disciples, evangelizing and being evangelized by our Mexican brothers and sisters in the Lord.

Amidst the many grace-filled moments, meals and ministries from Monday to Thursday evening’s Confirmation, there were various signature events. On Tuesday we celebrated the Sacrament of Confirmation two hours out at Nuestra Señora de Guadalupe in Garambullo and then bounced back to a special liturgy at San Miguel’s that honored all fathers in attendance with a special blessing as the Mariachis played and sang full throated and unsparingly.

Afterwards, a fiesta followed honoring the young people who raised the most money for their individual parish communities. Various groups of entertainers, mostly young, performed splendidly in song, dance and gesture in a religious and cultural festival. Que Buena noche!

Wednesday saw another memorable event unfold before us in amazement. In route to St. Pedro’s for the Sacrament of Confirmation we gathered at St. Joseph’s Chapel which was dedicated three years ago on the last pastoral visit. After prayer and blessings, cars and trucks were organized into a procession that grew into a ‘flotilla on the road’ to San Pedro. You have seen some of the photos, and the entire experience was as joyful as it looked. The fruits and gifts of the Holy Spirit were in abundance at the Confirmation that followed.

On Thursday prior to the Confirmation Bishop Kihneman and I, along with the other pilgrims from Jackson and Biloxi, visited the tomb of Father Quinn in the Church of Perpetuo Socorro. Over the past year the back walls of the church above his tomb have been covered with the photos that provide a panorama of the events, the people and the places of the Father Quinn years. It is well done and very touching.

While I stood there in admiration, I felt so grateful to have a part in this amazing story whose chapters are still being written, and to represent the faithful of our diocese who further the mission through prayer and generosity.

Next year will mark the 25th anniversary of San Miguel, the cornerstone parish of the mission since Father Quinn’s death, and the dates are on the calendar for the September 2023 anniversary celebration. Stay tuned!

Bishop Louis Kihnemann of Biloxi, Father David Martinez, pastor of San Miguel Mission and Bishop Joseph Kopacz wave during a procession on the road to San Pedro. (Photo Terry Dickson/Diocese of Biloxi)

Viaje a Misión de Saltillo trae alegre aventura

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
El regreso después de tres años a nuestra Misión de Saltillo, desde la visita anterior por el 50 aniversario del inicio de la obra misionera del Padre Patrick Quinn en 1969, fue una aventura alegre y de mucho ánimo. Muchos de ustedes saben de esta visita pastoral a través de las redes sociales de las Diócesis de Jackson y de Biloxi. Si una imagen vale más que mil palabras, entonces ya has disfrutado de múltiples representaciones del torbellino de cuatro días. Es asombroso considerar el alto volumen de actividad que ocurre en un marco de tiempo tan compacto. Puede ser agotador y estimulante sobre cada bache del camino.

Obispo Joseph R. Kopacz

Permítanme hacer una digresión por un momento para atesorar la fuente del vínculo espiritual que continúa prosperando entre Mississippi y Saltillo, incluso en ausencia de viajes misioneros por tierra.
En nuestro mundo católico, estamos en medio de la celebración del triángulo dorado de Solemnidades excepcionales que comienzan con el Domingo de Pentecostés y la culminación del tiempo de Pascua, la Solemnidad de la Santísima Trinidad y la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor.

El don del Espíritu Santo recibido en la fe y celebrado de manera única en Pentecostés abre un mundo de misterio con nuestro Dios que es amor, la Santísima Trinidad de personas que desbordó en amor en los dones de la creación y la salvación. La celebración del Corpus Christi continúa esta efusión de amor derramada en la Cruz, conmemorada y vivida cada vez que nos reunimos para la Misa, la Sagrada Eucaristía.

Las tres fiestas juntas revelan la naturaleza del amor dentro de la Trinidad que se manifiesta en la comunidad cristiana, la unidad, la comunión y la fraternidad en el Cuerpo de Cristo en todo el mundo unidos por una fe, un bautismo, un Dios que es Padre que es todo y sobre todos. Así, la alegría de la solidaridad y la unidad puede desbordarse con cada liturgia, cada fiesta, cada comida y cada conversación en todas partes de nuestro mundo.

Desde esta fuente de fe, esperanza y amor, todos atesoramos la historia de estos últimos 53 años, la memoria del Padre Quinn y todos los que se han entregado, de aquí y allá, ya sea durante años o semanas.

El Sacramento de la Confirmación con 80 candidatos fue la liturgia culminante con el recién instalado ordinario Obispo Hilario Gonzales García, de la Diócesis de Saltillo. Fue alentador concelebrar con él alrededor del altar y pasar tiempo en la mesa después. Un año en su ministerio episcopal y ya ha experimentado las bendiciones de la relación que Jackson y Biloxi tienen con su diócesis. Él apoya totalmente lo que estamos haciendo y espera que nos acompañemos en el futuro.

Todos esperamos que llegue el día en que los viajes misioneros por tierra puedan reanudarse, permitiendo que una nueva generación de católicos de Mississippi sean discípulos misioneros, evangelizando y siendo evangelizados por nuestros hermanos y hermanas mexicanos en el Señor.

En medio de los muchos momentos llenos de gracia, comidas y ministerios de la Confirmación, del lunes al jueves por la noche hubo varios eventos emblemáticos. El martes celebramos el Sacramento de la Confirmación dos horas en Nuestra Señora de Guadalupe en Garambullo y luego regresamos a una liturgia especial en San Miguel que honró a todos los padres presentes con una bendición especial mientras los mariachis tocaban y cantaban a todo pulmón y sin piedad.

Luego, siguió una fiesta en honor a los jóvenes que recaudaron la mayor cantidad de dinero para sus comunidades parroquiales individuales. Diversos grupos de animadores, en su mayoría jóvenes, actuaron espléndidamente en canto, danza y gestualidad en una fiesta religiosa y cultural. ¡Qué Buena noche!

El miércoles vio otro evento memorable desarrollarse ante nosotros con asombro. De camino a San Pedro para recibir el Sacramento de la Confirmación, nos reunimos en la Capilla de San José, que fue dedicada hace tres años en la última visita pastoral. Después de la oración y las bendiciones, los autos y camiones se organizaron en una procesión que se convirtió en una flotilla en el camino a San Pedro. Espero hayas visto algunas de las fotos y toda la experiencia fue tan alegre como parecía. Los frutos y dones del Espíritu Santo abundaron en la Confirmación que siguió.

El jueves anterior a la Confirmación, el obispo Kihneman y yo, junto con otros peregrinos de Jackson y Biloxi visitamos la tumba del Padre Quinn en la Iglesia del Perpetuo Socorro. Durante el año pasado, las paredes traseras de la iglesia sobre su tumba se cubrieron con fotos que brindan un panorama de los eventos, las personas y los lugares de los años del padre Quinn. Está bien hecho y es muy conmovedor.
Mientras permanecía allí admirado, me sentí muy agradecido de ser parte de esta increíble historia cuyos capítulos aún se están escribiendo y de representar a los fieles de nuestra diócesis que promueven la misión a través de la oración y la generosidad.

El próximo año marcará el 25 aniversario de San Miguel, la parroquia fundamental de la misión desde la muerte del padre Quinn y las fechas están en el calendario para la celebración del aniversario de septiembre de 2023. ¡Manténganse al tanto!

El obispo Louis Kihnemann de la Diócesis de Biloxi, el padre David Martínez, párroco de la Misión de San Miguel y el obispo Joseph Kopacz de la diócesis de Jackson saludan a todos durante una procesión en el camino a San Pedro. (Fotos Terry Dickson/Diócesis de Biloxi)

Rally around the call to accompany expectant mothers

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
As Catholics we are in the midst of a nine-day Novena undertaken by the United States Conference of Catholic Bishops in preparation for the great feast of the Visitation on May 31. This second joyful mystery of the rosary recalls that tender scene when Mary and Elizabeth, two of the most well-known pregnant women in world history, encountered one another with unbounded joy in God their Savior. Even the “baby stirred in my womb for joy” Elizabeth exclaimed to her younger cousin who had arrived at Zachariah and Elizabeth’s doorstep to assist her who was in her sixth month with the unborn John the Baptist. Women helping women in preparation for birth and in the months following the emergence of new life from the womb into the light of day, is fundamental for family life, community, and civilization.

The need for caring support around a pregnancy and the earliest stage of life is fundamental for mothers and their infants, for family life, communities, and ultimately civilization. There are many in our churches and in our communities in Mississippi who rally around the call to accompany expectant mothers, and in the time following the birth of their children. We can only rejoice to see such loving support. For the Catholic Church, as the whole world knows, the right to life is fundamental because we are made in the image and likeness of God (Imago Dei). The dignity of the human person is rooted in this fundamental belief.

Bishop Joseph R. Kopacz

What the whole world may not know, or chooses to ignore, is that the church commits herself, in season and out of season, to the well-being of the human person at every stage of life. This is evident in our social teachings that foster the common good, serve the poor, marginalized and vulnerable, champion health care, sponsor education, and support life’s basic needs: food, shelter and clothing and gainful employment. Moreover, in recent years, care for our common home, the earth, has become more urgent.

Pope Francis’ masterpiece, Laudato Si, rejoices in God the creator, and addresses this God-given obligation. When we add it all up it is all about what St. Paul eloquently states in his letter to the Romans. “The Kingdom of God is not about eating and drinking, but about justice and peace, and the joy of the Holy Spirit. (14:17)

Now back to the Visitation and the gift of unborn life that opened this column. The decision of the Supreme Court of the United States over the Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization is imminent and the prospect of overturning of Roe v. Wade is sending shock waves across the land from the White House to all points on the compass.

There is no doubt that this is an historic moment for our nation. The passion surrounding this life issue burns no less intensely than nearly 50 years ago when Roe v. Wade became the law of the land in 1973. There has been a creeping shadow ever since because at the core of our collective consciousness is a tortured conscience that is unable to reconcile a self-image of inherent goodness with the blood of the innocents. But whether Roe v Wade is overturned or rolled back, abortions will not cease, as we know. The political onus will return to the legislatures of the 50 states to enact laws going forward, and as we have already experienced, these laws will vary greatly.

Like the fires engulfing our western states, there will be widespread conflagrations that burn at the fault lines of our fractured society. The personal onus is another dimension, the terrain of conscience and conversion, challenging every individual to safeguard the gift of sexuality knowing there is freedom through boundaries, to cherish the gift of life, one’ own and the vulnerable in our midst, and to realize that violence against the unborn is at the root of the violence that roils our nation and world.

What can one person or one church do? “The light shone in the darkness, and the darkness has not overcome it,” (John 1:5) is the promise that our labors with God will always matter. Praying, serving, empowering and advocating are always relevant.

Pope Francis encourages encounter with the other and accompaniment, and a recent project worthy of praise in every Catholic diocese is “Walking with Moms in Need.” Whatever the ruling on Roe v Wade, the church in league with other networks is redoubling its efforts to accompany mothers, their preborn and children in the early stages of development so that they and we, like Mary and Elisabeth, can rejoice in the gift of life and in God our Savior.

Se unen en torno al llamado de acompañar a las futuras madres

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Como católicos, estamos en medio de una Novena de nueve días emprendida por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos en preparación para la gran fiesta de la Visitación el 31 de mayo. Este segundo misterio gozoso del rosario recuerda esa tierna escena cuando María y Isabel, dos de las mujeres embarazadas más conocidas de la historia mundial, se encontraron con un gozo ilimitado en Dios su Salvador. Incluso el “bebé se agitó de alegría en mi vientre”, exclamó Isabel a su prima más joven que había llegado a la puerta de Zacarías e Isabel para ayudarla, que estaba en su sexto mes con el nonato Juan Bautista. Las mujeres ayudando a mujeres, en la preparación para el parto y en los meses posteriores a la salida de la nueva vida del útero a la luz del día, es fundamental para la vida familiar, comunitaria y de la civilización.

Obispo Joseph R. Kopacz

La necesidad de apoyo cariñoso en torno al embarazo y la etapa más temprana de la vida es fundamental para las madres y sus bebés, la vida familiar, las comunidades y, en última instancia, la civilización. Hay muchos en nuestras iglesias y en nuestras comunidades en Mississippi que se unen en torno al llamado de acompañar a las futuras madres y en el tiempo posterior al nacimiento de sus hijos. Solo podemos regocijarnos al ver un apoyo tan amoroso. Para la Iglesia Católica, como todo el mundo sabe, el derecho a la vida es fundamental porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (Imago Dei). La dignidad de la persona humana tiene sus raíces en esta creencia fundamental.

El mundo entero puede no saber o elegir ignorar que la iglesia se compromete, a tiempo y fuera de tiempo, con el bienestar de la persona humana en cada etapa de la vida. Esto es evidente en nuestras enseñanzas sociales que fomentan el bien común, sirven a los pobres, marginados y vulnerables, defienden la atención médica, patrocinan la educación y apoyan las necesidades básicas de la vida: alimentación, vivienda y vestido, y empleo remunerado. Además, en los últimos años, el cuidado de nuestra casa común, la tierra, se ha vuelto más urgente.

La obra maestra del Papa Francisco, Laudato Si, se regocija en Dios el creador y aborda esta obligación dada por Dios. Cuando sumamos todo, se trata de lo que San Pablo afirma con elocuencia en su carta a los Romanos. “Porque el reino de Dios no es cuestión de comer o beber determinadas cosas, sino de vivir en justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo. (14:7)

Ahora volvamos a la Visitación y al don de la vida no nacida que abrió esta columna. La decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos sobre Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization es inminente y la posibilidad de anular Roe v. Wade está enviando ondas de choque por todo el país, desde la Casa Blanca hasta todos los puntos de la brújula.

No hay duda de que este es un momento histórico para nuestra nación. La pasión que rodea este tema de la vida arde no menos intensamente que hace casi 50 años cuando Roe v. Wade se convirtió en ley del país en 1973. Ha habido una sombra que se arrastra desde entonces porque en el centro de nuestra conciencia colectiva hay una conciencia torturada que es incapaz de reconciliar una imagen propia de bondad inherente con la sangre de los inocentes. Pero, ya sea que Roe v Wade sea anulado o revertido, los abortos no cesarán, como sabemos. La responsabilidad política volverá a las legislaturas de los 50 estados para promulgar leyes en el futuro y, como ya hemos experimentado, estas leyes variarán mucho.

Al igual que los incendios que envuelven a nuestros estados del oeste, habrá conflagraciones generalizadas que arderán en las fallas de nuestra sociedad fracturada. La responsabilidad personal es otra dimensión, el terreno de la conciencia y la conversión, que desafía a cada individuo a salvaguardar el don de la sexualidad sabiendo que hay libertad a través de las fronteras, a apreciar el don de la vida, la propia y la de los vulnerables entre nosotros y a darse cuenta de que la violencia contra los no nacidos está en la raíz de la violencia que agita a nuestra nación y al mundo.

¿Qué puede hacer una persona o una iglesia?

“Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.” (Juan 1:5) es la promesa de que nuestro trabajo con Dios siempre importará. Orar, servir, empoderar y abogar son siempre relevantes. El Papa Francisco fomenta el encuentro con los demás y el acompañamiento y un proyecto reciente digno de elogio en todas las diócesis católicas como “Caminando con las mamás necesitadas.”

Cualquiera que sea el fallo de Roe v Wade, la iglesia, en connivencia con otras redes, está redoblando sus esfuerzos para acompañar a las madres, sus bebés antes de nacer y sus niños en las primeras etapas de desarrollo para que ellos y nosotros, como Mary y Isabel, podamos regocijarnos en el regalo de vida y en Dios nuestro Salvador.

Las asignaciones abren la puerta a una “nueva vida” para los pastores

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Con la imagen del Buen Pastor ante nosotros y con su voz resonando en nuestros corazones y mentes, al centro del tiempo Pascual, encomendemos los sacerdotes de nuestra diócesis a nuestro crucificado y resucitado Señor, aquellos que se esfuerzan por seguir sus pasos, especialmente aquellos que anticipan cambios en el tiempo que se avecina.

En particular, pedimos la bendición de Dios sobre el Diácono Andrew Bowden, a quien ordenare al sacerdocio de Jesucristo para la Diócesis de Jackson, este sábado 14 de mayo en nuestra Catedral de San Pedro Apóstol.

Obispo Joseph R. Kopacz

Durante el último fin de semana del cuarto domingo de Pascua, que siempre está dedicado al Buen Pastor, una cohorte de nuestros sacerdotes se dirigió a sus congregaciones para informarles que serían transferidos, para pastorear otros rebaños que necesitan un pastor ya sea por jubilaciones o salidas en la Diócesis de Jackson.
Algunos están empacando y mudándose físicamente en una variedad de períodos de tiempo, mientras que otros permanecen en su lugar pero se esfuerzan generosamente para pastorear comunidades parroquiales adicionales. Como muchos saben, los cambios significativos en la vida no son fáciles y requieren mucho tiempo y energía.

El fin de semana pasado, con la imagen del Buen Pastor ante mí, reflexioné sobre las transiciones, durante los últimos 45 años, en mi vida como sacerdote y pude recordar los sentimientos que me atravesaron durante los cambios de asignación, incluso después de muchos años.

Hay un morir que ocurre, con cada cambio de lo que era, también con un sacerdote cuando deja una parroquia, donde conoce a muchos por su nombre y cuyas voces resuenan con los recuerdos de las experiencias pastorales del nacimiento y la muerte, y cada etapa intermedia. Lo desconocido que aguarda puede evocar sentimientos de ansiedad e incertidumbre.

Recuerdo un cambio en una asignación en la que la gente me dio una gran despedida una noche y a la mañana siguiente, el monaguillo de la Misa en la nueva parroquia me miró con curiosidad y me preguntó: “¿Cuál es tu nombre, por favor?” Sonreí interiormente en ese momento y dije: “sí, es un nuevo día.”

Es el ciclo de morir y resucitar que experimentamos en la muerte y resurrección del Buen Pastor. Para el sacerdote trasladado puede haber duelo en la separación y sin embargo un cambio de destino parroquial abre la puerta a una nueva vida en el pastoreo de las personas, familias y comunidades de fe que el Señor nos confía.

Con cada “dejarse llevar” y partir, aguarda una nueva vida. Aún así, no es fácil y lleva tiempo que todos se adapten, el nuevo pastor y la gente, para establecer relaciones de confianza, respeto y amor.

Que nuestra oración se eleve al cielo por todos nuestros sacerdotes a quienes el Señor llama para ser buenos pastores.

San Pedro exhortaba a los líderes pastorales de su época con las siguientes palabras: “Cuiden de las ovejas de Dios que han sido puestas a su cargo; háganlo de buena voluntad, como Dios quiere, y no forzadamente ni por ambición de dinero, sino de buena gana.” (1 Pedro 5:2)

En cualquier parroquia y circunstancia que nuestros sacerdotes y líderes pastorales nos encontremos, que podamos servir con el corazón y la mente de Jesucristo.

La voz del Señor es para todos los bautizados.

Assignments open door to ‘new life’ for shepherds

May our prayer rise up to
heaven for all of our priests whom the Lord calls to serve as
good shepherds.

By Bishop Joseph R. Kopacz, D.D.
With the image of the Good Shepherd before us in the center of the Easter season, and with his voice resounding in our hearts and minds, let us commend to our crucified and risen Lord the priests of our diocese who strive to follow in his footsteps, especially those who are anticipating changes in the time ahead.

In particular, we ask God’s blessing upon Deacon Andrew Bowden whom I will be ordaining to the priesthood of Jesus Christ for the Diocese of Jackson this Saturday, May 14 at our Cathedral of Saint Peter the Apostle.

Bishop Joseph R. Kopacz

Over last weekend on the fourth Sunday of Easter which is always dedicated to the Good Shepherd, a cohort of our priests addressed their congregations to inform them that they would be transferred to shepherd other flocks in the Diocese of Jackson who are in need of a pastor due to retirements or departures.

Some are packing up and physically leaving after assorted lengths of time, while others are remaining in place but are generously stretching themselves to shepherd additional parish communities. As many know, significant changes in life are not easy and require considerable time and energy.

Last weekend with the image of the Good Shepherd before me I reflected upon the transitions in my life as a priest over the past 45 years and could recall the feelings that coursed through me during assignment changes, even after many years.

There is a dying that occurs with every change to what was, and so too with a priest when he leaves one parish where he knows many by name and whose voices echo with the memories of pastoral experiences of birth and death, and every stage in between. The unknown that awaits can evoke anxious feelings and uncertainty.

I remember one change in assignment where the people gave me a great send-off one evening, and on the next morning the altar server at Mass in the new parish looked at me curiously and asked, “and what’s your name again?” I smiled inwardly in that moment and said, “yes, it’s a new day.”

It is the cycle of dying and rising that we experience in the death and resurrection of the Good Shepherd. For the transferred priest there could be grieving in the separation, and yet a change in a parochial assignment opens the door to new life in the shepherding of individuals, families and communities of faith whom the Lord entrusts to us.

With each “letting-go” and departure new life awaits. Still, it is not easy, and it takes time for everyone to adjust, the new pastor and people, in order to establish relationships of trust, respect and love.
May our prayer rise up to heaven for all of our priests whom the Lord calls to serve as good shepherds.
St. Peter exhorted the pastoral leaders of his day with the following words: “Care for the flock that God has entrusted to you. Watch over it willingly, not grudgingly — not for what you will get out of it, but because you are eager to serve God.” (1Peter 5:2)

In whatever parish and circumstances our priests and pastoral leaders find ourselves, may we serve with the heart and mind of Jesus Christ.

The voice of the Lord is for all of the baptized.

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