¿Qué deberíamos hacer ahora? Enero ofrece oportunidades de renovación.

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
El pasado fin de semana, la Iglesia Católica de todo el mundo, celebró la culminación de la temporada navideña con el Bautismo del Señor Jesús, la manifestación del hijo amado de Dios en las aguas del río Jordán a Israel inicialmente y, en breve, a todas las naciones.
Hace casi un año viajé a las Tierras Santas con los Caballeros y Damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro; la renovación de los votos de bautismo en el Jordán es fundamental en la peregrinación a los lugares santos.
Cristianos de todos los rincones de la tierra y de todas las ramas del cristianismo llegan a la curva del río Jordán, donde la tradición sostiene que el Señor Jesús comenzó su ministerio público bajo la mirada de Dios Padre y la gracia del Espíritu Santo. Recuérdese que Juan el Bautista predicó en el desierto y la gente dejó sus hogares y comodidad para recibir de él un Bautismo de Arrepentimiento. Esta región de la Tierra Santa era un terreno árido hace 2000 años y sigue siéndolo hoy. Después de salir del agua, el Espíritu de Dios llevó a Jesús a lo más profundo de este desierto durante 40 días y noches para ayunar, orar y ser tentado. Cuando terminó, abrazó su misión de salvación culminando con su muerte y resurrección.
Tomando prestada la metáfora de la fiesta de la Epifanía del fin de semana pasado, la misma estrella de fe, que guio a los Magos, es la que atrae a peregrinos al amado Hijo de Dios para entregar la vida ante él, en el río Jordán. El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC 628) ofrece esta enseñanza sobre el bautismo bajo el subtítulo “Enterrado con Cristo …” El bautismo, cuyo signo original y completo es la inmersión, significa eficazmente el descenso a la tumba, por parte del cristiano que muere al pecado con Cristo, para vivir una nueva vida. “Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre” (Romanos 6,4)
¿Cuál es la novedad de esta vida?
Cuando la gente se acercó a Juan el Bautista en el río Jordán, comprendieron que al igual que el agua que seguramente se evaporaría en el calor del desierto, sus actitudes y comportamientos pecaminosos también deberían desaparecer.
Y ahí, le preguntaron a Juan: “¿Qué debemos hacer, entonces?” Juan les dio directivas que eran específicas para sus estados en la vida: Si tiene excedentes de ropa o comida, sea generoso con los necesitados. A los cobradores de impuestos, les gritó- no engañen a la gente, no exijan más allá de lo que se ha determinado. Él ordenó a los soldados que no intimiden ni extorsionen a los lugareños. (Lucas 3, 10-14)
Del mismo modo, debido a nuestro bautismo en la muerte y resurrección de Jesucristo, es inevitable que hagamos la pregunta regularmente, ¿qué debemos hacer y cómo caminar en la nueva vida? Pero como Jesús, nuestra identidad precede a nuestros hechos.
Somos los hijos amados de Dios, salvados por la sangre del Cordero de Dios y ungidos en el Espíritu Santo. Debido a esta relación, tenemos la tarea de construir el Reino de Dios. En la carta a los Efesios, a nosotros, como en muchos pasajes de las Escrituras, se nos muestra nuestra identidad y se nos dan las órdenes de marcha. “Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe…, no es resultado de las propias acciones…, pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según él lo había dispuesto de antemano.” (Efesios 2, 8-10).
Entonces, ¿qué vamos a hacer?
En términos relativos, en el mes de enero hay formas convincentes de servir en el nombre del Señor. Las actividades Pro-Vida en nombre de los no nacidos, el peregrinaje anual a Washington, DC, novenas, vigilias e innumerables servicios de oración abundan en toda la nación en cada diócesis. ¿Han hecho, estos esfuerzos y más, una diferencia en los últimos 46 años desde Roe vs. Wade? En el nivel de base donde más importa, hay muchos menos abortos cada año que durante los años pico de décadas atrás. Hay muchos más centros alrededor de las naciones que reconocen la dignidad inalienable de la vida en el útero que los que destruyen la obra de Dios.
Cuando el actor Jim Caviezel vino en el pasado septiembre, una de sus visitas fue a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales en el Hospital de Saint Dominic, donde asistimos a las unidades de soporte vital de dos gemelos prematuros que nacieron a las 23 semanas. El Sr. Caviezel expresó el asombro de todos los asistentes cuando dijo: “Esto es como mirar el rostro de Dios”. Aunque la Iglesia católica está agobiada por el escándalo en este momento, no renunciará a nuestra voz profética en nombre de los no nacidos.
¿Qué más está pasando en enero?
Ahora estamos al final de la celebración anual de la Semana Nacional de la Migración, y gracias a Dios por las muchas personas que en nuestra diócesis “reciben al extranjero” entre nosotros. La fiesta de la Epifanía celebra el nacimiento del Señor como una luz para las naciones, ya sea que permanezcan en casa o viajen a lo largo y ancho.
¿Qué vamos a hacer?
La conmemoración anual del Dr. Martin Luther King, Jr., un preciado día festivo nacional, nos obliga a no renunciar a nuestros esfuerzos por construir una sociedad de mayor justicia y paz para todas las razas y grupos étnicos en estos Estados Unidos. Hna. Thea Bowman, Sierva de Dios, ruega por nosotros.
¿Qué más vamos a hacer?
Pudiéramos fortalecer nuestro compromiso en nombre de todas las víctimas de abuso sexual en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad, restaurando su dignidad como hijos amados de Dios Padre.
Que nuestra pasión en nombre de la vida, la justicia y la paz en todas las áreas se derive de nuestra convicción de que somos hijos amados de Dios, salvados en la sangre del Cordero y ungidos por el Espíritu Santo “para que hagamos buenas obras, según Dios lo ha dispuesto de anteman

Los obispos aprueban abrumadoramente pastoral contra el racismo

Por Mark Pattison
BALTIMORE (CNS) – Los obispos de Estados Unidos aprobaron abrumadoramente una carta pastoral contra el racismo, el 14 de noviembre durante su reunión general de otoño en Baltimore. El documento” Abrir nuestros corazones: La llamada perdurable del Amor ”( “Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love”, por su nombre en inglés) se aprobó 241-3 con una abstención. Se requirió un voto de dos tercios por todos los obispos, o 183 votos, para su aprobación.
“A pesar de muchos avances prometedores en nuestro país, el feo cáncer del racismo aún afecta a nuestra nación”, dice la carta pastoral. “Los actos racistas son pecaminosos porque violan la justicia, revelan una falta de reconocimiento de la dignidad humana de las personas ofendidas, al no reconocerlos como los vecinos que Cristo nos llama a amar”, agrega. Los obispos que hablaron sobre la pastoral dieron su claro consentimiento al mensaje de la carta.
“Esta declaración es muy importante y oportuna”, dijo el Obispo John E. Stowe de Lexington, Kentucky. “Este será un documento excelente y fructífero para el debate”, dijo el obispo Barry C. Knestout, de Richmond, Virginia, en cuya diócesis se llevó a cabo la manifestación “Unite the Right” cargada de violencia el año pasado.
El obispo Robert J. Baker de Birmingham, Alabama, dijo que el mensaje de la pastoral es necesario, ya que el movimiento de derechos civiles “comenzó hace 60 años y todavía estamos trabajando para lograr sus objetivos”.
El arzobispo Joseph F. Naumann de Kansas City, dijo que estaba agradecido por la declaración de la pastoral porque “un ataque contra la dignidad de la persona humana es un ataque a la dignidad de la vida misma”.
El obispo Thomas J. Olmsted, de Phoenix, dijo que la carta será bienvenida entre los nativos americanos, los afroamericanos y para los hispanos en Arizona, que representan el 80 por ciento de todos los católicos diocesanos menores de 20 años, “…Esto es muy importante para que nuestra gente y nuestra juventud conozca la historia del racismo”, agregó.
El obispo Shelton T. Fabre, de Houma-Thibodaux, Louisiana, presidente del Comité de los obispos de Estados Unidos contra el racismo, (Ad Hoc Committee Against Racism, por su nombre en inglés), dijo que una copia electrónica de “Open Wide Our Hearts” se publicaría “de forma inmediata”, alrededor del Día de Acción de Gracias. “‘Open Wide Our Hearts’ expresa la grave preocupación de los obispos por el aumento de las actitudes racistas en la sociedad”, dijo el obispo Fabre.

Presentación a la USCCB de la causa de canonización para la hermana Thea Bowman, F.S.P.A., Ph.D. 1937-1990

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Todos compartimos la alegría de este momento presentando la causa de canonización de la hermana Thea Bowman, hermana Franciscana de la Adoración Perpetua, de Canton, Mississippi. Con una sola mente y un solo corazón, los fieles dentro y mucho más allá de la Diócesis de Jackson han pedido que se emprenda la causa de la Hna. Thea.
Me gustaría concentrar en sus últimos seis años. En 1984, la hermana Thea, hija única, sufrió la muerte de sus queridos padres, el Dr. Theon y Mary, y ese mismo año a ella le diagnosticaron cáncer. Con la presión de la mortalidad, y comprendiendo la gravedad de su enfermedad, proclamó valientemente que “viviría hasta que muriera”. De hecho, así lo hizo, viajando, evangelizando, enseñando, cantando e inspirando hasta el final.
Del mismo modo, en 1984, esta Conferencia emitió una carta pastoral sobre la evangelización: “Lo que hemos visto y oído” , una obra de amor de los obispos afroamericanos de la época. Esta carta se emitió cinco antes de la célebre presentación de la hermana Thea ante esta Conferencia, en junio de 1989, en la Universidad Seton Hall. Su testimonio, en palabras y canción, testificaron de su santidad llena de alegría, incluso mientras abrazaba la cruz de la enfermedad terminal. ¿Cuántos obispos de los hoy presentes estuvieron ese día de junio de 1989?
Los Obispos, en la carta “Lo que hemos visto y oído”, dieron las gracias a los primeros misioneros que plantaron la semilla del Evangelio en las familias y comunidades afroamericanas. En su discurso a los obispos, la hermana Thea ofreció su gratitud a los discípulos misioneros en su vida- “Los cristianos católicos llegaron a mi comunidad y nos ayudaron con la educación, nos ayudaron con el cuidado de la salud, nos ayudaron a encontrar respeto propio y a reconocer nuestras capacidades cuando el mundo nos dijo durante tanto tiempo que no éramos nada y no llegaríamos a nada. Yo quería ser parte de ese esfuerzo. Eso es cristianismo radical, eso es catolicismo radical”. A lo largo de su vida, el regalo que recibió, ella lo repartió hasta su último aliento.
“Lo que hemos visto y oído” manifestó conmovedoramente lo que el don de la reconciliación, arraigado en el sufrimiento, la liberación y la justicia, de la experiencia afroamericana podía ofrecer a la Iglesia, a la nación y al mundo. Los obispos escribieron: “Un pueblo debe salvaguardar su propia identidad cultural y sus propios valores culturales. Asimismo, debe respetar los valores culturales de los demás. Sobre esta base se puede erigir un auténtico amor cristiano, “porque los que una vez estuvieron lejos, se han acercado. Porque él es nuestra paz, el que hizo las dos cosas y derribó el muro divisorio de la enemistad, a través de su carne’-(Efesios 2, 13-14).”
Como embajadora de Jesucristo y ministro de reconciliación, la Hermana Thea ofrecio su vida, incansablemente, por esta visión del Evangelio, y es verdaderamente la esencia de su santidad. Con elocuencia bíblica declaró- “Nos unimos a la obra redentora de Cristo, cuando nos reconciliamos, cuando hacemos la paz, cuando compartimos la buena noticia de Dios presente en nuestras vidas, cuando reflexionamos con nuestros hermanos y hermanas la sanidad de Dios, el perdón de Dios, el amor incondicional de Dios”.
Este es el poder del Evangelio que se necesita con tanta urgencia en la Iglesia y en la sociedad actual.
La Iglesia abrazó a la Hna. Thea desde sus primeros años, pero hubo momentos en que se sintió profundamente como una niña sin madre. Ella desafió a los obispos a proporcionar un espacio en la mesa para la colaboración y el liderazgo de todos los hijos de Dios. Hoy, somos muy conscientes que las víctimas de abuso sexual viven en ese oscuro vacío, de personas sin hogar en el Cuerpo de Cristo, y oramos para que el testimonio de la hermana Thea sea un faro de esperanza para todas las víctimas y sus familias. Existe la urgencia de que la santidad de la hermana Thea sea una levadura en el pan de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad.
A principios de este año, el Papa Francisco publicó la Exhortación apostólica sobre la santidad, “Guadete et Exultate”, traducida a, “Alégrate y Regocíjate”. En las palabras del Papa Francisco “El cristianismo se extiende a través de la alegría de los discípulos que saben que son amados y salvos”.
“Lo que hemos visto y oído” presentó de manera conmovedora el regalo de la alegría como algo esencial para comprender la espiritualidad afroamericana. “La alegría es ante todo celebración. Celebración es movimiento y canción, ritmo y sentimiento, color y sensación, júbilo y acción de gracias. Celebramos la presencia y la proclamación de la Palabra hecha carne. La alegría es un signo de nuestra fe y especialmente de nuestra esperanza. Nunca es un escape de la realidad “.
La hermana Thea manifestó este resplandor a lo largo de su vida, y lo vivió valientemente en sus últimos años. Si la reconciliación hacia una nueva creación para este mundo era la pasión diaria de la hermana Thea, seguramente la alegría fue el carisma que alimentó su gran alma y santidad. La hermana Thea nos exhorta. “Hijos, madres, padres, hermanas, hermanos, ¡vayan!. Hay una canción que nunca se cantará a menos que la cantes. Hay una historia que nunca se contará a menos que la cuentes. Hay un gozo que nunca se compartirá a menos que lo compartas. Ve a decirle al mundo. Ve a predicar el Evangelio. Ve y enseña la Buena Nueva. Dios Es. Dios es amor. Dios está con nosotros. Dios está en nuestras vidas.”
Hacia el final de su presentación a la Conferencia en 1989, la hermana Thea aconsejó que todos en la Iglesia estén encargados de encontrar nuevas formas de avanzar juntos. Qué momento de la Providencia para presentar y celebrar su causa en el momento en que estamos a punto de votar sobre” Abrir nuestros corazones: la llamada perdurable del amor” (“Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love, por su nombre en inglés) – Una carta pastoral contra el racismo, que oramos proporcionará una antorcha adicional para nuestro camino como discípulos misioneros alegres en nuestros tiempos heridos y fracturados.
Con la sonrisa de la hermana Thea en nosotros y a través del testimonio de su espíritu intransigente y su alegre entusiasmo, proclamamos que nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo, y estamos hablando del Reino de Dios en la tierra, un reino de Justicia, Paz y Alegría con el espíritu santo.

¡Gracias por su oración de apoyo!

Diocese will publish abuse report

The Diocese of Jackson will join the Catholic dioceses in this province including the Archdiocese of Mobile and the dioceses of Biloxi and Birmingham in publishing the names of clergy and religious who were removed from ministry due to credible accusations of abuse of a minor. The cases go as far back as the 1940s.
It is a time-consuming effort to examine each clergy personnel file from the last eight decades. This effort is underway and will be completed as quickly as possible.
The Diocese of Jackson is committed to protecting children. Sexual misconduct by church personnel violates human dignity and the mission of the Church. The Diocese is committed to ensuring that children being served by the Church are not at risk of sexual abuse by Church personnel. The spiritual well-being of all victims, their families, and others in the community is of particular concern to the church.
Over the past 30 years, the Diocese of Jackson has developed and implemented a safe environment program. The Diocese has publicized standards of conduct for its priests and deacons as well as diocesan employees, volunteers, and any other church personnel in positions of trust who have regular contact with children and young people. Beginning in 1986, the Diocese implemented a written policy and procedure regarding reporting and handling of sexual misconduct claims. The policy was updated in 1994 with the addition of a Diocesan Fitness Review Board and again in 2002 so that it would reflect the mandates of the Bishops’ Charter.
The Diocese of Jackson is committed to protecting our children and young people from abuse at the hands of clergy, religious and lay ministers as well as equipping young people with knowledge, confidence and tools to help them recognize and protect themselves from potentially dangerous situations in every aspect of their lives. The Diocese is also committed to transparency and ongoing improvements to our policies.
Anyone who has been a victim of abuse or exploitation by clergy, religious or lay church personnel and has not yet reported it is encouraged to do so. The Diocese of Jackson places no deadline or time limits on reporting. The Victim Assistance Coordinator, Valerie McClellan and Vicar General, Fr. Kevin Slattery are available to assist in making a report. The contact number for the Victim Assistance Coordinator is 601/326-3728. The contact number for the Vicar General is 601/969-2290.
For more information about the Diocesan policies and procedures, you can visit the diocesan website at www.jacksondiocese.org.

Diócesis publicará informe sobre casos de abuso sexual

La Diócesis de Jackson se unirá a las diócesis católicas de esta provincia, que incluye a la Arquidiócesis de Mobile y las diócesis de Biloxi y Birmingham, en la publicación de los nombres de clérigos y religiosos que fueron retirados del ministerio debido a acusaciones creíbles de abuso de un menor. Los casos se remontan a la década de 1940. Es un esfuerzo que lleva mucho tiempo porque hay que examinar cada archivo personal del clero de las últimas ocho décadas. Este esfuerzo está en marcha y se completará lo más pronto posible.
La Diócesis de Jackson está comprometida a proteger a los niños. Una mala conducta sexual por parte del personal de la iglesia viola la dignidad humana y la misión de la iglesia. La Diócesis se compromete a garantizar que los niños que reciben servicios de la Iglesia no corran riesgo de abuso sexual por parte del personal de la Iglesia. El bienestar espiritual de todas las víctimas, sus familias y otros miembros de la comunidad es de particular interés para la iglesia.
Durante los últimos treinta años, la Diócesis de Jackson ha desarrollado e implementado un programa de ambiente seguro. La Diócesis ha publicado estándares de conducta para sus sacerdotes y diáconos, así como para empleados diocesanos, voluntarios y cualquier otro personal de la iglesia en puestos de confianza que tengan contacto regular con niños y jóvenes. A partir de 1986, la Diócesis implementó una política y un procedimiento por escrito con respecto al reporte y manejo de reclamos de conducta sexual inapropiada. La política se actualizó en 1994 con la adición de una Junta Diocesana de Revisión de Condición Física y nuevamente en 2002, para que reflejara los mandatos de la Carta de los Obispos.
La Diócesis de Jackson se compromete a proteger a nuestros niños y jóvenes de los abusos a manos del clero, los ministros religiosos y laicos, así como a equipar a los jóvenes con conocimientos, confianza y herramientas para ayudarles a reconocer y protegerse de situaciones potencialmente peligrosas en todos los ámbitos y aspectos de sus vidas. La Diócesis también está comprometida con la transparencia y la continua mejora de nuestras políticas.
Cualquier persona que haya sido víctima de abuso o explotación por parte del clero, religiosos o personal laico de la iglesia y aún no lo haya informado, que se le alienta a hacerlo. La Diócesis de Jackson no establece plazos, ni límites de tiempo para la presentación de sus denuncias.
La Coordinadora de Asistencia a las Víctimas, Valerie McClellan y el Vicario General, el Padre Kevin Slattery, están disponibles para ayudar a hacer un informe de su denuncia. El número de contacto del Coordinador de Asistencia a las Víctimas es 601 326-3728. El número de contacto del Vicario General es 601 969-2290.
Para obtener más información sobre las políticas y procedimientos diocesanos, puede visitar el sitio web www.jacksondiocese.org

Asking for your support for Sister Thea Bowman

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
(Editor’s note: Bishop Joseph Kopacz was traveling this week for the U.S. Conference of Catholic Bishops’ Fall meeting. He sent the speech he presented at the conference asking for his fellow bishops to support the cause for canonization for Sister Thea Bowman as his column for this week. See related story in this issue. His regular column will resume in the next issue.)

We all share in the joy of this moment presenting the Cause for Canonization of Sister Thea Bowman, Franciscan Sister of Perpetual Adoration, from Canton, Mississippi. With one mind and one heart the faithful within and well beyond the Diocese of Jackson have asked that Sister Thea’s cause be undertaken. I would like to frame my words around her final six years. In 1984 Sister Thea, an only child, suffered the deaths of her beloved parents, Dr. Theon and Mary. In that same year she was diagnosed with cancer. With the press of mortality, and understanding the severity of her disease, she courageously proclaimed that “she would live until she died.” Indeed, she did, traveling, evangelizing, teaching, singing and inspiring to the very end.
Likewise in 1984, this Conference issued a Pastoral Letter on Evangelization: What We Have Seen and Heard, a labor of love from the African American Bishops of the time. This letter was issued five years before Sister Thea’s celebrated presentation to the Conference in June 1989 at Seton Hall University. Her witness in word and song testified to her joy-filled holiness, even as she embraced the Cross of terminal illness. (Pause: How many Bishops present today were on hand in June, 1989?)
The Bishops in What We Have Seen and Heard gave thanks for the early missionaries who planted the seed of the Gospel in the Afro-American families and communities. In her address to the Bishops Sister Thea offered her gratitude to the missionary disciples in her life.
“Catholic Christians came into my community, and they helped us with education, they helped us with health care, they helped us to find our self-respect and to realize our capabilities when the world told us for so long that we were nothing and would amount to nothing. And I wanted to be a part of that effort. That’s radical Christianity, that’s radical Catholicism.”
Throughout her life, the gift she received, she gave as a gift until her final breath.
What We Have Seen and Heard reflected movingly on the gift of reconciliation, rooted in suffering, liberation and justice, that which the African American experience can offer to the Church, to the nation and to the world. The Bishops wrote: “A people must safeguard their own cultural identity and their own cultural values. Likewise, they must respect the cultural values of others. On this foundation can be erected an authentic Christian love, “because we who once were far off have become near by the Blood of Christ. For he is our peace, he who made both one and broke down the dividing wall of enmity, through his flesh.’ (Ephesians 2, 13-14)” As an ambassador of Jesus Christ and a minister of reconciliation, Sr Thea tirelessly laid down her life for this Gospel vision, truly the essence of her holiness. With Biblical like eloquence she declared. “We unite ourselves with Christ’s redemptive work, when we reconcile, when we make peace, when we share the good news that God is in our lives, when we reflect to our brothers and sisters God’s healing, God’s forgiveness, God’s unconditional love.”
This is the power of the Gospel that is so urgently needed in the Church and in society today.
The Church embraced Sister Thea from her early years, yet there were times she felt deeply like a motherless child. She challenged the Bishops to provide a space at the table for collaboration and leadership for all of God’s children. Today, we are most mindful of the victims of sexual abuse who live in that dark void of homelessness in the Body of Christ, and we pray that Sister Thea’s witness will be a beacon of hope for all victims and their families. There is an urgency for Sister Thea’s sanctity to be a leaven in the bread of our Church and society.
Earlier this year, Pope Francis published his Apostolic Exhortation on holiness, Guadete et Exultate. In the words of Pope Francis “Christianity spreads through the joy of disciples who know that they are loved and saved.” What We Have Seen and Heard stirringly presented the gift of joy as essential for understanding African American spirituality. “Joy is first of all celebration. Celebration is movement and song, rhythm and feeling, color and sensation, exultation and thanksgiving. We celebrate the presence and the proclamation of the Word made Flesh. Joy is a sign of our faith and especially our hope. It is never an escape from reality.” Sister Thea manifested this radiance throughout her life, and valiantly lived it in her final years. If reconciliation toward a new creation for this world was Sister Thea’s daily passion, surely joy was the charism that nurtured her great soul and holiness. Sister Thea exhorts us. “Children, Mothers, Fathers, Sisters, Brothers, go! There is a song that will never be sung unless you sing it. There is a story that will never be told unless you tell it. There is a joy that will never be shared unless you bear it. Go tell the world. Go preach the Gospel. Go teach the Good News. God is. God is love. God is with us. God is in our lives.”
Toward the end of her presentation to the Conference in 1989, Sister Thea counseled that all in the Church are charged with finding new ways to go forward together. What a moment of Providence to introduce and celebrate her cause at the very time that we are about to vote on “Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love—A Pastoral Letter Against Racism,” which we pray will provide an added torch for our path as joyful missionary disciples in our fractured and wounded times. With Sister Thea’s smile upon us, and through the witness of her uncompromising spirit and joyful zeal, we do proclaim that our true citizenship is in heaven, and that we are about God’s Kingdom on earth, a Kingdom of Justice, Peace and the joy of the Holy Spirit.

Thank you for your prayerful support!

Bishop Kopacz tells court Plowshares action is rooted in Catholic teaching

By Dennis Sadowski
WASHINGTON (CNS) – The seven Catholic peacemakers who entered a naval base to symbolically dismantle nuclear weapons-armed submarines acted from the primacy of conscience rooted in their faith, the bishop of Jackson, Mississippi, told a Georgia court.
Testifying as an expert witness on behalf of the Kings Bay Plowshares activists, Bishop Joseph R. Kopacz said their actions were consistent with long-standing Catholic teaching about the sinfulness of nuclear weapons.
The bishop took the stand during a Nov. 7 hearing before Magistrate Judge Benjamin Cheesbro of the U.S. District Court in the Southern District of Georgia. The hearing was scheduled to present evidence explaining why the seven longtime activists entered Naval Submarine Base Kings Bay April 4.
The defendants include Elizabeth McAlister, 78, of Baltimore; Jesuit Father Steve Kelly, 69, of the Bay Area in California; Carmen Trotta, 55, of New York City; Clare Grady, 50, of Ithaca, New York; Martha Hennessy, 62, of New York, granddaughter of Catholic Worker co-founder Dorothy Day; Mark Colville, 55, of New Haven, Connecticut; and Patrick O’Neill, 61, of Garner, North Carolina.
The defendants are seeking to have federal charges of conspiracy, trespass, and destruction and depredation of property dismissed under the Religious Freedom Restoration Act. They have argued in court filings that their action is protected under the law.
The seven entered the submarine base, the East Coast home of the Trident nuclear submarine, and during approximately two hours placed crime scene tape and spilled blood at different locales while posting an “indictment” charging the military with crimes against peace, citing the Nuclear Non-Proliferation Treaty.
The Navy’s fleet of Trident submarines carries about half of the U.S. active strategic nuclear warheads, according to military experts.
Bishop Kopacz cited the U.S. Catholic bishops’ 1983 pastoral letter on peace and nuclear weapons, “The Challenge of Peace: God’s Promise and Our Response,” during his testimony.
He said the document allowed for the temporary possession of nuclear weapons only as a step toward disarmament, and that after more than 30 years that goal has not been achieved.
He described the seven as a “spiritual special ops team” working to make a change.
A day prior to his testimony, Bishop Kopacz told Catholic News Service he was supportive of such actions to rid the world of nuclear weapons although he would find it difficult to take such a step himself.
“I believe in what they do. I believe what they’ve done is a courageous witness and very prophetic,” he said.
The court also heard from Jeannine Hill Fletcher, professor of theology at Fordham University. She discussed papal encyclicals and the documents from the Second Vatican Council that “condemn” the use of nuclear weapons. She also addressed why actions of conscience, such as those of the defendants, are important in modern-day society.
Grady told CNS Nov. 8 that on the stand she explained her family’s background and the long history of work for peace and justice extending from their Catholic faith.
Protesting nuclear weapons, she said she told the court, was a natural extension of her faith practice and that her conscience guided her to act for peace.
“For me there’s a geography to our faith, and what I experienced in that courtroom was a Catholic revival because of our choice to act in a certain geography, the geography of the courtroom and all that is the Gospel. You could feel the energy from all of that,” she said of the hearing.
Father Kelly, who remained jailed, testified that the actions of the group amounted to preaching God’s word that nuclear weapons are “sinful.” He said the world faced a crisis because of the presence of such weapons.
Near the end of the daylong hearing, federal prosecutors called the commanding officer of the naval base to the stand. Capt. Brian Lepine described the importance of maintaining tight security at the base and the danger posed by anyone illegal entering the base perimeter.
After more than eight hours of testimony, Cheesbro said the hearing would be continued on a date still to be determined.

(Follow Sadowski on Twitter: @DennisSadowski)

Bishop Calendar

Nov. 10-17 – U.S Conference of Catholic Bishops general meeting, Baltimore, Maryland.
Sunday, Nov. 18, 10:30 a.m. – Mass to present edict for Sister Thea Bowman’s cause for canonization, Cathedral of St. Peter the Apostle.
Tuesday, Nov. 20, 9-10 a.m. – SuperTalk Radio live interview.

Only public events are listed on this schedule and all events are subject to change.
Please check with the local parish for further details

Causa de Canonización para hermana Thea Bowman, F.S.P.A., Ph.D. 1937-1990

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Durante el mes de noviembre, nos encantamos con el esplendor de la Fiesta de todos los Santos y la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. La verdadera nube de testigos (Hebreos 12,1), algunos canonizados oficialmente, la mayoría no, nos recuerdan que nuestra ciudadanía está en el cielo con Jesucristo, el camino, la verdad, la resurrección y la vida.
Desde la Fiesta de todos los Santos la visión de San Juan, en el libro de Apocalipsis, nos permite entrever la eternidad en “una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: ¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!” (Apocalipsis 7, 9-10)
El 13 de noviembre en Baltimore, en la reunión anual de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, presentaré formalmente la Causa para la Canonización de la hermana Thea Bowman, FSPA, Sierva de Dios, afroamericana, de la ciudad de Canton, en el seno de la Diócesis de Jackson, a quienes declaramos con fe ser una miembro de la Nube de Testigos.
Mucho se sabe de su vida, pero me gustaría iluminar sus últimos seis años. En 1984, la hermana Thea, hija única, sufrió la muerte de sus queridos padres, el Dr. Theon y Mary, y ese mismo año a ella le diagnosticaron cáncer. Con la presión de la mortalidad, y comprendiendo la gravedad de su enfermedad, proclamó valientemente que “viviría hasta que muriera”.
De hecho, así lo hizo, viajando, evangelizando, enseñando, cantando e inspirando hasta el final.
En 1984, en la escena nacional, los Obispos Católicos Negros de los Estados Unidos emitieron una Carta Pastoral sobre la Evangelización llamada “Lo que hemos visto y oído”. Esta carta fue publicada cinco años después de la publicación en 1979 de la Carta pastoral contra el racismo titulada “Hermanos y hermanas para nosotros”, de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos.
En junio de 1989, diez años después de la primera carta contra el racismo, y cinco años después de la segunda, la hermana Thea fue invitada a hablar en la Conferencia de Obispos en la Universidad Seton Hall. Su testimonio, canción y palabras en esa ocasión encarnaron, en gran parte, lo que estaba escrito en las Cartas pastorales anteriores.
“Lo que hemos visto y oído” agradecía a los primeros misioneros que plantaron la semilla del Evangelio en las familias y comunidades afroamericanas. En su discurso a los obispos, la hermana Thea ofreció su gratitud a los discípulos misioneros en su vida cuando dijo. “Los cristianos católicos llegaron a mi comunidad y nos ayudaron con la educación, nos ayudaron con el cuidado de la salud, nos ayudaron a encontrar respeto propio y a reconocer nuestras capacidades cuando el mundo nos dijo durante tanto tiempo que no éramos nada y no llegaríamos a nada. Yo quería ser parte de ese esfuerzo. Eso es cristianismo radical, eso es catolicismo radical … Me atrajo examinar y aceptar la fe católica debido al ejemplo cotidiano de los cristianos católicos ante todo me amaron y luego compartieron conmigo su historia, sus valores, sus creencias; a quienes primero me amaron y luego me invitaron a compartir con ellos en comunidad, oración y misión. De niña, yo no reconocí el trabajo de la evangelización en mi vida. Reconocí solo amor, servicio, comunidad, oración y fe”.
“Lo que hemos visto y oído” manifestó conmovedoramente el don de la reconciliación arraigado en el sufrimiento, la liberación y la justicia, que la experiencia afroamericana podía ofrecer a la Iglesia, a la nación y al mundo. “Sin justicia, cualquier reconciliación significativa es imposible. La justicia salvaguarda los derechos y delinea las responsabilidades de todos. Un pueblo debe proteger su propia identidad cultural y sus propios valores culturales. Asimismo, deben respetar los valores culturales de los demás. Por esta razón, la reconciliación sincera se basa en el reconocimiento mutuo y el respeto mutuo. Sobre esta base se puede erigir un auténtico amor cristiano. La escritura testifica: ‘Pero ahora, unidos a Cristo Jesús por la sangre que el derramó, ustedes, que una vez estuvieron lejos, se han acercado. Porque él es nuestra paz, el que hizo las dos cosas y derribó el muro divisorio de la enemistad, a través de su carne’-(Efesios 2, 13-14).
Buscamos la justicia entonces, porque
buscamos la reconciliación, y buscamos la reconciliación porque por la sangre de Cristo somos hechos uno. El deseo de reconciliación para nosotros es el regalo más precioso, porque la reconciliación es el fruto de la liberación. Nuestra contribución a la construcción de la Iglesia en América y en el mundo es ser un agente de cambio para ambos”.
Hacia el final de su vida, la hermana Thea se hizo eco de las palabras de su hermano Obispos. “Nos unimos a la obra redentora de Cristo, cuando nos reconciliamos, cuando hacemos la paz, cuando compartimos la buena noticia de que Dios está en nuestras vidas, cuando reflexionamos a nuestros hermanos y hermanas la sanidad de Dios, el perdón de Dios, el amor incondicional de Dios”.
A principios de este año, el Papa Francisco publicó la Exhortación apostólica sobre la santidad, Guadete et Exultate, traducida, Alégrate y Regocíjate, las propias palabras de nuestro Señor desde las bienaventuranzas que ilumina sobre las exhortaciones anteriores del Santo Padre sobre la alegría del Evangelio y la alegría del amor. La hermana Thea habría pedido un Amén o dos sobre estas exhortaciones.
“Lo que hemos visto y oído” presentó elocuentemente un regalo de la alegría como algo esencial para entender la espiritualidad afroamericana que la hermana Thea vivió magnánimamente. “La alegría es lo primero de una celebración. Celebración es movimiento y canción, ritmo y sentimiento, color y sensación, júbilo y acción de gracias. Celebramos la presencia y la proclamación de la Palabra hecha carne. La alegría es un signo de nuestra fe y especialmente de nuestra esperanza. Nunca es un escape de la realidad “.
Como un discípulo misionero alegre por siempre, la hermana Thea nos exhorta ” ¡Niños, madres, padres, hermanas y hermanos, vayan! Hay una canción que nunca se cantará a menos que la canten. Hay una historia que nunca se contará a menos que la cuentes. Hay un gozo que nunca se compartirá a menos que lo demuestres. Ve a decirle al mundo. Ve y predica el Evangelio. Ve y enseña la Buena Nueva. Dios Es. Dios es amor. Dios es con nosotros. Dios está en nuestras vidas “.

Cause for canonization for Sister Thea Bowman, FSPA, Ph.D. 1937-1990

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
During the month of November, we bask in the glow of the Feast of All Saints, and the Commemoration of All Souls. The great Cloud of Witnesses (Hebrews 12,1), some officially canonized, most not, remind us that our citizenship is in heaven with Jesus Christ, the way and truth, the resurrection and life. From the Feast of All Saints, the vision of Saint John in the book of Revelation affords us a glimpse of eternity in “a great multitude which no one could count, from every nation, race, people and tongue. They stood before the throne and before the Lamb, wearing white robes and holding palm branches in their hands. They cried out in a loud voice: Salvation comes from our God, who is seated on the throne and from the Lamb. (Revelations 7, 9-10)
On November 13, at the United States Conference of Catholic Bishops annual meeting in Baltimore, I will formally introduce the Cause for Canonization for Sister Thea Bowman, FSPA, Servant of God, an African-American, from the town of Canton, in the bosom of the Diocese of Jackson, whom we declare in faith to be a member of the Cloud of Witnesses. Much is already known about her life, but I would like to shine the light on her final six years. In 1984 Sister Thea, an only child, grieved the deaths of her beloved parents, Dr. Theon and Mary, and in the same year she was diagnosed with cancer. With the press of mortality, and understanding the severity of her disease, she courageously proclaimed that she would “live until she died.”
Indeed she did, traveling, evangelizing, teaching, singing and inspiring to the very end. In 1984 on the national scene, the Black Catholic Bishops of the United States issued a Pastoral Letter on Evangelization: “What We Have Seen and Heard.” This letter was released five years after the 1979 publication by the entire Conference of Bishops of “Brothers and Sisters to Us: Pastoral Letter Against Racism.”
In June, 1989, 10 years after the first letter against racism, and five years after the second, Sister Thea was invited to speak to the conference of bishops at Seton Hall University. Her witness, words and song on that occasion embodied so much of what was written in the earlier Pastoral Letters.
“What We Have Seen and Heard” gave thanks for the early missionaries who planted the seed of the Gospel in the African-American families and communities. In her address to the bishops Sister Thea offered her gratitude to the missionary disciples in her life. “Catholic Christians came into my community, and they helped us with education, they helped us with health care, they helped us to find our self-respect and to realize our capabilities when the world told us for so long that we were nothing and would amount to nothing. And I wanted to be a part of that effort. That’s radical Christianity, that’s radical Catholicism… I was drawn to examine and accept the Catholic faith because of the day-to-day lived witness of Catholic Christians who first loved me, then shared with me their story, their values, their beliefs, who first loved me, then invited me to share with them in community, prayer and mission. As a child I did not recognize evangelization at work in my life. I did recognize love, service, community, prayer and faith”
“What We Have Seen and Heard” reflected movingly on the gift of reconciliation, rooted in suffering, liberation and justice, that which the African-American experience can offer to the Church, to the nation and to the world. “Without justice any meaningful reconciliation is impossible. Justice safeguards the rights and delineates the responsibilities for all. A people must safeguard their own cultural identity and their own cultural values. Likewise, they must respect the cultural values of others. For this reason, sincere reconciliation builds upon mutual recognition and mutual respect. On this foundation can be erected an authentic Christian love. The Scripture testifies: ‘But now you who once were far off have become near by the Blood of Christ. For he is our peace, he who made both one and broke down the dividing wall of enmity, through his flesh.’ (Ephesians 2, 13-14)
We seek justice then, because we seek reconciliation, and we seek reconciliation because by the blood of Christ we are made one. The desire of reconciliation for us is a most precious gift, because reconciliation is the fruit of liberation. Our contribution to the building up of the Church is America and in the world is to be an agent of change for both.” Toward the end of her life Sister Thea echoed the words of her brother bishops. “We unite ourselves with Christ’s redemptive work, when we reconcile, when we make peace, when we share the good news that God is in our lives, when we reflect to our brothers and sisters God’s healing, God’s forgiveness, God’s unconditional love.”
Earlier this year, Pope Francis published the Apostolic Exhortation on holiness, “Guadete et Exultate,” translated, Rejoice and Be Glad, our Lord’s own words from the Beatitudes. It illuminates the Holy Father’s previous exhortations on the Joy of the Gospel, and the Joy of Love.
Sister Thea would have called for an “Amen” or two over these exhortations. “What We Have Seen and Heard” eloquently presented the gift of joy as essential for understanding African-American spirituality, and Sister Thea magnanimously lived it. “Joy is first of all celebration. Celebration is movement and song, rhythm and feeling, color and sensation, exultation and thanksgiving. We celebrate the presence and the proclamation of the Word made Flesh. Joy is a sign of our faith and especially our hope. It is never an escape from reality.” Forever a joyful missionary disciple Sister Thea exhorts us. “Children, Mothers, Fathers, Sisters, Brothers, go! There is a song that will never be sung unless you sing it. There is a story that will never be told unless you tell it. There is a joy that will never be shared unless you bear it. Go tell the world. Go preach the Gospel. Go teach the Good News. God is. God is love. God is with us. God is in our lives.”