Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
“No nos predicamos a nosotros mismos, si no a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: ‘De las tinieblas brille la luz’, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezcan que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros”. (2 Corintios 4:5-7)
Este pasaje de las Escrituras está tomado de la primera lectura en el Memorial de San Gregorio Magno en la Misa del Día de Desarrollo de Maestros de las Escuelas Católicas Diocesanas la semana pasada. La vida de este gran Doctor de la Iglesia occidental, uno de los cuatro junto con los santos Ambrosio, Agustín y Jerónimo, es un prisma excepcional para ver las variadas dimensiones de los educadores de las Escuelas Católica. Como en la vida del Papa San Gregorio Magno, todos los educadores en la fe están llamados a celebrar, vivir y hacer circular el tesoro de la fe, y no simplemente guardarlo dentro como si estuviera en una caja de seguridad.
San Gregorio sirvió como Papa desde 590 hasta 604 d.C. Durante gran parte de su vida y especialmente como sucesor de San Pedro, la gloria de Dios fue evidente, iluminando la presencia de Jesucristo en la iglesia y en la sociedad.
Creció en el seno de una familia prominente en Roma, tenía una buena educación, era un hombre de profunda fe y muy comprometido al servicio. A la muerte de sus padres, dirigió su riqueza al establecimiento de monasterios, asumiendo la vocación de monje y sirviendo como abad. Sus dotes administrativas fueron ampliamente reconocidas, y el papa Pelagio II, que lo ordenó diácono en 579, lo envió como legado a Constantinopla. Regresó a su monasterio después de su período de servicio en el Oriente, pero con la muerte del papa Pelagio en la peste que azotó Roma, por aclamación popular en la iglesia y en la sociedad, Gregorio fue puesto al cargo papal.
Por la gracia de Dios, sus logros fueron innumerables a lo largo de sus 15 años en el centro de la iglesia. Desde el corazón del monasterio, llevó el canto gregoriano a la corriente principal de la iglesia. Empapado de las Escrituras, dedicó grandes esfuerzos a la renovación del clero, incluyendo el oficio de obispo. Comisionó misioneros a lo grande y largo de África, Francia, España y hasta la actual Inglaterra y Escocia para convertir a los anglosajones. La propagación de la fe es el impulso misionero incontenible de la Iglesia, la Gran Comisión de Jesús (Mateo 28) y es parte integral del ministerio del Papa. En este mismo momento en que escribo, el Papa Francisco está en un viaje misionero en Asia, incluyendo Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Singapur, Timor Oriental, etc. Como nota final, San Gregorio fue un erudito consumado cuyos escritos siguen siendo una parte apreciada como tesoro de la iglesia.
En medio de todos sus estudios y logros, en el Oficio de Lecturas para el día de su fiesta tenemos una mirada en el corazón de un hombre que sabía que era un vaso de barro que guardaba un tesoro eterno. “De hecho, cuando estaba en el monasterio, podía frenar mi pensamiento distraído y, por lo general, estar inmerso en mis oraciones. Desde que asumí el cargo del cuidado pastoral, mi mente está ocupada por muchos asuntos. Debo reflexionar en el comportamiento y los actos de los individuos. Soy responsable por las preocupaciones de nuestros ciudadanos. Debo preocuparme por las invasiones de bandas errantes de bárbaros y tener cuidado con los lobos que acechan a mi rebaño. Con mi mente dividida y hecha pedazos por tantos problemas, ¿cómo puedo meditar, predicar, enseñar o liderar de todo corazón? Además, a veces dejo correr mi lengua, porque soy débil, me veo arrastrado poco a poco a una conversación ociosa, y comienzo a hablar libremente sobre asuntos que tendría que evitar. … Entonces, ¿quién soy yo para ser un centinela, porque no estoy firme en el monte de la acción, sino que me acuesto en el valle de la debilidad? Sin embargo, el creador todopoderoso y redentor de la humanidad puede darme a pesar de mi debilidad una vida superior y un habla eficaz; porque lo amo, no escatimo en hablar de él”. Gregorio describió su ministerio como Siervo de los Siervos de Dios, un título que enlazado el papado a Jesucristo el Siervo desde entonces.
La clave para todos nosotros, como el Papa San Gregorio, es el tesoro que guardamos en las vasijas de barro de nuestras vidas, la debilidad y la vulnerabilidad desde adentro y, a menudo, la imprevisibilidad que nos rodea. El tesoro es la fe, la esperanza y el amor, el tema de este año para nuestras comunidades escolares católicas, que es la gloria de Dios brillando en el rostro de Jesucristo. Desde el centro de la iglesia hasta todos los puntos cardinales, todos los bautizados están llamados a ser discípulos irradiando a Aquel que es la luz del mundo, Dios verdadero de Dios verdadero.